A pesar de la traición de las direcciones sindicales, la tenacidad y coraje de la base mantiene la lucha
A pesar de la política de los dirigentes, la huelga de los trabajadores ferroviarios, del metro y del transporte colectivo de la región parisina ya lleva más de una semana. Con niveles de adhesión relativamente bajos tomado de conjunto (más o menos un tercio de los empleados), se mantiene una parálisis importante (y en la capital y los suburbios casi completa en algunas zonas) de la red de transporte nacional y parisina. Es que dejaron la huelga tanto los sectores intermedios de los empleados, como los empleados de los sectores más directamente terciarios de la SNCF y de la RATP que tienen poca incidencia en el funcionamiento concreto de la empresa (taquillas, personal de las estaciones, etc.). Mientras tanto, los sectores centrales y claves para el transporte (los maquinistas, los trabajadores de las obras, de los talleres de mantenimiento y reparación) con tradición combativa por la estrecha mezcla existente entre una vieja generación que se está por jubilar y jóvenes maquinistas con alta calificación, permanecen movilizados.
Los estudiantes han seguido ampliando su movimiento, y ante el llamado de la Coordinadora Estudiantil reunida en Tours, los liceístas (secundarios) comienzan a incorporarse a la lucha por la derogación de la ley de autonomía universitaria.
El martes 20/11 se ha realizado un fuerte paro de 24 horas en la función pública por la defensa del empleo, en contra de los importantes recortes a las plantillas previstos por el gobierno y el poder adquisitivo del salario, con índices de acatamiento de entre un 30 % en los empleados públicos y de un 40 a un 60% en los docentes. Todos estos movimientos han coincidido en una jornada de acción el 20 de noviembre en París y demás ciudades de Francia, en masivas movilizaciones muy superiores en número de participantes a las del pasado 18 de octubre.
Esta convergencia objetiva de los sectores en lucha, que une de hecho la cuestión del régimen de jubilación, el tema enormemente sentido por el conjunto de los asalariados del poder de compra frente a la carestía de la vida y las reivindicaciones estudiantiles contra el avance privatizador en la Universidad, se ha dado a pesar de todos los intentos de las burocracias sindicales y estudiantiles por evitarlo. En un extremo, la dirección completamente colaboracionista de la CFDT (aunque no tenga un peso decisivo en el interior de la SNCF) ha quedado completamente desdibujada a pesar de los llamados de Chérèque a negociar y a suspender el movimiento. Incluso en la marcha de Paris su secretario general fue abucheado al grito de “traidor”. La semana pasada Mailly, secretario general de Force Ouvriere decía que “Nosotros no apoyamos a priori una convergencia con los empleados públicos... No estamos por hacer un movimiento anti-Sarkozy de carácter político”(Le Monde, 14/11). Mientras los empleados públicos convergían con los ferroviarios el 20/11, Alain Olive, secretario general de UNSA, con presencia en los primeros declaraba que “Yo jamás he estado por la confusión de los movimientos. El interés de los empleados y agentes del estado es que sus reivindicaciones sean tratadas de manera separada” (AFP, 20/11). Por su parte, Le Reste (secretaria general de CGT ferroviarios, el gremio más fuerte en el sector), a pesar de haber hecho de todo para liquidar el movimiento lo antes posible (lo que no significa que haya estado completamente de acuerdo con la propuesta de Thibault de negociar “a secas” antes del inicio mismo de la huelga la semana pasada), se vio obligado a llamar a proseguir la huelga por la presión de la base. En realidad, Le Reste y otros burócratas sindicales sólo convalidan, tratando de frenarla lo más posible con el llamado a negociar para este miércoles, una política de hechos consumados votada en las asambleas de base que deciden proseguir con la lucha. Ahora presentando como un triunfo la mesa de negociación abierta por el gobierno, sólo piden que las asambleas generales los apoyen en cuanto a la necesidad de negociar.
El salto colaboracionista de las direcciones sindicales
Las direcciones sindicales del movimiento obrero francés no sólo buscan canalizar el descontento de las masas contra las reformas neoliberales y evitar su radicalización, como fue el caso de su acción en la huelga general de estatales de 1995 que hizo retroceder parcialmente al entonces gobierno conservador de Chirac-Juppe o más recientemente en la lucha anti-CPE, como muestra su política conciente de evitar una convergencia de los movimientos en lucha. A diferencia del pasado, se aprestan a colaborar en la aplicación del plan de contrarreformas sarkozystas. Esta es la apuesta de Thibault, secretario general de la CGT, que de ser considerado “héroe” de las jornadas del ‘95 ha pasado a traicionar abiertamente al movimiento, de igual manera que Chereque y la CFDT lo hicieron con la lucha de los empleados públicos y docentes en 2003, aceptando el aumento de la edad jubilatoria de estos sectores, desmontando una dura lucha. Cómo superar a estas direcciones traidoras es la clave del momento para que la lucha pegue un salto.
Los límites del movimiento actual
Los ferroviarios en huelga han demostrado un admirable grado de militancia, coraje y tenacidad. Sin embargo, a diferencia del gobierno, no poseen ni una estrategia ni una dirección a la altura para triunfar en la actual disputa. La creencia de que se puede hacer retroceder al presente gobierno sólo por la fuerza de la calle, no sólo es ingenua, sino altamente peligrosa. Es que confiados en sus éxitos relativos de luchas anteriores, este pensamiento no toma en cuenta por una parte que estamos frente a un gobierno dispuesto a desmantelar el conjunto de las conquistas que la clase obrera francesa obtuvo desde la Liberación (en referencia al fin de la ocupación nazi en 1944) y por la otra toma menos aún en consideración el salto en la colaboración de la burocracia. Estas, desesperadas por evitar una confrontación política con el gobierno, están trabajando noche y día para alcanzar un podrido compromiso que les permita levantar y traicionar la huelga. Ya en el sector de gas y electricidad, las burocracias de las distintas centrales han entrado en negociaciones desde la semana pasada y virtualmente terminaron la huelga, dividiendo a los trabajadores de Gaz de France y EDF de los trabajadores del transporte en huelga [1]. Lo mismo se aprestan a hacer seis centrales sindicales de la SNCF, y esto vale también para SUD Rail que, frente a las aperturas de Thibault del martes 13/11 denunciaba el “circo” de la negociación y ahora las acepta con el argumento de no quedar aislado, acordando una mesa redonda con el management (empresarios) y el gobierno el miércoles 21/11. Siguiendo a la dirección confederal de la CGT, las direcciones sindicales han aceptado discutir firma por firma, avalando implícitamente la demolición de los regimenes especiales. De esta manera, el gobierno ha logrado imponer que las direcciones sindicales acepten el corazón de su política, a cambio de eventuales contrapartidas en aumentos de salarios o de la jubilación.
La política de la extrema izquierda
La “extrema izquierda” en Francia ha participado desde el comienzo en el actual movimiento en las asambleas generales y comités de huelgas planteando la necesidad de la unidad de las luchas, el “toutes et tous ensemble” (todos juntos) contra la política de Sarkozy. Pero lo hace levantando esencialmente las reivindicaciones por sector y no peleando entre los ferroviarios, los empleados públicos y los estudiantes por un pliego único de reclamo que unifique verdaderamente a los sectores en lucha y que sea un camino opuesto al divisionismo y carácter corporativo que las burocracias le imprimen a la lucha.
Pero lo más grave de su política es que, frente al salto en la traición de las burocracias sindicales, en especial la CGT, tanto LO como la LCR se han negado a denunciar abiertamente a estas direcciones y fundamentalmente se han negado a plantear concretamente la constitución de un organismo unificador de las luchas en curso, una coordinadora democráticamente electa por la base en los lugares de trabajo y estudio en lucha que empezaría por dar voz a los sectores más avanzados de la vanguardia obrera y estudiantil, con aspiración a expandirse y plantearse como dirección alternativa a la burocracia traidora, única vía en perspectiva para derrotar a Sarkozy y su plan. Más aún en su volante del lunes 19/11, la dirección de la LCR se limita sólo a plantear que “La negociación sin movilización, es el terreno de la MEDEF y el gobierno” y que “la apertura de las negociaciones no puede poner fin a la huelga, sino al contrario” sin ofrecer un programa y un camino distintos a la aceptación de las direcciones del corazón de la reforma sarkozysta que pueda ofrecer una salida a la oposición y desconfianza de la base sobre la negociación, devaluando de hecho el carácter político de la huelga a una lucha reivindicativa o de presión sobre lo que se negocia.
En última instancia, la ausencia de una estrategia obrera independiente lleva a las corrientes de la “extrema izquierda” francesa ha ubicarse como los sectores más combativos de las centrales sindicales pero sin ofrecer una perspectiva de conjunto opuesta a éstas que permita superarlas y derrotar a Sarkozy y su plan. Esta orientación de clase no significa que esto sería realizable en la confrontación actual por la fuerza que aún conserva la burocracia. Pero sólo una política de este tipo podría lograr que surja una verdadera corriente de luchadores obreros antiburocráticos que en los próximos combates por venir sean capaces de disputarle la dirección del movimiento a los dirigentes sindicales traidores. La discusión y formación de un “nuevo partido anticapitalista”, tal como propone la LCR, separado de un partido que se pruebe para estos combates decisivos en la lucha de clases carecería de todo valor revolucionario y sólo puede llevar a constituir una corriente electoral que se infle con el descontento contra el gobierno y el giro al socialiberalismo del PS (y la debacle del PCF), pero que no sea una herramienta poderosa para derrotar a la gran patronal y el estado imperialista francés, única forma de dar urgentemente respuesta a todos los problemas que afectan a los trabajadores y a las clases populares en Francia.
CLAVES
CFDT: Confederación Democrática del Trabajo, su secretario general es François Chérèque.
SNCF: Empresa nacional de ferrocarriles.
RATP: metro y del transporte colectivo de la región parisina
UNSA: Unión Nacional de los Sindicatos Autónomos, su secretario general es Alain Olive.
SUD Rail: rama ferroviaria de la Unión Sindical “Solidarios”.
CGT: Confederación General del Trabajo, su secretario. general es Bernard Thibault
PS: Partido Socialista.
PCF: Partido Comunista Francés.
LCR: Liga Comunista Revolucionaria, partido trotskista.
LO: Lucha Obrera, partido trotskista.
CPE: Contrato de Primer Empleo, repudiado por masivas movilizaciones en 2006.
MEDEF: Movimiento de las Empresas de Francia, nombre de la central patronal.
Extrema izquierda: en Francia se reconoce con ese nombre a las organizaciones de izquierda.
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