A PROPOSITO DE LA MITOLOGIA CREADA POR SUS DETRACTORES
La Verdad Obrera presenta la intervención del compañero Christian Castillo en la Conferencia de homenaje a 90 años de la Revolución Rusa realizada el pasado 24 de noviembre en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA.
Toda vez que se cumple un nuevo decenio de la revolución rusa se plantea una gran polémica, donde salen libros de historia, artículos en los diarios, donde para la burguesía y sus ideólogos es clave tratar de borrar todas las lecciones y conclusiones que la clase obrera puede sacar de la primera ocasión en que ella llega a hacerse del poder a nivel de un estado. En esta ocasión quizás se han publicado menos libros de historia, pero sí ha habido una andanada de artículos periodísticos. Casi todos los diarios han publicado suplementos, donde lo ampliamente dominante son los artículos que tratan de anular todas las conclusiones revolucionarias que puedan sacarse sobre la revolución y, lejos de ello, transformar a ésta en una especie de creadora de todos los males de la humanidad. Voy a tomar de las distintas polémicas cuatro o cinco argumentos que han estado en discusión en estos debates, citando referentes diversos.
¿Revolución o golpe de mano?
Primero, hay un argumento que si uno sigue los distintos trabajos que se han publicado, y también retomando en realidad parte de lo que han hecho distintos historiadores desde hace décadas, se empeña en comparar y contrastar octubre de 1917 con lo que habría sido una revolución legítima, a la cual se ejemplifica con la revolución de febrero, señalando que en realidad octubre, la toma del poder en octubre, no fue más que un golpe de estado. Es un argumento que ustedes van a ver que se repite: octubre en realidad no fue una revolución sino meramente un golpe de mano de los bolcheviques.
Por ejemplo, ustedes han leído quizás en el diario Perfil que Juan José Sebrelli publicó un artículo en el cual, después de señalar que en realidad la base bolchevique había sido una “soldadesca” que había quedado varada en Petrogrado y que era una especie de “gente disponible” para cualquier demagogo, tiene que citar una frase en donde sin darse cuanta le brinda un homenaje a los bolcheviques. Dice Sebrelli: “En contraposición a la revolución de febrero, surgida espontánea e inesperadamente de un estallido social imprevisto la revolución de octubre fue minuciosamente preparada de antemano, planificada hasta en sus menores detalles. La tropa de asalto se componía de unos mil hombres, en su mayoría soldados y marineros. Resulta sintomático que uno de los planificadores fuera Antonov-Ovsenko, un oficial del ejército imperial pasado a los bolcheviques, que además era conocido como matemático y jugador de ajedrez. La insurrección de octubre fue planeada como una batalla militar, como un teorema matemático, y una partida de ajedrez. No fue pues una revolución en sentido clásico, se ajustó en cambio a todas las características de un golpe de estado”.
¿Y por qué esto que dice alguien que trata de denostar a la revolución es, sin embargo, un gran homenaje a los dirigentes de la revolución? Porque justamente lo que manejaron los bolcheviques y en lo que mostraron tener una muy importante capacidad, al menos en Petrogrado, es en el manejo de lo que ya Engels llamaba: el arte de la insurrección. Contraponiendo febrero a octubre, lo que se quiere exaltar es que las clases explotadas sólo tienen derecho al levantamiento mientras lo hagan a ciegas, mientras lo hagan en forma espontánea. Por el contrario, cuando ese levantamiento, cuando esa rebelión contra el orden establecido, cuando ese quiebre del poder de las clases dominantes es hecho en forma planificada, como un “teorema matemático”, como una “batalla militar”, es decir, precisamente, científicamente, entonces no sería una revolución legítima.
Para los marxistas el arte de la insurrección plantea justamente la necesidad de combinar la insurrección con la conspiración. Ustedes recordarán que Marx discutía mucho con un gran revolucionario francés que se llamaba Augusto Blanqui. En la teoría política marxista el blanquismo se identifica con la idea de reducir el proceso revolucionario al momento de la organización de la insurrección, al momento de la conspiración. Pero Blanqui subestimaba lo que los marxistas llamamos las condiciones objetivas de la revolución, es decir que la organización de la insurrección es una condición necesaria pero no una condición suficiente para el triunfo revolucionario.
La teoría marxista plantea que la revolución incluye, obviamente, la preparación minuciosa del momento insurreccional, pero que esta sólo puede llevar a la victoria revolucionaria si expresa la voluntad de millones de explotados de terminar con el poder existente. Lo que evaden en realidad estos debates, en esta polémica, es que el momento de la conquista del poder, el momento en que el Comité Militar Revolucionario bajo la dirección de Trotsky planifica minuciosamente en Petrogrado cómo se va a tomar el poder, no es algo que se da sólo en un acto. Sino que es el coronamiento de una victoria política y de un proceso mediante el cual los bolcheviques habían empezado siendo una pequeña minoría revolucionaria en febrero, cuando cae el zar, siendo una minoría en los soviets originales, que estaban dirigidos por los conciliadores, por los mencheviques y por socialistas revolucionarios. Y, en función de mantenerse firmes y, gracias sobre todo a la intervención de Lenin cuando vuelve en abril y plantea no apoyar al gobierno provisional; en función de haber marcado la dirección estratégica que debía tomar el movimiento, de haber ayudado al movimiento de masas a hacer la experiencia, los bolcheviques, paciente pero persistentemente, como decía Lenin, fueron ganando la mayoría de los soviets. En este sentido octubre fue la coronación de una victoria política que los bolcheviques habían realizado previamente, que les permitió contar con 390 delegados propios sobre 650 en el 2° Congreso de los Soviets de toda Rusia que comenzó sus sesiones cuando la insurrección misma estaba sucediendo; y con el pronunciamiento favorable a la toma del poder de más de 500 soviets sobre alrededor de 670 que existían nacionalmente. Este apoyo de las masas obreras, campesinas y de los soldados al desplazamiento del poder del gobierno provisional por parte de los soviets explica no sólo que los bolcheviques hayan podido conquistar el poder, sino que hayan podido mantenerse en él, contra la expectativa de un rápido derrumbe que tenían sus oponentes.
¿Por qué digo que es una gran virtud de los bolcheviques haber mostrado su dominio del arte de la insurrección? Porque cuanto más dirección política previa, cuanto más las masas estén ganadas, cuanto más el problema militar este resuelto a favor del doble poder obrero, entonces menos traumática será la toma del poder. Por el contrario cuanto más espontánea, menos planificada y con menos dirección sea la toma del poder, más dificultoso resulta la victoria. Para los revolucionarios, que nos digan que octubre fue minuciosamente planeado lejos de ser un demérito es un gran homenaje a la acción de los bolcheviques.
¿Una “revolución democrática” abortada?
Segundo punto, ligado a lo anterior. Se afirma también que en realidad los bolcheviques abortaron una situación en la cual había un proceso de desarrollo de la democracia burguesa en Rusia. Que los bolcheviques dieron un golpe de mano y así evitaron la tendencia a la cristalización de una democracia constitucional para reemplazarla por un régimen autoritario. Hay que decir dos o tres cosas respecto a esta posición.
Tenemos en primer lugar el contraste histórico. Hubo un país donde, pese a la existencia de condiciones muy similares a las de la revolución rusa, no se dio la toma del poder a la manera de los bolcheviques. A diferencia de la misma, los revolucionarios no lograron hacerse del poder sino por el contrario fueron derrotados, fueron asesinados sus principales dirigentes y el ala moderada del movimiento se mantuvo en el poder. Es un gran ejemplo, porque a un año de la revolución rusa, en Alemania cae el régimen del kaiser, surgen consejos similares a los soviets rusos, los soldados están rebelados, los obreros están armados y tienen la posibilidad de tomar el poder, pero el ala revolucionaria es infinitamente más débil. Rosa Luxemburgo, Karl Liebknecht, Leo Jogiches, esos grandes revolucionarios que se opusieron a la marea chovinista, que fueron presos por enfrentar la política traidora de defensa de su propia patria de los dirigentes socialdemócratas, esos grandes revolucionarios, sin embargo, tenían una organización muy débil y en los momentos decisivos no pudieron hacerse el poder.
Y ahí, por el contrario, lo que triunfó fue el ala conciliadora. ¿Y cuál fue el resultado de eso? El resultado fue un régimen que incluía fuertes instituciones bonapartistas como las de la república de Weimar, con una constitución en parte parlamentaria y en parte con un poder plebiscitario concentrado en la figura presidencial que podía declarar el estado de excepción. Y pocos años después, la irresolubilidad de las contradicciones sociales, de los antagonismo sociales, que había en la década del ’30, el no triunfo de otros intentos revolucionarios en el año 1921 y 1923, dio como resultado la llegada de Hitler y el nazismo al poder.
Si en la URSS, no hubieran triunfado los bolcheviques probablemente hubiéramos tenido una dictadura similar. ¿De dónde surge el argumento que señalábamos, que podríamos denominar “kautskysta”, en alusión a Karl Kautsky, el dirigente de la socialdemocracia alemana? El Partido Socialdemócrata alemán había ido forjando una estrategia que se oponía por el vértice a la toma del poder. Uno ve como en Kautsky, pese a fungir de “ortodoxo” en sus polémicas con Bernstein, desde 1905 va surgiendo una política completamente opuesta a la toma del poder. Leo una breve cita para ilustrarlo, de un texto donde polemiza con el comunista holandés Anton Pannekoek y Rosa Luxemburgo sobre la huelga de masas: “El (proletariado) debe aspirar a que los cuerpos legislativos manden sobre gobiernos y tribunales (...) esta es al tarea del proletariado y no la destrucción del estado. Puede ser que a veces surjan dificultades para su realización que sólo podrán ser superados por acciones de masas. Ocasión en la cual un gobierno enemigo del proletariado puede ser puesto en jaque mate, pero jamás esto puede llevar a la destrucción del poder estatal sino a un desplazamiento de las relaciones de poder dentro del poder estatal”.
Esa es la estrategia de Kautsky: cambiar la relación de fuerzas “dentro del poder estatal”. Esta “estrategia” adquirió un nombre, fue la “estrategia del desgaste”. Entonces, por eso en el momento de la toma del poder lejos de pensar que había que desarrollar los soviets como un poder alternativo, un poder para reemplazar y destruir el Estado capitalista, para ellos simplemente se trataba de utilizarlos como una forma de presión, como un aditamento para mantener y reforzar el peso de la clase obrera dentro de la democracia burguesa.
¿Eran meramente “instrumentales” los soviets para los bolcheviques?
En tercer lugar, me voy a referir a otro argumento que está ligado a lo anterior y que también es un argumento falaz. Éste dice que para los bolcheviques la organización de los soviets era un elemento meramente instrumental, y que entonces los bolcheviques en realidad tenían como objetivo el régimen del partido único. Sobre este argumento voy a señalar dos o tres cosas.
Sobre la primera parte de este argumento. Si lo que se quiere señalar con “instrumental” es que los bolcheviques no tenían una visión fetichista de los soviets, sino que dejaban abierta la posibilidad de que otro organismo de autoorganización pudiese jugar el mismo papel de los soviets, y que el doble poder de la clase obrera acaudillando al conjunto de la masas explotadas puede tener otra forma de desarrollo no exactamente igual a la de los soviets rusos, por ejemplo surgir desde los comités de fábrica, estamos de acuerdo. Es cierto que para los bolcheviques se trataba de encontrar cuáles iban a ser los organismos que expresasen el nuevo poder obrero, que llevasen siempre, insisto, al quiebre del Estado burgués. Ahora bien, si lo que se quiere decir es que los bolcheviques no toman el poder pensando en imponer una nueva forma de poder estatal que exprese la democracia de los explotados, que dicho sea de paso fue más democrática que cualquier república burguesa, este argumento se transforma en completamente falso.
Si para los bolcheviques la pelea por un Estado de transición basado en formas de democracia de los trabajadores no hubiese sido la clave de su concepción, entonces no puede explicarse porqué Lenin en el momento donde se encontraba en la clandestinidad, en un momento de máxima persecución, le va a dedicar gran parte de toda su energía a escribir uno de los trabajos sobre teoría del Estado más relevante que se ha producido en la historia del marxismo, me estoy refiriendo a El Estado y la revolución.
Este es un texto que golpea a dos bandas. Por un lado pone claridad sobre la teoría marxista del Estado contra las tergiversaciones oportunistas de Kautsky. Lenin dice algo así como: “Nos han dicho a los marxistas que estamos contra los anarquistas porque el Estado no tiene que ser destruido sino que el Estado se tiene que extinguir”.
Ante esto Lenin dice: “cierto en un sentido y falso en otro”. Lenin señalaba que la diferencia entre los marxistas revolucionarios y los anarquistas no residía en que unos proclamasen la necesidad de destruir el Estado y otros su extinción, sino que unos y otro parten de la necesidad de destruir el Estado. El verdadero desacuerdo en este punto consistía en que los marxistas “proponiéndose como fin la destrucción completa del Estado, reconocen que este fin sólo puede alcanzarse después de que la revolución socialista haya destruido las clases, como resultado de la instauración del socialismo, que conduce a la extinción del Estado, mientras que [los anarquistas] quieren destruir completamente el estado de la noche a la mañana sin comprender las condiciones bajo las que puede lograrse esa destrucción” [1].
Por otro lado, a la vez que discute esto contra Kautsky, para delimitarse claramente de reformistas y partiendo de cuáles eran las verdaderas posiciones de Marx y Engels, Lenin va a señalar que la Comuna de París había dado las bases para una nueva forma de Estado donde sean las masas las que puedan tomar el comando de los asuntos políticos. Justamente los soviets no eran otra cosa que un desarrollo cualitativo, y adecuado no al poder de una ciudad sino al poder de un Estado de conjunto, de muchos de los elementos de la Comuna. El mismo Lenin termina este libro como todo revolucionario querría hacerlo, diciendo que no puede terminar de plantear las conclusiones de 1905 sobre el papel de los soviets porque tenía que dirigir la revolución. Mas allá de este hecho, insisto, que Lenin no puede concluir el texto e incluir la parte dedicada al análisis de los soviets rusos: la base de todo su razonamiento es decir que efectivamente en Rusia está planteado, con posibilidades más o menos inmediatas, que esto que había sido un primer experimento en la Comuna de París vuelva e a repetirse en forma ampliada. Que la clase obrera ejerza el poder a través de instituciones como los soviets daría a los trabajadores una democracia mucho más amplia que la mayor de las democracias burguesa, a la vez que representaría la dictadura más férrea sobre las antiguas clases dominantes.
Ahora bien, es cierto que la potencia del poder soviético pudo expresarse sólo en parte en la experiencia de la revolución rusa. Sólo en parte porque como ustedes saben ni bien se toma el poder la contrarrevolución lanzó una guerra civil contra el poder soviético. 14 ejércitos imperialistas atacan la Rusia del poder de los soviets. Los contrarrevolucionarios arman los ejércitos blancos y así la Rusia de los soviets estuvo casi desde su mismo origen en estado de emergencia. Cuatro años después cuando la guerra civil culminó, la situación fue de una emergencia pasmosa. La sociedad soviética queda liquidada desde el punto de vista económico. En Petrogrado queda solo un 20% del total de los obreros que había antes de la revolución, quedan 80 mil, y el estado de emergencia continuaba.
Las medidas de restricción de la democracia soviética y en el mismo seno del partido que habían sido tomadas como excepcionales para poder derrotar la contrarrevolución son transformadas luego en “norma” por el stalinismo, y nunca se vuelve a lo que podría llamarse la “normalidad” de la democracia soviética. Quiero leerles una cita adicional, quizás ustedes ya la conozcan, para ver lo que pensaban los bolcheviques cuando pensaban en el poder de los soviets y en la dictadura del proletariado. Quizás el más grande historiador no marxista de la revolución rusa, Edward Carr, que ha hecho una obra monumental hace ya varios años y que ningún otro historiador no marxista pudo superar decía lo siguiente: “El término ‘dictadura del proletariado’ aplicado por los bolcheviques al régimen establecido por ellos en Rusia después de la revolución de octubre no comportaba implicancias constitucionales especiales ninguna”, es decir no explicaba cómo era la forma constitucional del Estado. “Los ecos emocionales de la palabra ‘dictadura’, en tanto que asociada al mando de unos pocos o de uno solo, estaba totalmente ausente en la mente de los marxistas que empleaban la frase. Por el contrario, la dictadura del proletariado seria el primer régimen en la historia en que el poder fuese ejercido por la clase que constituía la mayoría de la población, condición que había que cumplirse en Rusia llevando a la masa de los campesinos a unirse con el proletariado industrial [...] Lejos de ser el dominio de la violencia, prepararía el camino para la desaparición del empleo de la violencia como sanción social, para la desaparición del Estado” [2]. Ésta era la norma por la que peleaban los bolcheviques, no el régimen de partido único sacralizado por el stalinismo. Ahora las condiciones de la guerra civil y de crisis después, plantearon una situación de excepcionalidad respecto a esta norma.
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