Importante elección de la “extreme gauche”
La primera vuelta de las elecciones municipales francesas muestran un claro desgaste de Sarkozy. Lejos estamos de la “ola azul” (por los colores de la UMP, el partido oficial) que se había dado en las elecciones presidenciales y después repetido en las legislativas del año pasado conquistando la mayoría absoluta del Parlamento. Aunque habrá que esperar a la segunda vuelta para evaluar la magnitud del retroceso, está claro que la presidencia se ha debilitado más rápidamente de lo pensado y que, de ahora en adelante, Sarkozy deberá gobernar con mayor oposición. Sin embargo, no decimos esto por el crecimiento del Partido Socialista, el principal beneficiario electoral del repudio al sarkozysmo. Este partido con su giro al socialiberalismo es totalmente incapaz de ejercer el más mínimo contrapoder al bonapartismo sarkozista. Es así que, una vez pasadas las elecciones municipales y departamentales, Sarkozy permanecerá como el árbitro del panorama político aprovechando el vacío opositor institucional para seguir avanzando con su plan de contra-reformas. Si su presidencia de ahora en adelante arriesga ser más cuestionada, es por el “voto castigo” de miles de jóvenes trabajadores que critican el estilo del presidente y sufren la caída del poder adquisitivo de los salarios. Según las encuestas, esta intención de castigar a Sarkozy por medio del voto es más fuerte entre los obreros que en el resto de los electores.
Es esta bronca que se está acumulando en los trabajadores -manifestada en una serie de huelgas por aumento salarial en sectores hasta ahora ausentes de la lucha como los grandes supermercados- es la que se puede potenciar si el sarkozysmo sigue por el mismo camino. Como dice un analista refiriéndose a Sarkozy: “No tiene alternativa y lo sabe: no cambiar de tono, de estilo y de método -ir contra su propia naturaleza- podría conducir a los franceses a pasar de su mal humor actual a un descontento mucho más reinvindicativo e imprevisible”. (Le Monde, 9/3).
A su vez, las municipales mostraron la cuasi desaparición del Frente Nacional de Le Pen, cuyo electorado fue absorbido por la UMP. Su rol de árbitro en anteriores comicios lo juega hoy el MoDem (Mouvement Démocrate) de François Bayrou, un partido de centro-derecha. Sin embargo, las alianzas de diversos colores que este partido está tejiendo para el segundo turno le impiden presentarse como una fuerza coherente y autónoma, a diferencia de la campaña presidencial del año pasado, en la que se benefició por aparecer como tercera fuerza frente al bipartidismo reinante del régimen de la V República.
A la izquierda del PS, la sorpresa más importante es la mejora del PCF, el relativo buen resultado de los Verdes y el crecimiento local de la Liga Comunista Revolucionaria (LCR). El PCF logró recuperar algunas municipalidades que había perdido y probablemente conserve la mayoría de las que ya tenía mostrando que la fuerza de este “comunismo municipal” aún no ha desaparecido. Este partido, en los últimos sesenta años, ha construido feudos en numerosas regiones, en particular en la periferia de las grandes ciudades. A su vez, el avance del PCF, y en menor medida de los Verdes, puede reabrir la discusión en el PS de no abandonar a sus viejos aliados políticos, tomando en cuenta la debilidad del MoDem. (Sólo Segolène Royal, la ex candidata a presidente del PS, reiteró su llamado a una alianza con este último al que ya en la segunda vuelta de las presidenciales le había prometido el cargo de primer ministro).
Por último, y lo más significativo para los trabajadores y la juventud, es el avance electoral de la LCR. Según Françoise Sabado, uno de sus dirigentes históricos, el resultado constituye “la mejor eleccion de la historia de la LCR”: de las 200 listas que presentaron, 109 superan el 5% y 29 arriba del 10%. Hasta ahora han obtenido 71 consejeros municipales (más del doble que la elección anterior, tomando en cuenta el caracter totalmente antidemocrático del sistema electoral francés). Este crecimiento se dio fundamentalmente en las ciudades medianas, en la periferia de las metrópolis regionales como Bordeaux, en la banlieue de Rouen o en las aglomeraciones alrededor de Nantes. La LCR a su vez logra resultados inesperados en las grandes ciudades, con más del 5% de los votos, en Toulouse, Lyon, Marseille, Tours, Poitiers, Limoges, Montpellier, Nancy, Amiens. Y en ciudades dirigidas por la izquierda institucional, donde las listas de la LCR eran la única competencia por izquierda, promedia un 7% de los votos. Como muestran estos datos, fue un importante avance electoral.
Aprovechando este buen desempeño, Olivier Besancenot llamó a la formación de los “colectivos” o “comités de iniciativas” del “nuevo partido anticapitalista”. En la edición anterior de LVO, criticamos esta orientación desde el ángulo de la estrategia revolucionaria. Más que nunca es necesario que las expectativas que el avance electoral que la LCR de Olivier Besancenot despierta no sean una vez más defraudadas por el surgimiento de una nueva organización programáticamente ambigua y abierta al reformismo, como ha sido el caso de otros intentos de similares características en el pasado. Es fundamental que los que nos reclamamos revolucionarios tengamos una política para influenciar a los jóvenes y trabajadores de vanguardia seducidos por este proyecto para convencerlos de la necesidad de un verdadero partido revolucionario en Francia.
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