– 1)Introducción
La constitución de la Alianza Nacional Libertadora (ANL) y los levantamientos militares emprendidos por esta organización en noviembre de 1935 son, sin duda, acontecimientos emblemáticos en la historia de la izquierda brasileña. El Partido Comunista Brasileño (PCB), organización que fue una de las principales fuerzas constituyentes de la ANL, evitó, durante muchos años, discutir sobre los acontecimientos de noviembre de 1935 para no brindar elementos que pudiesen ayudar a aclarar las razones que llevaron a la precipitada acción militar, que terminaría por transformarse en una de las mayores derrotas del movimiento obrero brasileño.
La ANL fue constituida a partir de militantes provenientes del movimiento tenientista [1], que estaban disconformes con los rumbos del gobierno de Getúlio Vargas [2], que ascendió al poder luego de la llamada “Revolución de 1930”. Apoyada por diversos sectores sociales como sindicatos, asociaciones, partidos políticos (en especial el PCB), la ANL tuvo un rápido crecimiento, alcanzando en pocos meses alrededor de 50.000 afiliados. Este rápido crecimiento terminó contagiando a diversos sectores del movimiento -principalmente el PCB-, que creyeron posible pasar a la ofensiva para derribar al gobierno de Vargas.
El lanzamiento, el 5 de julio de 1935, del manifiesto firmado por Luiz Carlos Prestes [3], presidente honorífico de la ANL, llamando al derrocamiento de Vargas y a la toma del poder por la ANL, fue el detonante para el inicio de la escalada represiva de este gobierno, que culminaría con el cierre y proscripción de ésta y el encarcelamiento de varios de sus dirigentes. En la ilegalidad, la ANL pasó a ser hegemonizada por el PCB, partido que pregonaba la toma del poder por la insurrección armada. Esta finalmente comenzó el 23 de noviembre de 1935 en la ciudad de Natal, seguidas por las insurrecciones en Recife dos días después y en Río de Janeiro el 27 de ese mismo mes. Las revueltas fueron aplastadas por el gobierno de Vargas que, ampliando su escalada represiva, terminó encarcelando cerca de 20.000 personas, además de proscribir centenares de organizaciones obreras.
La historiografía sobre la ANL y los levantamientos militares de noviembre de 1935 empezó a ser construida, inicialmente, por los participantes de aquel movimiento, en su mayoría militantes del PCB, a través de libros de memorias [4]. Dichas obras testimoniales tuvieron importancia como relatos fácticos de aquellos que participaron del movimiento, situando sus análisis en el ámbito de los esquemas adoptados por aquel partido. A partir de mediados de la década del ‘80, con el fin del régimen militar, el clima de libertad académica propició el inicio de la incursión de los historiadores en aquel movimiento, contándose, incluso, con documentación obtenida en los órganos de represión política, finalmente abiertos a los investigadores.
Así fue surgiendo una nueva historiografía, que era al mismo tiempo crítica y polémica, ya que las diversas obras [5] producidas a partir de ese período reflejan análisis con posiciones diversas que han contribuido de una forma u otra a la aclaración de diversos puntos oscuros sobre la ANL y, sobre todo, de los levantamientos militares de 1935.
A pesar de que esta nueva historiografía refleja de modo crítico esos acontecimientos, quedó circunscripta a algunos problemas centrales, como los orígenes de la Alianza Nacional Libertadora, la influencia de la Internacional Comunista en los acontecimientos y el significado histórico de los levantamientos militares de noviembre de 1935. Es sobre estas tres cuestiones que se debaten los autores cuando se refieren a la ANL y a los levantamientos.
Esta historiografía termina por centrar su mirada sólo sobre el PCB y la Internacional Comunista, no dando cuenta de la participación de otros actores en estos acontecimientos. De este modo, quedan relegadas en la historiografía la posición y la participación de corrientes importantes en el movimiento obrero de la época, como los anarquistas y los trotskistas.
En este artículo recuperamos las posiciones y la intervención política de los trotskistas brasileños agrupados alrededor de la Liga Comunista Internacionalista (LCI). Nuestro objetivo es mostrar que en el Brasil de 1935 había un grupo de militantes que, a pesar de estar agrupados en una pequeña organización, produjo análisis críticos sobre los acontecimientos de aquel año.
Al recuperar los análisis hechos por los trotskistas, mostraremos el camino por ellos recorrido durante ese proceso político. Presentaremos sus posiciones sobre la constitución de la Alianza Nacional Libertadora, las críticas relativas a las concepciones de revolución que estaban imbuidas en sus estrategias, así como las alianzas de clases que eran propuestas. Además de eso, las divergencias de los trotskistas sobre el programa aliancista también merecen ser destacadas.
Al final, expondremos las posiciones de los trotskistas brasileños durante toda la trayectoria de la ANL, desde su período legal pasando por su cierre, hasta la realización de los levantamientos militares de noviembre de 1935, los cuales fueron objeto de un profundo análisis por parte de los trotskistas brasileños.
Esperamos con este artículo poder demostrar a los investigadores y al público en general que en 1935 había otras corrientes políticas más allá del PCB interviniendo en el movimiento obrero; y que las políticas del PCB, a pesar de ser hegemónicas, sufrieron críticas significativas que desafortunadamente quedaron hasta hoy relegadas en nuestra historiografía.
– 2)Los análisis de los trotskistas sobre la formación de la ANL
Pasemos ahora a los análisis hechos por los trotskistas organizados en la Liga Comunista Internacionalista (LCI) [6] sobre la Alianza Nacional Libertadora. Desde la fundación de la ANL los trotskistas buscaron acompañar de cerca este movimiento, intentando caracterizarlo de manera tal de definir su posición ante esa organización. En sus primeros análisis sobre la ANL, publicadas en el diario A Luta de Classe [7], los trotskistas la van a caracterizar considerando varios aspectos, tales como los orígenes, la composición social y el programa político, situándola así como fenómeno histórico en los marcos de la formación social brasileña. Inicialmente, los trotskistas, analizando la realidad económica del país a la luz de la teoría de la revolución permanente, mostrarán las relaciones intrínsecas existentes entre la economía brasileña y el imperialismo, así como el tipo de revolución por el que había que luchar, con el objetivo de superar las trabas al desarrollo de las fuerzas productivas del país:
La lucha por nuevos mercados es, pues, la esencia del capitalismo. Acarrea tras de sí los préstamos, la inversión de capitales en los países atrasados, transformando sus economías en economías capitalistas. Acarrea, en fin, la intervención política y el empleo de la fuerza, la intervención armada. La lucha contra el imperialismo debe ser, pues, la lucha contra todo el régimen capitalista. Todo intento de reducirla a la expulsión de la influencia del capital extranjero en el territorio nacional -por el no pago de las deudas y por la expropiación de las empresas extranjeras- es una utopía reaccionaria, contraria al carácter internacional de la economía capitalista y a la realidad económica que liga indisolublemente capitalismo e imperialismo como fenómenos inseparables. El imperialismo es una tendencia innata al capitalismo y que con él se desenvuelve. Es, pues, imposible extinguir el imperialismo sin destruir el capitalismo, abolir la propiedad privada de los medios de producción [8].
Para los trotskistas, que basaban sus políticas en los análisis hechos por Trotsky sobre la revolución permanente, el proceso revolucionario no se daría por etapas, como abogaba el PCB, sino como un proceso continuo, donde la lucha contra el imperialismo y por la democracia política, por la revolución agraria y la independencia nacional, no estaban separadas de la lucha por el poder proletario:
¿Significará eso que todo país colonial atrasado esté maduro, si no para el socialismo, al menos para la dictadura del proletariado? No, no significa esto. Pero, entonces, ¿cómo hacer la revolución democrática en general y en las colonias en particular? Respondo con otra pregunta: ¿Y quién dijo que todo país colonial está maduro para la realización integral e inmediata de sus tareas nacional-democráticas? Es necesario invertir el problema. En las condiciones de la época imperialista, la revolución nacional-democrática sólo puede triunfar cuando las relaciones sociales y políticas en el país estén maduras para llevar al proletariado al poder como dirigente de las masas populares. ¿Y cuando las cosas no hayan llegado a ese punto? En ese caso, la lucha por la liberación nacional sólo dará resultados incompletos y nefastos para las masas trabajadoras [9].
Esta no era, según los trotskistas, la perspectiva planteada por el movimiento de la Alianza Nacional Libertadora, que pretendía un proceso de transformaciones limitadas a los marcos de la revolución democrático-burguesa defendida por la Internacional Comunista, principalmente después de su V Congreso realizado en 1924:
Pretender lo contrario, como la Alianza Nacional Libertadora, pretender luchar contra el imperialismo sin luchar contra la burguesía nacional, pretender extinguir el imperialismo en el territorio nacional sin abolir la propiedad privada, sin transformarla en propiedad socialista, es caminar hacia un fracaso seguro o solamente favorecer el imperialismo de una potencia en detrimento de otras [10].
Las principales críticas de la LCI a la ANL impulsada por el PCB se refieren al programa de esta organización que, para los trotskistas, al separar la lucha contra el imperialismo de la lucha contra el capitalismo, desvirtúa el sentido de la revolución y se aleja de ella, pues no hay forma de, en su opinión, luchar contra el imperialismo sin destruir el capitalismo, es decir, sin eliminar la propiedad privada.
Al analizar el programa de la ANL, los trotskistas verifican que la mayoría de las reivindicaciones que contenía eran de carácter democrático, destacándose la nacionalización de las empresas extranjeras, la cancelación de las deudas externas y la resolución de la cuestión agraria. En ese sentido, alertan al PCB que no era posible conquistar tales reivindicaciones en los marcos de una revolución democrático-burguesa, tal como era defendida por ese partido desde 1926, cuando Otávio Brandão [11] escribiera su obra Agrarismo e Industrialismo [12]. No hay, decían, ninguna mención a la lucha contra la burguesía, quedando el manifiesto de lanzamiento de la ANL en los marcos de la lucha antiimperialista. Continuando sus críticas, los trotskistas señalarán la semejanza entre la posición de la ANL y las defendidas en el pasado por el Kuomintang en China [13]:
Es lo que prueba la dura experiencia china. Contra la utopía de la Alianza Nacional Libertadora claman los miles de obreros muertos en Shangai y Cantón, claman los obreros lanzados vivos en los hornos en llamas. El Kuomintang era, tal como la Alianza Nacional Libertadora, una organización que luchaba por la “liberación nacional de China” de los imperialismos [14].
Al asociar la ANL al Kuomintang chino los trotskistas se refieren al hecho de que en el pasado la experiencia del Kuomintang inspirara al PCB en la formación, en 1927, del Bloque Obrero y Campesino (BOC) [15]. Tal análisis fue expresado por el delegado brasileño en el VII Congreso de la Internacional Comunista, durante los debates allí realizados:
La ANL representa en Brasil, como el Kuomintang chino de 1925, un partido de un bloque de varias clases representadas por sus organizaciones respectivas, unidas en un frente único contra el imperialismo, el latifundio y el fascismo, por la liberación nacional del país y por la defensa de las libertades populares [16].
Al interior de esta asociación los trotskistas alertarán sobre las consecuencias de la pérdida de liderazgo de las organizaciones obreras, lo cual provocaría la desmoralización de los trabajadores, o bien los llevaría a una masacre:
Lo que sucedió en China a escala de tragedia, se reproduce en Brasil como farsa. Si el proletariado sigue a los líderes pequeño burgueses de la Alianza Nacional Libertadora, si el proletariado no lucha por sus propios objetivos, el derrocamiento del régimen capitalista, sólo le hará el juego a la burguesía, corriendo detrás de un fracaso inexorable que, si no sucede trágicamente por una masacre, sucederá como farsa, por la desmoralización de las organizaciones obreras que sigan a la cola de la Alianza Nacional Libertadora [17].
Estas afirmaciones sobre el riesgo para el movimiento obrero de subordinar sus objetivos y su lucha a segmentos de la burguesía nacional, se cumplirán algunos meses después, en el fracasado intento de acuartelamiento militar, que redundará en la derrota del movimiento y en el encarcelamiento de miles de personas, además de su desarticulación por varios años.
Sin embargo, a pesar de no participar orgánicamente de la estructura de la ANL, los trotskistas no permanecerán ajenos al crecimiento de ese movimiento, buscando intervenir en él para que se transforme de la organización policlasista que era en un frente único obrero semejante al propuesto por el Frente Único Antifascista (FUA) [18] de 1934. Al mismo tiempo, los trotskistas se disponen a hacer alianzas con la ANL, pero en puntos concretos:
El deber de los verdaderos revolucionarios es hacer que sus grupos y partidos busquen darle a la Alianza Nacional Libertadora un carácter de frente único, ingresando en ella sin pérdida de su autonomía, con derechos iguales, incluso a los de la propia alianza. La política de frente único consiste precisamente, como la propia expresión indica, en la unión de los diversos frentes de lucha para la consecución de un objetivo común determinado. Estamos con la Alianza Nacional Libertadora en el terreno de la lucha contra el fascismo, así como divergimos profundamente en la cuestión del carácter de la próxima revolución [19].
Al mismo tiempo que convocan a la ANL a la lucha común contra el Integralismo, los trotskistas descartan en forma categórica el liderazgo de Prestes:
Luiz Carlos Prestes, ya lo dijimos en decenas de artículos y discursos, puede ser un militante revolucionario sinceramente dedicado a la causa del proletariado pero, no habiendo militado nunca en Brasil, desligado de la masa obrera, desconociendo concretamente sus necesidades, orientado por una línea errónea, sometido a la disciplina de una burocracia descontrolada y, finalmente, bajo la presión de los acontecimientos - siempre más fuertes, más poderosos y más decisivos que todas las “buenas intenciones”-, podrá también transformarse en el peor de los reaccionarios [20].
Pero, al mismo tiempo que defendían la actuación común con la ANL en la lucha contra el Integralismo, los trotskistas no dejan de criticar el carácter de la revolución que el PCB pretendía emprender:
He aquí porque, cumpliendo nuestro deber de luchar bajo la sigla de la Alianza Nacional Libertadora, mientras ésta tenga realmente un carácter antifascista, queremos participar de toda y cualquier acción revolucionaria contra las huestes de Plínio Salgado, pero nunca dejaremos de mostrar a las masas el verdadero camino; el camino de Lenin y no el de Chiang-Kai-Shek, el camino de la Revolución Proletaria y no el camino de la Revolución Nacional [21].
Los trotskistas dejan claro, además, que mantienen la política de frente único que practicaban en 1934, en los tiempos del FUA: es decir, el frente único contra el Integralismo. En desacuerdo con la política del PCB en su puesta en marcha de una revolución nacional (sinónimo, afirman los trotskistas, de revolución democrático-burguesa), la LCI defenderá la Revolución Proletaria basada en los principios de la Revolución Permanente.
El problema de la ANL, de cualquier modo que lo presentara el PCB, era que estaba por fuera de la realidad brasileña, ya que, en la opinión de la LCI, no había ningún sector de la burguesía -sea pequeña o progresista-, o de sus partidos, capaz de promover una revolución contra la gran burguesía internacionalizada, arrastrando tras de sí a las masas proletarias. Los tenientes ni siquiera se proponían ser revolucionarios:
La Alianza Nacional Libertadora es un intento de crear en Brasil una corriente intermediaria entre el movimiento revolucionario del proletariado, representado aún en Brasil por fuerza de la inercia por el PC estalinizado y grupos aledaños, y los partidos burgueses de corte liberal, despojos del tenientismo, etc., representantes de la burguesía más avanzada y de la pequeñoburguesía [22].
En ese sentido, para los trotskistas la ANL no expresaba los intereses del proletariado sino los de la pequeñoburguesía que proclamaba la revolución y los de un sector de obreros, especie de “privilegiados” entre los trabajadores que, desde ese lugar de privilegio, se aproximaban a la pequeñoburguesía. Resultaría de ahí el alejamiento del PCB de las masas obreras, a las que pretendía dirigir. Esto constituyó un tipo de traición, ya que fue un alejamiento de los reales intereses del proletariado. En ese sentido:
La ANL es una invención artificial de un Kuomintang, habiendo nacido no de la propia necesidad de la burguesía nacional de arrastrar a las masas a una lucha contra el imperialismo y el capitalismo extranjero, sino de los errores y fracasos de la política del propio partido que se dice representante del proletariado. El hecho de que el llamado PC brasileño haya estado de acuerdo con dicho “sucedáneo” prueba lo siguiente: que este partido no representa los intereses verdaderos de la masa proletaria profunda, sino que es una organización que refleja, en realidad, los sentimientos e intereses de las camadas pequeño burguesas más oprimidas y parte del proletariado calificado, privilegiado, que se liga a la pequeña burguesía; que este partido, como partido del proletariado revolucionario, fracasó totalmente en su política y se sintió aislado, sin lazos orgánicos con la clase obrera, incapaz de movilizarla, en una acción de masas, por su programa [23].
Para los trotskistas brasileños la ANL se forma como un frente amplio dirigido por la pequeñoburguesía que tenía como finalidad principal sacar al PCB del aislamiento, condición esta fruto de la política izquierdista seguida por este partido a partir de su III Congreso, realizado a fines de 1928. Van a señalar también que la ANL era una repetición de la política implementada en China en 1927 por la Internacional Comunista, que determinó al PC chino su sumisión a la dirección política del partido burgués dirigido por Chian-Kai-Shek, cuyo desenlace fue la masacre de los obreros y comunistas en 1927. Aún según los trotskistas, el PCB sigue una política de zigzag, alternando políticas por momentos izquierdistas y por momentos derechistas:
El partido estalinista, entonces, abdicó ideológicamente ante la pequeñoburguesía. Este partido, como en todo lo demás, llegó muy tarde a la constatación de que las masas en Brasil están aún atrasadas políticamente. Pero llegó a esta constatación, no por un análisis marxista, objetivo, de la situación, sino empíricamente, por su fracaso político, por los propios desastres de su acción, cuando se vio, al cabo de todos los esfuerzos que hizo y de toda agitación, de todo el aspaviento de los últimos tiempos, en un callejón sin salida, alejado completamente de las grandes masas profundas del proletariado. Y en vez de buscar las causas verdaderas de ese fracaso y aislamiento en sus propios errores, en su línea política -los estalinistas cayeron en el extremo opuesto y pasaron a menospreciar la conciencia política del proletariado brasileño, la capacidad de la clase obrera para guiarse políticamente por sus propios intereses tanto inmediatos como históricos y revolucionarios [24].
Los trotskistas denuncian, además, el carácter estalinista presente en las acciones del PCB cuando se arrogan el liderazgo de la ANL. E indican, como principales características de eso, el alejamiento de la premisa de que el proletariado era la clase revolucionaria y, por lo tanto, dirigente, en la lucha de clases que se daba tanto en la política y de prácticas sociales cotidianas como en las grandes movilizaciones. Consideraban que el abandono de esta premisa se expresaba incluso en la adopción, por parte del PCB, de una terminología “escolástica”, es decir, en su preocupación por reiterar que la ANL era un movimiento y no un partido. Por lo tanto, no genera un enfrentamiento de clases con la burguesía:
El proletariado dejó de ser, para el estalinismo (las afirmaciones en contra son puras formalidades) la clase revolucionaria, la clase dirigente que detenta la hegemonía en las luchas políticas diarias y sociales contra la gran burguesía y el imperialismo. La adhesión del PC a la ANL no significa otra cosa, sobre todo si se tiene en cuenta toda la actividad pasada sectaria ultraizquierdista y aventurera. El partido estalinista resuelve entonces retroceder “momentáneamente” (según sus cálculos) a la penumbra, dejando la ANL pasar al primer plano y tomar la iniciativa en los movimientos de masas en nombre de la “liberación nacional” de Brasil. La ANL no es un partido, dicen con la conciencia poco tranquila, para justificar su capitulación, los “Comunistas” del PCB, y la definen escolásticamente como un “movimiento de masas”. No es un “partido” sino un “movimiento”, he ahí a qué “sutilezas” escolásticas están reducidos los dirigentes de la sección brasileña de la I.C. estalinizada para justificar su capitulación ideológica ante la pequeñoburguesía. “Partido” o “movimiento”, el hecho es que la ANL es una organización política destinada a arrastrar a las masas hacia determinados objetivos políticos, recibiendo adhesiones, tanto individuales como de grupos organizados y asociaciones. Ella tiene rasgos de “kuomintanguismo” y rasgos del “aprismo” peruano. [...] Es por eso que la ANL no es un “partido de clase” sino de varias clases: es por eso lo llamamos “bi-partido”, como lo era el Kuomingtang [25].
Para los trotskistas agrupados en la LCI, la ANL se constituía en un partido policlasista, que diluía el movimiento obrero en su interior para la formación de un frente que pudiese colocar al PCB en posición de recuperar su golpeado prestigio ante la clase obrera. Como partido policlasista, la ANL ya tendría sus congéneres en América Latina, en la medida en que el APRA peruano apareciera como intento de crear un frente policlasista en Perú. En su análisis sobre la composición de clase de la ANL, la Liga Comunista va a explicitar a qué segmentos de la burguesía se refiere, identificando las diferentes fracciones en su formación:
La babel ideológica que reina dentro de ella es el reflejo de la mezcla de las clases. A la derecha, la ANL cuenta con el “apoyo” y la “adhesión”, o las “simpatías”, (que los estalinistas elijan la palabra adecuada, dejémosles el gusto de las distinciones gramaticales y escolásticas en materia de política) de latifundistas auténticos, propietarios territoriales (que hablen por ejemplo de los pequeños labradores y asalariados agrícolas de Ilhéus en Bahía), de abogados a sueldo de empresas imperialistas como João Mangabeira (padre de Chico de la Caixa Econômica del Banco Federal Brasileño, NdT), Pedro Ernesto, millonarios diletantes de la política, tipo Caio Prado, Sisson y otros especímenes de la burguesía nacional; en el centro, los “tenientes” arrepentidos o desocupados, los “octubristas” vacantes luego que el “Club 3 de Octubre” cerró sus puertas, expulsados del centro del poder por la gran burguesía cuando esta creyó que ya era hora de hacer la limpieza de su Estado, los Cascardos & Cía.; los líderes proletarios e hipócritas sindicalistas, marca Armando Laydner, A. Santos y otros sufragantes, en la elección presidencial del noble de Getúlio Vargas. [...] a la izquierda Luiz Carlos Prestes, consagrado de nuevo, pero esta vez en Moscú “Caballero de la Esperanza”, y a quien parece que ven volver como Radamés triunfante a su tierra natal, para salvar a la patria de la opresión extranjera (exactamente como previmos hace tres años y lo proclamamos en un público manifiesto que, en aquella oportunidad fue tachado de calumnia por los estalinistas). Y, finalmente, cerrando la corriente por izquierda, el partido estalinista, que en plena descomposición caudillista, ideológicamente desmoralizado, inmerso en la confusión pequeño burguesa y nacionalista, tartamudea una inconsistente explicación de que “apoya” el programa y no adhiere, y que la ANL no es un partido sino un frente único de individuos etc., etc. [26].
Finalizando su análisis sobre la composición de clases de la ANL, los trotskistas explican cuál es el programa que expresa esta alianza de clases, qué revolución pretenden, cuáles son sus fuerzas motoras, cuál es el sentido del movimiento pretendido por la ANL:
Es esta la composición de clases de la ANL. Son estos sus cuadros dirigentes. El programa de la ANL es una abyecta sopa ideológica en la que entran algunas pizcas del “marxismo” para darle un sabor más picante a su nacionalismo patriotero. El programa y la dirección completan la receta: pues fue en favor de esa confusión, en todos los sentidos, que el llamado Partido Comunista Brasileño abdicó de su pretensión de dirigir la lucha antiimperialista de las masas. [...] La fuerza motriz principal de la revolución ya no es el proletariado, sino la pequeñoburguesía. El instrumento principal de la revolución, de la realización de la alianza obrera y campesina, ya no es el partido de la vanguardia proletaria, el partido forjado por Lenin, el partido bolchevique, sino un “movimiento” de pequeño burgueses por la liberación nacional de Brasil, es decir por la burguesía nacional [27].
Mediante tales análisis, los trotskistas indican que su objetivo junto al proletariado sería el de auxiliarlo en su percepción de la realidad -lo que significaba abandonar las tesis defendidas por el PCB de transformarse en furgón de cola de la burguesía, y rearticularse con miras a retomar las banderas de una revolución proletaria, en los moldes “marxistas”, o sea, de la lucha de clases. Sin tal reordenamiento, toda la lucha del proletariado en la época se volvería contra ellos mismos, en el sentido de que terminarían por reforzar a quienes querían combatir, o sea, el imperialismo:
Y previamente, antes de cualquier acción de masas inmediata, hacer el saneamiento ideológico para que el nuevo reagrupamiento político revolucionario del proletariado se haga lo más pronto posible, en una base nítidamente marxista, inequívocamente de clase, aún a tiempo de impedir que la clase obrera siga como furgón de cola a la pequeñoburguesía, de los nuevos dirigentes pequeño burgueses de la ANL. Sin este reagrupamiento, sin el nuevo partido proletario, verdaderamente Bolchevique-Leninista, cuanto mayor sea el desarrollo de la ANL, tanto más inevitablemente ella se transformará en un instrumento de la burguesía nacional y terminará haciéndole el juego al imperialismo que ella quiere combatir [28].
Así, los trotskistas no se proponían aislarse de la ANL, sino intervenir junto a los obreros, llevándolos a asumir el liderazgo que les cabía en el movimiento y, ahí sí, arrastrar a la pequeñoburguesía para, en el curso de ese proceso, construir un partido revolucionario capaz de dirigir a las grandes masas:
Es esta la tarea central de la LCI en el actual momento histórico. Desde ese punto de vista tenemos que partir para tomar posición concreta ante el movimiento de masas que es la ANL. El partido revolucionario, nuestro partido Bolchevique-Leninista, no puede surgir del simple reconocimiento abstracto de una determinada cantidad de principios y de ideas. Tiene que surgir como una expresión profunda de las necesidades históricas del proletariado. Debe ser el resultado de las luchas actuales de las masas, de la experiencia que ellas van adquiriendo bajo la actual dirección de la pequeña burguesía aliancista de los “caballeros de la esperanza”, de los “tenientes salvadores” & Cia. [...] Es urgente reagrupar a la clase obrera. Los obreros deben crear su propia dirección y mostrar en la acción de todos los días que sólo ellos, aún en Brasil, aún en los países coloniales, son capaces de dirigir la lucha contra el imperialismo y el latifundio, y arrastrar tras de sí a las masas pequeño burguesas [29].
– 3)La prospcripción de la ANL vista por los trotskistas
La proscripción de la ANL, por decreto de Getúlio Vargas, y la mínima reacción que originó este hecho, dará a los trotskistas los argumentos para profundizar las críticas que ya habían sido realizadas a la política del PCB, críticas que publican en el número siguiente del periódico A Luta de classe, de agosto de 1935:
La Alianza Nacional Libertadora desapareció del escenario político como movimiento organizado. Su dirección se mostró absolutamente incapaz de prever ni un palmo delante de sus narices. Se engañó a sí misma y engañó a las masas que la apoyaban. Se dejó provocar por la reacción burguesa policial (la prensa, el Integralismo y la policía funcional de éste) con tanta facilidad como si fuera un niño [30].
Para los trotskistas, la proscripción de la ANL era previsible dadas las provocaciones montadas por el gobierno y los integralistas. Además, el PCB no había logrado mostrarse como una alternativa ante las huelgas que ocurrían en ese período. El giro brusco de su política después de 1934 mudó el curso del partido, que pasó de una posición izquierdista a una posición opuesta, buscando alianzas con el tenientismo, a través de la ANL:
Ya el año pasado la vanguardia proletaria, todavía, mal o bien, representada por el partido estalinista, fracasó lamentablemente en su tentativa de dirigir la gran ola de huelgas de entonces, huelgas que terminaron todas a los pies del Ministerio de Trabajo, con la bendición de Pedro Ernesto & Cía. En octubre del ‘34, en ocasión de las elecciones, el estalinismo, ya en franco retroceso frente al gangsterismo policial, perdió las esperanzas de tomar el poder por cuenta propia e inmediatamente. Por su parte, el “tenientismo”, luego de las elecciones, se veía paulatinamente excluido del poder y sin trabajo. Por falta de gente y de objetivos, el “Club 3 de Octubre” cerraba sus puertas melancólicamente. Los tenientes “revolucionarios” caían así, uno por uno, en el desempleo. La Alianza Nacional Libertadora vino a reagrupar a los desempleados del “tenientismo”, y a los mencheviques furiosos y populistas iluminados del estalinismo [31].
Más adelante, el periódico de la LCI muestra cómo Getúlio Vargas quiso aprovecharse del movimiento de masas para viabilizar su política exterior junto a las agencias internacionales, con las cuales Brasil tenía deudas, usando como justificativo la presión social que sufría en el país. Y, en seguida, dada la inoperancia de esta estrategia y receloso del avance de la movilización, decretó su proscripción:
Getúlio Vargas quiso aprovecharse de la agitación aliancista por la supresión de las deudas externas como si fuera una especie de presión de abajo, de apoyo de las masas a la acción de su ministro de Hacienda, en una reunión con los banqueros imperialistas, en ocasión de una visita a Nueva York y Londres. Los imperialistas no sólo no atendieron a los pedidos y ruegos del ministro para la suspensión del pago de las deudas, sino que tampoco hicieron caso de la “presión de las masas”, y exigieron la liquidación del movimiento aliancista. Desde entonces el gobierno sólo esperó el momento para actuar [32].
El manifiesto del 5 de julio, firmado por Prestes, donde éste llamaba a la toma del poder por los aliancistas, fue sólo un pretexto. Asustado por el crecimiento y radicalización de la ANL, inicia una campaña por su proscripción inmediata:
Algunos periódicos burgueses comenzaron entonces una campaña por el cierre de la ANL, con “O Globo” a la cabeza. Primero hicieron una ligera campaña contra Pedro Ernesto para que él no se tomara muy en serio su “socialismo humanitario”. Después repitieron con la ANL la fábula de la rana, exagerando sus éxitos, sus fuerzas y sus perspectivas inmediatas. Y la dirección de la alianza hizo de hecho el papel de rana: tanto se hinchó, tanto se llenó de aire, que pensó que ya era hora de tomar el poder, y terminó reventando [33].
Este artículo plantea el juego de intereses que llevó a los tenientistas y estalinistas a unirse, ya que ambos aspiraban a la dirección de la ANL. Por un lado, los tenientistas estaban interesados en su propio fortalecimiento articulándose con las masas; y, por el otro, los estalinistas consideraban que esto garantizaría la legalidad al movimiento.
Los “tenientes” de la ANL creían que con el nombre de Carlos Prestes y el apoyo del partido estalinista, los lazos con las masas estaban garantizados. Los estalinistas, por su parte, pensaban que teniendo algunos “tenientes” y burgueses bien conceptuados al frente del movimiento, la legalidad estaba asegurada [34].
Finaliza responsabilizando a la dirección del movimiento por la desmovilización frente a la represión del gobierno que culminó con la proscripción de la ANL, en la que ayudó, según ellos, la burguesía:
El resultado de esa política y de esa dirección fue el que se vio: después de que se preparaba el terreno con todo cuidado, el gobierno se puso en acción. Desde el día 4 de julio, por la noche, la burguesía comenzó la contraofensiva, y luego del primer golpe, con la proscripción de algunos sindicatos por la policía, comenzó a revelarse la impotencia práctica de la dirección aliancista, que no pudo hacer más que emitir frases arrogantes. Habló mucho de huelga general, después de huelgas de masas, y terminó contentándose con algunas huelgas parciales aisladas de carácter económico, en una triste irresponsabilidad. Y a no ser por pequeñas tentativas de protesta, aquí y allá, como en São Paulo, llevadas adelante sobre todo por el coraje de la vanguardia proletaria, no hubo nada más. Las masas, (la propia vanguardia de conjunto), esperaron una consigna clara de los dirigentes aliancistas, una señal cualquiera que demostrase que veían la situación con lucidez, que sabían lo que querían, que tenían un plan de acción y estaban dispuestos a ejecutarlo [35].
Responsabilizará también a los tenientes, pero no dará tregua a los dirigentes del PCB, para los cuales reserva las críticas más duras, tanto por “su demagogia nacionalista y patriotera”, como por su falta de liderazgo y percepción de lo que ocurría, reiterando su alejamiento de las “banderas internacionalistas del comunismo”:
El fracaso de la dirección fue absoluto y total. Y de ese fracaso vergonzoso fueron igualmente responsables, tanto los “tenientes” súper revolucionarios de la Alianza, como los grandes dirigentes de masas del PCB, con su mesías Luiz Carlos Prestes. [...] He ahí el balance de la campaña aliancista. En cuanto a los estrategas del estalinismo, estos se quedaron hablando solos. No les sirvió la demagogia nacionalista y patriotera en la que cayeron y con la que corrompieron la bandera internacionalista del comunismo. La ANL está muerta. Solamente algunos aliancistas más reticentes todavía dan vueltas para asumir que murió. La política de la ANL se caracterizó, al mismo tiempo, por el oportunismo más sórdido y el aventurerismo más completo. Los estalinistas, de todas las especies que adhirieron a la Alianza, fueron quienes más responsabilidad tuvieron por su fracaso, y fueron los más coherentes, tanto en su oportunismo como en su aventurerismo. Luiz Carlos Prestes, dentro del campo de la Alianza, fue el mayor factor para la derrota [36].
Para los trotskistas, una de las características del movimiento de la ANL fue el desconocimiento de la realidad objetiva, cuando esta proponía acciones y programas que no se basaban en la lucha de clases que se desarrollaba en el país. Y terminó impresionándose con su rápido éxito, sin ver que este era fruto de una situación coyuntural y momentánea. Pero el proletariado, en su conjunto, estaba lejos de seguir las directivas de la ANL:
Por su menchevismo, olvidando los primeros manifiestos y revelando el carácter de clase “bien burgués” del movimiento, pensó que estaba “dirigiendo”, al llamar a la lucha en defensa de sus propios intereses, a parte de la “burguesía nacional”, esto es, de la industria y del capitalismo nacional. Finalmente, por su superficialidad aventurera de pequeño burgués frenético, impaciente e impresionado con los primeros éxitos aún superficiales de la Alianza, ignorando completamente la situación objetiva, incapaz de calcular fríamente las relaciones de fuerza reales, lanzando la consigna de toma del poder (?) basándose sólo en la atmósfera de entusiasmo de los comicios “legales” de la Alianza, en el misticismo espontaneísta de las masas, en las afirmaciones livianas y la bravatas de algunos periódicos aliancistas, y en su propia visión de sí mismos como “iluminados” [37].
Los trotskistas reiteran, de este modo, su opinión de que la ANL retomaba las concepciones de la Internacional Comunista sobre la revolución china de los años ‘20, que estaban por ser nuevamente aplicadas, sin tener en cuenta las diferencias existentes entre la realidad brasileña y la de aquel país. Reafirman también su opinión sobre la capacidad del Partido Comunista de Brasil de construir un partido marxista que estuviese a la altura de dirigir las luchas de los trabajadores brasileños:
Ya hemos dicho que la ANL es un remedo artificial del Kuomintang, nacido en parte por el fracaso del llamado Partido Comunista en dirigir a las grandes masas explotadas en la lucha por sus reivindicaciones. Esa tentativa falló, como previmos. Cuando un partido de origen y composición proletaria deja de ser, por sus errores, el representante de la vanguardia de la clase, y decae la confianza de esta, fracasando en la dirección del movimiento revolucionario de masas, no puede ser sustituido por organizaciones intermediarias pequeño burguesas del tipo de la Alianza. Lo que es necesario es que la vanguardia examine las causas de los fracasos, saque las conclusiones de la experiencia, y trate de forjar un nuevo instrumento revolucionario capaz de conducir las próximas luchas de las masas. El partido estalinista de Brasil fracasó, como todas las otras secciones de la ex-Internacional Comunista, transformada hoy en agencia estalinista del nuevo reformismo nacionalista [38].
A pesar de la derrota del movimiento de la ANL, los trotskistas seguían viendo buenas perspectivas para el desarrollo de la lucha de clases en Brasil. Pero para que esta lucha pudiera tener buenos resultados, era necesaria la construcción de un nuevo partido obrero. Este razonamiento es la piedra de toque del análisis de los trotskistas brasileños sobre la coyuntura que se desarrollaba en el año 1935. Para ellos, la cuestión del partido era una tarea inaplazable, ya que sin una nueva dirección política sería imposible alterar el cuadro político actual:
Objetivamente, la situación ofrece enormes perspectivas. La crisis financiera continúa con la misma agudeza, la inflación avanza, el costo de vida aumenta paulatinamente. El aparato financiero del Estado se pauperiza cada vez más. La moneda nacional oscila cerca de cero. La presión imperialista crece, el gobierno del Estado vive al descubierto, y con una bolsa en la mano, golpeando las puertas de los banqueros internacionales. Los mercados de café continúan saturados. La pequeña zafra sigue atosigada por los impuestos y por las hipotecas y préstamos. La desvalorización de la moneda equivale a una formidable rebaja generalizada de los salarios de los trabajadores. La situación continúa siendo igual. Las masas explotadas viven con un descontento e insatisfacción profundos. Al movimiento obrero sólo le está faltando una dirección. Más que nunca esta es la tarea del momento. Es preciso que la vanguardia se convenza de que es necesario volver a los viejos maestros del socialismo científico, a las lecciones de la experiencia del movimiento socialista revolucionario mundial. Debemos volver cuanto antes a las fuentes heroicas del bolchevismo [39].
Los trotskistas todavía mostrarán que la experiencia de la ANL no era un hecho aislado en el contexto internacional de luchas obreras y campesinas, sino un acto dentro de una estrategia implementada por la Internacional Comunista, que estaría provocando la desmovilización -cuando no la desmoralización- en varios países, de las luchas de los trabajadores, tal vez de forma irreversible para la revolución comunista:
La experiencia actual de la Alianza Nacional Libertadora debe bastar. En Brasil, así como en China, México, Cuba o Bulgaria, la pequeñoburguesía no es capaz de dirigir nada, y mucho menos la lucha contra el imperialismo. La pequeñoburguesía de la ciudad no puede hacer gran cosa, la pequeñoburguesía rural, los pequeños labradores y campesinos, ellos sí son capaces de mucho -pero puede ser tanto en el sentido de la revolución como de la contrarrevolución. Todo, pero todo, en ese caso, depende exclusivamente de nosotros, del proletariado urbano, de su organización política, de su capacidad de dirección y de decisión, sea cual fuere el número específico de trabajadores y el atraso económico del país. La prueba ya la tuvimos en China, con el Kuomintang, y nos costó la masacre de cientos de miles de la heroica vanguardia del proletariado chino. También en la India, si el movimiento no tomó aún una forma progresiva y revolucionaria es porque continúa bajo la dirección pequeño burguesa de los Ghandi & Cía [40].
Reafirmando de este modo su confianza en la idea de que, si el proletariado se pusiera a la cabeza de la dirección de sus luchas, podría triunfar, los trotskistas cuestionan la posibilidad de una sobrevida de la ANL en la ilegalidad, dada su composición social en la que se mezclaban necesidades, vivencias, ideologías distintas y poco consistentes, la falta de una línea organizacional solidificada en el movimiento y de una centralidad de liderazgo:
La Alianza Nacional Libertadora no tiene posibilidad de vida ilegal. Su composición social heterogénea, sus débiles lazos organizativos, su ausencia de cualquier disciplina interna e incluso ideológica, su dirección pequeño burguesa, en la que se mezclaban elementos de todas las clases, de todas las tendencias, y de todas las ideas, la imposibilidad de tener por eso mismo una dirección centralizada y eficiente, sus vértices dirigentes balanceándose en el aire sin lazos directos [...] todo muestra que la ANL no puede vivir en la ilegalidad. Organizaciones políticas revolucionarias ilegales son el privilegio de la clase obrera. Sólo ella puede crear y sostener en la ilegalidad a su vanguardia organizada políticamente, ya que por sus condiciones de vida, su concentración en las grandes ciudades y en los grandes centros, en las fábricas y usinas, en los lugares de trabajo [...] la clase obrera no tiene posibilidad de organizarse dentro de esta sociedad si no es luchando, si no es violando la “legalidad burguesa”. [...] El proletariado vive y se organiza en la ilegalidad, para conquistar en una lucha permanente su legalización. He ahí porque solamente el proletariado puede, y necesita, organizarse ilegalmente [41].
Queda reafirmada por los trotskistas, por lo tanto, la imposibilidad de organizaciones pequeño burguesas (como la ANL) de sobrevivir en la clandestinidad. Lo que se confirma después del decreto de proscripción de la ANL, donde, luego de los primeros encarcelamientos, además de la poca reacción a la represión, ocurre su rápido vaciamiento, con el abandono de sus sectores no proletarios -quedando la organización cada vez más restringida a los militantes del PCB y algunos militares simpatizantes del partido.
La pequeñoburguesía es incapaz de mantener organismos políticos ilegales de carácter estable. Las organizaciones, asociaciones, o lo que sea, “ilegales” de la pequeñoburguesía, son todas provisorias o momentáneas, pasajeras. Los pequeño burgueses pueden crear, transitoriamente, asociaciones conspirativas, clubes, grupos terroristas, carbonarismos, etc. Son esos los ejemplos de organizaciones “ilegales” pequeño burguesas que se conocen [42].
Al analizar el intento del PCB de mantener la ANL en la ilegalidad, los trotskistas harán previsiones sobre las consecuencias de estas acciones, que se confirmarán pocos meses después. Especialmente, la posibilidad de la ANL de desencadenar, llevada a la desesperación por el aislamiento político (como de hecho lo hizo en noviembre), un levantamiento armado totalmente desvinculado del movimiento obrero, que apareció a los ojos del gobierno como una provocación, justificando mayores acciones represivas:
Organizaciones, partidos de masas, ilegales, con carácter de clase mixto, son algo imposible y utópico. Es el caso de la ANL. Afirmar lo contrario es desconocer completamente la experiencia de los movimientos de masas, o conspirativos, del pasado, y las circunstancias y la formación de la propia Alianza. Intentar seguir por ese camino sería, además, alimentar las tendencias de los elementos aventureros existentes en la ANL, que no tiene ninguna disciplina política de clase, ni base ideológica seria. Y terminarían por confundir fatalmente el trabajo ilegal, en sentido proletario-marxista, con la conspiración de poca monta, el acuartelamiento y el golpismo” [43].
La otra alternativa señalada por los trotskistas, sobre las posibilidades de supervivencia de la ANL en la ilegalidad, sería la transformación de ésta en una organización volcada hacia los chanchullos políticos de los partidos burgueses, donde su fantasma o su sombra jugarían como moneda de cambio en esas negociaciones:
Por otro lado, quedarían flotando en el aire, como polvo levantado por una ráfaga de viento, los ecos de la efímera agitación aliancista. Algunas de sus ideas más elementales, pedazos esparcidos de sus programas confusos, están en el aire. Esto se explica porque, aunque muy mal expresadas, de alguna forma corresponden a ciertas expectativas de las masas; y también porque su carácter vago se presta a las más diversas interpretaciones [44].
Los trotskistas finalizan el artículo señalándole al movimiento obrero, que, en su opinión, la superación de la situación creada con el ascenso y la caída de la ANL sólo se resolvería con la construcción de un nuevo partido obrero; expresando así, una vez más, su convicción de que el principal problema por el que atravesaba el movimiento obrero en Brasil se refería a la cuestión de la dirección política:
En estas condiciones, no hay otro camino sino el que los bolcheviques leninistas vienen indicando: “construir un nuevo partido revolucionario”, un nuevo partido comunista capaz de reagrupar a toda la vanguardia de la clase obrera. Un nuevo partido que, armado con la teoría marxista y con la práctica revolucionaria del bolchevismo-leninismo, sea capaz de extraer toda la experiencia de los errores pasados y del fracaso definitivo del partido estalinista, y conducir, a través de las luchas ilegales combinadas con el aprovechamiento de las posibilidades de la lucha legal, a las grandes masas explotadas de la población, por la defensa de sus intereses, por el derrocamiento del régimen capitalista [45].
– 4)Los trotskistas y los levantamientos de noviembre de 1935
En su edición número 28, publicado en abril de 1936, el periódico A Luta de Classe hará un análisis profundo de la catastrófica insurrección de noviembre, considerando el levantamiento de 1935 como una tentativa golpista circunscripta a la desvirtuada concepción de revolución adoptada por la Internacional Comunista y por el PCB. En un artículo de la edición antes mencionada -“El desastre de noviembre y el naufragio del estalinismo y del prestismo” [46] -los trotskistas se apoyarán sobre los acontecimientos de noviembre de 1935 retomando sus análisis anteriores y señalando cuáles serían, en su opinión, las consecuencias del fracasado putsch militar:
Antes de lo que esperábamos nuestras previsiones fueron ampliamente confirmadas: el aliancismo estalinista, con su führer Luiz Carlos Prestes a la cabeza, terminó intentando un putsch militar ante la imposibilidad de arrastrar a las masas a la revolución. De esta forma, el sórdido oportunismo ideológico en el que habían caído los estalinistas, fue coronado por el aventurerismo golpista más descabellado. Como era de prever, el llamado partido comunista, al mantener la ANL en la ilegalidad, dejó formalmente de existir, y pasó a ser, él mismo, la propia Alianza, descarnada desde su proscripción sumaria por la policía en julio de año pasado. De ahí en adelante, los estalinistas, aunque llamándose aún desgraciadamente partido comunista, abandonaron hasta las últimas preocupaciones de clase, dando completamente la espalda al proletariado. Concentrando toda su actividad en la inútil tentativa de dar la ilusión exterior de que la ANL aún existía, subterráneamente, los estalinistas, como preveíamos, no tuvieron más alternativa que estimular las fantasías conspirativas del ala aventurera, “no proletaria”, es decir, prestista, de la ANL y del PCB [47].
Según los trotskistas, con la proscripción y el vaciamiento progresivo de militancia que sufría la ANL, el Partido Comunista concentró toda su atención en el trabajo de conspiración militar. Creyendo que el gobierno de Vargas estaba desgastado, el PCB buscará mantener la ANL, disolviendo prácticamente toda la estructura en su interior. El giro izquierdista rumbo al putsch militar se puede explicar en gran parte por el aislamiento del partido de la clase obrera, que, combinado con el hecho de que los elementos que permanecieron fieles a la ANL -especialmente militares- habían entrado al PCB, reforzó, sobre todo en su dirección liderada por Prestes, la idea de acuartelamiento militar.
En ese sentido, el asilamiento del PCB en relación con las clases trabajadoras, se acentuó con la proscripción de la ANL. Al intentar mantenerla en la ilegalidad, el Partido Comunista terminó confundiéndose con ella, dejando de existir en la práctica. El vaciamiento de la ANL, por lo tanto, se confundió con el propio vaciamiento del PCB. Del aislamiento a la desesperación fueron pocos pasos hasta la decisión de realizar un acuartelamiento militar.
Los trotskistas también criticarán el hecho de que el PCB apostara a la capacidad de las direcciones tenientistas de ubicarse por sobre las organizaciones del proletariado, como los sindicatos, sustituyéndolas. Principalmente criticarán su confianza en la infalibilidad del liderazgo de Prestes:
Bajo la superficial suposición de que las masas trabajadoras ya estaban preparadas por la agitación previa, aguardando sólo el soplo mágico de Carlos Prestes (de nuevo compenetrado en su misión providencial de “Caballero de la Esperanza”), el partido estalinista pasó a tener como única tarea “articular” la conspiración militar. En la ansiedad de encontrar aliados para el golpe, los dirigentes estalinistas se lanzaron a buscarlos en cualquier parte, sin miramientos de casta o clase, individuo o partido. Según el proverbio popular: Todo lo que cae en la red es un pez [48].
Otra crítica planteada por la Liga Comunista se dirigirá al programa aliancista, el cual, en su opinión, hacía que el Partido Comunista se aislara cada vez más de los trabajadores. Para la Liga, al dejar de lado las posiciones clasistas, el PCB se vio abandonado no sólo por los sectores burgueses y pequeño burgueses de la ANL, sino también por el proletariado. Continuando con la evaluación, los trotskistas señalarán que la ANL no consiguió movilizar en su apoyo ni a la burguesía y mucho menos a la pequeñoburguesía. Contrariamente a todos los levantamientos del pasado, esta vez, al primer tiro de la insurrección, cerraron filas unánimemente en torno al gobierno. Para ellos, la burguesía de conjunto, olvidando oposiciones y desacuerdos, realizó una unión sagrada. La burguesía, de este modo, habría caracterizado al movimiento no según la definición de prestistas y estalinistas, sino según sus infalibles preconceptos de clase. Sin sentir la necesidad de ninguna revolución, ni aún de una “nacional libertadora”, la burguesía no aceptaría el presente que le ofrecía la ANL. Todos esos hechos demostrarían que la ANL no exprimía ninguna necesidad de la burguesía nacional, como lo hiciera en el pasado el partido de Sun-Yat-Sen (Kuomintang). Ella habría sido, según los trotskistas, una invención artificial del PCB:
En ese trabajo de cinismo ideológico y desvergüenza política, Prestes desarrolló una febril actividad epistolar, escribiendo a Dios y a todo el mundo, pidiendo apoyo para esa pequeña revolución suya. No tuvo pudor en dirigirse incluso a aquellos políticos y militares contra los cuales había lanzado manifiestos solemnes o su anatema y las mayores ofensas. Para cada uno de ellos tenía un programa de revolución bien adecuado, conforme el destinatario fuera un gran o pequeño burgués, industrial o hacendado, banquero o comerciante, político o no, militar o civil, devoto o ateo. No hubo más enojo con Getúlio Vargas por el hecho de que no lo hubiese invitado a libertar Brasil. A lo que se dice que ni los Guinle, ni Light, ni el general Barcelos, ni Sylvio Campos y otros dinosaurios de la gran burguesía escaparon [49].
Así, concluyen los trotskistas, el programa fue poco a poco abandonado con el ánimo de conquistar nuevos aliados, buscándose con eso ampliar las bases sociales de la ANL:
De esta forma, cuanto más pasaba el tiempo, más el estalinismo brasileño, “esto es, el prestismo”, marchaba resueltamente hacia la derecha, a la caza de aliados, dejando de lado sus últimos vestigios marxistas, incluso en cuestión de la simple terminología que usaban. En el lenguaje del PC y de sus órganos, las concepciones y problemas de la lucha de clases desaparecieron totalmente. [...] Para el momento del golpe no quedaba más nada, ni del primitivo programa aliancista. [...] Lo más grave sin duda fue el hecho de que la propia reivindicación central de la ANL, en torno de la cual se hizo toda la agitación aliancista, “la cuestión de la distribución de la tierra” comenzó a ser poco a poco eliminada y condicionada, hasta llegar a su abandono práctico en el momento más crítico, como si dependiese de las concesiones hechas en ese sentido por cartas y manifiestos de Prestes, resoluciones de las esferas dirigentes del PC en la ANL, elaboradas en las vísperas y durante el golpe [50].
Según la LCI, la falta de una política que defendiera de forma clara los intereses del proletariado transformaba al PCB y a la ANL en rehenes de las disputas interimperialistas, colocándolos al final como aliados de una de las fracciones en pugna:
La falta de principios y el abandono de todo pudor clasista llegaron tan lejos hasta admitir bloques o “compromisos” con cualquiera de los imperialismos predominantes en el país. La resolución del Comité Central del PCB, de noviembre del año pasado, “antes de la victoria de la revolución nacional libertadora”, admitía como necesaria la conservación y garantía (!) del gobierno nacional popular, con una u otra potencia imperialista. [...] De ahí se concluía que la defensa de la industria nacional brasileña, pregonada por Luiz Carlos Prestes, por la ANL y por el partido estalinista, podía acabar sirviendo perfectamente a los intereses británicos, transformándose, como resultado final, el movimiento aliancista bajo la dirección de Prestes, en un instrumento del imperialismo inglés [51].
Para los trotskistas, el programa de la ANL estaba lejos de poner en práctica las reivindicaciones más sentidas por los trabajadores. Junto con esto, la revuelta militar fue organizada y desatada no sólo ignorándolo los trabajadores sino también la base del propio Partido Comunista, el cual en ningún momento hizo mención de la posibilidad de desatar un levantamiento armado a su militancia:
La llamada revolución nacional libertadora se redujo así al derrocamiento de Getúlio y nada más. De acuerdo al esquema pueril de sus idealizadores se haría a cuenta gotas, homeopáticamente. Las masas eran invitadas a participar en ella, pero teniendo el mayor cuidado de no pisar los callos de la burguesía. El resultado no podía ser diferente del que fue: un golpe preparado en la sombra de una clásica conspiración de cuartel, fue instantáneamente reprimida, sobre todo en Río de Janeiro, donde la abstención de las masas fue total. El gobierno pudo así aplastarlo en algunas horas, con una ferocidad terrible, antes de que el proletariado pudiese enterarse de lo que estaba pasando. La vanguardia de la clase fue tomada por sorpresa y no pudo hacer nada. La propia base del PCB sólo pudo contemplar atónita el movimiento. En esta ocasión, hasta Classe Operária, a pesar de sus bluffs acostumbrados y de sus habituales informaciones mentirosas sobre continuos y fantásticos acontecimientos de la revolución y del partido, debió dar cuenta, aunque tardíamente, de que “la participación de los obreros en la lucha armada fue muy débil, pues no hubo huelgas y que los destacamentos de trabajadores armados (?) casi no llegaron a desempeñar ningún papel” (C.O. N.° 196, 25/12/1935) [52].
Sobre la rebelión en el Nordeste, a pesar de haber tenido ésta un carácter más masivo y de haber resistido un poco más los ataques represivos, los trotskistas señalarán la falta de lazos con las masas como una de las principales causas para la derrota del alzamiento militar:
En el Norte, a pesar de una participación más activa, aunque precaria de ciertas camadas populares, a pesar de que la represión tuvo inicialmente menos éxito que en Río, a pesar de haberse prolongado por más tiempo, llegando incluso a obtener considerable éxito en el comienzo, como en Natal, donde los revoltosos fueron por algunos días “señores de la ciudad”, aún así el movimiento quedó aislado, no habiendo tenido condiciones u oportunidad para ligarse a las masas y profundizarse. El gobierno y la prensa burgueses no dejaron pasar el hecho plenamente constatado del aislamiento y lo utilizaron como demostración de que las masas estaban contra el movimiento y de que el proletariado era hostil al comunismo [53].
Los trotskistas retoman las previsiones hechas en septiembre de 1935 sobre la posibilidad de que la ANL promueva un levantamiento armado sin que los trabajadores tengan conocimiento de ello, y sobre las consecuencias de esta acción para el movimiento obrero. Dado el fracaso de los levantamientos de noviembre de 1935, la correlación de fuerzas estaba a favor, según los trotskistas, del fortalecimiento de las clases dominantes, con la unión por un lado de las diferentes fracciones burguesas, asustadas del “peligro comunista” y, por el otro llevando al desmantelamiento del movimiento obrero y la ilegalidad de sus organizaciones:
De las perspectivas que trazamos en ocasión de la proscripción de la ANL, para el desenvolvimiento ulterior de la situación, se concretó la peor variante, una tentativa prematura de insurrección aliancista, la derrota, con el retroceso de posiciones ya alcanzadas. Como consecuencia: represión sistematizada y que todavía no encontró resistencia, el movimiento obrero desmantelado, la ilegalidad extendiéndose hasta el campo “constitucional” de las libertades democráticas, y de la lucha antifascista, las esferas dirigentes de la burguesía provisoriamente al menos, conciliadas y unidas en frente único contra el fantasma del comunismo y finalmente el Integralismo con el campo libre, con la legalidad garantizada, y justificado, histórica y políticamente ante toda la burguesía y ya gran parte de la pequeñoburguesía [54].
Para los trotskistas, el futuro que se le avecinaba al PCB era el de mantenerse en el “reformismo de la composición de clase” y el abandono de la bandera de la revolución:
Al partido estalinista se le quebró la columna vertebral en el putsch de noviembre. Ya no podrá volver a sus orígenes bolcheviques, porque sería desmentirse a sí mismo, e iría en contra de las directivas del Séptimo Congreso de la Internacional Comunista estalinizado, el cual no fue más que su congreso de disolución, viniendo a consagrar la fusión con los reformistas de la Segunda Internacional, la política de colaboración de clases, abandonándose la lucha por la revolución proletaria a cambio del apoyo a gobiernos burgueses “democráticos” para “evitar” el fascismo, la defensa nacional en regímenes capitalistas y el social-patriotismo [55].
Así, de acuerdo al análisis de los trotskistas, toda la política llevada adelante por el PCB en el año 1935 sólo podría ser comprendida a la luz de las directrices de la Internacional Comunista, que, al adoptar la política de frentes populares en su VII Congreso, contribuirá a que este partido retome sus antiguas formulaciones de finales de los años ‘20, donde la constitución del Bloque Obrero y Campesino (BOC) -que se inspirara en la experiencia del Kuomintang chino- fuese ahora nuevamente retomada en la constitución de la ANL. Con la entrada de la ANL en la ilegalidad, en vez de buscar retomar sus vínculos con la clase obrera, no sólo desde el punto de vista organizativo sino sobre todo en la cuestión del programa, el PCB, influenciado sobre todo por el ala prestista (que era apoyada por importantes segmentos militares del partido), opta por desarrollar una política conspirativa y golpista, que lo llevaría no sólo a la derrota política, sino también sellaría su destino, que iba a terminar ligado -según la LCI- a la búsqueda permanente de alianzas con sectores burgueses y nacionalistas:
Como partido de vanguardia proletaria el actual PC está irremediablemente condenado. Su destino, preso para siempre del prestismo, es de seguir en la política de confusión, de colaboración y de aventura. Sin perspectiva de conquistar la legalidad, aún con su nuevo programa vulgarmente democrático y nacionalista burgués, no le queda otro camino que dirigirse hacia el desvío del conspirativismo golpista. La pérdida de su base proletaria y de sus conquistas, a derecha, entre los elementos pequeño burgueses y militares, le agravan esta fatalidad [56].
Al final de sus análisis sobre la “cuestión” de la ANL, los trotskistas harán un llamado a la lucha en las nuevas condiciones creadas por la represión desencadenada por Vargas, reiterando la necesidad de la formación de un nuevo partido obrero y la constitución de un frente único de todo el proletariado:
Es necesario, pues, abandonar el barco sin timón del PCB a su propia suerte y dejarlo perderse en la correntada del oportunismo. Intentar otra vez para el proletariado cambiarle el rumbo, estando dentro de él, es tiempo perdido. La corriente que lo lleva es mucho más fuerte. Se impone la construcción de un nuevo barco, que pueda dentro de él reunir a toda la vanguardia revolucionaria de la clase obrera [...] ¡Camaradas y militantes proletarios de todas las tendencias! ¡No hay tiempo que perder! La derrota actual no nos desanima. Ella nos templa y nos enriquece con nuevas experiencias necesarias para el futuro triunfo. Consolidaremos esas experiencias en una nueva organización revolucionaria de la vanguardia obrera, que volverá a tener por guías no a Stalin, sino a Marx y Lenin. Esta es la tarea urgentísima del momento y sin ella cualquier paso adelante es imposible [57].
– 5)Consideraciones finales
La derrota del putsch militar de noviembre de 1935 tuvo profundas consecuencias para el movimiento obrero brasileño. En primer lugar, sirvió de justificativo para la profundización de la represión sobre la clase obrera. Se estima en 20.000 la cantidad de encarcelamientos, siendo que Vargas, aprovechándose del fracasado levantamiento, puso en las mazmorras a todos aquellos que se oponían a su gobierno: estalinistas, trotskistas, anarquistas, socialistas y tenientistas. La feroz represión destrozó a prácticamente todas las organizaciones obreras, sindicales y políticas.
El PCB, después de la derrota, todavía intentó justificar su iniciativa, diciendo que se había tratado de un levantamiento antifascista que serviría de barrera al avance del Integralismo y de la fascistización del gobierno de Vargas. El posterior desarrollo de la situación política mostró que los efectos del putsch militar fueron opuestos a los imaginados por el PCB: no sólo el Integralismo se encontró con las manos libres, sino que Vargas, aprovechándose del amplio apoyo de las clases dominantes a la represión, terminó por realizar un golpe de Estado en noviembre de 1937, asumiendo a partir de ahí poderes absolutos.
Los trotskistas brasileños, agrupados en la Liga Comunista Internacionalista (LCI), acompañaron con vivo interés los acontecimientos desde la formación de la ANL. Mostraron que ésta era, desde el principio, una organización impulsada por el PCB con la intención de sustituir al partido obrero, creando un movimiento policlasista que abarcase el proletariado, el campesinado, las capas medias e incluso sectores de la burguesía nacional para dar forma a la llamada revolución nacional libertadora; que no era, en su opinión más que una repetición de la estrategia implementada por la Internacional Comunista en China durante los años 1925-1927, y que tuvo como consecuencias la derrota de la revolución y la masacre de miles de obreros.
El programa de la ANL fue criticado por los trotskistas: tal programa estaba lejos de representar las reivindicaciones de los trabajadores, que venían desde el año 1934 en una fuerte ola de movilizaciones huelguísticas. El PCB, en vez de apoyarse en estas movilizaciones para defender un programa revolucionario, terminó por buscar aliados en sectores de la burguesía para su revolución nacional libertadora, rebajando su programa a las supuestas necesidades de la burguesía nacional, negando, en síntesis, la propia lucha de clases.
A pesar de no estar de acuerdo con la formación de la ANL, los trotskistas no permanecieron ajenos a su desarrollo -defendieron desde el principio la lucha por su transformación en un frente único obrero, dotado de un programa que proclamara las reivindicaciones más sentidas de los trabajadores. Con el cierre de la ANL, los trotskistas pronosticaron su vaciamiento, dada la imposibilidad de supervivencia de ésta en la clandestinidad. Este hecho ocurrió, pues la ANL terminó por trasformarse en una estructura del propio PCB, sostenida en su gran mayoría por sus militantes.
Entre las posibilidades para el posterior desarrollo de la ANL, los trotskistas preven que ésta podría implementar un levantamiento armado prematuro, alertando que si eso tuviese lugar traería graves consecuencias para el movimiento obrero.
Finalmente, al analizar los levantamientos militares de noviembre de 1935, los trotskistas van a mostrar que éstos no serán más que un acuartelamiento militar, totalmente disociado de la participación y de los intereses de los trabajadores. Esta separación de las masas es el hecho que va a explicar, en opinión de los trotskistas, la política del PCB durante el año 1935 -los sucesivos giros bruscos de su dirección estalinista, que por momentos defendía políticas reformistas- como la de construir la ANL; para después, ante su fracaso, pasar a defender políticas izquierdistas sin ninguna base en la realidad social concreta -como la idea del levantamiento militar de 1935-.
Según los trotskistas, el camino para la consecución de los intereses de los trabajadores estaba en la construcción de un nuevo partido obrero, dotado de un programa revolucionario que, partiendo de las reivindicaciones concretas de los trabajadores, apuntase a la revolución social -única vía para la satisfacción de sus necesidades. Así, no cabía ninguna alianza con sectores de la burguesía nacional, lo que sólo acarrearía el estrangulamiento de la revolución misma.
A pesar de ser una pequeña organización, la Liga Comunista Internacionalista realizó análisis críticos durante el período de existencia de la ANL. El hecho de no conseguir cambiar el curso de los acontecimientos no invalida sus análisis, ni justifica que hayan sido relegados por la historiografía como lo han sido hasta hoy.
Setenta años después de los acontecimientos de 1935, los análisis hechos por los trotskistas conservan aún toda su actualidad.
(*) Este artículo está basado en el capítulo 3 de mi Disertación de posgrado, defendida en mayo del 2003 en el Programa de Estudios de Posgraduados en Historia de la Pontificia Universidad Católica-São Paulo, bajo el título: Liga Comunista Internacionalista. Teoria e Prática do Trotskismo no Brasil (1930-1935).
Miguel Tavares de Almeida: Posgraduado en Historia Social por la PUC-SP. Cursando Doctorado en Historia Social por la Universidad de São Paulo y dirigente nacional de LER-QI.
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– Fuentes consultadas
Diarios
A luta de classe - órgano de la Liga Comunista Internacionalista
Números consultados: 22 - abril de 1935; 23 - mayo de 1935; 25 - junio de 1935; 26 - agosto de 1935; 28 - abril de 1936.
Bibliografía
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ALMEIDA, Miguel Tavares. Liga Comunista Internacionalista. Teoria e Prática do trotskismo no Brasil (1930-1935). Disertación de Posgrado, História, PUC-SP, 2003.
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