El pasado 20 de marzo se cumplieron cinco años del inicio de la guerra y ocupación de Irak. El presidente norteamericano, George Bush, recordó este aniversario con un discurso ante cuadros militares, en el que afirmó que ésta era una “guerra noble, necesaria y justa” y recalcó los éxitos obtenidos en la disminución de los ataques contra las tropas estadounidenses durante el último año, con el envío de 30.000 soldados adicionales, elevando a 160.000 el número de militares en Irak.
En “el mundo según Bush”, Irak estaría atravesando “el primer levantamiento árabe a gran escala contra Osama bin Laden” y se habría convertido “en un lugar donde los árabes se unieron a los norteamericanos para expulsar a al Qaeda”.
Nada parece más alejado de la realidad. Luego de cinco años de ocupación de Irak y otros tantos de Afganistán, Bush no pudo declarar la victoria en su “guerra contra el terrorismo”. En el plano interno, una mayoría de norteamericanos se opone a la guerra y la popularidad del presidente Bush ha caído a niveles históricos.
La estrategia de los neoconservadores de la administración Bush de reforzar el dominio mundial del imperialismo norteamericano a través de la “guerra preventiva” y el unilateralismo, ha sido derrotada al igual que el plan de “rediseñar el Medio Oriente”. Esto ha acelerado la decadencia de la hegemonía de Estados Unidos, a lo que ahora se suma la crisis económica.
El “efecto paradójico” del derrocamiento de Hussein y de la transferencia de poder de los sunitas a los shiitas fue el fortalecimiento de Irán en la región que tiene una influencia fundamental sobre las distintas fracciones de la comunidad shiita iraquí que pugnan por sus cuotas de poder y se ha vuelto clave para lograr algún tipo de estabilidad en Irak. El símbolo de este rol de Irán fue la visita del presidente iraní Ahmadinejad a Irak a comienzos de marzo y sus discursos contra la ocupación norteamericana, pronunciados junto al primer ministro iraquí.
El cuadro regional del Medio Oriente se ha complicado con otros conflictos como los ataques de Turquía, un aliado norteamericano, contra los kurdos iraquíes, incursionando con su ejército en el norte del país para evitar la constitución de una entidad estatal kurda.
De la guerra civil al “surge”
El gobierno de Bush no ha podido encontrar una salida a la situación en Irak que permita retirar el grueso de las tropas y el problema -junto con la ocupación de Afganistán - tendrá que ser resuelto por el próximo presidente.
Pero a pesar de esta situación difícil y de que no logró sus objetivos de máxima, Estados Unidos no ha sufrido en Irak una derrota comparable a la de la guerra de Vietnam. Esto se explica, entre otros factores, porque la resistencia iraquí no se desarrolló en una guerra de liberación nacional, sino que fue instrumentada por los norteamericanos en una sangrienta guerra civil, principalmente entre sunitas y shiitas que desvió los ataques contra las tropas imperialistas a ataques entre iraquíes.
Aunque Bush no pudo presentar una “victoria” al menos logró durante los últimos meses que las noticias sobre las bajas norteamericanas no fueran casi todos los días tapas de los diarios y “reducir la violencia” a los niveles de hace dos años atrás, con un promedio de 26 iraquíes muertos por día.
Esta disminución de los ataques contra las tropas de ocupación se debió esencialmente al acuerdo alcanzado con los principales clanes sunitas y a la tregua decretada por el clérigo shiita al Sadr en agosto de 2007. Ambos factores parecen haber entrado en crisis, amenazando el éxito de la política militar de Estados Unidos basada en el reforzamiento de las tropas, conocido como “surge”.
La crisis de la política de “contrainsurgencia”
La colaboración de los principales jefes tribales sunitas con las tropas norteamericanas para “luchar contra Al Qaeda” llevó a la creación de milicias irregulares llamadas Sahwa (“Despertar”) que cuentan con alrededor de 80.000 hombres armados. Estas fuerzas que Estados Unidos antes llamaba “remanentes del viejo régimen” y ahora llama “Ciudadanos comprometidos”, son las mismas guerrillas sunitas, algunas formadas por antiguos oficiales del ejército de Saddam que hasta hace no más de un año mataban soldados y mercenarios norteamericanos. Estas milicias son las encargadas de hacer el trabajo sucio de “combatir la insurgencia” en las calles de Falluja, Bagdad y otras ciudades importantes, a cambio de un pago de 300 dólares mensuales a cada miembro. Este pago está sujeto a la efectividad para evitar atentados o perseguir a supuestos terroristas.
Esto permitió mantener esencialmente la seguridad en la llamada “zona verde” -una fortaleza en el centro de Bagdad que alberga al gobierno iraquí y a la embajada de Estados Unidos- y en la provincia de Anbar, los dos lugares donde se registraron las mayores bajas norteamericanas.
Esta política, que hasta ahora fue funcional a la estrategia de contrainsurgencia del actual jefe militar en Irak, el General Petraeus, ha empezado a mostrar sus contradicciones. En algunas ciudades ya han comenzado los enfrentamientos con las fuerzas de seguridad iraquíes, que responden a las órdenes del gobierno shiita del primer ministro Nouri al- Maliki. Según el diario británico The Guardian del 21 de marzo, “la milicia sunita empleada por Estados Unidos para combatir a al Qaeda está amenazando con una huelga nacional porque no se les paga regularmente”. Probablemente el atentado contra la “zona verde” el pasado 24 de marzo, que dejó al menos tres civiles norteamericanos muertos, empiece a mostrar una falta de cooperación de las milicias sunitas.
Una nueva escalada de violencia
El otro indicador de que podría haber un rebrote de violencia que se cobre más vidas norteamericanas es la ruptura de la tregua que había decretado al Sadr y que recientemente había extendido por otros seis meses, tras el ataque lanzado el 25 de marzo en Basora contra su milicia, al Mahdi, dirigido personalmente por el primer ministro Maliki. Esta acción militar en la que participan alrededor de 30.000 efectivos iraquíes entre soldados y policías, con apoyo aéreo de Estados Unidos y Gran Bretaña, parece responder a la lucha entre las fracciones shiitas por mantener el poder en las provincias del sur del país, las más ricas en petróleo. Esta lucha viene escalando desde diciembre de 2007 cuando los británicos entregaron el control de estas ciudades al gobierno iraquí. Hasta ahora el partido que gobierna esas provincias es el Consejo Supremo Islámico de Irak, aliado con el partido de gobierno, con Estados Unidos y también con Irán. Pero lo más probable es que pierda este control a manos de al Sadr en las próximas elecciones provinciales a realizarse en octubre.
Este ataque fue respondido por las milicias sadristas no sólo en Basora sino también en los suburbios de Bagdad, en particular en la llamada Sadr City, desde donde se presume se lanzó el ataque contra la “zona verde”.
Si la situación escala recuperando los niveles de violencia anteriores, se complicaría aún más cualquier plan de retiro ordenado del grueso de las tropas norteamericanas.
Hoy quienes se oponen a la guerra en Estados Unidos tienen esperanzas en que un gobierno demócrata ponga fin a la ocupación militar. Eso no será así. Aunque haya diferencias en la clase dominante norteamericana sobre cómo salir de la difícil situación de Irak, tanto el republicano McCain como los candidatos demócratas Hillary Clinton y Barack Obama coinciden en que no se puede permitir una derrota del imperialismo norteamericano. Por eso los demócratas que tienen mayoría en el Congreso han votado a favor de los fondos necesarios para sostener las misiones en Irak y Afganistán. Sólo la movilización independiente y la solidaridad activa con los que resisten la ocupación permitirá derrotar al imperialismo.
—
La guerra en cifras
– Bajas militares desde 2003
4000 norteamericanos, 175 británicos, 133 de otras nacionalidades, 8100 de las fuerzas de seguridad iraquíes y más de 1000 “contratistas”. 60.000 soldados norteamericanos heridos.
– Bajas civiles iraquies
Entre 600.000 y 1.300.000 según las estimaciones de distintos organismos (Estados Unidos se niega a contar las bajas civiles).
– Costos de la guerra
Se calculan en 12.000 millones de dólares por mes. Según el economista Joseph Stiglitz para el año 2017 se habrán gastado 3 billones de dólares en Irak y Afganistán.
43% de los iraquíes viven con menos de 1 dólar por día, 70% está desempleado y no tiene acceso a agua potable y servicios sanitarios.
Glosario
– Consejo Supremo Islámico de Irak (ex Consejo Supremo de la Revolución Islámica)
Es uno de los principales partidos shiitas, tiene fuertes lazos con Irán, donde se formaron sus principales dirigentes y clérigos. Colabora con la ocupación norteamericana y con el gobierno de Maliki. Controla los gobiernos de las nueve provincias del sur del país, que son importantes centros petroleros, y parte de la jerarquía de las fuerzas de seguridad.
– Ejército al Mahdi
Milicia fundada por el clérigo shiita Muqtada al Sadr. Se enfrentó a las tropas de ocupación en 2004, coincidiendo con el levantamiento de la ciudad de Falluja. En agosto 2007 se enfrentó con las milicias del Consejo Supremo Islámico de Irak en una guerra civil que sólo pudo ser detenida por la intervención de la principal autoridad religiosa shiita, el ayatolá Alí Sistani. Su base principal está en los sectores populares de la comunidad shiita en los suburbios de Bagdad y en las ciudades de Basora y Najaf.
– Dawa
Partido histórico shiita al que pertenece el actual primer ministro Maliki.
|