La rápida erosión de la legitimidad democrático-burguesa, sus instituciones y una clase dirigente sumida en escándalos de corrupción y fraude fiscal, se enmarca en un vertiginoso crecimiento de la desigualdad salarial y un aumento de la inflación que no parece detenerse. El gobierno, presionado por la burguesía para que profundice el curso precarizador abierto por la socialdemocracia de Schröder y el creciente número de huelgas que rebasan el límite de las negociaciones habituales, no es capaz por ahora de superar su desorientación, lo que por su parte alienta las luchas obreras.
En la prensa burguesa, los pasillos ministeriales y el parlamento se constata con pavor que aquellos dorados años de “colaboración social” entre los trabajadores y la burguesía han empezado a dejar de ser lo más natural del mundo pues los trabajadores, cansados de ver cómo sus conquistas históricas son eliminadas una a una, y en el marco general de crecimiento económico, hoy en peligro por la crisis financiera, ha empezado a luchar por recuperar parte de lo perdido. Las burocracias sindicales por su parte, incluyendo a las supuestamente más combativas como la GdL (ver recuadro), aún tienen mucho margen de maniobra para negociar con la patronal a espaldas de los trabajadores por la división en sus filas y la baja subjetividad. Por esto, hasta la fecha las luchas obreras no se han traducido en la aparición de tendencias antiburocráticas y combativas en su seno que, abarcando a amplias franjas del proletariado, pongan en el tapete la lucha política contra las medidas precarizadoras de Schröder y la Großkoalition.
Sin embargo, para las direcciones sindicales hoy es más difícil llamar a las rutinarias huelgas de aviso de pocas horas para después sentarse a negociar con la patronal mientras el gobierno bendice los acuerdos y el benigno clima de negociaciones. Los grandes sindicatos han perdido desde los años ‘90 más de 4 millones de afiliados, hastiados por la política de sumisión a la patronal y traición a los intereses obreros ante la persistencia de los ataques de la burguesía, y las nuevas mediaciones aparentemente más combativas como el GdL se ven obligadas a mostrarse más radicales para no seguir perdiendo legitimidad ante las bases.
Nos encontramos al principio de una dinámica que, de profundizarse, podría implicar un profundo cambio en la relación capital-trabajo que, de superar su carácter reivindicativo, podría pasar a un enfrentamiento directamente político contra las patronales estatales ligadas a la coalición gubernamental, sobre todo al SPD, y a la vez superar a la burocracia sindical.
El cambio paradigmático en curso tomó fuerza con la huelga ferroviaria que puso patas arriba la relación entre gobierno, capital y trabajo. Esta crisis política, que se enmarca en la crisis más general de la socialdemocracia, amenaza además con arrastrar al resto de los partidos pilares del orden de posguerra.
Luchas obreras: un “incendio de rápida propagación”
La huelga ferroviaria partió de la exigencia de un aumento salarial del 31%, más una reducción de la jornada laboral y el reconocimiento del pequeño sindicato GdL, que no es parte de la Confederación Sindical Alemana (DGB), como negociador representante de los maquinistas, y terminó con un aumento salarial de un 11%, la reducción del tiempo de trabajo semanal en una hora y el reconocimiento del sindicato como negociador. Otro efecto colateral de la lucha de los trabajadores ferroviarios agrupados en el GdL es que la DB (empresa alemana de ferrocarriles) accedió a un aumento salarial para los afiliados al otro sindicato presente, Transnet, sin haber hecho ni un minuto de huelga en un intento por descomprimir y evitar una eventual radicalización de sus afiliados.
El nerviosismo y la virulencia de los ataques de la burocracia sindical hacia los dirigentes del GdL se explica por el hecho de que los trabajadores en Alemania comienzan a exigir que el aumento incluya la licuación salarial de los últimos años, dando lugar en palabras de un sindicalista, a un “incendio de rápida propagación que le ha devuelto el valor a muchos trabajadores y empleados en todos los ramos” [1]. Así es como los trabajadores de servicios de las tiendas de T-Punkt (Deutsche Telekom) recibirán un aumento salarial del 3,8 % más un pago único de 650 euros después de haber llevado a cabo un sinnúmero de huelgas de aviso; los metalúrgicos lograron un aumento salarial de 5,2% y un pago único de 200 euros por un año. El masivo acatamiento de la huelga del IG-Metall y la alta predisposición a la lucha expresada, bastaron para que la patronal accediera a las exigencias obreras antes de que las huelgas se hicieran efectivas. Y es que la patronal metalúrgica no podía darse el lujo, ante las capacidades productivas utilizadas a pleno y los libros de pedidos llenos. El resultado de las negociaciones en el sector metalúrgico horrorizan a la patronal alemana, que, ante las muchas negociaciones por venir, se estremecen al pensar que los trabajadores puedan empezar a revertir los logros capitalistas de los últimos años. Por eso es que el jefe de la Unión de Federaciones Patronales, Dieter Hundt, plantea que el resultado “no puede ser aplicado de ninguna manera a otras ramas económicas” [2].
La ola huelguística que se ha desatado contra las exigencias de los patrones comunales y el Estado federal de un aumento de la jornada de trabajo sin compensación salarial es enorme e insólita por su masividad y disposición. En el sector de servicios pararon transitoriamente en dos olas huelguísticas primero 18.000 y después 22.000 trabajadores. Junto a transporte, guarderías infantiles, hospitales, administración y servicio municipal de recolección de basura, pararon también sectores en los aeropuertos.
En Berlín, el llamado a huelga indefinida por un aumento salarial del 12% por parte de ver.di para el sector de transporte público, fue un ejemplo sintomático de esta “nueva realidad” que se vislumbra. El sindicato ver.di, bajo presión por el éxodo masivo de afiliados a GdL en el sector de transporte público, se había visto obligado a radicalizar sus exigencias. La contraofensiva por parte de la Cámara de Industria y Comercio (IHK) de Berlín junto a los medios de comunicación burgueses no se hizo esperar. Bajo el slogan “Desarticular el BVG” alentando la privatización de la empresa de transportes, la patronal apuntaba a evitar lo que llamó el “chantaje” de ver.di en Berlín.
Mientras la patronal redobla sus ataques contra los trabajadores, la burocracia sindical de ver.di terminó firmando el convenio colectivo para los 1,3 millones de empleados de la patronal estatal y de los municipios. Es que ver.di terminó “entrando en razones” en pos de la “paz social”. Ahora son los trabajadores los que, contrariamente a la exigencia inicial, obtendrán apenas una “compensación inflacionaria” [3] sin compensar lo perdido en los últimos diez años. Además, los trabajadores deberán trabajar una hora más por semana y ninguno de los despedidos será reincorporado. La patronal respiró aliviada pues se evitó el paro en “sectores sensibles” de la economía alemana como son las centrales energéticas u hospitales.
El gobierno de Die Linke en la práctica
Los trabajadores no sólo tienen que luchar contra los patrones y sus direcciones sindicales traidoras sino también contra aquellos dirigentes que dicen querer gobernar respetando los intereses de los desposeídos. En Berlín, SPD y Linke, haciendo alarde de su cinismo, denigran la lucha de los trabajadores queriendo dividirlos entre viejos privilegiados (90%) y nuevos precarizados (10%) , “comprendiendo” las exigencias de los nuevos empleados y criticando las de los viejos por ser “privilegiados”.
Así la alternativa reformista de la “nueva” socialdemocracia -Die Linke- termina ahí donde la histórica -el SPD- acababa de empezar: en la profundización de la precarización de amplios sectores de la población y de sostén ideológico de un Estado que de “social” le quedan sólo sus representantes.
– Los trabajadores de los ferrocarriles se organizan en tres sindicatos:
• Transnet agrupa al grueso de los empleados en estaciones, boletería y trabajadores de vías.
• GDBA representa a los empleados estatales que fueron absorbidos antes de la privatización de los Ferrocarriles Federales en 1994.
• GDL (Sindicato de Maquinistas Alemanes) agrupa a los maquinistas, cobradores y camareros de trenes.
Los dos primeros se agruparon en una “comunidad tarifaria” (convenio salarial) pactando con la patronal un aumento salarial del 4,5%. Es importante destacar que cada sindicato plantea sus exigencias pero sólo para sus representados.
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