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Las elecciones no son el terreno de la lucha de los trabajadores, aquí no hay ninguna posibilidad de que la clase obrera y el pueblo pobre puedan desplegar sus fuerzas y su iniciativa propia. Es el terreno de la lucha de clases abierta, en los combates librados en las calles y en las fábricas donde los trabajadores, con sus propios métodos de lucha, pueden liberar sus energías peleando por sus intereses de clase. Las conquistas importantes logradas se deben a procesos de lucha, nada de lo que el pueblo trabajador ha logrado hasta ahora ha sido sin importantes combates librados a los largo de muchos años. Fue así en los últimos enfrentamientos contra la reacción de la burguesía opositora proimperialista donde derrotamos el golpe de abril y el paro sabotaje petrolero. Fue mediante estas grandes acciones que logramos parar la embestida del imperialismo y sus lacayos nacionales, que organizados desde la Embajada estadounidense y Fedecámaras amenazaban con arrebatarnos las libertades y espacios democráticos conquistados con sudor, sangre y sacrificio. El resultado del referendo no fue más que un subproducto de esas importantes batallas.
En esas recias luchas tuvimos planteada la oportunidad de asestarle el golpe definitivo a la burguesía expropiando sus intereses económicos poniéndolos al servicio de los trabajadores y el pueblo pobre, lo que hubiera significado dar respuesta a las demandas más estructurales de nuestro pueblo y satisfacer sus necesidades más fundamentales. Desgraciadamente todos aquellos que decían hablar en nombre del pueblo, frenaron las movilizaciones y llamaron a la conciliación con los derrotados.
Sin embargo no somos abstencionistas con respecto a las elecciones, pues creemos que se puede aprovechar la tribuna electoral en función de los intereses de los
explotados y oprimidos pero con una política extraparlamentaria. Diputados o diputadas obreras pueden utilizar el espacio del parlamento como tribuna de denuncia de todos los movimientos de los distintos sectores de la burguesía, como lugar para hablarle al pueblo pobre, para exponer allí los intereses de las mayorías trabajadoras. Pero esto no tendría mayores resultados si no va de la mano de una política que ponga en primer plano la lucha de clases real en las calles y fábricas. Se trata de que una fracción de diputados obreros revolucionarios entiende que el escenario fundamental y decisivo no es el parlamento, y supedita su accionar allí al curso de la lucha de clases. Se trata de que frente a hechos importantes como huelgas obreras, revueltas populares o de campesinos pobres, diputados o diputadas revolucionarias, se ponen claramente del lado del movimiento real de lucha en la calle, que incluso puede ir contra el mismo parlamento, como institución del orden burgués.
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Los partidos tradicionales de la burguesía, como en los tiempos del puntofijismo, nuevamente presentan sus candidatos, aunque algunos de la derecha recalcitrante, con salarios pagados directamente por la derecha republicana de Estados Unidos, llaman a no presentar candidatos. También lo hacen los “nuevos” partidos burgueses, como Primero Justicia, que no son más que una reedición desmejorada de Acción Democrática y Copei. Los golpistas y saboteadores de ayer, que son los grandes dueños de los medios de producción, de las tierras, de los bancos, de las grandes cadenas de televisión y radio, en fin los viles lacayos de siempre, descaradamente salen a palestra nacional electoral como si nada hubiera pasado. Son los mismos de siempre, los que durante casi cincuenta años y su régimen usurparon todas las riquezas del país y mediante la represión sometieron a los trabajadores para explotarlos, gracias a los cuales vivieron de la opulencia, mientras los oprimidos y explotados se hundían en la miseria. Representan los intereses de una de las burguesías más entreguistas que haya conocido el continente, la más antinacional y subsirviente de los intereses extranjeros y de las grandes multinacionales. Durante décadas condenaron a nuestro pueblo a la mayor de las postraciones económicas.
Fue contra todo esto que nos rebelamos en aquel heroico Caracazo diciendo firme y alto que no queríamos continuar siendo más los condenados de la tierra. Hemos visto cómo durante estos últimos siete años han peleado para que nuestro país se sumerja una vez más a los dictámenes del imperialismo y sus planes de hambre y miseria. No sólo han recurrido a los mecanismos tradicionales, sino también a los golpes de Estado, al sabotaje económico bajo órdenes dictadas desde Washington. Los trabajadores los hemos rechazado derrotándolos en las calles demostrando que sus intereses y el del pueblo pobre nada tienen en común. Por tanto nada tienen que buscar el pueblo pobre en esos candidatos.
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El Movimiento Quinta República (MVR) junto a sus aliados de Podemos, Patria para Todos y otros que conforman el “Bloque del Cambio”, presentan sus candidatos. Estos partidos dicen hablar en nombre de los trabajadores y el pueblo. Millones con seguridad votarán en el MVR y sus aliados centralmente porque son los candidatos de Chávez. Toda esta burocracia se sube al portaviones de Chávez para conquistar los votos de millones de trabajadores y del pueblo pobre. Respetamos esta decisión de los trabajadores y del pueblo, respetamos este legítimo anhelo sobre todo porque es el pueblo pobre que ha puesto el cuerpo en el enfrentamiento a toda la reacción de la burguesía opositora proimperialista. Pero con la autoridad moral de haber estado codo a codo en las luchas en las calles, como cuando enfrentamos en aquellas heroicas jornadas del 11 al 13 de abril el golpe proimperialista, o cuando le hicimos frente al paro sabotaje de la patronal haciendo los mayores sacrificios, modestamente les decimos que los partidos del “Bloque del Cambio” no van hasta el final por los intereses de los trabajadores y del pueblo pobre.
Es que hemos visto cómo todos estos partidos del “Bloque del Cambio”, durante la Asamblea Constituyente votaron a favor de una Constitución, que más allá que preserva algunos derechos sociales, en sus artículos fundamentales defiende la propiedad privada, por tanto las relaciones de propiedad de las clases dominantes. En las llamadas Leyes Habilitantes que aprobaron, tanto en la Ley de Hidrocarburos como en la de Tierras, hay elementos en contra del pueblo pobre: en una se deja abierta la posibilidad de la privatización de los hidrocarburos, y en la otra se contempla que si los campesinos pobres toman la tierra por sus propios métodos de lucha, entonces son sancionados y pierden el derecho a la tierra. En materia de impuestos, estos diputados y diputadas, eliminaron el Impuesto a los Activos Empresariales, exoneran de pago de Impuesto Sobre la Renta a los empresarios del campo, a los banqueros, y a los empresarios que “inviertan en desarrollo tecnológico”, mientras a nosotros nos siguen imponiendo el pago del IVA -aún habiendo un superávit fiscal. Recientemente, en la Asamblea Nacional, han presentado un proyecto de un nuevo Código Penal que refuerza el dominio de clase, pues se le prohíbe a los trabajadores, mediante pretexto de combatir cualquier nueva ofensiva de la reacción, el derecho a la huelga en las llamadas industrias estratégicas; así como también han planteado penalizar el derecho a huelga en el sector educativo, en el Anteproyecto de Ley de Educación.
Estos diputados nos hablan contra el capitalismo y por el socialismo. Sin embargo, nadie debe engañarse. Sus proyectos políticos no van más allá de tibias reformas, que en ningún caso afectan el poder económico ni la propiedad de las clases dominantes. Por eso, si bien han impedido que pasen en la Asamblea las propuestas y políticas más agresivas de los capitalistas nacionales y del imperialismo, también impiden que se concreten medidas obreras y populares anticapitalistas. No atacan de raíz los males nacionales: la deuda externa, las concesiones a las transnacionales que se continúan llevando nuestras riquezas, la explotación de los grandes empresarios, quedándose apenas en la retórica. La “construcción del socialismo” no es posible por medio de un proceso de reformas, si no mediante una revolución social triunfante. Ellos buscan mayores márgenes de acción frente al imperialismo, combinándolo con masivos planes de ayuda social al pueblo pobre, y propugnan de hecho el desarrollo de una burguesía nacional.
Esto aunado al hecho de que sus candidaturas son producto de una grosera imposición, que no es sólo un asunto de métodos, sino que es precisamente ese filtro el que permite que lleguen sólo quienes coinciden con estas políticas, y cerrarle el paso a quienes, aun desde dentro del chavismo, pudieran representar posiciones más a la izquierda y ser un estorbo. Juntemos todo lo anterior con esto, y veamos como se devela como un cinismo que la consiga central de la campaña oficial de estos candidatos sea “¡por más poder popular!”. Por tanto decimos que los trabajadores y los sectores populares no podemos confiar en ellos, pues más allá de sus retóricas y alguna tímida resolución a favor de los desfavorecidos que hayan realizado, en las cuestiones fundamentales al final de cuentas muestran realmente que no llevan hasta el final las demandas fundamentales de los trabajadores y el pueblo pobre. Es claro que estos partidos y sus diputados no están por cambiar de raíz este sistema de explotación y desigualdad.
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En sus discursos, el Presidente Chávez nos habla diariamente de la necesidad de enterrar el capitalismo, de una revolución agraria, y efectivamente estas son las únicas posibilidades de desterrar el hambre, la miseria, el trabajo precario, las condiciones de explotación y sumisión al imperialismo de la clase trabajadora. Y realmente este es el clamor de los trabajadores y el pueblo pobre. Sin embargo, las conquistas democráticas que tenemos han sido producto de las grandes luchas que hemos librado, y las pequeñas concesiones que ha hecho el Presidente, como las misiones, las campañas contra el analfabetismo, las ayudas sociales, se opacan frente a las grandes ganancias que continúan teniendo los capitalistas y las transnacionales, así como frente a las múltiples necesidades que seguimos padeciendo. Por eso contrariando este clamor, vemos cómo se han venido desarrollando fuertes entendimientos con sectores claves del empresariado, conciliando con la burguesía opositora. Todo esto es contrario a las aspiraciones de los trabajadores y el pueblo.
En el “Socialismo del siglo XXI” del Presidente hay cabida para “todos”, como también nos dice diariamente. Así, después de siete años de gobierno, no se han tocado los grandes intereses del empresariado, no se ataca hasta el final al latifundio, se hacen grandes concesiones a las transnacionales y se paga puntualmente la deuda externa. El inicio de las negociaciones con Fedecámaras que cada día toman más cuerpo no constituye un dato menor o perdido en la política gubernamental sino toda una orientación política que marca una tendencia sobre los rumbos del gobierno. De esta manera, contrariando el anhelo de aquellos que arriesgaron sus vidas luchando contra la burguesía proimperialista, Chávez le ofrece al sector empresarial plenas garantías de que no atentará contra la propiedad privada, y la disposición de capital para incentivar la inversión privada. Atrás han quedado los discursos beligerantes, a la hora de sentarse a negociar con Fedecámaras. El Presidente dice claramente que “el papel del gobierno es conciliar los intereses...”. Todo esto juega a favor de la burguesía venezolana, pues, pretender conciliar intereses de clase distintos, en una relación desigual, en la que son los capitalistas los que viven en la opulencia a costa de nuestra explotación, es en los hechos estar de su parte.
Hemos visto también como el Presidente en su política hacia el área petrolera y del gas hace fuertes e importantes concesiones a las transnacionales, como en las concesiones directas y abiertas en el área del gas, así también en otros sectores claves de la economía como las telecomunicaciones que prácticamente se encuentra en manos de empresas extranjeras, para no hablar del sector bancario que mantiene una fuerte penetración de los sectores imperialistas. No se revirtieron las privatizaciones (CANTV, SIDOR, ELECAR, etc.) y no se ha dejado de enviar petróleo a los Estados Unidos en medio de la invasión a Irak y Afganistán, que lo utilizan para su guerra imperialista. Por todo esto llamamos a los trabajadores a reflexionar sobre estas cuestiones fundamentales, y les decimos que no los podemos acompañar en el voto por el “Bloque del Cambio”, porque no concordamos en la conciliación y pactos con aquellos con los que una y otra vez nos tuvimos, y nos tendremos, que enfrentar en las calles.
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El PRS no tiene tarjeta propia pues es un partido que recién se está conformando, como afirmamos al principio de esta declaración. Pero desde corrientes de su interior han surgido iniciativas de lanzar candidaturas obreras y populares. Por ejemplo, trabajadores y dirigentes obreros de la UNT en Carabobo y que en su amplia mayoría militan en el PRS, utilizando la tarjeta de La Chispa (del desaparecido Partido Socialista de los Trabajadores -PST) que aún mantiene su vigencia, han decidido inscribir candidatos en dicho estado. Saludamos esta audaz iniciativa para que la voz de los trabajadores se pueda escuchar en todo este mar de discursos de engaños y mentiras de tantos partidos de la burguesía o de aquellos que dicen hablar en nombre de los trabajadores pero que rápidamente muestran a qué vinieron. ¿Por qué es importante que los trabajadores presenten sus propios candidatos? Porque los trabajadores solamente pueden confiar en sus propias fuerzas, levantando, en este caso, candidatos obreros independientes. Creemos que los candidatos obreros de la UNT en la tarjeta de La Chispa, deben levantar un programa que vaya hasta el final en la lucha por la independencia política de los trabajadores.
Que sean los candidatos obreros de la UNT muestra la necesidad de que los trabajadores solo deben votar en sus propios hermanos de clase. Por eso llamamos a hacer una gran campaña por estas candidaturas obreras en Carabobo, por la independencia de clase, poniendo esta iniciativa como un ejemplo a ser seguido. Pero en todo el plano nacional, los obreros no tienen voz propia en estas elecciones. No hay ninguna alternativa de clase, obrera y socialista.
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El programa que se necesita para derrotar a la oligarquía y el imperialismo es opuesto al que levanta el gobierno y todos los partidos del “Bloque del Cambio”. Sin afectar la propiedad de la oligarquía y romper con el imperialismo no hay posibilidad de garantizar siquiera una ampliación genuina de los derechos y libertades democráticas del pueblo. El fin de la sangría nacional provocada por la explotación imperialista y de la desigualdad social existente no puede darse sin la expropiación de los grandes grupos económicos -y de los grandes propietarios agrícolas-, al revés de lo que pretenden los llamados a lograr una “distribución más equitativa de la riqueza” y la “conciliación de intereses”. Por eso afirmamos que el punto de partida de toda lucha consecuente es plantear abiertamente una posición política de principios, obrera y socialista, que no puede ser otra que la independencia política de los trabajadores. La clase obrera necesita intervenir en forma independiente con sus métodos levantando un programa antiimperialista y anticapitalista para encabezar la lucha del conjunto del pueblo pobre y ganarse a la base del ejército, para pelear contra el imperialismo y la burguesía venezolana en su conjunto, es decir, también contra este gobierno, que al ponerse cada vez más abiertamente del lado de los capitalistas nacionales, hará desvanecer las esperanzas que el pueblo trabajador tiene en él.
La clase trabajadora, insertada en la industria petrolera, del acero y el hierro, del aluminio, del plástico, textil, en las hidrológicas, en las empresas de electricidad y de servicios en general, en la construcción, la manufactura, la producción de alimentos, las finanzas, los transportes, en las instituciones educativas y de salud, etcétera, debe levantar pues un programa que dé salida a las necesidades más agobiantes de las masas populares. Llamamos a los trabajadores, a los pobres urbanos, a los campesinos pobres y a la juventud a movilizarse por sus demandas impostergables: el salario, empleo genuino, la tierra, la vivienda y los servicios sociales, por el no pago de la deuda externa y la ruptura con las transnacionales, a tomar en sus propias manos y con los métodos de la clase obrera la lucha contra los empresarios y terratenientes y contra la oposición reaccionaria. Por eso afirmamos que ante la grave situación en la que se juega el destino de la clase obrera y del país, los trabajadores necesitan forjar su propia salida a la crisis. Es la clase trabajadora, por su ubicación en el aparato productivo, quien puede, y está llamada a encabezar consecuentemente la lucha de la nación oprimida contra la burguesía y el imperialismo.
Esta política debe estar ligada a la estrategia de impulsar la autoorganización de los trabajadores, el desarrollo de organismos de democracia directa para la lucha, en el camino de constituir consejos obreros, de campesinos pobres y sectores populares, que de instrumentos de lucha, que serán en un principio, pasen a ser las bases del gobierno de los trabajadores y el pueblo. Es esta la alternativa revolucionaria ante este parlamento burgués, donde los trabajadores y pobres si acaso podremos alzar la voz y denunciar, pero no hacer valer nuestra voluntad. Un verdadero parlamento revolucionario será el que esté conformado por los representantes de las organizaciones de lucha de los obreros, campesinos, habitantes de los barrios y pueblo trabajador en general, defendido este gobierno por milicias obreras y campesinas, una vez ganada la base del ejército y destruida su actual organización autoritaria y al servicio del capitalismo.
No es una cosa menor lo de la independencia política de los trabajadores. Durante todo el siglo pasado, la clase obrera y el conjunto de los pueblos pobres de Latinoamérica dieron innumerables muestras de combatividad, múltiples jornadas heroicas hubo, grandes huelgas obreras, revueltas, insurrecciones, asambleas populares, cordones industriales, milicias obreras. Sin embargo, en estas luchas, la clase trabajadora no llevaba la batuta con su propio programa, sino que ponía sus fuerzas y energías confiando en direcciones pequeñoburguesas o hasta de sectores burgueses que aparecían como “progresistas y “antiimperialistas”, que siempre con un programa de conciliación de clases, negociaban y hacían acuerdos con los capitalistas nacionales y regateaban con el imperialismo.
Como vemos, compañeros y compañeras, la gran desgracia de nuestra clase -y del conjunto de los explotados por el capitalismo- es no haber tenido firmes posiciones de independencia de clase, de independencia política frente a programas y proyectos de conciliación con la burguesía. Por eso decimos, ya basta que la clase trabajadora despliegue toda su energía detrás de proyectos ajenos a sus intereses, ya basta de ir detrás de proyecto de conciliación con nuestros enemigos, las masas trabajadoras debemos levantar nuestro propio programa de lucha, nuestras propias banderas, antiimperialistas y anticapitalistas, sólo así tendremos una perspectiva de clase propia, que lleve la lucha hasta la instauración de un gobierno obrero en alianza con los demás sectores explotados, un gobierno obrero, campesino y del pueblo pobre. Esta pues, la lucha por la total independencia política como clase, la única manera de que nuestras energías y nuestros mártires no sean en vano.
Caracas, 25 de noviembre de 2005
Juventud de Izquierda Revolucionaria
en el Partido Revolución y Socialismo
JIR-PRS
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