El pasado 9 de abril, el gobierno de Hugo Chávez anunció la nacionalización de Sidor luego de una importante lucha de los obreros de la empresa, donde por primera vez se le arrancó una medida de este tipo, constituyendo un primer triunfo de los trabajadores. Semanas atrás había decidido retomar el control del sector de la industria cementera que fuera privatizada en los años ‘90. Sin embargo este tipo de medidas se combinan con otras que persiguen darle facilidades y “estímulos” a sectores del empresariado nacional, como el acceso a dólares, sin pasar las restricciones de los controles normales del Estado, para la importación de bienes de capital, productos agrícolas y materias primas, facilidades de crédito para las actividades manufactureras y agrícolas, intermediación del Estado para los negocios en el exterior, los consecutivos aumentos y liberación abrupta de precios para “estimular la producción”, la exoneración de impuestos, entre otras, como desarrollamos más adelante.
Por un lado, las “nacionalizaciones” apuntan a un doble objetivo: primero, buscan ponerle un límite a los capitales que se quedaron con las principales industrias y recursos bajo el neoliberalismo de los años ’90, y en ese sentido son medidas de un timorato nacionalismo burgués. Y a la vez, son un intento del gobierno de Chávez de recuperar su base de apoyo, luego de haber perdido 3 millones de votos en las últimas elecciones del pasado 2 de diciembre, y sobre todo, tratar de hacerse una base más sólida en el movimiento obrero, además de los sectores populares que venían siendo su principal sostén. Y por otro lado, es el intento de dar pasos en la tentativa de superar el rentismo característico de la economía venezolana, buscando estrechar lazos con sectores claves de la burguesía nativa para estimular, ampliar y diversificar la “producción nacional”.
Los límites de las nacionalizaciones
Hasta ahora hemos visto diferentes formas en que el gobierno de Chávez ha pasado a la órbita del Estado importantes sectores de la economía. En el caso del petróleo se ha realizado vía la creación de empresas mixtas, donde el Estado venezolano tiene el 60% de las acciones y el 40% está en manos de distintos grupos transnacionales que no sólo tienen la concesión para la explotación, sino que se han transformado por esta vía en dueñas directas de importantes sectores de esta industria. El Estado a su vez, ha pagado sumas exorbitantes por los paquetes accionarios, sobre todo teniendo en cuenta que estas empresas transnacionales las compraron a precio de remate al momento de las privatizaciones.
En la nacionalización de la empresa de telecomunicaciones CANTV y de electricidad, ELENCAR, el Estado ha tomado el control mediante la compra directa de las acciones tal como se cotizan en las bolsas de Nueva York, es decir, muy por encima de su valor real. A esto se han sumado la cementera mexicana CEMEX y recientemente la siderúrgica Sidor, propiedad del grupo argentino Techint. En la de Lácteos Los Andes, se trata simplemente de una compra empresarial común, y no de alguna medida contra sectores burgueses nacionales, tal como lo demostraría sonriente su vendedor luego de concretar el negocio.
En el caso de Sidor, es la lucha decidida de los trabajadores la que conduce a la medida del gobierno, no dejándole muchas opciones a este después que derrotaran las maniobras conjuntas de la transnacional y el gobierno, incluyendo una ensañada represión de la Guardia Nacional. Aunque aún no está cerrada la negociación y el gobierno parecería estar dispuesto a pagar una indemnización menor, hasta ahora le ofrece a Techint que se quede con el 20% de las acciones, pero le deja empresas como Tavsa (que controla la capacidad instalada de Ternium Sidor para la fabricación de los tubos sin costura para la industria petrolera), Matesi (en la fabricación de briquetas), y las inversiones en el área petrolera.
Lo que estamos presenciando, más que un “avance al socialismo”, es una recuperación parcial para la órbita estatal de sectores de la economía que fueron fue rematados durante la ola privatizadora de los años ’90, aprovechando los altísimos ingresos petroleros. En eso se parece al plan implementando en 1974, pero con la salvedad de que no se trata de una reversión total, ya que las transnacionales se quedan con sus lucrativos negocios, manteniendo importantes paquetes accionarios, que llegan en algunos casos al 40%. Por este contenido y porque no se trata de expropiaciones sin indemnizaciones ni pago, es que llamamos a estas medidas del gobierno “seudonacionalizaciones”.
Chávez, el empresariado chavista y la burguesía nacional
Al mismo tiempo que Chávez tomaba la decisión de nacionalizar ciertas empresas, para desilusión de aquéllos que guardan esperanzas de su supuesto “socialismo”, mantenía su convocatoria a importantes sectores de la burguesía local: “siempre estamos tendiendo puentes a la burguesía nacional”, “recibí cartas del presidente de Empresas Polar (...) dispuesto a trabajar con el gobierno (...) La Cámara de la Construcción ha enviado cartas que manifiestan su disposición a trabajar en conjunto con el sector oficial... asociaciones de ganaderos han hecho llegar mensajes” (VTV, 6/4).
Después de la derrota en el plebiscito por la reforma constitucional del 2 de diciembre de 2007, con el fracaso del intento de reforzar legal y políticamente su bonapartismo, Chávez ya no sólo se dirige a aquellos sectores burgueses que siempre lo acompañaron, como la burguesía mediana y baja -organizada en Empreven (Empresarios por Venezuela)-, sino que también tiende puentes una y otra vez a la alta burguesía nacional. No es que Chávez no haya hecho antes acuerdos con importantes sectores empresariales -son más que conocidos los acuerdos con Gustavo Cisneros, y Empresas Polar es abastecedor importante de Mercal-, pero ahora sus llamados son directos y sin disimulo.
La reciente emisión de los llamados bonos soberanos internacionales por 3 mil millones de dólares que, igual que otros anteriores están denominados en dólares y pagaderos en bolívares al cambio oficial (permitiendo su negociación en el mercado internacional), es una respuesta a las “cartas” y puentes que tiende hacia la gran burguesía. Se trata, nada más ni nada menos, de ayudar a financiar a los grandes sectores empresariales otorgándoles los dólares suficientes y de manera inmediata para las importaciones, obviando los controles estatales normales, tanto para materia prima como bienes de capital, a los dueños de los “sectores productivos”. Como afirmara el presidente de la Cámara Venezolano-Americana de Comercio e Industria (Venamcham), Edward Jardine, “todos los estímulos que haga el Gobierno hacia la actividad productiva, son bienvenidos”. Como vemos, el propio Chávez responde positivamente a los grupos capitalistas que se aproximan al gobierno para hacer negocios lucrativos, al mismo tiempo que viene promoviendo un nuevo empresariado que se desarrolla al amparo de los favores y negocios privilegiados con el Estado.
Por su parte, la alta burguesía es pragmática, y se ha dado cuenta de que con Chávez se pueden hacer buenos negocios, sin pretender aventuras golpistas como le indicara la derecha rancia del país. No es casual que el empresario Noel álvarez, nuevo presidente de Consecomercio, haya afirmado que “es necesario de un diálogo social en el que participen las autoridades, los trabajadores y los empresarios para dar solución a los problemas del mercado local”. Para sectores de la burguesía media aliados directos del gobierno, a través Alejandro Uzcátegui, ha afirmado: “nosotros creemos que debe tenderse hacia una empresa mixta (en Sidor), creemos que el Estado puede dejar en un porcentaje accionario, sobre todo la experticia de cantidad de empleados del sector privado y dirigirse hacia el sistema de las empresas mixtas, tomando la mayoría y dejándole un porcentaje a las trasnacionales”.
Esto no es sólo en el frente interno. A pesar de ser demonizado por Bush y de la abierta oposición de Chávez a la política del gobierno norteamericano, la relación económica de Venezuela con Estados Unidos es muy saludable: el intercambio comercial entre ambos en 2007 superó los 50 mil millones de dólares, de los cuales, las exportaciones totales de Venezuela hacia Estados Unidos dan cuenta de 39.897 millones de dólares, mostrando un enorme crecimiento si lo comparamos con los 18.491 millones de dólares de la balanza comercial del año 2002. (Informes de Cámara Venezolano Americana de Comercio e Industria -Venamcham).
Por otro lado, junto con la creciente inflación (ver La inflación...), el gobierno chavista ha tratado de resolver el problema del desabastecimiento de alimentos y bienes básicos por la vía las importaciones; mostrando que los 9 años de gobierno de Chávez no han logrado revertir el carácter rentístico petrolero de la economía, siendo un punto vulnerable por tener que importar la mayoría de los alimentos que consume la población: mientras que en 1999 se ubicaron en 14.492 millones de dólares, éstas registran un salto de 207% y suman 44.463 millones de dólares en 2007.
En síntesis, Chávez ha venido avanzando en mejorar los términos de intercambio para los principales recursos del país si lo comparamos con los períodos gubernamentales anteriores. Los altos ingresos económicos por la renta petrolera le permiten seguir ensayando su política de “satisfacer a todos” sin “golpear a ninguno”. Por “arriba” avanza en su política de negociación, garantizando que no hará tomará medidas “extremas” como le reclama la oposición empresarial, y por “abajo”, en función de los resultados del referéndum, intenta recuperar el espacio entre las masas populares.
En busca del terreno perdido
La llamada “Misión 13 de abril” lanzada por Chávez recientemente, que según sus palabras buscará “combatir la pobreza y el atraso y elevar las condiciones de vida de más de 15 millones de venezolanos”, está acorde con esta nueva orientación política nacional. El gobierno necesita impulsar políticas para recuperar el terreno perdido, lo que se expresó en los resultados del referéndum del 2/12. Esta sangría de votos populares no se debió sólo a que sectores importantes rechazaban sus objetivos de concentraciones de poderes, sino también porque, a pesar de sus promesas, el gobierno no ha resuelto sus problemas fundamentales y las Misiones habían llegado a un techo.
El resultado adverso para el gobierno en el referéndum sacó a flote las fuerzas subterráneas que socavan una estructura de gobierno. Chávez es conciente del inicio de “crisis de autoridad” que ha sufrido con respecto al movimiento de masas y por eso está tratando de re-ganar algo de esa base, teniendo en cuenta que se acercan las próximas elecciones de noviembre, y si en estas elecciones nuevamente es derrotado, tendrá poco margen para poder proponer algún tipo de enmienda constitucional que le permita la reelección. Si el gobierno saliera debilitado, la burguesía y la derecha no desperdiciarán la oportunidad con una política “a la nicaragüense”, como cuando los sandinistas perdieron el gobierno en los ’90, por la vía electoral, salvando todas las diferencias entre Nicaragua con respecto a Venezuela, pues en el país centroamericano se venía de una revolución que había derrotado y destruido el Estado somocista.
Una nueva oportunidad para la clase obrera y todos los sectores explotados y oprimidos
Los trabajadores y las trabajadoras, en una fuerte alianza con todos los sectores oprimidos del país, deben aprovechar la nueva situación para hacer sentir su peso en la vida política nacional. El triunfo reciente en Sidor, antes que sea arrebatado por el gobierno con la pose de que ha sido Chávez el que salió en “auxilio” de los trabajadores, y no una conquista directa de su lucha, debe ser aleccionador en el sentido de que es posible, bajo el chavismo, luchar con una política independiente, tanto de la patronal como del gobierno. El conjunto de luchas obreras que se desarrollan en el país, abren nuevas perspectivas para que la clase obrera, retome con fuerza la lucha por sus demandas que habían sido contenidas por la polarización chavismo - oposición, que oculta las verdaderas contradicciones de clase entre explotados y explotadores. Es necesario aprovechar el triunfo de los trabajadores sidoristas para inculcar a la clase obrera la osadía necesaria para defender lo suyo. En este marco es más necesario que nunca redoblar la lucha por la independencia política de los trabajadores. Bajo esta situación es imprescindible difundir ampliamente entre los trabajadores la necesidad de la construcción de su propio partido independiente, irreconciliable tanto con la derecha opositora como la del gobierno y su “socialismo con empresarios” que han venido polarizando el escenario nacional en los últimos años. Desde hace muchos meses hemos venido insistiendo en Venezuela en este llamado a las organizaciones que se reclaman de la izquierda obrera y socialista, a debatir sobre esta política, para discutir sobre el programa y los métodos para dar pasos en este sentido, como manera real en poder avanzar hacia la formación de poderoso partido revolucionario en Venezuela, en la perspectiva de la lucha por un gobierno de los trabajadores y del pueblo pobre. Esta es la tarea del momento.
– La inflación: un problema estructural
A pesar del crecimiento económico, la inflación llegó al 22,5% en 2007 (había sido 14,4% en 2005 y 17% en 2006), develando que se trata de un problema estructural. Hacia el primer trimestre del año ya mantiene un acumulado del 7,1% y un aumento generalizado de los precios de los productos básicos siendo que los productos de consumo popular como la leche, azúcar, harina de trigo, pan, aceite son algunos de los rubros que más aumentaron en los últimos meses. La cuestión inflacionaria es un problema grave pues se calcula que este año puede alcanzar un 28% acumulado. El año pasado Chávez había decretado el aumento de 20% del salario mínimo que para nada hizo recuperar el poder adquisitivo producto del problema inflacionario. La realidad es que a la fecha la remuneración básica de 614,79 bolívares fuertes apenas sirve para cubrir 45% de una canasta básica que se situó al cierre de febrero en 1.364,92 bolívares fuertes, según el Instituto Nacional de Estadística, agravado aún más por el problema de la escasez de alimentos.
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