Las acciones de Hezbollah en Líbano mostrando la debilidad militar de las fuerzas sunitas que responden a Saad Hariri, como muestra la toma de la zona sunita de Beirut oeste y la posterior derrota de las fuerzas sunitas y drusas pro occidentales en el valle de Bekaa, Trípoli, etc., junto a la falta de respuesta de las FF.AA. a las órdenes del gobierno pro occidental de Siniora, constituye un enorme avance para este grupo. Esta campaña militar fue una respuesta a la decisión del gobierno de despedir al jefe de seguridad del Aeropuerto de Beirut, ligado a un aliado de Hezbollah y sobre todo a su decisión de suprimir su red de telecomunicaciones, lo que fue considerado como un acto de guerra por Hassan Nasrallah, el principal dirigente de esta organización. La facilidad con que las fuerzas de Hezbollah tomaron el control territorial de los principales reductos de Beirut oeste, es una muestra de que los partidarios sunitas no están dispuestos a pelear y morir por la acaudalada familia Hariri, que controla económicamente el país apoyado en la familia Real de Arabia Saudita y principal promotor de las tensiones sectarias en Beirut en los últimos tres años, a pesar de que no simpatizan con las milicias chiítas. Este desenlace, después de meses de parálisis política, convierte a Hezbollah en la principal fuerza política del Líbano y en el factor determinante en toda negociación sobre el futuro gobierno del mismo. Este resultado es favorable a Siria y a Irán y una catástrofe para Arabia Saudita que ve crecer la influencia chiíta no solo en el Golfo sino también en el Levante (zona Este del Mediterráneo). El Estado de Israel deberá ver cómo lidiar con este nuevo frente, habiendo oscilado durante todo el año entre una nueva ofensiva militar que borre la victoria de Hezbollah en la guerra de 2006 y la apertura de negociaciones con Siria, mientras la resistencia palestina no se aquieta y el gobierno de Olmert está fuertemente debilitado internamente por un nuevo caso de corrupción. Globalmente, la nueva ecuación de fuerzas en Líbano es una mala noticia para EE.UU., debilitándolo frente a los iraníes que podrían exigir una negociación más favorable no solo en Irak, sino incluso en el tema nuclear. ¿Cómo responderá Washington a estos desafíos? En los próximos meses Medio Oriente seguirá dando que hablar.
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