La firmeza de los treinta y tres mil trabajadores del transporte mantiene paralizada una de las ciudades más grandes del mundo. Nueva York amaneció el martes 20 sin subtes ni colectivos justo una semana antes de las gigantescas ventas navideñas, lo que amenaza con provocar algo más que un caos de tránsito.
Hace semanas que el local 100 del sindicato TWU [1] que agrupa a los trabajadores de colectivos y la red de subterráneos más grande de EE.UU., y la Autoridad del Transporte Metropolitano (MTA por sus siglas en inglés) no llegan a un acuerdo. Las demandas son de aumento salarial y un sistema de jubilación igualitario para todos.
La huelga despertó a Nueva York con filas interminables de transeúntes cruzando los puentes nevados que comunican la isla de Manhattan con el continente. Sólo el primer día se calcularon 400 millones de dólares perdidos y siete millones de personas sin transporte. El último recuerdo de una huelga similar se remonta a 1980, la anterior a 1966, en ambas se lograron mejoras, aunque también la burocracia sindical jugó un papel nefasto permitiendo que luego de 1966 se establezca la ley Taylor [2] o aceptando pagar multas, sentando así un pesado precedente.
El alcalde republicano Bloomberg lanzó una dura campaña contra los huelguistas, en nombre del bien común de la ciudad. Al mismo tiempo pesan sobre los huelguistas las multas de 1 millón de dólares diarios y el encarcelamiento de los dirigentes por desconocer la ley Taylor. Uno de los amenazados es el dirigente sindical negro Toussaint, inmigrante nacido en Trinidad y Tobago.
Hasta el miércoles no se conocían nuevas ofertas de la empresa y los trabajadores ratificaron el paro. A pesar de la campaña en su contra, existen muestras de apoyo entre los miles que llegan a pie a su trabajo, mientras también hay sectores que enfrentan la acción de los trabajadores.
El sindicato nacional y la central sindical AFL-CIO han abandonado literalmente a su suerte a los huelguistas, llamando a volver al trabajo porque la huelga fue declarada ilegal, una verdadera traición. Esto la hace una huelga combativa, donde los trabajadores no sólo resisten las amenazas patronales y del gobierno de la ciudad sino el boicot de su dirección. Ya otras veces la burocracia se ha ubicado en la vereda opuesta a los intereses más elementales de los trabajadores, como fue este año durante la bancarrota de la autopartista Delphi, donde la dirección de la UAW aceptó una enorme rebaja en las jubilaciones.
Se disipa la reaccionaria unidad nacional post 11/9 [3]
Uno de los elementos más importantes que muestra la huelga es la diferencia con el clima reaccionario impuesto en la ciudad desde los atentados terroristas de septiembre de 2001. La unidad nacional detrás de la “guerra contra el terrorismo” afectó la vida de los trabajadores, con desocupación y quite de conquistas en nombre de la recuperación económica. Hace unos años era impensable una huelga como esta en el corazón financiero norteamericano. El clima reaccionario fue aprovechado por el gobierno para atacar a los trabajadores mientras restringía sus derechos haciendo casi imposible llevar adelante huelgas importantes, sobre todo en Nueva York. Los trabajadores del transporte votaron la huelga en 2003 al vencerse el convenio laboral, pero finalmente no se realizó ya que se impuso la dura unidad nacional, que disciplinaba a quien enfrentara los “esfuerzos de guerra”.
Como lo demostró la dura y exitosa huelga de 28 días contra la Boeing en septiembre, los tiempos empiezan a cambiar, y la lucha de los trabajadores de Nueva York muestra una vez más síntomas de incipiente recuperación del poderoso movimiento obrero norteamericano después de importantes derrotas.
Durante los últimos años hubo luchas testigo que mostraron la vitalidad de la clase obrera. Una de ellas fue la huelga de cuatro meses (que contó con apoyo activo de clientes y vecinos) de los empleados de supermercados del sur del California a principios de 2004 por el seguro médico, que a pesar de una enorme resistencia fue llevada a la derrota por la dirección del sindicato.
El triunfo de los huelguistas de Nueva York es vital no sólo para los trabajadores del transporte. Sería un gran impulso para muchos que vieron desaparecer sus conquistas económicas, sociales y políticas a manos del gobierno republicano. Por eso es esencial que junto a sus reclamos los trabajadores se pongan a la cabeza para derrotar la política guerrerista de Bush y sus ataques a las libertades democráticas. La baja popularidad presidencial y los últimos reveses que sufre el gobierno (ver nota pág. 6) sirven de aliento a esta y otras luchas.
La huelga muestra los métodos más brutales que utiliza la reaccionaria oligarquía financiera para dominar el país en defensa de sus ganancias. Pero también muestra la enorme fuerza de los trabajadores que tienen en sus manos una ciudad como Nueva York. Esto, como Katrina (que demolió el mito de Estados Unidos como una tierra de bonanza para todos) puede tener un impacto internacional.
Por eso, es fundamental que todo trabajador conciente siga con entusiasmo esta lucha. Al mismo tiempo es de vital importancia que los sindicatos y federaciones del transporte, organizaciones de trabajadores de todo el continente se solidaricen, alentando el triunfo de esta importante huelga en el corazón del imperialismo.
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