La nominación de Obama
El cierre de la convención demócrata en el estadio Mile High de Denver (Colorado) con 80.000 personas fue bastante diferente a los actos tradicionales de campaña. La nominación de Obama, con un gran peso simbólico -primer aspirante afroamericano a la presidencia-, se anunció en el 45 aniversario del histórico discurso de Martin Luther King sobre los derechos civiles en Estados Unidos, donde hasta hace 50 años los negros tenían vedada la entrada a las escuelas de blancos y viajaban en la parte trasera de los autobuses. Además, la llegada de un candidato joven y de corta trayectoria en Washington despertó el entusiasmo de una nueva generación que nunca había participado tan ampliamente, como se vio en los millones que votaron en las internas, especialmente jóvenes, mujeres, afroamericanos y latinos. El cierre de campaña volvió a constatar que existen grandes expectativas de cambio, después de 8 años de Bush, y que éstas se proyectan en la figura del senador Barack Obama.
La convención, televisada como un espectáculo milimétricamente coreografiado, mostró zanjada la amarga división que habían dejado las internas demócratas. El decidido respaldo de Hillary Clinton, coronado con la propuesta de votar por aclamación la candidatura de Obama antes de terminar el conteo de votos así lo demostró.
La semana anterior se había conocido al compañero de fórmula de Obama, el senador por Delaware Joe Biden. El demócrata es senador hace 30 años y miembro del Comité de Política Exterior (una dudosa credencial progresista), con “buenas relaciones” con los sindicatos (fuente importante de votos demócratas) y fama austera, viaja en tren a su trabajo y se reúne con trabajadores a tomar cerveza. Buscan así mostrar a la fórmula demócrata más cerca de la vida de la clase media y los trabajadores, un sector donde la candidatura de Obama todavía genera sentimientos contradictorios.
Lo que nadie dice es que el estado de Biden, Delaware, es elegido por muchas empresas por ser un “mini-paraíso” fiscal gracias a facilidades que brinda el gobierno estatal. Biden fue además impulsor de una ley en 2005 para que los deudores de tarjetas de crédito no puedan acceder al recurso de bancarrota cuando ya no pueden afrontar las deudas. Por eso no es casualidad que empresas de tarjetas de crédito como MNBA sean importantes donantes para la carrera política del senador. Es claro que la figura de Biden busca equilibrar la inexperiencia de Obama en política exterior en un momento particularmente difícil para EE.UU. Están planteados nuevos y más complejos problemas como el conflicto abierto con Rusia en Georgia, que viene a sumarse al fracaso del proyecto estadounidense en Irak y la difícil situación en Afganistán, presentado por muchos demócratas como un ejemplo. Biden que hoy se postula “por el cambio”, apoyó ambas guerras.
En el camino a la oficialización de su candidatura, Obama fue suavizando el discurso de “cambio”. Pasó de “comprender” la causa palestina a garantizar que mantendría el apoyo incondicional a Israel; sobre Irak, pasó de declamar el retiro inmediato de las tropas a plantear que el retiro de EE.UU. debía ser “responsable”. Este giro a derecha responde a las dudas de quienes lo ven poco preparado (o demasiado liberal) para atraer a la base demócrata, tradicionalmente más de centro (gran parte de quienes apoyaron a Hillary y han votado por los republicanos en otras elecciones). Al mismo tiempo, este giro provocó cierto “desinfle”, comparado con el enorme entusiasmo que movilizó su candidatura en las internas; y explica también la paradójica suba de McCain en las encuestas en el marco de un gobierno republicano ampliamente impopular.
El fantasma del huracán Katrina en la convención republicana
Si hay algo que McCain no necesitaba en su carrera desesperada por despegarse de Bush era el huracán Gustav, como un crudo recordatorio de Katrina que hace 3 años destruyó Nueva Orleáns y dejó 2.000 muertos, centenares de miles de desplazados y pérdidas millonarias. McCain, mostrándose como antítesis de Bush (sin nombrarlo) recaudó ayuda, limitó los discursos y se apresuró a anunciar que de empeorar la situación suspendería el evento partidario que finalmente comenzó el 1/9. Ese día se realizó una manifestación con cerca de 10.000 personas en St. Paul que protestaron contra los republicanos y la guerra. Quizás el único “saldo positivo” del huracán haya sido el faltazo de Bush que, lejos de haber desilusionado a muchos como dijo su esposa Laura, alivió a más de uno.
La fórmula republicana y la “derecha social”
Sin dudas, la noticia más importante de estos últimos meses sea la nominación de Obama y las expectativas de un futuro gobierno demócrata. Sin dejar de ver esto, hay que señalar que durante las internas, sobre todo la republicana, se manifestó una base conservadora, una derecha social que reúne sectores de la reacción cristiana, opositores implacables del derecho al aborto, los derechos de gays y lesbianas, en defensa de los “valores norteamericanos”, expresada en primer lugar en su desprecio por la comunidad latina (a quienes llaman “espaldas transpiradas”) y su apoyo a la campaña antiinmigrante.
Parte de esa base que se expresa mayoritaria, aunque no exclusivamente, en el voto republicano, cuestionó incluso a McCain por ser demasiado moderado. Este sector recibió muy bien la candidatura de la ignota gobernadora de Alaska, Sarah Palin, una conservadora social, ferviente cristiana y anti-abortista a ultranza y como si le faltaran credenciales, miembro de la Asociación Nacional del Rifle (una organización de extrema derecha). A esto se suman dos elementos que buscan fortalecer la fórmula, sobre todo frente a los independientes y demócratas indecisos, especialmente los millones que apoyaron a Hillary y no los convence Obama. Palin es una mujer de 44 años, lo que suma algo de juventud a la fórmula (McCain de 72 años es el candidato más viejo de la historia); al mismo tiempo intentará captar el voto de las mujeres, explotando el hecho que Palin es la primera republicana que aspira al cargo, y quizás sacar alguna ventaja de esto (que los demócratas no tienen).
Lo cierto es que Palin, aunque es una figura afín a los sectores más reaccionarios, no está tan lejos de las opiniones de una parte de la población. Por ejemplo, respecto de la enseñanza de la Teoría de la evolución vs. la Teoría de la creación divina en las escuelas públicas (un debate importante en EE.UU.), Palin coincide con una franja amplia. Según Gallup, en 2007 el 44% de los encuestados creía que la Teoría de la evolución es falsa; y un 35% de los encuestados por Pew Research en 2006 dijo que debía incorporarse la Teoría de la creación divina a la educación. Esta “derecha social” no es una novedad, se viene expresando hace varios años. En primer lugar, en la reelección de Bush en 2004 en la cual las iglesias evangélicas movilizaron a su base para votar a los republicanos. También se manifestó en las consultas realizadas en las elecciones legislativas de 2006 (donde triunfaron los demócratas), donde se pronunciaron sectores amplios contrarios al aborto, el matrimonio gay, entre otras cuestiones.
Los problemas que afrontará el próximo presidente
Estos ocho años republicanos han resultado en el respaldo del establishment político y empresarial a Obama para cambiar aunque más no sea el rostro de la política exterior del imperialismo estadounidense, como un corte con el unilateralismo de la administración Bush. Sin embargo, hasta ahora no ha habido ninguna muestra de un cambio ni mucho menos; por el contrario, Obama se suma a los que plantean la necesidad de hacer más efectiva la misión en Afganistán frente a las preocupaciones que despierta la situación en ese país.
La próxima presidencia deberá decidir qué política adoptará la Casa Blanca frente a un panorama complicado para la maltrecha hegemonía norteamericana, donde empiezan a verse las más graves consecuencias del fracaso de la estrategia neoconservadora en Irak. La carrera presidencial se definirá en un marco con nuevos problemas, como el conflicto en el Cáucaso (ver nota) donde EE.UU. tendrá que definir qué actitud adopta hacia Rusia, que viene respondiendo a la influencia yanqui en los países de la ex Unión Soviética como se vio en Georgia, Polonia o Ucrania.
El otro frente de batalla del próximo presidente, y un tema decisivo en la elección de noviembre, será la delicada situación económica, con una recesión que ya nadie cuestiona, salarios congelados mientras trepan los precios del combustible y alimentos básicos, que se suman al trasfondo de la crisis hipotecaria con millones de familias que han perdido y perderán sus hogares.
Aunque Obama habló en Denver de recortes impositivos a la clase media, nuevos impuestos a las empresas, inversión en infraestructura y ayuda social, los demócratas no pueden plantear una alternativa real a las medidas republicanas. Por esta razón, durante la convención todos los oradores endurecieron sus ataques contra el actual presidente e insistieron una y otra vez en que McCain sería “un tercer mandato de Bush”. A medida que avanza la campaña, los demócratas se transforman en el mal menor, cada vez más lejos del “cambio”.
Más temprano que tarde las expectativas sobre un futuro gobierno demócrata se verán frustradas. Tanto demócratas como republicanos son antes que nada lugartenientes de los intereses de la patronal imperialista estadounidense, fuera y dentro de sus fronteras. La crisis económica y los nuevos reveses del imperialismo yanqui en el mundo pueden motorizar nuevas y revitalizadas movilizaciones de la juventud, los latinos y los trabajadores en Estados Unidos. Se hará cada vez más urgente la ruptura con los partidos patronales y la conquista de la independencia política de la clase obrera norteamericana. Solo una alianza de los trabajadores norteamericanos junto a los oprimidos y explotados fuera y dentro de EE.UU. puede constituirse en la fuerza social capaz de enfrentar y derrotar al imperialismo.
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