No podemos confiar en los partidos patronales y en esta democracia para ricos
Al cierre de esta edición del periódico Palavra Operária el mercado financiero de EE.UU. intenta desesperadamente escapar de un quiebre generalizado de consecuencias que muchos analistas remiten a la crisis de 1929. Un colapso del sistema financiero de EE.UU. arrastraría al mundo entero hacia una larga y profunda recesión.
Sin embargo, según el presidente Lula, los brasileños pueden dormir tranquilos. Según él, los efectos de la crisis norteamericana serán prácticamente imperceptibles en Brasil, ya que nuestra economía tendría “fundamentos sólidos”. ¿Qué fundamentos sólidos? ¿Las reservas de 200 mil millones de dólares? Pero en los últimos días las bolsas rusas tuvieron que interrumpir su funcionamiento para evitar un colapso de la economía de este país, a pesar de que el gobierno de Putin cuenta con reservas en dólares cerca de tres veces mayores que las brasileñas. ¿O será que Lula se refiere a las exportaciones brasileñas? En este caso, la perspectiva es que los precios de los productos que exportamos sigan cayendo, mientras los mercados a los que exportamos entran en recesión o sufren una profunda desaceleración. Si el argumento es que Brasil se hizo confiable para los inversores internacionales y el consumo interno basado en el crédito sigue creciendo, la verdad es que la crisis internacional ya golpeó esa confianza: el dólar está en alza, los capitales extranjeros huyen del Bovespa a ritmo acelerado, los intereses pagados por el gobierno para financiar la deuda externa comenzaron a subir y el crédito para los bancos y empresas brasileñas se está secando y haciéndose más caro por el aumento de los intereses.
En fin, en vez de imperceptibles las consecuencias de la crisis internacional prometen ser duras - tal vez catastróficas - para la economía brasileña. Las negociaciones colectivas de bancarios y metalúrgicos ya muestran como la patronal pretende prepararse para la crisis económica atacando a los trabajadores. En el próximo período, la economía brasileña se va a desacelerar y los trabajadores pueden esperar ataques a su salario, derechos, además de amenaza de despidos. Es en este marco que Lula, intentando tratarnos como idiotas, nos pide que no nos preocupemos... Sin embargo, muy preocupado con los capitalistas, Lula declara que el gobierno pondrá dinero del BNDES (Banco Nacional de Desenvolvimiento Económico y Social), incluso cambiando leyes si fuere necesario, para salvar a los empresarios que tengan “dificultad” en encontrar préstamos en el exterior y en las negociaciones de deudas con bancos y fondos de inversión.
Las elecciones lejos de la realidad
En esta situación, los principales candidatos, sean del gobierno o de la oposición, no tienen ninguna solución que ofrecer para resolver los principales problemas de la población. Ninguno de ellos siquiera intenta dar una explicación de por qué, a pesar del crecimiento económico de los últimos años, aún existen tantos desocupados y tanta violencia social; por qué los trabajadores siguen muriendo en las filas de los hospitales y consultorios públicos; por qué la educación pública sigue tan mal; por qué tanta gente sigue viviendo en condiciones precarias; o por qué el transporte colectivo sigue tan caro. Y todos intentan esconder que es solo una cuestión de tiempo para que la crisis económica empiece a afectar a Brasil.
Este silencio no es en vano. Todos los principales partidos dominantes en el país, incluyendo el PT (Partido de los Trabajadores, del presidente Lula) y el PCdoB (Partido Comunista de Brasil), así como todos los principales políticos, comenzando por el propio Lula, tienen acuerdo en mantener los fundamentales ataques neoliberales implementados contra los trabajadores y el pueblo durante el gobierno de Fernando Henrique Cardoso: el ajuste fiscal para pagar la deuda pública, la apertura al capital imperialista, las privatizaciones, las medidas de flexibilización de los derechos laborales. Justamente las medidas recomendadas durante años por los “gurúes” de Wall Street...
Lo que aún se expresa en las elecciones es la inercia del período de crecimiento económico de los últimos años, que sigue empujando la popularidad de Lula a las alturas, con la creación de nuevos puestos de trabajo y la ampliación de los planes de asistencia social. Si por un lado Lula ha conseguido alimentar esperanzas en un “reformismo responsable”, transfiriendo parte de esta popularidad a los candidatos que apoya, por otro lado el día a día del trabajador y las promesas de los políticos de siempre no son estímulos “animadores” en estas elecciones, muy por el contrario. Esa es la base para la sensación de muchos trabajadores que encaran estas elecciones como “más de lo mismo”, y que no se ven realmente identificados o motivados por ninguno de los candidatos, recurriendo a la lógica del “mal menor” para elegir.
Con el ojo puesto en el 2010 y de espalda a los trabajadores
Durante el gobierno Lula, los trabajadores obtuvieron pocas modificaciones en su situación. A pesar del crecimiento económico se mantuvieron las condiciones históricas de miseria y pobreza de las grandes masas, la subordinación a EE.UU. y a los demás países imperialistas, la enorme opresión que pesa sobre el pueblo negro, las mujeres y los pueblos indígenas, la represión sangrienta contra los trabajadores y el pueblo pobre en las grandes ciudades. Sin embargo, es enorme la popularidad del gobierno Lula, visto por la gran mayoría de los trabajadores del país como un presidente que se preocupa con las necesidades de los más pobres. Apoyándose en esa popularidad, la burocracia oficialista sigue controlando la lucha de los trabajadores y dirigiendo la mayoría de las negociaciones salariales e incluso la mayoría de las pocas huelgas que ocurren. No en vano, Lula intenta fingir que la crisis económica no tiene nada que ver con Brasil: él sabe que con el fin del crecimiento económico tienden a revertirse las condiciones que garantizan su alta popularidad.
En un contexto en que las promesas de los candidatos poco se diferencian, hay un elemento que marca la diferencia como factor decisivo en las elecciones: el apoyo al presidente Lula. Según las encuestas, en 20 de las 26 capitales, son candidatos de los partidos que apoyan al gobierno Lula los que lideran las elecciones. Los puntos de acuerdo entre el PT y el PSDB (Partido de la Socialdemocracia Brasileña, de FHC) son tantos que en más de mil ciudades están aliados. Como todos tienen acuerdo en seguir gobernando para los ricos y ofreciendo solo migajas a los trabajadores, en estas elecciones la principal disputa es por posiciones que garanticen a los candidatos una buena ubicación en las elecciones de 2010. Todos ya están preocupados en cómo harán las cosas en el “pos Lula”... Con el ojo puesto en quedarse con una participación mayor en la torta del Estado, cada vez más políticos tradicionalmente ligados a la derecha se suben al carro lulista, la mejor opción de grandes “negocios” para los políticos de todo tipo.
Retomar la lucha por la independencia de clase
En estas elecciones, los trabajadores solo tienen como opciones más visibles votar a candidatos que representan los intereses patronales. Por eso, llamamos a los trabajadores a no confiar en las elecciones y no votar al PT o al PCdoB - partidos que fingen apoyar a los pobres para terminar favoreciendo a los ricos -, ni al PSDB, DEM (Partido Demócrata, ex PFL) o cualquier otro partido burgués como el PPS (Partido Popular Socialista) de Soninha - que ni siquiera saben fingir. Llamamos a los trabajadores a desconfiar de las instituciones de esta democracia para ricos en la que pasan los momentos de crecimiento económico y vuelven los momentos de crisis, y las condiciones de la mayoría explotada y oprimida de la población poco o nada cambian.
La propaganda oficial del TSE (Tribunal Superior Electoral) intenta fortalecer las ilusiones de las masas en las elecciones, diciendo que depende de su voto lo que vaya a ser hecho en las ciudades brasileñas en los próximos cuatro años. En realidad, nuestro voto tiene poco o ningún poder de decisión sobre el futuro de las ciudades brasileñas. Las principales decisiones sobre nuestro futuro son tomadas en reuniones y cenas de políticos burgueses con las empresas capitalistas. Al contrario de la fuerza del voto, lo que prevalece en la democracia para ricos en la que vivimos es la fuerza del dinero. ¿Cómo pueden las organizaciones de trabajadores competir de igual a igual con las máquinas electorales de los grandes partidos financiados por los empresarios? Además, las leyes antidemocráticas que rigen el proceso electoral no permiten que los trabajadores y estudiantes que participaron de los procesos de lucha de los últimos años lancen candidatos en forma independientes, e impide que las nuevas organizaciones de trabajadores, así como sindicatos, comisiones de fábrica y movimientos populares lancen sus propios candidatos. La única forma de que los trabajadores luchen verdaderamente por sus intereses es confiando solo en sus propias fuerzas, organizándose en forma independiente de los patrones y recurriendo a sus propios métodos de lucha.
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