El sábado 18 el PTS de la Ciudad de Buenos Aires realizó una charla en la Facultad de Ciencias Sociales, de la que participaron más de 600 trabajadores y estudiantes, universitarios, secundarios, terciarios, artistas. En el panel estuvieron Christian Castillo y Raúl Godoy, dirigentes del PTS. Presentamos una edición reducida del informe presentado por Christian Castillo.
Cuando afirmamos que la actual crisis mundial sólo puede compararse con la crisis del ‘30 estamos planteando que nos preparamos para cambios de gran magnitud.
Voy a plantear una visión de la crisis en cuatro dimensiones distintas. La primera es la más coyuntural. En pocas semanas hemos vivido una serie de acontecimientos, muchos de los cuales, hubieran merecido -por separado- las primeras planas de los diarios del mundo. No es habitual que el Congreso de Estados Unidos vote 700 mil millones de dólares para rescatar a la banca norteamericana. Tampoco lo es que en la primera votación Bush haya perdido. En Europa, Alemania se compromete a poner 460 mil millones de euros, Francia, 360 mil millones, Holanda 200.000 millones, España y Austria 100.000 millones, que junto a lo que anuncia Gran Bretaña suman 1.9 billones de dólares.
Ahora bien, ¿por qué llegaron a este punto? Para tratar de evitar caer en el abismo. Después de negarlo tuvieron que aceptar que estamos ante una crisis de dimensiones internacionales, donde ningún país está al margen. Incluso en Suiza, la patria de las finanzas mundiales, su principal banco, el UBS, fue rescatado con 60 mil millones de dólares para evitar la quiebra. Hay países -como Islandia- que ya sufren niveles de crisis como la de Argentina en el 2001, corralito incluido. Hungría es otro punto débil, un país fuertemente endeudado y controlado por el capital extranjero. Corea del Sur está al borde de una crisis similar a la de 1997 cuando empezó el ciclo de devaluaciones de los países asiáticos que dio lugar en algunos países a medidas de control de cambios e intervención estatal contra lo que decía el FMI y que llevaron a rebeliones populares como la que provocó la caída del dictador Suharto en Indonesia.
Pero pese a estos intentos de salvatajes nadie cree que se haya tocado fondo. Entre otros, hay en lo inmediato dos motivos significativos a considerar. El primero es que este salvataje probablemente llega tarde, cuando importantes economías del mundo ya están en recesión, tal es el caso de EE.UU. y de las principales economías europeas. Y eso implica que las empresas ya comenzaron ataques contra la clase obrera. La General Motors en EE.UU. anunció 1.600 despidos que se suman a los 1.700 previstos. Renault Nissan acaba de anunciar 1.680 despidos en Barcelona, lo que motivó una movilización de más de 3000 trabajadores. El City Group 11.000 despidos. En la City londinense dicen que liquidarán más de 60 mil puestos de trabajo entre este año y el que viene. En la India las aerolíneas anuncian cesantías, y así podríamos seguir la lista que crece día a día.
El segundo motivo está dado por un problema estructural de la Unión Europea. El rescate establece que los Estados garantizan los préstamos interbancarios. Como se pensaba que cualquier banco podía caer, el gran problema era que estaba frenado el crédito interbancario, ya que ningún banco quería prestarle a otro. Y sin préstamos interbancarios el sistema bancario no funciona, no hay crédito y sin sistema de crédito no hay capitalismo. Esto lleva a que la economía se paralice y pueda quebrar, a que se corte toda la cadena de pagos.
Pero el aspecto muy problemático que se plantea es que la banca europea no opera a escala nacional sino de toda la Eurozona. Los Estados pueden garantizar los préstamos interbancarios pero entre bancos que son del mismo país. Pero si el Deutsche Bank le presta al BNP Paribas de Francia el Estado alemán no se hace responsable. Toda la banca europea tiene 22 megabancos que son el eje de todo el sistema financiero y bancario europeo que operan a escala trasnacional. Es por esto que se desconfía también de la efectividad de una medida tomada en los marcos de una entidad que no es un Estado nacional. Para tomar otro tipo de medidas la Unión Europea tendría que obrar como un único Estado: todos nos comprometemos de conjunto a salvar a todos los bancos y no cada Estado a su propia banca, como es el acuerdo actual. La Unión Europea no ha liquidado la competencia entre los grandes monopolios capitalistas que operan en la Eurozona ni tampoco el hecho que cada Estado quiera preservar el poder de sus propios monopolios y garantizarse una mejor situación ante los otros. Por eso, estos salvatajes, inéditos en la historia del capitalismo, no necesariamente vayan a frenar la tendencia al abismo que amenaza la economía mundial.
En este sentido, hay que seguir apasionadamente lo que pasa día a día porque los tiempos en política son muy relevantes. No está fuera del escenario la posibilidad de que finalmente esto fracase y haya quebrantos generalizados que aceleren los tiempos. ¿A qué estamos abiertos? En perspectiva, a quiebres de países, a rebeliones populares, aún en Estados que hoy no están en el centro de la crisis, y también a que frente a los despidos y los cierres, empiece a desarrollarse fuertemente la lucha de clases.
Ya estamos viendo signos inmensamente alentadores. En Italia marcharon entre 200 y 300 mil trabajadores y estudiantes contra la reforma educativa de Berlusconi en una acción convocada por los COBAS, los sindicatos de base. Es muy alentador. ¿Por qué? Porque Europa tiene una peculiaridad que la puede transformar en un gran centro de la lucha de clases, porque existen gobiernos de derecha que tienen un menor nivel de cooptación de los sindicatos que lo que usualmente tienen los socialdemócratas. En EE.UU. hay terror a perder los trabajos, se viene de un gran retroceso del proletariado, con un nivel de sindicalización muy bajo. Y existen también expectativas en el cambio electoral. Por eso, a lo mejor, en EE.UU. no es donde primero surgan las rebeliones. En Europa también existe una recesión fuerte pero hay una mayor tradición de organización del movimiento sindical, de la extrema izquierda, una acumulación de luchas, desde la gran huelga francesa en 1995, el surgimiento del movimiento “antiglobal” en el 2000, la lucha contra el Contrato de Primer Empleo y la rebelión de las “banlieus” de los jóvenes inmigrantes de los suburbios franceses.
“El único pronóstico realista era prepararse para la irrupción de una crisis generalizada”
Hay una segunda dimensión y es que esta crisis la tenemos que ver como el fin del ciclo capitalista que se dio entre el 2000 y el 2007. En un artículo de diciembre pasado escrito por Juan Chingo para Estrategia Internacional decíamos que “La crisis financiera en curso, como manifestación última y más aguda de las recurrentes crisis bancarias, cambiarias y recesivas que afectaron la economía mundial en las últimas décadas, nos permite echar luz sobre las características del funcionamiento del capitalismo actual. Nuestra tesis es que la ofensiva neoliberal (una respuesta política, militar y económica del capital a la caída de la tasa de ganancia que venía descendiendo desde fines de los ’60, una vez agotado el carácter excepcional del boom de la posguerra), aunque ha logrado en gran medida recuperar la rentabilidad, lo ha hecho generando contradicciones explosivas que más temprano que tarde estallarán en una crisis de conjunto, actualizando la definición del capitalismo como un sistema declinante”. Y en otra cita decíamos: “El único pronóstico realista es prepararse para la irrupción de una crisis generalizada y profunda, lo que llevará a la expropiación de los ahorros de las clases medias, despidos masivos de trabajadores no sólo en la periferia sino también en los países centrales, y que por lo tanto, la pequeño burguesía deberá volver a optar entre la revolución proletaria o el fascismo (...) Es esta base económica realista la que da fundamento a la validez de la definición de la época actual como ‘época de crisis, guerras y revoluciones’”.
Decíamos entonces, ya en diciembre de 2007, que el único pronóstico realista era prepararse para la irrupción de una crisis generalizada. ¿Qué analizábamos sobre el último ciclo? En el 2000 EE.UU. había atravesado la crisis de las empresas “punto com”, un proceso de recesión durante el 2000-2001, de la que sale endeudándose enormemente, consiguiendo que China compre los bonos del Tesoro norteamericano, captando EE.UU. el ahorro de todo el mundo y con eso, alentando el consumo mediante el endeudamiento de toda la población. Especialmente, ese ciclo se apoyó en un sistema en el cual se daba créditos para comprar viviendas donde lo que se pagaba estaba atado a las tasas de la Reserva Federal. Cuando las tasas empezaron a subir la gente no pudo pagar, lo que ustedes familiarizaron en estos días como las hipotecas subprime son las primeras que empezaron a caer. Además, este ciclo tuvo un elemento adicional muy importante. Con el boom del crédito hipotecario se facilitaron enormemente los negocios especulativos. Para sólo darles un dato: los dólares invertidos en derivados pasaron de 80 billones en 1998 a 415 bmillones en 2007. La creación de capital ficticio en este terreno se multiplicó por cinco. Cuando la arquitectura financiera que permitió esta creación infernal de capital ficticio se empezó a caer, con ello también comenzó a derrumbarse todo el esquema a partir del cual se había armado el crecimiento de los últimos años.
Nosotros habíamos escrito que la economía mundial presentaba la siguiente contradicción. Decíamos que la ganancia capitalista se había recuperado debido a estos mecanismos que señalamos pero fundamentalmente a que habían podido aumentar fuertemente la explotación de la fuerza de trabajo. Decíamos también que la tasa de acumulación capitalista, el nivel de inversión en nuevas empresas, en infraestructura, no había acompañado el crecimiento de la tasa de ganancia. El capital sólo invertía en algunos “nichos”, como por ejemplo China, mientras miles de millones de dólares iban a servir como base para el incremento del capital ficticio. Estábamos ante una situación inédita en la historia del capitalismo, porque en general, la tasa de acumulación acompaña a la tasa de ganancia. Decíamos que esa contradicción iba a estallar y en eso se basaba la predicción presente en el artículo citado de Juan Chingo.
La ofensiva “neoliberal”
La tercera dimensión a la que me quiero referir es sobre lo que habitualmente se llama el “neoliberalismo”. El “neoliberalismo” fue una respuesta del capital a la caída de la tasa de ganancia producida a mediados de la década del ‘70. A comienzos de los ‘80 comienza un ataque en regla del capital contra el movimiento obrero. La clase obrera sufrirá retrocesos enormes. En EE.UU. atacaron brutalmente a los sindicatos, crearon una legislación antihuelgas monstruosa. En Gran Bretaña después de la derrota de la huelga minera en 1984/85, el parlamento vota una legislación que establece que una huelga es legal, sólo si es previamente votada por urna en acciones llamadas por los sindicatos, las huelgas no pueden ya ser decididas en asamblea. Y así doblegaron la fuerza de trabajo, la flexibilizaron, la precarizaron. Vimos además las privatizaciones, y un mayor peso de los monopolios expandiéndose hacia los países periféricos.
En los ‘90, la ofensiva neoliberal se profundizó. Los regímenes estalinistas cayeron pero no por izquierda sino finalmente por derecha. El capital consiguió nuevos mercados. Fundamentalmente China tiene una importancia decisiva para entender los últimos 20 años: China le sirvió al capitalismo para recibir inversiones sobre todo porque tenía una fuerza de trabajo baratísima. Los patrones de los principales países capitalistas le decían a los obreros, o aceptan la baja del salario o nos vamos a China, o a India, a Hungría, a la República Checa. Bajo esta política, el sector privado del movimiento obrero europeo sufrió un gran retroceso. En el caso de EE.UU. los patrones, favorecidos por el NAFTA1, se iban a las maquilas, a la frontera con México, donde la hora de trabajo de un obrero valía 13 veces menos que la de un obrero norteamericano. En los ’90 el capital logró poner bajo su mando a una cantidad de obreros que duplicaba al total de toda la fuerza de trabajo asalariado explotada previamente. Pero no cualquier fuerza de trabajo, sino fuerza de trabajo muy barata que presionó a la disminución del valor de la fuerza de trabajo de toda la clase obrera.
Como fue tanto el avance del capital surgieron teorías que decían que se había salvado, con esta derrota del movimiento obrero, por todo un período histórico, que se había iniciado un ciclo largo de crecimiento capitalista. El historiador británico Perry Anderson llegó a escribir que el neoliberalismo era la ideología más triunfante en la historia de la humanidad. Que el capital había ganado y que no se podía esperar que esto cambie, salvo -decía- que las contradicciones propias del capitalismo llevasen a un derrumbe de su economía en el centro. Bueno, ese “salvo”... es lo que está pasando. Nosotros criticamos en su momento la visión escéptica de Perry Anderson, pero es cierto que estaba basada en elementos reales, porque efectivamente el movimiento obrero sufrió grandes derrotas en los ‘80 y los ‘90.
Pero esas derrotas, como se dieron sin barrer con todo aquello que había expresado la sobreacumulación de capitales que había provocado la crisis de los ‘70 favorecieron el desarrollo de contradicciones enormes del capital que hoy están estallando. Los keynesianos hoy dicen que el problema es que se desreguló todo. Bueno, pero ¿por qué quitaron las regulaciones? Lo que vimos a mediados de los ‘70 fue una crisis del esquema de “capitalismo regulado” y el neoliberalismo fue una respuesta dada por el capital a esa crisis. Un plan para doblegar al movimiento obrero aumentando brutalmente sus niveles de explotación, permitiendo la libre movilidad generalizada del capital e inventando nuevos negocios que aumentaron exponencialmente los beneficios capitalistas.
Esta realidad se está terminando. En ese sentido, el cambio más importante respecto al periodo “neoliberal”, es que a millones de personas se les está produciendo una revolución en la cabeza. La inmensa mayoría de quienes han nacido en las últimas décadas jamás pensaron que podía haber un sistema social económico distinto al capitalismo. La ideología de millones es que este es el último sistema social en el que se puede vivir. En los últimos años los socialistas revolucionarios tuvimos que remar contra la corriente. A lo sumo había sectores que veían que se podía humanizar un poco el capitalismo, hacer alguna reforma. Hoy millones se están preguntando para qué sirve este sistema, y se lo van a preguntar mucho más en los años que vienen.
Como nunca, los revolucionarios podemos explicar nuestro programa y nuestra perspectiva. Si ellos estatizan los bancos para salvar a los banqueros. ¿Por qué no nacionalizar la banca y el comercio exterior para ponerlos al servicio del pueblo trabajador? ¿Qué otra medida más realista hay frente al quebranto bancario generalizado y la huida de capitales? ¿Qué otra medida de autodefensa nacional debe tomarse para evitar que millones vayan al desempleo?
Durante años leíamos en el Manifiesto Comunista que Marx definía al Estado moderno diciendo que era una junta que administra los negocios de la burguesía. Y en esta facultad nos llamaban reduccionistas. “El Estado no tiene base de clase”; “es el representante del bien común”; “puede cambiarse desde adentro”; nos decían desde distintas teorías. Hoy ¿qué otra cosa queda más clara que “el Estado es una junta que administra los negocios de la burguesía”? Cuando emplea todo ese dinero para salvar a los bancos, cuando con sólo una parte de lo que están gastando podría no haber pobres, no haber hambrientos. Cada vez que el pueblo pide algo no hay plata. Pero cuando piden los bancos enseguida encontraron... ¡1,9 billones de dólares sólo en Europa! Este es un Estado al servicio de los patrones y no puede haber salida progresiva si los trabajadores no conquistan el poder del Estado y no organizan la sociedad sobre nuevas bases. Nosotros queremos construir otro sistema donde todos los recursos económicos estén al servicio de las necesidades de los trabajadores y los sectores populares para empezar a construir una sociedad sin explotados ni explotadores.
“La base material para que se den situaciones revolucionarias en los países imperialistas”
Quiero sumar un elemento más, importante a destacar. Esta crisis es la base material para que se den situaciones revolucionarias en los países imperialistas. En ese sentido, posiblemente se abra un período donde se termine quebrando el equilibrio capitalista que rigió desde la posguerra, donde dominaba EE.UU. y lograron alejar la revolución en los países imperialistas, con excepción del período que va de fines de los ’60 a comienzos de los ‘70. Insisto, es probable que volvamos a ver en perspectiva fascismo y revolución en los países centrales. Porque si avanza el desempleo ¿qué ideología va a crecer en los países imperialistas? Es fácil adivinar el discurso de los blancos norteamericanos que votan a Mc Cain. Ellos van a empezar a preguntarse “¿por qué empezó la decadencia americana?” y “porque hay muchos latinos y negros”. Esa ideología es la que ya tienen hoy sectores facistas en EE.UU. que opinan que la “cultura americana” está fuertemente amenazada por el peso de la inmigración... Por otro lado, el otro día leí una noticia que contaba que cuando jugó la selección francesa, en un estadio en la periferia de París, cuando tocaron el himno francés, chifló todo el estadio. No extraña, ya que ¿qué significa La Marsellesa para los franceses hijos de inmigrantes? No es el himno de la libertad sino el que representa a los colonialistas masacradores de sus padres. ¿Qué quiero decir con esto? Que van a surgir “fachos” xenófobos que opinarán que hay que matar inmigrantes pero que también hay negros, latinos, árabes, que van a resistir como ya mostraron en la rebelión de las banlieus. Es probable que en los próximos años en EE.UU. y Europa se vaya a librar una guerra de clases brutal. Prepárense para verlo, tengan imaginación histórica porque es parte de lo que está en el menú de opciones de lo posible en los próximos años.
Lo último que señalo. Es posible que en los próximos cinco, seis, siete años se juegue parte del futuro de la humanidad para el próximo período histórico. Y lo que vaya a suceder desde ya no depende de la voluntad de cada uno de nosotros por separado, pero sí está en nosotros saber que si no logramos en el período que tenemos ahora construir una alternativa política revolucionaria nos van a pasar por encima. O logramos reactualizar el marxismo revolucionario y volvemos a hacer actual la perspectiva de derrocar al capitalismo, o nos planteamos ser un punto de apoyo en la construcción de un gran partido de la clase obrera nacional e internacional o nos pasan por encima. Y si no lo logramos el mundo que resurja de esta crisis va a ser un mundo mucho peor todavía al actual. El capital no sale pacíficamente de sus crisis. De la crisis del ‘30 salió con la segunda guerra mundial, la mayor carnicería imperialista de la historia. Así sale el capital de sus crisis. Ese es el período que tenemos por delante. A lo mejor no en los próximos meses. Pero sí es a lo que tenemos que estar abiertos en el próximo lustro, la próxima década. Algunos en esta crisis sostienen que al capitalismo hay que reformularlo, otros siguen pensando que hay que humanizarlo. ¿Quienes somos nosotros?. Los que decimos que hay que derrocarlo.
1 Sigla en inglés del Tratado de Libre Comercio para América del Norte, firmado entre EE.UU., Canadá y México, que entró en vigencia el 1° de enero de 1994.
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