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La lucha de los trabajadores públicos en Chile, que exigían un 14,5% de aumento en sus salarios, ha concluido con un triunfo. Luego de 7 días de paro (7, 11, 12, 17, 18, 19 y 20 de noviembre), la administración bacheletista envió al parlamento su propuesta final: un 10% de aumento para todos los trabajadores fiscales. Su propuesta inicial era de un 5%, muy por debajo de la inflación anual que, de acuerdo a las cifras oficiales, llegaría a un 9,9%. El 10% fue contra la voluntad gubernamental.
Esto se explica por la fuerza de los trabajadores. 450.000 parados en todo Chile. Una adhesión que fluctuó entre el 90% y el 100%. Tomas de hospitales (en Rancagua y Curicó). Una marcha de 30.000 trabajadores en Valparaíso, el miércoles 19 -la más grande hecha por la clase trabajadora en estos años de democracia para ricos. Concentraciones masivas todos los días de paro en las principales ciudades del país. Una disposición a la lucha no vista desde hace muchos años, que amenazaba con contagiar a otros sectores.
El ofrecimiento inicial, de un 5% de aumento, se correspondía con la política que han comenzado a discutir los empresarios y sus políticos: descargar sobre los hombros de la clase trabajadora los costos de la crisis capitalista. La caída en el precio del cobre, en un 54% desde julio de este año (consecuencia, centralmente, de la menor demanda china), es un debilitamiento de la principal “fuente de ingresos” del estado. El ministro del interior democratacristiano, Edmundo Perez Yoma, había declarado que la magra situación económica que se avecinaba exigía “apretarse los dientes”. Este triunfo de los trabajadores le ha puesto un primer límite a estas pretensiones patronales, aunque el 10%, de por sí, no signifique un aumento real del salario. Esto puede ser el primer paso para que la clase trabajadora pueda responder a futuras pretensiones patronales de atacar a los trabajadores.
El gobierno, al intentar hasta último minuto aprobar propuestas de reajuste no acordadas con los empleados fiscales, no hizo más que contribuir al proceso de desgaste que atraviesa a la Concertación, conglomerado “progresista” de la patronal, al cual pertenece el Partido Socialista de Bachelet. El hecho de que se deteriore la Concertación, que durante casi dos décadas ha canalizado las demandas y expectativas de las masas, puede dinamizar al escenario político nacional, en el marco de la crisis capitalista internacional más importante desde 1929. Se hace probable que la mayor actividad de la lucha de clases que es observable en Chile desde hace unos años, pueda encontrar nuevas vías para ingresar a la escena.
En lo inmediato, el paro ya vislumbró un elemento de “crítica” contra las desigualdades sociales del capitalismo: el pliego de los trabajadores, incluía que en el reajuste, no sean incluidos los altos cargos estatales (ministros, parlamentarios, alcaldes, entre otros). Esta cuestión se hizo mucho más sentida una vez aprobado el reajuste de 10% en el parlamento, pues senadores y diputados, terminaron “aprovechando la oportunidad” para subir sus propios “sueldos”.
De todos modos, a modo de conclusión, es necesario plantear que la lucha de los empleados públicos ha revelado, no sólo la potencialidad de los métodos de la clase trabajadora como el paro y las ventajas de la “desunión patronal” que en esta lucha se expresó en que los propios concertacionistas en el parlamento (además de la derecha), no apoyaron la línea gubernamental (pues no deseaban pagar los costos electorales el próximo año, en las parlamentarias y las presidenciales). También ha revelado la necesidad de recuperar los organismos sindicales para los intereses de la clase trabajadora.
Cuando los parlamentarios votaron el 10%, los dirigentes oficiales, en su mayoría militantes del Partido Socialista y del Partido Comunista, decidieron bajar el paro, sin consultarle a los miles de trabajadores que lo sostenían en todo Chile, impidiendo de ese modo, que se desarrollaran perspectivas mayores de lucha obrera a nivel nacional. Por el contrario, quienes militamos en Clase contra Clase, planteamos que era necesario exigir una negociación resolutiva con el gobierno, con consulta a las bases, para que fueran estas las que decidieran si aceptaban o rechazaban sus ofrecimientos, y un paro nacional convocado por la CUT (Central Única de Trabajadores). Creemos que estas consignas son parte de la pelea por recuperar los sindicatos, desplazando a los dirigentes del dialogo social (del PS y el PC, ahora en una alianza con las PYMES), levantando cuerpos de delegados en cada lugar de trabajo e instalando la revocabilidad de todos los cargos. Asimismo, es necesario impulsar un congreso de trabajadores públicos, para acabar con la inestabilidad laboral (trabajo a honorarios y a contrata, subcontrato), para luchar por sueldos acordes al costo de la vida y por la prohibición de los despidos.
Es necesaria una política así para que la clase trabajadora pueda llegar en mejor pie ante el escenario que se abre. Alfredo Ovalle, presidente del mayor organismo gremial de la patronal en Chile, la Confederación de la Producción y el Comercio (CPC), señalaba -refiriéndose al paro- que este “indudablemente es un precedente”, pero que “hay que atenerse a la realidad, hay cosas que son obvias, que a lo imposible nadie está obligado, de tal manera que si hay una empresa que se le va a exigir un reajuste que no puede cumplir, la verdad es que queda automáticamente fuera de la posibilidad de seguir otorgando buenos trabajos” (La Nación, 24-11-08). Como vemos, la patronal ya está anunciando como responderá ante futuras huelgas de los trabajadores: con intransigencia. Sin embargo, la clase obrera ya cuenta con este “precedente”. Para transformarlo en un punto de apoyo, que sirva para instalar la lucha por los intereses de los trabajadores en todo el país, y comenzar la pelea contra el Chile patronal y por una República de los Trabajadores, los militantes de Clase contra Clase lucharemos por construir un partido de trabajadores revolucionario.
26 de noviembre de 2008
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