Junto a los demás países denominados “emergentes”, se ha especulado con el papel que Brasil podrá cumplir en el nuevo escenario mundial, marcado por los inicios de la mayor crisis económica mundial desde la década de 1930 y por la declinación de la hegemonía norteamericana. No son pocos ni tampoco insignificantes los analistas e intelectuales de distintas matrices ideológicas que han apostado a Brasil como un “nuevo actor de peso” en el escenario mundial, con sectores que se reivindican marxistas llegando a atribuirle la categoría de “subimperialismo”. Estas “teorías” se han reforzado en el último período por distintos factores, entre los que podemos destacar la abundancia de recursos naturales del país, la proyección de las empresas brasileñas como global players que disputan los primeros lugares en algunos sectores de la economía mundial y la relativa estabilidad política nacional con relación a otros países llamados emergentes.
En este artículo buscamos contribuir a demostrar cómo las bases de un Brasil como “nuevo actor” en el escenario internacional junto a China, Rusia e India (los denominados BRIC), que hoy parecen enfrentar con relativa “autonomía” las turbulencias globales, son las mismas que determinan su enorme dependencia estructural en relación con el capital imperialista –no sólo en el nivel económico, sino también tecnológico e incluso cultural– y que inexorablemente, en perspectiva, esas bases lo ligan de forma estrecha a la crisis que afecta el corazón del sistema. De esta forma, nos proponemos aportar a la actualización de la definición de Brasil como un país semicolonial, a la vez que buscamos mostrar cómo esa condición y las contradicciones estructurales que la determinan apuntan hacia un escenario en el que el “gigante sudamericano” se transforme en un nuevo motor de inestabilidades en la situación regional y mundial que comienza a abrirse.
Un ciclo de crecimiento que profundizó la dependencia
La política de bajas tasas de interés, a través de la cual el gobierno de EE.UU. alimentó el super endeudamiento de las familias norteamericanas y motorizó así el excepcional crecimiento chino vía exportaciones, es la misma política que proporcionó un boom de exportaciones en toda la periferia del sistema capitalista y ortorgó una enorme liquidez de capitales internacionales en los países “en desarrollo” en busca de mayores rendimientos.
Brasil, por la especial abundancia de sus recursos naturales, que le dio un lugar especial en la provisión de commodities primarias y energéticas en la nueva división internacional del trabajo, fue parte de los llamados países “emergentes” que vivieron un excepcional ciclo de crecimiento en los últimos años, al punto de que algunos analistas comparan la reciente expansión de la economía brasileña con los momentos anteriores a la crisis de la deuda en la década de 1980.
Los recursos naturales brasileños han ganado mayor relevancia en el marco de la magnitud de la crisis ambiental y climática que el capitalismo ha causado en el planeta; y en el marco de los problemas políticos y también ambientales que han girado en torno al monopolio de la producción de petróleo de países considerados parte del “eje del mal”, además del carácter finito de este combustible que ha sido la principal fuente de energía del mundo. Más allá de las singulares y codiciadas riquezas naturales de la selva del Amazonas, la particularidad del potencial agropecuario y energético de Brasil se expresa en que posee el 22% de las tierras cultivables del mundo; cuya fertilidad particular está ligada al excepcional potencial hídrico del país con la mayor cantidad de agua continental del mundo (16% de las aguas utilizables) y a sus enormes índices pluviométricos característicos de un clima mayormente tropical [1]. Estas particularidades explican el hecho de que entre 2001 y 2007 haya habido un aumento del precio promedio de la tierra en Brasil del 131% en reales y 219% en dólares [2]; con inversores extranjeros que compraban 12 km2 de tierras (un área equivalente a seis veces el territorio de Mónaco) por día [3]. Es lo que explica que de las cien mayores empresas del agronegocio que actúan en el país, 38 sean controladas por el capital extranjero, sin contar las principales minoritarias [4].
En los últimos cinco años (2003-2007), las exportaciones crecieron a una tasa promedio anual de 21,6%, cifra que contrasta con la de los 25 años anteriores, cuando las exportaciones crecieron a tasas promedio de 6,7% al año. Entre los mayores exportadores del agronegocio del mundo, Brasil, a pesar de encontrarse en cuarto lugar en volumen de ventas, posee la mayor tasa de crecimiento anual desde 2006 [5]. La subordinación del boom exportador al capital imperialista tiene una de sus expresiones en el hecho de que de las 76 firmas brasileñas clasificadas entre los 200 mayores exportadores latinoamericanos, el 64% son subsidiarias de multinacionales extranjeras [6].
En crecimiento permanente desde 2002, cuando había alcanzado 8.370 puntos, la cotización de las acciones de Bovespa llegó en mayo de 2008 al récord histórico de 73.516 puntos, alimentados sus últimos auges por el status de “investment grade” (calificación de seguridad para realizar inversiones) que recibió Brasil de algunas de las principales agencias financieras imperialistas. De diciembre de 2002 a diciembre de 2007, el stock total de inversiones de portafolio extranjeras en el mercado financiero brasileño saltó de 10.400 millones a 214.100 millones de dólares. De este total, 77,4% fueron dirigidos al mercado de acciones, lo que explica cómo los capitales extranjeros fueron responsables del 35% del movimiento general de Bovespa en el primer semestre de 2008 [7].
Las inversiones extranjeras que son directamente destinadas a la producción de bienes y servicios saltaron de 10.100 millones dólares en 2003 a 34.300 millones en 2007; otro récord histórico. Este aumento está íntimamente ligado al crecimiento de las operaciones de fusiones y adquisiciones, donde el capital imperialista ha cumplido un papel clave. Ya de 1995 a 2000, el 61% de las operaciones de fusiones y adquisiciones y el 46% de las privatizaciones fueron realizadas por capitales extranjeros [8]. En 2006, se registra un crecimiento de 237% en el volumen financiero de este tipo de transacciones con relación a 2005. En 2007 se observa un nuevo récord, un crecimiento del 43% con respecto al año anterior. Sólo en los primeros cinco meses de 2008, el valor de las operaciones de fusiones y adquisiciones en Brasil alcanzó 46.600 millones de dólares, más del doble de lo registrado en el mismo período de 2007, resultado que representó el 74% del volumen total de estas operaciones en América Latina [9].
La entrada de capitales extranjeros a través de la bolsa de valores o de las inversiones directas en la producción, ligada a las bajas tasas de interés para la captación de préstamos por empresas y bancos brasileños en el exterior, fue esencial para el enorme aumento del volumen de crédito ofertado en el país, que en octubre de 2008 alcanzó un volumen total de 40% del PBI; el mayor de la serie histórica desde 1994 cuando comenzó a ser registrada.
Los intereses, el cambio y el ascenso de los global players brasileños
El poder de atracción de Brasil para el capital imperialista se dio en función de una particular combinación de factores: sus recursos naturales extremadamente valorizados y las tasas de interés reales más altas del mundo que cumplieron un papel central. Esta conjunción de elementos llevó a que el flujo de dólares hacia el país presionase a una hipervalorización artificial del real con relación al dólar, aumentando el poder de compra de las empresas nacionales en el exterior, favoreciendo así el desarrollo de lo que hoy conocemos como los global players brasileños.
Ya es significativa la lista de empresas de control accionario mayoritariamente nacional que han competido en condiciones de igualdad con las empresas imperialistas en el mercado mundial. JBS-Friboi, después de haber comprado la Swift Foods Company norteamericana, se transformó en el mayor frigorífico del mundo. Vale do Rio Doce, después de adquirir la canadiense INCO y la australiana AMCI Holdings, se transformó en la segunda minera más grande. Embraer es hoy el cuarto fabricante de aviones. Petrobrás, la sexta empresa más grande de petróleo. Sigue a estos ejemplos una larga lista, entre las cuales podemos destacar como parte de las veinte mayores multinacionales brasileñas: Odebrecht, Camargo Correia, Gerdau, Votorantim, Aracruz, Weg, Marcopolo, Andrade Gutierrez, Tigre, Usiminas, Natura, Itautec, ALL, Ultrapar, Sabó y Lupatech. En 2007, este “selecto” grupo facturó 30.000 millones de dólares en el exterior, tenía 56.000 millones de dólares en activos esparcidos por todo el mundo, además de emplear a 77.000 trabajadores fuera del país [10].
El proceso de internacionalización de estas empresas, aunque los casos de Petrobrás y de Odebrecht se remonten a la década de 1970, pegó un salto en el marco del ciclo de crecimiento económico mundial que había comenzado en 2003. En el año 2006, Brasil realizó una inversión externa adicional por un valor de 32.000 millones de dólares, que representa un aumento del 49% con relación a 2005 y un 129% con relación a 2001. Esto colocó a Brasil en la 12° posición mundial entre los países que más invirtieron en el exterior durante 2006. Específicamente entre los países llamados “emergentes”, este monto superó a Australia, a China, a Rusia y a Suecia, colocando a Brasil en la 2° posición sólo detrás de Hong Kong [11].
Las primeras señales de la crisis en Brasil
Mientras en el tercer trimestre Brasil revelaba indicadores que todavía mostraban nuevos récord positivos en los niveles de inversión, producción, empleo y renta, las cuentas externas del país comenzaron a sentir los primeros efectos de la crisis mundial.
Alentadas por el aumento del stock de capitales extranjeros en el país y también por la necesidad de las multinacionales de cubrir los balances negativos de sus casas matrices en el país de origen, en 2006 y 2007 las remesas de ganancias y dividendos al exterior totalizaron, respectivamente, 16.400 y 19.700 millones de dólares, mientras que en 2002 este monto era equivalente a 5.100 millones de dólares. Entre enero y septiembre de 2008, las multinacionales instaladas en el país enviaron 27.500 millones de dólares a sus casas matrices, un 84% más de lo conseguido en el mismo período de 2007.
A lo largo de 2006, el crecimiento de las importaciones, motorizadas por el aumento de la demanda interna, fue mayor que el crecimiento de las exportaciones, revirtiendo la dinámica de aumento del superávit de la balanza comercial de los años anteriores hacia la reducción del saldo positivo del comercio exterior. De enero a octubre de 2008, el superávit de la balanza comercial acumulado fue de 20.800 millones de dólares, mientras que el mismo período de 2007 registró 34.300 millones en la misma moneda.
Estos dos factores (aumento de las remesas de ganancias y dividendos al exterior y reducción del saldo de la balanza comercial) han sido los principales responsables del creciente déficit en la cuenta de transacciones corrientes del país (compuesta por la balanza comercial, la cuenta de servicios y rentas), que en octubre de 2007 registró su primer saldo negativo y desde entonces viene manteniendo y profundizando esta tendencia. En los primeros siete meses de 2008, el saldo de las transacciones corrientes fue deficitario en 19.500 millones de dólares, un giro significativo cuando se compara con el superávit de 1.700 millones de dólares registrado en igual período de 2006.
Desde el punto de vista de la cuenta capital y financiera, se nota igualmente una reducción significativa de los flujos líquidos de ingreso, que pasaron de 70.300 millones de dólares en los primeros siete meses de 2007 a 45.200 millones de dólares en el mismo período de 2008. En este período, las inversiones extranjeras en cartera (acciones en la bolsa y títulos de renta fija) presentaron una caída de los ingresos netos de 17.500 millones a 14.400 millones de dólares. Entre julio y septiembre, el saldo de compras y ventas de acciones por extranjeros pasó a ser directamente negativo, totalizando una salida neta de 7.200 millones de dólares. Ligado a este movimiento, las cotizaciones en bolsa cayeron de su pico mayor de 73.000 puntos a cerca de 50.000 puntos a mediados de septiembre.
La reducción de los flujos de capital extranjeros hacia el país, junto al aumento de los déficit en cuenta corriente, fundamentan el comienzo de la desvalorización del real que verificamos a partir de agosto.
¿El “subprime brasileño”?
A partir del quiebre de Lehman Brothers a mediados de septiembre, los impactos de la crisis en Brasil pegan un salto en calidad.
En el mes de octubre, la fuga de capitales extranjeros de Bovespa llegó a un saldo negativo neto del total del mes equivalente a 6.000 millones de dólares, valor récord de la serie histórica que se inicia en 1995; a lo que se sumó el primer saldo negativo anual en el flujo de inversiones externas destinadas a los títulos de renta fija, que representó una salida neta adicional de 1.700 millones de dólares. Este movimiento estuvo asociado a una caída de las cotizaciones de la bolsa al nivel de 33.000 puntos, retornando a los niveles de 2005. La abrupta salida de dólares del mercado financiero, combinada con la dinámica deficitaria que ya se venía expresando en la cuenta de transacciones corrientes hizo que en octubre se registre el primer déficit en el acumulado mensual de la balanza de pagos desde junio de 2006.
La abrupta reversión en las condiciones de las cuentas externas del país es lo que explica la explosión de la tasa de cambio que hizo volar por los aires el “status” artificialmente hipervaluado del real con la acelerada valorización de la moneda estadounidense. De 1,56 reales a principio de agosto, el dólar llegó a 2,41 reales en octubre. Entre las distintas monedas que perdieron valor ante el dólar en todo el mundo, el real fue el que más perdió.
Para compensar la pérdida de rentabilidad en la exportación de los productos brasileños en función de la hipervalorización de la moneda nacional, grandes exportadoras pasaron a especular en el mercado futuro de cambio, apostando a la continuidad de la valorización del real. De esta forma, la abrupta reversión en la dinámica de la tasa de cambio acarreó enormes perjuicios para algunos de los mayores global players brasileños. En estas operaciones, Sadia, que se encuentra entre las cuatro principales multinacionales del agronegocio brasileño, obtuvo un perjuicio ya calculado de 777,4 millones de reales que puede ser superior en la medida en que aún no anuló su exposición cambiaria. El tamaño de la pérdida es mayor que toda la ganancia neta obtenida por Sadia en 2007, equivalente a 291,5 millones de dólares. Aracruz, una de las mayores productoras de papel y celulosa del mundo, obtuvo un perjuicio de 2.130 millones de dólares; un monto cuatro veces mayor que los 500,8 millones de dólares que la empresa obtuvo de ganancia neta en 2007. Votorantim, la tercera productora de zinc tuvo un perjuicio de 2.200 millones de reales; valor también superior a toda la ganancia neta que la empresa tuvo en 2007 en los segmentos de siderurgia, metalurgia y construcción civil. Estos son los casos más evidentes entre otros tantos, que algunos economistas especulan que llegarían a 150 empresas.
Justamente por el contagio directo e inmediato entre la explosión de la “burbuja cambiaria” y las empresas que constituyen la llamada “economía real”, algunos sectores de la prensa pasaron a denominar este mecanismo de pérdidas ligadas al mercado futuro de cambio como el “subprime brasileño”.
La sequía de crédito, la desaceleración de la “economía real” y las primeras oleadas de despidos
La economía brasileña fue fuertemente afectada por la reducción, encarecimiento y disminución de los plazos para el crédito, que desde la quiebra de Lehman Brothers se extendió a los mercados financieros de todo el mundo. Desde octubre, la abundancia de crédito, que venía cumpliendo un papel fundamental como motor de la economía, se transformó en una escasez que alcanzó a las inversiones, el consumo, el capital de giro y la acumulación de deudas a futuro de las empresas.
En las concesiones para personas jurídicas, los descuentos de pagarés, el crédito para la adquisición de bienes y el adelantamiento de contratos de cambio (ACC) cayeron 20%. La disminución en los préstamos de recursos externos fue de 35%, y afectó especialmente a los sectores exportadores y al agronegocio, cuyo financiamiento dependía en gran parte de las líneas externas de crédito. De septiembre a octubre, las tasas sobre el descuento de pagarés y para capital de giro subieron, respectivamente, 11% y 4,6%. En el cheque especial, las tasas alcanzaron un increíble 170,8% anual. Además, los préstamos para capital de giro acortaron los plazos a 15 días [12].
En octubre, la producción industrial fue 1,7% menor que en septiembre y sólo 0,8% mayor que en el mismo mes de 2007. A pesar de los 8.000 millones de reales puestos a disposición por el Banco do Brasil y Nossa Caixa para las financieras de las armadoras en el mes de noviembre, la producción de vehículos ese mes fue un 34,4% menor que la de octubre y 28,6% inferior al mismo mes del año anterior; y las ventas de autos en el mercado interno retrocedieron 25,7% y 25% en esos períodos.
También en octubre, en la contabilización de la diferencia entre puestos de trabajo creados y eliminados se verificó un saldo, a pesar del predominio de la generación de empleos, 77% menor que en septiembre, alcanzando el valor absoluto más bajo desde 2002. Particularmente en la agricultura se verificó un saldo directamente negativo, con la pérdida neta de 38.400 puestos de trabajo. Las industrias automotrices han implementado vacaciones colectivas anticipadas de forma generalizada y ya empezaron los despidos masivos en algunas empresas.
La rápida profundización de la crisis se expresa de forma aguda en los impactos que ya comenzamos a observar en algunos de los principales global players brasileños. Petrobrás, el mayor de todos, fue obligada a recurrir al préstamo de 751 millones de reales del Banco do Brasil y de 2.000 millones de la Caixa Econômica Federal para cubrir sus déficit de caja, algo que no había hecho hasta entonces. Vale do Rio Doce, la segunda multinacional brasileña, que hasta hace poco decía que “pasaría tranquila” la crisis, anunció el despido de 1.300 trabajadores.
¿De vuelta a las crisis en la balanza de pagos?
En el mes de noviembre, la cuenta de capitales registró un saldo negativo de 10.300 millones de dólares, 218% más que el promedio de los diez primeros meses del año. El resultado fue un flujo cambiario negativo de 7.200 millones de dólares, el peor resultado desde septiembre de 1998.
La combinación de la crisis financiera internacional con las inundaciones en Santa Catarina llevaron al gobierno finalmente a admitir que el país no va a cumplir la meta de exportar 202.000 millones de dólares este año y a prever mayores dificultades para 2009.
A pesar de que las inversiones directas extranjeras acumuladas hasta noviembre alcanzaron un nuevo récord con la cifra de 37.100 millones de dólares (superior a los 34.600 millones registrados en ese período de 2007), y que se mantienen como el principal mecanismo de compensación al aumento de la salida de dólares por otras vías, el resultado neto de estas transacciones (que suman las realizadas por extranjeros internamente y por brasileños en el exterior) disminuyó en función del crecimiento de las inversiones de los global players brasileños en el exterior, que saltaron de 848 millones de dólares no acumulado de enero a octubre en 2007 a 15.600 millones en el mismo período de 2008. Además, a partir de septiembre las propias inversiones directas extranjeras comenzaron a descender, pasando de 6.300 millones de dólares en ese mes a 3.900 millones en octubre y 2.800 millones en noviembre.
Particularmente, la deuda pública hoy se beneficia de la sustitución de los títulos en dólares por títulos en reales, que hicieron a Brasil acreedor en moneda extranjera, alejando la amenaza de escenarios de default como el de 2002. La proporción de la deuda pública con relación al PBI pasó de un nivel de poco más de 50% del PBI durante los años de Fernando Henrique Cardoso a los cerca de 38% proyectados para este fin de año, un índice que no se observaba desde la década de 1970. Pero esta es una tendencia que apunta a revertirse junto con la desaceleración de la economía y la consecuente disminución de la recaudación federal, que traerá a la superficie el hecho de que la deuda no dejó de crecer en términos absolutos, a pesar de los enormes montos de intereses pagos. Desde 2003, el gobierno ya pagó en intereses de la deuda pública 851.000 millones de reales y aún así el monto total de hoy sobrepasa el billón de reales.
Se estima que actualmente más de 500.000 millones de dólares que circulan internamente pueden salir abruptamente del país por distintas vías de corto plazo [13]. Una de las evidencias de la fragilidad de los 200.000 millones de dólares de reservas internacionales sobre los que alardea el gobierno como “fundamentos sólidos” de la economía, que supuestamente permitieron mayor “autonomía” del país para enfrentar la crisis, es que éstos no han podido contener la desvalorización del real; al mismo tiempo que Lula fue obligado a recurrir “preventivamente” a la “ayuda” adicional de 30.000 millones de dólares ofrecidos por el Banco Central norteamericano.
¿“Subimperialismo” o semicolonia?
La categoría “países emergentes” esconde tras de sí las distintas formas de asociación del capital imperialista con las clases dominantes de los países de la periferia capitalista y de los ex estados obreros que sirvieron de base al desarrollo capitalista y a la dominación imperialista después del fin del boom de posguerra. Los “emergentes” son países donde se concentraron los capitales imperialistas con baja perspectiva de valorización y realización en los países centrales, sea en busca de reducción de costos, de nuevos mercados o de renta de intereses extraída del endeudamiento de estos estados. Estas formas de asociación dieron origen a expresiones agudas de desarrollo desigual y combinado: al interior de los países emergentes pasaron a desarrollarse elementos extremadamente modernos del capitalismo de los países centrales, que se expresan de forma concentrada en las empresas de estos países que se internacionalizan y proyectan como global players en el mercado mundial. Al mismo tiempo, coexisten con esta realidad elementos extremadamente atrasados característicos incluso de modos de producción precapitalistas. Pero sea por la dependencia orgánica respecto del capital imperialista o por el monopolio de la técnica más avanzada por parte de los países centrales, los países emergentes nunca lograron alcanzar niveles de producción o de renta per capita equivalente al de las potencias dominantes.
En 1980, un trabajador en Brasil producía en valor agregado el equivalente a 15.100 dólares por año para la economía. En 2005, ese valor cayó a 14.700 dólares. La distancia entre la productividad en Brasil y en los países desarrollados aumentó especialmente en la industria: en 1980, la productividad industrial equivalía a 19% de la norteamericana, usada como base para comparaciones. En 2005, esa relación había caído a 5%: la productividad del trabajador brasileño 5.700 dólares volvía a quedar detrás de la del norteamericano (104.600 dólares). Si se consideran todos los sectores de la economía, la productividad del trabajador brasileño (14,700 dólares) también es menor que la del trabajador norteamericano (63.900 dólares en 2006) [14]. En 2004, la renta per capita de Brasil fue de 8.540 dólares mientras que la de EE.UU. fue de 40.000 dólares.
En este marco, los países llamados emergentes –que nunca terminaron de “emerger”– se dividieron en dos categorías centrales que pueden variar de acuerdo con los momentos históricos: los que más allá de la dependencia económica también son sometidos a una subordinación política a sus “amos imperialistas”; y los que a pesar de la profunda dependencia económica por distintos factores políticos coyunturales encabezan disputas y conflictos políticos con las potencias. En los primeros, que el marxismo denomina “semicolonias”, hoy encajan países como Brasil y México; en los segundos, que denominamos “dependientes”, encajan países como China y Rusia. Como buscamos demostrar a lo largo de este artículo, el papel de explotación y opresión [15] que los global players brasileños y el propio gobierno ejercen sobre otros países semicoloniales, en especial en América del Sur, al contrario de atribuir un status superior de “subimperialismo” a Brasil, es inseparable de su mayor y más profunda dependencia económica y subordinación política con relación al capital imperialista.
¿Hasta dónde llega la popularidad de Lula?
Más allá del incuestionable carisma de Lula, su excepcional popularidad está asentada fundamentalmente en el ciclo de crecimiento económico de los últimos años y en el consecuente aumento de la recaudación federal. La creación de empleos, la ampliación de los programas sociales, la elevación del salario mínimo, los reajustes a los empleados federales, los aumentos salariales levemente por encima de la inflación conquistados por los sectores más organizados, –revirtiendo la tendencia observada en la década de 1990–, cumplieron un papel clave para preservar el prestigio de las direcciones del PT y la CUT en los sindicatos. Estos argumentos, que han servido para que los petistas digan que “a pesar de todo, este gobierno fue mejor que el de FHC”, serían imposibles sin los “vientos favorables” de la economía mundial.
El devenir de la crisis económica no tiene un reflejo mecánico y automático en la política o en la lucha de clases. Como inercia del ciclo de crecimiento de los últimos años, lo que prima en el país aún es la relativa estabilidad del gobierno y la lucha de clases sigue siendo el elemento más atrasado de la situación nacional. Sin embargo, nada hace creer que los trabajadores, los campesinos y el pueblo pobre vayan a aceptar pasivamente que la crisis sea descargada sobre sus espaldas cuando durante los años de bonanza no les fue reservada más que una mísera parte de la “torta”. Aun más, cuando Lula destina millones y millones para salvar a los capitalistas de la crisis. Es en este marco que debemos prepararnos para una reversión de las condiciones de relativa estabilidad del gobierno y de pasividad de la lucha de clases que ha predominado en los últimos años.
La crisis de 1999 partía de los países llamados “emergentes” y eso determinó su profundidad y extensión, algo muy diferente a lo que sucede en la crisis actual. Ya no son pocos los economistas que prevén que la desaceleración en curso en el país, debido a la profundidad de la crisis mundial, va a dar lugar a una recesión. A pesar de todos los cambios que ya se operan en la economía nacional, las últimas encuestas de opinión publicadas al principio de diciembre trajeron un nuevo aumento de la popularidad de Lula, que superó su propio récord anterior llegando al 70% de opinión positiva, entre los que opinan que su gobierno es “muy bueno” o “bueno”. Sin embargo, esta misma encuesta indicó que el 78% de los brasileños cree que la vida va a mejorar el año próximo, lo que como mínimo lanza un gran interrogante sobre cuál será el impacto de la frustración de esas expectativas.
Traducción: Isabel Infanta
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