Este artículo lo escribimos pocos días después del resultado de las elecciones regionales del 23 de noviembre y del inicio del impacto de la caída abrupta del precio de la cesta petrolera venezolana producto de la profunda recesión mundial en curso. Mientras que el resultado electoral constituyó, como sostenemos, un duro revés para Hugo Chávez, el precio del petróleo, pasó de casi 130 dólares el barril en julio a menos de 40 dólares a finales de noviembre. Por eso afirmamos que en el marco de la debilidad estratégica del gobierno de Chávez, una cuestión de fondo sobresale de las contradicciones de un régimen político que lleva diez años en el poder, donde salen a flote las fuerzas subterráneas que socavan su estructura de gobierno. Mientras tanto, un sector importante del movimiento obrero viene luchando desde abajo por sus demandas fundamentales; sin grandes derrotas sobre sus espaldas y sin haber sido golpeado por la desocupación en sus bastiones clave, ha obteniendo importantes triunfos como el de Sidor, lo que lo coloca en mejores condiciones para enfrentar la ofensiva patronal y del gobierno frente a la crisis económica mundial.
De la fortaleza relativa a la debilidad estratégica del gobierno
Durante los diez años del gobierno de Chávez se combinaron una serie de factores favorables que marcaron una gran fortaleza de su régimen político como nunca se había visto: en primer lugar, un altísimo apoyo tanto obrero como popular marcado por una gran politización del movimiento de masas, una bonanza de altos ingresos petroleros de casi seis años con niveles de crecimiento económico a tasas chinas –envidiable para cualquier país de estructura semicolonial– y una oposición de derecha a la defensiva y debilitada por los golpes del movimiento de masas (luego del fracaso de sus intentonas reaccionarias). En el plano internacional, el chavismo se vio favorecido por la decadencia de la hegemonía norteamericana, hoy profundizada por la crisis económica en curso, lo que le brindó mayores márgenes de maniobra y le permitió un discurso anti Bush que, como corriente política, generó simpatía en amplios sectores trascendiendo las fronteras nacionales. Ningún otro movimiento nacionalista burgués había gozado de tal combinación de factores y, sin embargo, la ilusión de “lo posible” –la “miseria de lo posible”, lo llamamos– comenzó a erosionarse.
Así, pasados los años nos encontramos con otra connotación histórica. Luego de la derrota (por la abstención de un 40% de sus votantes) del referéndum del 2D (2 de diciembre de 2007), la primera del régimen plebiscitario en nueve años, ya nada iba a ser lo mismo y no se podía seguir gobernando como antes. Sobrevino la llamada política de “las tres R” (Revisión, Rectificación y Reimpulso) que buscaba recrear ilusiones en las instituciones, una supuesta contención de la derecha, pero sobre todo alejar el peligro de una aceleración de la lucha de masas hacia un curso independiente. Sobrevinieron las grandes propuestas del “Pacto Estratégico con los Empresarios” para impulsar “La Venezuela Productiva”, la amnistía a todos aquellos que en años pasados, financiados desde Washington, habían llevado a cabo el golpe más proimperialista en la segunda posguerra a nivel nacional, para solo mencionar algunos ejemplos. Y algo nuevo comenzaba a emerger: si bien las luchas obreras aún no expresaban claramente un curso independiente, comenzaba a desarrollarse lo que hemos llamado un inicio de “crisis de autoridad” de Chávez con respecto al movimiento de masas. Se comenzaba a debilitar el “consentimiento” del que había venido gozando entre los trabajadores y las grandes masas populares, abriéndose así una fuerte crisis estructural, en el sentido estratégico, y no sólo ocasional, llevando a una situación de fragmentación política, y expresándose ya en síntomas de agotamiento político del gobierno. La bufonería del “socialismo del siglo XXI”, que jamás tocó ninguno de los intereses de los fuertes grupos económicos nacionales e internacionales, ni resolvió los problemas fundamentales del pueblo, comenzó a estrellarse contra la cruda realidad y mostró a todas luces lo que hemos venido señalando durante años: que de la mano de la burguesía jamás se darán pasos en resolver los problemas acuciantes, mucho menos avanzar hacia el socialismo.
Si bien el Estado ha retomado el control sobre un conjunto de empresas que habían sido privatizadas durante la década de 1990, estas “nacionalizaciones” lejos están incluso de aquellas realizadas por nacionalismos burgueses anteriores. En realidad, lo que ha venido haciendo es comprar a precio de mercado la mayoría accionaria de estas empresas a las trasnacionales con miles de millones de dólares provenientes de la renta petrolera que luego eran repatriados a los países sedes de las empresas internacionales. Mientras tanto, creó la figura de “empresas mixtas” manteniendo en gran parte a las trasnacionales como socias menores en todo el sector de hidrocarburos. Más de 25.000 millones de dólares (¡no es poca cosa!) han salido del país en concepto de pagos e indemnizaciones. De esta manera, lo que hemos venido observando en realidad es una “recompra” de “soberanía” en base a esa gran captación de la renta petrolera. Es claro que en un país de carácter petrolero como el nuestro, donde esta industria se encuentra fundamentalmente en manos del Estado, y éste capta directamente una parte de la renta petrolera mundial, aprovecha la bonanza para afianzar la intervención estatal y el dirigismo económico, actuando en los hechos como un sector burgués más tanto en relación al imperialismo como también a la burguesía local. La lucha por el control de la administración de PDVSA –que llevó al golpe de Estado del 11 de abril de 2002 y luego al paro-saboteo petrolero de 2002-03–, aumento de impuestos y regalías a las trasnacionales, así como una modificación de la proporción accionaria en algunas empresas mixtas, han sido los mecanismos centrales de un regateo por una mayor parte de la renta petrolera. Regatea con el imperialismo una mayor participación en la renta petrolera para negociar mejores condiciones con la burguesía local, tal como cuando les «mostró la chequera» en el encuentro con los grandes empresarios en el mes de junio de 2008. En este marco hablamos de elementos de un capitalismo de Estado que retoma parcialmente el control de las empresas privatizadas sobre la base de una mayor sustentación económica y social en función de un plan de cierto corte “neodesarrollista burgués” del país.
Entonces, visto de conjunto y desde un plano más general, en el período histórico abierto en 1989, donde comienza a desmoronarse toda una forma de dominio político –luego del pacto político más duradero y estable del que había gozado la burguesía venezolana, el puntofijismo–, el surgimiento del chavismo estremeció las fuerzas de los grupos económicos más concentrados. Pero pasados los años, luego del interregno del “equilibrio catastrófico” que se dio entre 2001 y 2003, de fuertes confrontaciones políticas, tras grandes pactos y acuerdos, estos sectores empezaron a convivir “pacíficamente” con Chávez, aunque sin llegar a reconocerlo como “su gobierno”. Tras bambalinas primero, para luego hacerlo abiertamente, como en junio de 2008 cuando por primera vez y a plena luz del día se sentaban a escuchar y atender las propuestas de la “gran alianza estratégica” planteada por el gobierno que en nada los había afectado desde el punto de vista económico, en todos estos años de supuesta “revolución”.
De cómo la crisis económica mundial desnuda las contradicciones del “socialismo” petrolero
El barril de crudo y derivados venezolanos sigue bajando y su curso descendente está comenzando a inquietar a los encargados de las finanzas públicas nacionales. Esta caída abrupta del precio de la cesta petrolera es uno de los elementos que demuestran que el gobierno de Chávez se mueve sin previsión y a la deriva en el marco de la crisis económica internacional. En medio de las fuertes tempestades económicas internacionales y de una clara recesión mundial, votó un presupuesto nacional de 167.400 millones de bolívares fuertes sobre la base de un barril de petróleo a 60 dólares, y al cabo de unas semanas se vio obligado a salir corriendo para corregir los números frente a la sorpresiva baja que llegó a rozar los 30 dólares en la última semana noviembre. En este marco, la situación de crisis económica mundial y las repercusiones de la recesión que ya se registran en las economías de los principales países del mundo y su incidencia sobre los precios del petróleo, repercutirán en la economía nacional transformándose en el elemento determinante para las seguras medidas de ajuste que aplicarán y que ya avizoran los altos miembros del gobierno.
Para el mes de noviembre, según cifras del Ministerio de Energía y Petróleo, el barril venezolano alcanzó la media de 40,96 dólares, el nivel más bajo que se registra desde el primer trimestre de 2007. En julio de 2008 había llegado al máximo de 129,5 dólares (ver gráfico), lo que expresa que no se trata de una disminución cualquiera. De mantenerse esta dinámica, la pérdida de ingresos será considerable, lo cual puede agravarse en la medida que la recesión de la economía mundial se profundice. Para algunos analistas, si durante 2009 prevalece un precio promedio de 60 dólares el barril, Venezuela experimentaría una reducción de sus ingresos petroleros de casi un 40%, alrededor de 25.000 millones de dólares, y esto es bastante serio para un país donde el gasto público es el motor que mantiene activa la economía, atado como en ningún otro país a lo que suceda en el impredecible casino de los precios petroleros.
Según el Banco Central, el petróleo representa el 94% de las exportaciones del país y es lo que permite cubrir las importaciones, lo que muestra a todas luces la gran volatilidad de la economía nacional y la alta dependencia de los vaivenes internacionales. Hoy podemos afirmar que la fase de expansión económica de Venezuela iniciada en 2004 está concluyendo y el país entrará en otra etapa.
Durante toda la campaña para las elecciones regionales, el gobierno hizo todo lo posible por no hablar del tema del petróleo porque ansiaba dar la sensación de que las cosas marchaban bien y que la economía venezolana estaría inmunizada frente a lo que ocurre con los precios internacionales. Pero el fantasma de la crisis mundial ronda sobre Venezuela, basta recordar que hacia 1998, el precio del petróleo venezolano llegó a menos de 10 dólares el barril, también por los efectos de una crisis financiera –en ese caso por la crisis asiática de 1997–. Hoy, el barril por debajo de los 45 dólares simboliza un punto de quiebre en el proyecto de Chávez, marcado por la bonanza del crudo.
A pesar de que desde el gobierno se insistió al comienzo de la crisis mundial en que el país no estaba en la ruta del huracán, los rostros han comenzado a cambiar y no es para menos, pues de profundizarse saldrán a flote las grandes contradicciones y develará la retórica de su “socialismo del siglo XXI”. Y es que Venezuela es un país que está íntimamente relacionado con la economía internacional como todos los países dependientes, pero tiene la particularidad de que es un país exportador neto petrolero e importador de gran parte de lo que requiere para el consumo y la producción, además de ser un país deudor de los mercados financieros internacionales, con una deuda pública de alrededor de 50.000 millones de dólares.
Sólo en el plano coyuntural ya se observa cómo la economía venezolana se desaceleró en el tercer trimestre de 2008 en un 4,6%, reflejando una caída con respecto al segundo trimestre que fue de 7,1%, y para el final de año se pronostica un 2% del PBI cuando venía con una curva creciente. Si bien la actividad petrolera mantuvo un crecimiento de 3,2% a 6%, la no petrolera cayó de 7,8% a 4,5%, dentro de la cual la actividad de la construcción pasó de 12,8% a 7,2%, la manufactura de 4,4% a 0,3%, transporte y almacenamiento de 6,6% a -0,5%. El impacto de ese entorno económico recesivo global vendrá de la mano de una fuerte desaceleración del crecimiento económico, de elevados costos fiscales por caída de los ingresos petroleros –dado los menores precios de realización del petróleo– y de una probable disminución de la oferta petrolera venezolana que obligará seguramente a una devaluación de la moneda.
Al mismo tiempo la inflación sigue sin ser controlada, con un índice acumulado de 24,7% en los primeros diez meses de este año, una cifra muy superior a la meta inicial de 11% y ya se estima que en 2009 la inflación se ubicará en torno al 39%. De desarrollarse una desaceleración económica más profunda combinada con una inflación alta se abriría el panorama nada halagador de una estanflación. Y es necesario destacar que el temblor que produce la aceleración de la inflación no se siente con la misma intensidad en todos los estratos. Entre noviembre de 2007 y noviembre de 2008 la incidencia del alza de los precios ha sido de 31,2% en la capa de alto ingreso, mientras que las familias más pobres sufren un impacto de 36,3% según el Instituto Nacional de Estadísticas. Los bienes y servicios que mayormente absorben el salario de los hogares de bajo poder adquisitivo, como los alimentos y el transporte, registran alzas muy importantes, lo que explica por qué la inflación golpea más a los estratos de menos recursos y menos al más pudiente.
De esta manera la burbuja petrolera, que creó los incentivos sobre los cuales el gobierno apostó mucho –visto la exuberante expansión del gasto público y de la actividad económica del Estado–, comienza a desvanecerse. Si durante todo el período de crecimiento económico Venezuela ha venido mostrando estadísticas oficiales que indican una tasa de desocupación del 7,2% para finales de 2008, en verdad detrás de estos números, que intentan mostrar toda una dinámica positiva, existe otra realidad: un alto grado de informalidad, de empleo no registrado y empleos temporales, índices de precariedad laboral realmente alarmantes y una gran diferencia de acuerdo al estrato social, pues mientras en 2007 el promedio de desempleo fue de 7,5%, en el sector de los más pobres llegaba a 17,8%. Es que el hecho de que existan tasas de ocupación alta en el país –respecto de sus niveles históricos– no es sinónimo de trabajo genuino. El 95,6% del sector informal no percibe ningún tipo de prestación social, evidenciando ya de por sí la altísima privación de derechos sociales y económicos de la que son víctimas los trabajadores y trabajadoras de este importante sector de la población. Nos encontramos con la elevada cifra de que el 64,3% de trabajadores y trabajadoras del país no perciben ningún tipo de prestación social. Por tanto, apenas un 35,7% (3.965.376) de los trabajadores y trabajadoras venezolanos gozan de todos los derechos laborales y sociales. Llegamos así a que, actualmente, cerca de 7,2 millones de trabajadores y trabajadoras, sobre un total de 11,7 millones son víctimas de la precariedad laboral, sea que estén en condiciones de asalariados como ocupados en algún tipo de actividad. Como constatamos, es en el sector privado donde más notoria es la ausencia de beneficios sociales, donde los sectores más bajos de la clase trabajadora constituyen el sector más superexplotado.
La era Chávez ha demostrado en todo este período de auge económico que las condiciones de la clase trabajadora venezolana poco han mejorado si tomamos en cuenta que persisten los trabajos temporales y en negro, la precariedad, la tercerización y perduran altos grados de informalidad. Venezuela es uno de los países con mayores índices de precariedad, evidencia de la superexplotación que sufren los trabajadores en manos de los capitalistas y del “socialismo con empresarios” de Chávez. ¿Cómo será ahora que la bonanza económica ha comenzado a decaer?
A esta altura ya es claro que el año 2009 será un año de menor crecimiento o incluso de estancamiento y elevada inflación. Si bien es cierto que la cantidad de fondos de uso discrecional que tendría el gobierno de Chávez alojados en organismos como el Banco Central, Bandes (Banco de Desarrollo Económico y Social de Venezuela) y el Banco del Tesoro, crean un amortiguador a tener en cuenta, el punto es qué pasará después de que los recursos excedentes se acaben. El comportamiento registrado en los precios hasta octubre de 2008 es lo que permite que la media del año ronde los 97 dólares, garantizando un excedente de 62 dólares por barril, dado que para este año se previó un precio de referencia de 35 dólares. Más allá de que en términos inmediatos la caía abrupta del crudo venezolano no afecte las cuentas fiscales –ya que los ingresos que siguen entrando provienen de facturas suscritas hace tres meses y transadas a precios por encima de 100 dólares por barril–, cuando ésta se haga sentir el gobierno deberá aplicar medidas de ajuste para compensar esa abrupta caída. Un reporte de la Agencia Internacional de Energía destacó que Venezuela para mantener sus cuentas equilibradas en 2009 necesita precios entre 85 y 100 dólares, y para algunos economistas, Venezuela, con las reservas que tiene, podría gozar de una tregua de un año y medio o dos, en verdad un pronóstico excesivamente optimista.
Pero por fuera de los efectos en el gasto ordinario, la caída en los precios está incidiendo en el llamado presupuesto paralelo que es en el que se han basado prácticamente todos los grandes proyectos sociales del gobierno como las Misiones. Ante el incremento en los precios del petróleo, el gobierno había instrumentado la contribución a la ganancia súbita del crudo, que se aplica cuando el Brent supera los 70 dólares y los recursos que se originan por esa vía nutren el Fondo de Desarrollo Nacional. Entre junio y septiembre de 2008 esa contribución generó 5.800 millones de dólares, pero ante el comportamiento que ha registrado el Brent en noviembre se reduce la posibilidad de que la industria y las empresas mixtas hagan esos aportes adicionales. En consecuencia, un escenario internacional con un menor crecimiento o de recesión prolongada, impactaría en los niveles de ingresos del país tanto por aquellos generados por el petróleo como por la reducción en la recaudación de impuestos del sector petrolero y no petrolero, debido la caída de los precios de exportación y regalías, como demuestra la economía en los diferentes sectores. De esta manera, las Misiones sustentadas sobre la base de esta bonanza comenzarán a palidecer.
Más allá de toda la retórica anti Bush que ha mantenido el gobierno, la dependencia económica de Estados Unidos, principal epicentro de la crisis económica mundial, es grande y significativa: el grueso de las exportaciones petroleras continúan teniendo como destinario la principal potencia de Norteamérica. Es que Chávez ha diluido el sometimiento político directo a Estados Unidos pero no la dependencia económica. Para el país esto se agudiza tomando en cuenta que la crisis que hoy estamos presenciando está originada en el corazón del sistema capitalista mundial, Estados Unidos, y desde allí se ha extendido como una mancha venenosa al resto del mundo, golpeando seriamente a la Unión Europea, Japón, Rusia y los países de la periferia capitalista. Desde el gobierno se ha venido hablando de una diversificación del mercado petrolero, tomando como mercado a China, pero este país también está sintiendo la crisis: los números revelan que China sigue siendo un país económicamente dependiente y que no tiene la capacidad de actuar como una gran potencia: ocupa la posición número 100 en términos de ingreso per cápita y representa sólo un 6% de la economía global.
La gran vulnerabilidad del país ante los altos y bajos de los precios petroleros, demuestra con creces el fracaso del “desarrollo endógeno” y de la supuesta “soberanía económica”. Venezuela sigue siendo un país capitalista (altamente) dependiente, sin haber superado en lo más mínimo su atadura a los vaivenes de las economías de las potencias imperialistas, sin la prometida diversificación e industrialización nacional. Sin romper las ataduras reales de subordinación al imperialismo y sin romper con las bases capitalistas de la economía nacional, el “desarrollo nacional” no pasa de ser demagogia.
Pero en un sentido más general, las propuestas desde el gobierno y del chavismo local y continental para hacer frente al impacto de la crisis económica mundial no pasan de utópicas. Desde el Centro Internacional Miranda y desde el gobierno se impulsó un encuentro de intelectuales y economistas que promulgaron sus “Respuestas del Sur a la Crisis Económica Mundial”, que plantearon como salida el fortalecimiento del ALBA y del Banco del Sur, nuevas instituciones económicas reguladas y un acuerdo monetario latinoamericano para hacerle frente a la crisis. Estos proyectos que ni siquiera pudieron ser puestos seriamente en pie durante el período anterior de crecimiento económico, ante los primeros síntomas de la crisis en la región quedan directamente sin ningún fundamento sólido.
La defección del chavismo: de la derrota del referéndum del 2D al duro revés de las regionales del 23N
El resultado de las elecciones regionales del 23 de noviembre de 2008 constituyó un duro revés para Chávez [1], luego de la derrota que sufriera en las pasadas elecciones del referéndum del 2 de diciembre de 2007. En las recientes elecciones, se observó una vez más que la derecha continúa avanzando gracias a la defección en el chavismo, semejante al fenómeno que se diera el 2 de diciembre, aunque en menor proporción, lo que se refleja en que la derecha no pasa de su techo histórico. Más allá de que Chávez retoma el control de los llamados estados díscolos (como se conoce a los gobernadores que se apartaron del chavismo y estaban al frente de cinco importantes gobernaciones [2], a excepción de Carabobo que es ganada por la derecha), la oposición de derecha se posiciona muy bien en estados del centro y las grandes ciudades del país.
El fenómeno de que con menos votos la derecha avanza en entidades importantes se explica porque ésta los concentra en los centros poblacionales más importantes, donde se ven los índices de mayor defección del chavismo, dándose un efecto combinado, siendo que Chávez mantiene una fuerte hegemonía en el interior del país y varias partes centrales. Lo simbólico en el gran conglomerado urbano de la gran Caracas es la pérdida del municipio Sucre, en el estado Miranda, donde se concentra la barriada más grande y popular del país, Petare, símbolo histórico como bastión del chavismo (pero donde los sectores más pobres votaron a Chávez y se concentró el mayor índice de abstención nacional con un 43% [3]). El vuelco masivo de las clases medias en este municipio, que votó en bloque, inclinó la balanza, y su resultado es el que catapulta el triunfo de la derecha tanto en el estado Miranda como en la Alcaldía Metropolitana. Un fenómeno similar se da en Carabobo donde existe una considerable clase obrera industrial y trabajadores asalariados en general, donde la derecha ganó con un margen cercano a dos puntos, con un candidato impuesto a dedo por Chávez en la región y sin base en las filas del chavismo.
De conjunto, más allá de que haya aumentando un 20% con respecto a las elecciones de 2007, el chavismo no logra recuperar lo que perdió ese mismo año cuando se inicia su curva descendente, después de haber alcanzado su cenit a mediados de 2006. En ese entonces perdía casi tres millones de votos. Y a pesar de que la derecha retrocede un 10% con respecto a 2007, al posicionarse en estados clave tiene un avance importante, y no por casualidad sus festejos se hicieron sentir, y no tanto así desde los sectores afines al chavismo que vivieron el “triunfo” con fuerte sabor amargo. Ya decíamos ante la derrota de diciembre de 2007 que “el resultado del referéndum deja claro que este intento de arbitraje permanente ha sido derrotado”. Chávez podía unir por arriba para la articulación de sus políticas y arbitrar entre las clases, porque obtenía y tenía mayoría en los votos ganando elecciones. Por tanto afirmábamos que “el bonapartismo plebiscitario tal como ha venido existiendo tiende a desaparecer”, y que Chávez ya no iba a poder seguir gobernando como lo ha venido haciendo.
Hoy vemos los resultados categóricos de lo que decíamos, y se pagan las consecuencias de lo que hemos venido afirmando: “la derecha ha levantado cabeza gracias a la propia política del gobierno de pactos y negociaciones con ella”. Es evidente que se avecina un nuevo reordenamiento político y tanto las fuerzas del chavismo como de la oposición de derecha se verán obligados a discutir nuevas formas de dominio político en el país en un sentido más estratégico, obviamente en detrimento del movimiento de masas. La superación del interregno del equilibrio catastrófico que se dio entre 2001 y 2003 como momento político más álgido –producto del proyecto chavista y de la confrontación con la reacción proimperialista–, ha ido generando un reordenamiento de fuerzas que fue tomando forma luego del famoso primer referéndum de 2004 pactado entre todas las fuerzas políticas con la venia de la OEA y el Centro Carter, pero con un chavismo fortalecido y plebiscitario. Hoy tendrá nuevas características con un chavismo con una gran debilidad estratégica y una oposición de derecha reposicionándose con el control de importantes estados clave como puestos de avanzada, que optará probablemente por una política de desgaste buscando el agotamiento gradual y no la confrontación radical al estilo de la “medialuna” boliviana, pues aquí ya se ensayó –y fracasó– la estrategia de confrontación y golpes abiertos. El regionalismo sudamericano, con Brasil como actor preponderante y que ha venido poniéndole límites a Chávez, presionará en este sentido, más aún luego del triunfo de Obama en Estados Unidos y en el marco de una profunda crisis económica mundial.
En este nuevo marco planteado es seguro que veamos también nuevos reagrupamientos en el sistema político venezolano. Esto lo empezamos a ver con la llamada disidencia chavista con tendencias más a la derecha pero probablemente con fenómenos a la izquierda, como también en la dispersión de las fuerzas de la derecha a quien le fue difícil unificarse para estas elecciones, y tomando en cuenta que los próximos sufragios serán para diputados nacionales. Todo esto marcado por un gran telón de fondo: las contradicciones sociales no resueltas durante todos estos años emergerán frente a la crisis del régimen, signado por el espectro de la sensación de finitud del chavismo en amplios sectores, donde Chávez ya no logra generar nuevas expectativas, complicando los escenarios a futuro de su proyecto político nacional al que hemos denominado popularmente como “socialismo con empresarios”, que no toca un solo centavo de los capitalistas y no satisface ninguna demanda estructural del pueblo y los trabajadores.
Tras el resultado electoral y en el marco de la crisis que ha comenzado a repercutir en el país, vendrán seguramente grandes acuerdos y pactos para los que habrá que prepararse para luchar, pactos que el chavismo debilitado hará con la derecha a espaldas del pueblo. Como afirma una periodista, “la pluralidad política que se inicia ahora en el país con el triunfo de la oposición en cinco estados y la Alcaldía Mayor y la permanencia de candidatos oficialistas en 17 gobernaciones, llena de optimismo a los representantes de los gremios empresariales como Fedecámaras, Consecomercio y Conindustria”, considerando que “frente a la situación económica creen que las nuevas autoridades regionales tendrán que afrontar momentos difíciles porque Venezuela no escapará a las secuelas de la crisis financiera mundial, principalmente con la caída de los precios del petróleo” [4]. Los trabajadores y el pueblo ya sabemos las consecuencias de los pactos entre sectores empresariales, partidos patronales y el gobierno.
En este marco, Chávez sale una vez más en la búsqueda de la reelección indefinida a través de la Asamblea Nacional para que convoque un referéndum para el mes de febrero de 2009 con una prisa que pocos esperaban. En verdad, Chávez está consciente de que el derrumbe del precio del petróleo pone en peligro su proyecto. Sabe muy bien que a mediados de año las reservas internacionales habrán disminuido sustancialmente y que los trabajadores y trabajadoras y los sectores populares saldrán a pelear más decididamente por sus demandas. Se apura entonces, buscando aprovechar el momento de relativa recuperación de votos que le permitió un resultado global nacional a su favor en las recientes elecciones regionales.
La emergencia de un nuevo movimiento obrero
Si en el marco de una alta renta petrolera la distribución del ingreso nacional dejaba que desear, en el nuevo escenario económico, las contradicciones para el gobierno serán más agudas, tomando en cuenta las crecientes demandas, pues los límites serán más serios para cualquier política distributiva. Por otra parte, las demandas obreras se vienen haciendo sentir. Las luchas por recomposición salarial se extienden por todo el país y por los más diversos sectores de la clase trabajadora, configurando un cuadro de luchas bastante extendido como no se veía desde hace muchos años, producto de la gran polarización política y el inmenso liderazgo de Chávez entre el movimiento de masas. Son los automotrices tanto de las montadoras como autopartistas, los siderúrgicos, sectores petroleros, petroquímicos, de las industrias básicas, ceramistas, a los que se han sumado sectores de los empleados públicos como los profesores y los médicos, incluso los trabajadores y trabajadoras de las propias Misiones gubernamentales.
Todo esto aunado a que el crecimiento económico ha permitido un importante fortalecimiento objetivo de las fuerzas obreras, aunque en su mayoría en condiciones precarias, transformándose en el sector más dinámico en las luchas en el último año y medio con respecto al resto de los sectores sociales. Se abre una situación política mucho más dinámica a nivel nacional, y desde el punto de vista del movimiento de masas se sentirá mucho menos la “camisa de fuerza” que imponía el chavismo a los trabajadores en sus luchas. Por tanto, probablemente se desarrollará un mayor despliegue de fuerzas de las luchas obreras y populares, que podrían incluso aprovechar las grietas en las alturas, tomando en cuenta que enfrentarán no sólo al gobierno a nivel nacional sino a los gobiernos regionales y municipales comandados por la derecha. Esta nueva situación permitirá también evidenciar cómo en lo que se refiere a las luchas obreras y populares, tanto los gobiernos chavistas como de la derecha las enfrentarán, mostrando claramente los intereses que defienden: los intereses patronales de la sociedad capitalista. Por eso es que creemos que el actual resultado electoral no significa una derrota del movimiento obrero y del pueblo pobre, en todo caso, se abren nuevas perspectivas para una política obrera independiente, por el proceso en curso de experiencia con el chavismo, para que la clase obrera se abra paso en la escena nacional.
Más aún, el movimiento obrero venezolano está en mejores condiciones y mejor posicionado frente a una eventual crisis y frente a la nueva situación política nacional. No viene de sufrir grandes derrotas, y en sus bastiones clave la desocupación no lo ha golpeado, viniendo de obtener importantes triunfos como el de Sidor. No habían terminado de darse los resultados electorales, cuando los trabajadores de la autopartista Vivex entraban en huelga tomando la planta y exigiendo su nacionalización, frente a la política patronal de no efectuar el pago completo de sus aguinaldos, lo que trajo aparejado paros en la producción de las montadoras como se observó con la huelga de la autopartista Jonhson Control afectando a General Motors y a Chrysler. Lo demostraron también cuando durante las elecciones, los trabajadores de Cerámica Carabobo no interrumpieron su lucha y la demanda por la nacionalización de la empresa que produce los ladrillos refractarios para la industria siderúrgica de todo el país. Estas luchas han mostrado acciones de vanguardia que retoman métodos y elementos programáticos avanzados. La situación de gran conflictividad obrera en Aragua es una expresión de lo que afirmamos, donde no por casualidad es el estado donde cobró gran fuerza la ejemplar lucha de los obreros de Sanitarios Maracay por la nacionalización bajo control obrero, que incluyó la realización del primer paro obrero regional en casi una década, en mayo del año pasado. También en el reciente conflicto en Alpina vimos cómo los trabajadores amenazaban con poner a producir la fábrica y exigir su nacionalización si se concretaba la amenaza de cierre patronal.
Pero los trabajadores y las trabajadoras debemos prepararnos para luchas duras. El brutal asesinato de los tres dirigentes sindicales de la UNT-Aragua a manos de sicarios, es una expresión de que cada día más la patronal recurre a la “colombianización” como método para resolver las luchas obreras (el pago a sicarios y paramilitares para eliminar sindicalistas). Frente a esto, es necesario la organización de comités de autodefensa por fábrica y coordinados entre las mismas contra las agresiones de las bandas de sicarios amparados por la patronal y el Estado y garantizar la seguridad de la clase y sus movilizaciones.
Frente a esta situación, la clase obrera y el pueblo deben luchar por un programa que golpee las bases materiales de los capitalistas, que no ataca el “socialismo con empresarios” de Chávez. Ante las amenazas de despidos debemos exigir la apertura de los libros de contabilidad y la expropiación sin pago de toda empresa que cierre o despida y su puesta en funcionamiento bajo control obrero. ¡Ni un solo bolívar para salvar los bancos y empresas capitalistas! Para impedir la fuga de capitales y garantizar el crédito barato para las familias trabajadoras, pequeños comerciantes y las clases medias empobrecidas es necesario luchar por el monopolio estatal del comercio exterior y por la expropiación y nacionalización de todos los bancos, en un solo banco estatal bajo control de los trabajadores y comités de usuarios. Ante las intenciones de aumentar los impuestos al consumo para recomponer el ingreso fiscal ante la baja del petróleo, decimos ¡abajo el IVA, no más impuestos para los trabajadores y el pueblo, fuertes impuestos progresivos a las ganancias capitalistas! Se trata de poner en pie la fuerza de la clase trabajadora y de ir mostrando el único camino realista para que la crisis no la descarguen sobre nuestros hombros: la lucha por un gobierno propio de los trabajadores y el pueblo pobre.
Frente a la experiencia que vienen haciendo sectores de vanguardia con “su gobierno”, se abre la posibilidad de unificar a los sectores avanzados del movimiento obrero con un programa propio, de forma independiente, para movilizar a amplios sectores por sus demandas. En este camino, es posible dar pasos en construir un partido revolucionario de trabajadores en la lucha por terminar con el capitalismo y dar lugar a otro tipo de organización social basada en la propiedad colectiva de los medios de producción, orientada a satisfacer las necesidades fundamentales del pueblo trabajador: el socialismo. Sólo en el marco estratégico de la revolución obrera y socialista es posible combatir consecuentemente por el programa agrario, democrático y antiimperialista, y sólo el poder de obreros y campesinos puede resolverlas efectivamente, no sólo concretando la “liberación nacional” sino también la emancipación social de los explotados y explotadas.
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