El pasado 21 de octubre, un pacto del MAS con la oposición parlamentaria (PODEMOS, MNR, UN) permitió aprobar la convocatoria a un referéndum aprobatorio y dirimidor de la nueva Constitución Política del Estado (CPE) para el próximo 25 de enero, sellando los preacuerdos iniciados tras el fracaso de la asonada autonomista de septiembre en el Diálogo Nacional con los prefectos autonomistas que auspiciaron UNASUR y la OEA.
Lo que posibilitó este acuerdo es el sacrificio de parte del gobierno de Evo Morales y el MAS de las más elementales demandas de las masas populares, a las que se les había repetido incansablemente que esperaran la nueva Constitución, pues ésta permitiría “refundar el país”. La estrategia de conciliación con la burguesía, los terratenientes y los agentes de las transnacionales ha llevado al MAS a hacer enormes concesiones a la derecha burguesa y terrateniente, que congelan cualquier asomo de reforma agraria (pues la gran propiedad agraria que no supere el tope constitucional de 5 a 10.000 hectáreas no podrá ser afectada), reduce a algunas concesiones formales y a retórica la aspiración de los pueblos originarios (pues las autonomías indígenas propuestas se enmarcan en los límites municipales y departamentales) y cede a las oligarquías locales del Oriente la autonomía de los departamentos que éstos controlan. Esto, para no hablar de las garantías a la propiedad privada burguesa, la consagración de la presencia de las transnacionales en la explotación de los recursos naturales e hidrocarburíferos y demás postulados que, bajo la fraseología indigenista y de “constitucionalismo social”, alinea claramente a la nueva CPE con los intereses de la clase dominante. Todo ello es muestra del verdadero contenido de la “revolución democrática y descolonizadora” de Evo.
Estos pactos han cerrado toda una fase de crisis política aguda y han abierto una nueva situación, pues si bien no se firmó un “gran acuerdo nacional”, se sentaron las bases legales, institucionales y políticas, para la edificación de un nuevo régimen político. Constituyen también un importante punto de inflexión luego de casi tres años de gobierno masista, que desnuda el limitadísimo “techo” al que estaba dispuesto a arriesgarse en su política de reformas, y un giro profundo a la “moderación” en términos aceptables para la burguesía y los terratenientes. Pablo Stefanoni, analista muy cercano al Palacio Quemado, no ha dudado en escribir que “Evo se quedó sin oposición”. Le faltó aclarar que eso se debe a las enormes garantías y concesiones que pactó con la reacción.
Es buen momento para hacer un balance de las políticas levantadas por la izquierda que se reclama obrera y socialista ante el MAS y su gobierno.
En Bolivia, la mayor parte del sindicalismo, incluida la COB, el stalinismo, los maoístas, el populismo e indianismo radicales se sumaron al carro del triunfo del MAS en pos de “apoyar el proceso de cambio”. Corrientes oportunistas (con poca o ninguna presencia en el país, desde El Militante o el lambertismo hasta la UIT) le dieron distintas variantes de apoyo, desde la más entusiasta a la más “crítica”, alimentando las ilusiones en el gobierno de Evo.
Sólo algunos sectores del movimiento trotskista mantuvieron una posición general de defensa de la independencia de clase, esto no deja de ser un mérito, pero, desde el punto de vista revolucionario, es completamente insuficiente. Es al interior de este sector que nos interesa debatir en este artículo, pues se expresaron tres posiciones básicas: una sectaria y políticamente impotente (representada por el POR-Masas), una con sesgos y vacilaciones peligrosas (que representaron los seguidores del Partido Obrero argentino (CRCI) en Bolivia, el MST, ahora ex sección de la Liga Internacional de los Trabajadores (LIT) y ésta última), y una política consecuente, que hemos defendido desde la LOR-CI. El necesario debate en torno a problemas centrales que surgieron en estos años puede ayudar a clarificar las ideas y posiciones ante la vanguardia, y contribuirá sin duda a extraer mejores y más profundas lecciones del rico proceso político boliviano, que serán vitales en un período convulsivo como el que se avecina a nivel internacional.
Sobre el carácter del gobierno del MAS
Desde la LOR-CI, hemos caracterizado al gobierno del MAS como una variante de frente popular, es decir, de colaboración de clases apoyándose en las organizaciones de masas (en este caso principalmente las campesinas e indígenas, aunque también suma a los sindicatos y la COB), cuya misión esencial es desviar y contener la irrupción de las masas que protagonizaron el levantamiento insurreccional de 2003 y las Jornadas de 2005, en el marco del orden capitalista y la reconstrucción de las maltrechas instituciones del Estado burgués. Para tal fin debe llevar adelante algunas reformas superficiales en el Estado y en las relaciones entre las clases, y renegociar la relación con el imperialismo (que bajo los gobiernos neoliberales había sido de extremo sometimiento), ya que sin ésto el papel de contención de masas se haría inviable. Es indudable, que al tratarse de una formación política en un país semicolonial oprimido por el imperialismo, donde su elenco dirigente es esencialmente extraído de las clases medias urbanas y que debe contener a un combativo movimiento de masas, ese frente popular adquirirá rasgos nacionalistas. Sin embargo, lo que no debe olvidarse por un instante es que todo eso son aspectos complementarios a su función política central que es la contención. Es decir que su política reformista gira en torno a su función histórico-social que no es otra que impedir la revolución, y como tal, uno de los últimos recursos que tiene a mano la burguesía para defender su existencia.
El frentepopulismo masista se diferencia entonces del chavismo, que tiene ciertos rasgos bonapartistas sui generis al apoyarse en el Ejército y no depender de las organizaciones de las masas activas aunque apele a su apoyo bajo la retórica antinorteamericana y del “socialismo del siglo XXI”.
En ese sentido, cuando decimos del chavismo que tiene rasgos de bonapartismo sui generis establecemos tanto similitudes como diferencias con los regímenes nacionalistas que Trotsky analizara, como el cardenismo mexicano (tipo al que también correspondían gobiernos como el de Perón en Argentina, o los de Toro y Busch en la Bolivia de mediados y fines de los años ’30), y que eran expresión de una burguesía nacional que regatea frente al imperialismo una cuota mayor de la renta nacional a través de sus representantes políticos y militares elevados al rol de árbitros (aunque deban apoyarse en la movilización parcial de las masas para ello).
A este importante problema de caracterización –que no deja de tener importantes consecuencias políticas– no han dado clara respuesta las corrientes con las que debatimos.
El POR-Masas se refiere al MAS como si se tratara de un gobierno burgués típico, opacando las contradicciones políticas entre este gobierno y la reacción a la ofensiva, lo que lo ha llevado a poner prácticamente un signo igual, en la agitación, entre el gobierno masista y el “fascismo autonomista”.
Por otra parte, el PO y sus seguidores llamaron ya en diciembre de 2005 al “voto crítico” a Evo, mantuvieron expectativas en el surgimiento de un “ala izquierda revolucionaria” en el MAS y hasta coquetearon con la idea del “frente antiimperialista” (que también es patrimonio del POR) como escribiera en su momento un dirigente de la CRCI.
Aunque ahora en sus oscilaciones tienden a igualar al MAS a los gobiernos nacionalistas burgueses, como “una variante indigenista del nacionalismo burgués” [1] –lo cual no es correcto– y parecen alejarse de la tentación del “apoyo crítico”, no han hecho un balance serio de su política frente a Evo y mantienen numerosas ambigüedades teóricas y políticas. Por ejemplo, cuando polemizando con el POR, el PO escribe que “uno de los polos del actual escenario político está conformado por el campesinado (...). Una situación original, que no es frecuente en la historia y que ha colocado a esta masa campesino-indígena como protagonista político principal de las ciudades, desplazando al proletariado y a la pequeña burguesía. ¿Tiene importancia esta caracterización? El reconocimiento de que el nacionalismo campesino indígena es uno de los polos de la situación histórica (el más importante, desde el momento que agrupa a la mayoría del pueblo y, además, se encuentra en el gobierno) es el punto de partida insoslayable para los socialistas que se identifican con la estrategia de la revolución permanente (...)” [2], establece en realidad una relación lineal entre las masas campesinas “nacionalistas” y el equipo gubernamental masista en lugar de establecer claramente la contradicción que hay entre el actual gobierno, de composición básicamente pequeñoburguesa (burócratas sindicales, campesinos e indígenas acomodados, intelectuales de las ONG, ex stalinistas, algunos empresarios, etc.) y que es precisamente un frente popular cuya política es contraria a las aspiraciones e intereses de las masas campesinas, plebeyas e indígenas que lo siguen, y no su expresión “natural”.
Esa confusión sirve de base a una lógica campista que los llevó a dar el voto al MAS con “otro programa” es decir, críticamente: “En el choque (...) entre la candidatura del MAS y el imperialismo y la oligarquía local, la única posición revolucionaria admisible es del lado del MAS contra el imperialismo, pero no con la política o la estrategia del MAS sino con una política y una estrategia realmente antiimperialistas (...)” [3].
Finalmente, la LIT, comparte la caracterización de frente popular, sin embargo, y pese a sus afirmaciones doctrinarias se desliza en la práctica a una lógica de presión sobre el mismo en los momentos decisivos, como en el referéndum del 10 de agosto, donde llamó a votar por el Sí a Evo y su política (que es como estaba planteado el referéndum), cuando lo que correspondía era la abstención o voto en blanco o nulo.
Por nuestra parte, consideramos que esos coqueteos con el MAS no sirven para “acercarse a las masas”, pero sí para confundir a la vanguardia, alentando ilusiones en que después de todo, el MAS es el “mal menor” y se lo puede presionar para que vaya más allá, y debilitar el combate por poner en pie el “tercer partido”, el del proletariado revolucionario.
Ante la Asamblea Constituyente
La Constituyente fue otro de los problemas políticos centrales. El POR al definir que “las ilusiones democráticas estaban superadas por las masas” se negó a sostener una política que permitiera acelerar la experiencia de los trabajadores, campesinos e indígenas no sólo con la Asamblea Constituyente sino con el propio MAS. Su abstencionismo político los llevó a negar la necesidad de utilizar la tribuna parlamentaria y las elecciones para presentar candidatos obreros y desenmascarar las trampas reformistas.
Esta “no política” del POR tiene sus raíces en la creencia autoproclamatoria de que la construcción del partido revolucionario ya está consumada a partir de su propia existencia, por otra parte, cada vez más marginal y alejada de los trabajadores, basada esencialmente en la estructuración universitaria y magisterial.
Ante la Asamblea Constituyente, el PO encontró la forma de acomodarse a las ilusiones en los constituyentes del MAS, exigiendo que se expulse de la Asamblea a las fuerzas oligárquicas y proimperialistas (como si eso hubiera cambiado el carácter de la asamblea) en continuidad con los planteos de “Asamblea Constituyente con Poder”, política que hace una amalgama entre lo que es una Constituyente –la institución más democrática dentro del Estado burgués– y las formas de autoorganización de masas, como puede ser la Asamblea Popular. Esta amalgama política y teóricamente incorrecta que siembra ilusiones en una forma determinada del poder burgués, ya fue ampliamente criticada por nuestra corriente en otras oportunidades.
La LIT pasó de oponerse al planteo de “Asamblea Constituyente Revolucionaria” cuando ésta podía jugar un gran papel progresivo antes del desvío y la subida del MAS al gobierno, a defender el texto constitucional salido de Oruro, así, pasó a coquetear de hecho con las posiciones de la izquierda masista. En una publicación de agosto de 2008 [4], plantean en tapa: “Consensuar la Nueva Constitución con los estatutos, es traicionar al pueblo”, como si el texto del MAS no fuera una forma un poco más izquierdista de “enterrar la agenda de octubre” y las aspiraciones obreras, campesinas y populares bajo una montaña de promesas. En octubre insistían en que “el gran peligro es que este nuevo ‘enfrentamiento’ por la aprobación de la constitución contribuya a que las direcciones sindicales CSUTCB, COB, y el propio gobierno oculte a las bases los cambios en la propuesta de Oruro” [5]. ¿ Acaso para la LIT ese texto era realmente progresivo? Parece serlo, pues mientras denuncian los últimos acuerdos del gobierno y la derecha, sostienen que: “Uno de los puntos más progresistas en la anterior propuesta de constitución (es decir la de Oruro, N de R), era el referéndum para definir el límite máximo de la propiedad agraria (5 a 10.000 hectáreas). Después del acuerdo este punto no tendrá más carácter retroactivo. El límite de tierras sólo servirá para las propiedades futuras (Art. 399)” [6]. ¡Cómo si esa garantía a la gran propiedad “productiva” no fuera directamente contra la aspiración a la tierra de indígenas y campesinos!
No. Lo que estaba y está planteado era intervenir explicando pacientemente, con un claro alerta ante el “proceso constituyente” pactado entre el MAS y la derecha parlamentaria y al servicio de desmovilizar a las masas (desde la LOR-CI intentamos incluso presentar una alternativa obrera, impedida por la reaccionaria legislación existente) y luego, la denuncia del verdadero carácter del texto constitucional que fue su producto y que incluso en sus versiones iniciales más “izquierdistas” daba la espalda a las demandas populares y las tareas agrarias y nacionales básicas (para no hablar de que estuvo siempre firmemente plantado en el respeto a la propiedad privada burguesa).
La lucha por un instrumento político de los trabajadores
Avanzar hacia la organización independiente de los trabajadores se convierte en una cuestión crucial. Pero también en este terreno el POR se opuso sistemáticamente a impulsar un Instrumento Político de los Trabajadores, basado en los sindicatos, como forma de iniciar la organización independiente de la clase obrera. Este debate que se dio en diversos escenarios sindicales y de la COB, llevó a que los seguidores de Lora terminaran haciéndole el juego a la burocracia prooficialista, al MAS y a sus aliados del PCB y PCML que lo que menos quieren es una expresión política obrera a su izquierda.
En cuanto al PO y aunque no lo dijera tan claramente, como cualquier posibilidad política pasaba por influir sobre la izquierda masista, en ningún momento estuvo dispuesto a impulsar la lucha por un Instrumento Político de los Trabajadores. Como para PO cualquier sujeto social puede en última instancia reemplazar al proletariado (sea un “sujeto piquetero” u otro similar) ese duro combate hoy contra la corriente carece de importancia política y estratégica.
En esta pelea sí coincidimos (aunque con algunas diferencias) con el MST que, por entonces era, hasta donde sabemos, todavía parte de la LIT.
Hoy, y a pesar de la conversión al oficialismo de la burocracia, la lucha por un IPT sigue planteada, y lo será más aún en la medida que avance la experiencia con el gobierno de sectores avanzados. Por nuestra parte, insistimos en que debe estar basado en los sindicatos, con la más amplia democracia obrera, y con un programa de los trabajadores, para que sea expresión de independencia de clase y no escalera para arribistas burocráticos y sus amigos de la intelectualidad pequeñoburguesa, curas o militares “patriotas”.
Ante la crisis de septiembre
La asonada autonomista de septiembre puso sobre el tapete la cuestión de cómo enfrentar a la reacción desde una política obrera independiente.
El POR, que venía prácticamente poniendo un signo igual entre gobierno y reacción, no tuvo más que frases abstractas y no pudo levantar una política concreta para desarrollar el frente único de las masas y su movilización al mismo tiempo que ayudarlas a superar la política de conciliación de clases del MAS.
Por su lado, la LIT decía que “El gobierno de Evo Morales se rehúsa a reprimir a la ultraderecha y a movilizar a las masas en su contra, mientras hace poco no dudo en reprimir duramente a los mineros de Huanuni”, y más abajo, “se niega a mandar tropas a todos los departamentos para recuperar los edificios públicos ocupados, utilizando el justificativo de no derramar sangre” [7], como si la clave para derrotar a la derecha (algo que el MAS no quería, pues su apuesta era pactar), fueran las medidas que bajo presión pudiera tomar el gobierno, y no la movilización de las masas que para desarrollarse, tenía que rebasar los frenos que el gobierno le oponía. Pero lo más grave es decir que “mandar tropas” (es decir, recurrir a las fuerzas armadas) fuera la forma de batir a la derecha. El estado de sitio en Pando y el despliegue militar “cauteloso” de Evo estuvieron al servicio de pasar a la mesa de negociaciones de Cochabamba, apoyándose en el Ejército para evitar el riesgo de una movilización de masas. El papel concedido a los militares los habilitaba para jugar un rol más reaccionario como “árbitros” en caso de una crisis mayor. La reaccionaria casta de oficiales, plagada de masacradores, está ligada por lazos económicos, de clase y hasta familiares a las oligarquías regionales.
Al “lavarse la cara” las fuerzas armadas y la policía quedan mejor ubicadas para jugar su papel de defensores del orden burgués y llegado el caso, reprimir a las movilizaciones obreras y populares, como viene pasando una y otra vez, y ocurrió con la represión a los mineros de Huanuni que dejó dos muertos y decenas de heridos.
No. Lo que había que hacer (y planteamos desde la LOR-CI) era agitar la necesidad inmediata de la movilización y de formar y centralizar comités de autodefensa en todas las organizaciones sindicales y de masas, para aplastar a los grupos de choque fascistoides de los “cívicos” y denunciar el rol reaccionario de los militares en los que Evo llamaba a confiar.
Cediendo ante la burocracia sindical
Nos parece que un elemento común en las tres corrientes (POR, PO y LIT) y que explica varias de las posiciones que criticamos es la tendencia a adaptarse a las presiones que ejerce el medio sindical burocrático.
El POR, con su lógica sectario-sindicalista, se ha adaptado completamente a los “cuerpos orgánicos” de la COB y, bajo un discurso radical y plagado de insultos a los dirigentes, esconde su impotencia y su renuncia a combatir concretamente a la burocracia. Hemos visto las consecuencias de ésto en innumerables ocasiones, desde el debate sobre el Instrumento Político a las movilizaciones del magisterio o la asonada de septiembre.
En cuanto al núcleo de simpatizantes de PO, esa adaptación los lleva a convertirse en consejeros de la burocracia de la Confederación de Fabriles, mientras ésta no hace nada para enfrentar la amenaza a los miles de trabajadores de las textiles y joyeras exportadoras que ven peligrar su fuente de trabajo por el fin del APTDEA, ni por organizar a los miles de precarizados de talleres y empresas (ya que eso sería “invadir” la jurisdicción de la federación paceña, que entretanto apoya al gobierno). Más allá de los discursos, la Confederación que aconsejan los compañeros respeta los pactos con los empresarios y convive “pacíficamente” con el oficialismo.
Por su parte, en 2003-2005 el MST y la LIT defendieron juntos, y bajo la consigna de que la “COB tome el poder” (cuando tal toma no estaba planteada en la realidad todavía y la COB era más bien un referente político-sindical que la representación orgánica de las masas en lucha, y sin levantar ninguna política de desarrollo de órganos de poder), una línea de presión sobre su ex ejecutivo Solares. Ahora la LIT pretende que es posible defender la independencia de clase junto a la cúpula cobista, a quien permitieron aparecer como convocantes del ELAC, facilitando que Pedro Montes y compañía se “laven la cara” mientras le dan la espalda a las luchas obreras, ponen desvergonzadamente a la COB al servicio del gobierno y hacen campaña por su Constitución.
Por un bloque de la izquierda obrera y socialista
La discusión política alrededor de las lecciones revolucionarias que es preciso extraer debe proseguir, pero mientras debatimos éstas y otras cuestiones, es una obligación dar pasos en común para contribuir a las tareas más importantes que tienen ante sí el proletariado boliviano y continental: impulsar en las organizaciones sindicales un programa a la altura de la catástrofe que se prepara y la lucha por la independencia de clase. Impulsar en común estas tareas, atraer a cientos o miles de trabajadores de vanguardia y jóvenes combativos que hoy no ven una alternativa, prepararía el terreno para un reagrupamiento revolucionario, multiplicando las hoy modestas fuerzas con las que contamos quienes nos reclamamos del trotskismo en Bolivia. Reiteramos el llamado a hacer un bloque para intervenir en la lucha de clases y el proceso político desde una posición obrera independiente, e invitamos a discutir cómo impulsar la reconstrucción de la Cuarta Internacional y su sección boliviana.
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