Las cifras de desempleo en Estados Unidos muestran que el “si todos ponemos el hombro, salimos de la crisis” es una absoluta falacia: la crisis la están pagando los trabajadores con el aumento del desempleo y la pobreza.
Basta tomar nota de las últimas medidas que viene impulsando el gobierno de Barack Obama para llegar a la conclusión de que las consecuencias sociales de la crisis son enormes y prometen ser cada vez peores.
El último informe de desempleo mostró dos cosas: una mala y otra muy mala. La mala es que el desempleo llegó al 8.1% (12,5 millones de personas sin trabajo), la muy mala es que más de 2 millones de puestos fueron eliminados sólo en los últimos 4 meses, que por ahora han sido los peores desde que comenzó la Gran Recesión (como ya la llaman en EE.UU.). Pero peor que la actual situación son los pronósticos.
Por eso, Obama, su gabinete y muchos legisladores insisten en reformar y reforzar el sistema de seguridad social como una enorme red de contención social frente al impacto cada vez más catastrófico de la crisis, mientras sigue el rescate de los bancos.
La ley votada contempla un aumento de 25 dólares por semana (en EE.UU. los salarios son semanales) en el beneficio por desempleo (que varía por estado) y se ha extendido el seguro hasta fines de 2009. Además destina 7.000 millones de dólares a los estados para que otorguen el seguro de desempleo a medio millón de trabajadores y trabajadoras que de otra forma no entrarían en la cobertura: trabajos part-time o los de peores salarios. Claro está, que la porción destinada a la ayuda social son migajas comparado con los miles de millones de dólares –del dinero público- que le ha entregado el Estado a los bancos y empresas financieras. Esta reforma ha generado la oposición de varios gobernadores republicanos como los de Utah, Florida o California (el estado cuyas cuentas han sido de las más afectadas del país). Este último estado además, ya anunció despidos en la administración pública y recortes de presupuesto en educación y salud, y al mismo tiempo alberga varias ciudades con desempleo récord.
La crisis ha golpeado especialmente al sector de la construcción: sólo en febrero se “perdieron” 108.000 puestos de trabajo y tiene la tasa de desempleo más alta: 21.4% (el doble que el año pasado). Al emplear sobre todo a varones latinos, con la explosión de la crisis inmobiliaria, este sector en uno de los grupos más golpeados por la desocupación, y al mismo tiempo los más desprotegidos. Una gran porción de los trabajadores de la construcción, así como de otros servicios (empleadas domésticas, comercio, etc.), son inmigrantes y muchos de ellos son indocumentados, transformados hoy en parias sin el más mínimo derecho. La tasa de desempleo no es igual para todos: los afroamericanos y los latinos superan la media, 13.4% y 10.9% respectivamente.
Otro sector muy golpeado es la industria manufacturera (180.000 empleos perdidos en febrero), sin contar con la probabilidad (cada vez más cercana) de que General Motors –el corazón de la industria automotriz– quiebre y desate una ola de cierres y despidos masivos en autopartistas, concesionarias de autos y demás empresas afines. Según las estadísticas, febrero de 2009 tuvo la mayor pérdida de puestos de trabajo desde 1949.
Si a los 12 millones de desempleados se le suman los casi 9 millones de trabajadores que trabajan part-time porque no tienen opción y las 2.1 millones de personas que ya no buscan trabajo (que las encuestas muestran bajo el rótulo de “desalentados” como si fuera un problema de actitud), el índice trepa al 14.8%. En este contexto, son cada vez menos quienes creen que las medidas del paquete de estímulo signifiquen solución alguna para la sangría que generó la explosión de la crisis económica. Los despidos, suspensiones, baja de salarios y los recortes de presupuestos en muchos estados no dejan lugar a dudas de quiénes (ya) están pagando con su pobreza y el deterioro de sus condiciones de vida: los trabajadores y el pueblo pobre.
Las medidas de la elite financiera estadounidense y sus partidos –demócrata y republicano– son un paliativo completamente insuficiente frente a la crisis social. El gobierno demócrata, lejos de las expectativas de que Obama respondería de forma “más humana” frente a la crisis, demuestra con creces su rol de garante de los negocios de las grandes empresas y bancos imperialistas. Sólo la unidad de clase obrera y su movilización y lucha independiente de los partidos patronales puede dar una respuesta a la catástrofe social provocada por los capitalistas.
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