El martes 10/3 el Congreso norteamericano votó la ley de presupuesto federal. Un punto muy discutido por los parlamentarios fue la quita de fondos que permitían implementar las duras restricciones que el gobierno de G. Bush impuso en 2004 a los viajes de cubanos que residen en EE.UU..
En aquella oportunidad los viajes quedaron restringidos a los familiares directos (padres e hijos) que podrían viajar sólo una vez cada 3 años, permanecer apenas 14 días en la isla y gastar no más de 50 dólares por día.
Apenas un día después de la votación en el Congreso, el Departamento del Tesoro emitió una nueva disposición estableciendo que los viajes podrán ser anuales, no tendrán limitaciones de permanencia y se podrá gastar hasta 179 dólares diarios. Además, la resolución amplía el concepto de “familiar” a aquellos indirectos y no-sanguíneos, es decir, primos, tíos, familiares por adopción, etc., y hasta de 3 generaciones.
Por otro lado, la ley de presupuesto permitirá que se emita una licencia general para que ciudadanos estadounidenses viajen para negociar ventas de alimentos y medicamentos (la anterior normativa bushista exigía licencias especiales para cada transacción, volviendo casi impracticable el comercio). No obstante, el Departamento del Tesoro decidió mantener el pago por adelantado de los productos que desee adquirir Cuba, lo que dificulta enormemente la compra de productos.
Por el lado de la burocracia castrista, la medida fue tomada con cautela y aún no hubo un pronunciamiento claro. Sin embargo, es la búsqueda de “gestos” como éste la que llevó a una de las mayores purgas desde 1959 que se vio recientemente en el gabinete de gobierno, especialmente de quien fuera una pieza clave del círculo íntimo de Fidel, el ex canciller Felipe Pérez Roque (ver LVO 316).
Los objetivos de Washington
Las nuevas disposiciones podrían estar anunciando el comienzo de un giro histórico en la política norteamericana hacia Cuba, respondiendo fundamentalmente a dos factores.
El primero, que el gobierno de Obama necesita cambiar la imagen que dejó la administración Bush a nivel internacional y en particular reforzar su debilitada ubicación en Latinoamérica. En este sentido, en lo inmediato el objetivo prioritario está puesto en salir bien parado de la próxima Cumbre de las Américas que se realizará en Trinidad y Tobago entre el 17 y 19 de abril y evitar a toda costa un escenario del tipo de 2005, cuando Bush tuvo que retroceder con el proyecto del ALCA en la Cumbre de Mar del Plata debido al gran aislamiento político que sufría en la región. Frente a la nueva Cumbre, que reunirá a presidentes de todo el continente, anuncios como el de la flexibilización de los viajes a Cuba son de gran importancia para mejorar su imagen y allanarle el camino a un mejor posicionamiento político en la región.
Hay que tener en cuenta el importante apoyo internacional que ha recogido en los últimos meses el gobierno de Raúl Castro. Sólo en enero y febrero cinco jefes de Estado visitaron Cuba, un hecho sin precedentes desde el ’59. Previamente, en diciembre de 2008, Cuba fue admitida por aclamación en el Grupo Río y logró el pronunciamiento por un levantamiento del bloqueo yanqui. Este entorno internacional también presiona en el sentido de medidas que relajen la relación con la isla.
El segundo factor que explica las nuevas medidas es que dentro de EE.UU. muchos sectores políticos y empresariales vienen planteando que la política de bloqueo se ha demostrado inservible a lo largo de 50 años y pujan por un giro más conciliador.
Esto incluye a la comunidad cubana residente en Florida, que se caracterizó históricamente por ser un “ala dura” contra el gobierno castrista. Aunque todavía un 58% se pronuncia hoy a favor de mantener las restricciones a los viajes, entre otras políticas duras contra Cuba, en los últimos años sectores cada vez más importantes plantean que la política tradicional de Washington no ha hecho sino fortalecer al castrismo y que para democratizar la isla es necesaria una política de diálogo.
¡Abajo el bloqueo imperialista!
Las nuevas medidas tendrán un limitado efecto real en “flexibilizar” la agresiva política yanqui de ahogo económico, debido sobre todo a la campante recesión que vive EE.UU.. Sin embargo, y aunque no podemos predecir hasta dónde se avanzará en ese camino (cuestión que también dependerá de la política que tenga el gobierno cubano), éstas son un primer paso para establecer nuevas relaciones entre ambos gobiernos.
Los trotskistas exigimos el inmediato e incondicional levantamiento del bloqueo imperialista a Cuba, al tiempo que enfrentamos a la burocracia gobernante cuya política debilita cada vez más las conquistas que quedan de la revolución. Luchamos por las más amplias libertades políticas y de organización para la clase obrera y los campesinos, y los partidos que defiendan las conquistas de 1959. Para enfrentar cualquier intento de restauración capitalista y los privilegios de la burocracia, planteamos como salida una revolución política que instaure el gobierno de los consejos de obreros, campesinos y soldados.
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