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Impacto social de la crisis e incipiente resistencia obrera
por : Mark Turm

21 May 2009 |
Impacto social de la crisis e incipiente resistencia obrera

En el marco de la crisis económica mundial que golpea duramente a la economía alemana, muy dependiente de las exportaciones de manufacturas, se profundiza el proyecto de la burguesía de desmantelar el “Estado de bienestar” respondiendo a la necesidad de aumentar la productividad relativa del trabajo a través del congelamiento de salarios, la baja salarial indirecta por la inflación y el aumento de la jornada laboral así como de la edad jubilatoria. Por otro lado, busca acabar con la ayuda social a los sectores afectados por la desocupación en vistas de crear un ejército de reserva hambriento para usarlos contra los trabajadores ocupados.

Las consecuencias de la crisis vienen siendo terribles: caída de la productividad del 6%, caída de las exportaciones de hasta 15% -la peor de su historia-, caídas en industrias como la del acero que cayó un 60%. Esto llevó a la ex “locomotora europea” a convertirse en un freno: su PBI bajó un 6,7% respecto del año pasado, arrastrando a las demás economías europeas.

Esta situación está llevando a fricciones entre distintos sectores burgueses que exigen desvergonzadamente ayudas estatales como las otorgadas al sector bancario mientras despiden a todos los trabajadores subcontratados y anuncian la posibilidad de despidos masivos como en Daimler, Opel (General Motors), autopartistas como Schaeffler, dueño de Continental. Junto con esto, se conocieron escándalos de corrupción de altos ejecutivos en empresas emblemáticas como MAN, Deutsche Bahn, Siemens, Volkswagen, entre otras.

Por supuesto, la burguesía busca descargar la crisis sobre los trabajadores. Las consecuencias inmediatas de esta política, avalada por las centrales sindicales y el partido Die Linke (La Izquierda) como en Berlín, donde cogobiernan con el SPD (Partido Socialdemócrata Alemán), llevaron a la pauperización lisa y llana de regiones enteras -sobre todo en el este del país- pero también en el oeste como Baja Sajonia o Renania del Norte-Westafalia, donde más del 20% de la población dispone solamente de menos del 60% de un salario medio.

Como consecuencia han reaparecido las ollas populares, que se volvieron escenciales para mucha gente en ciudades como Berlín, Colonia e incluso Munich. El desempleo oficial subió a 8,6%, el 13% de la población es pobre y 1,33 millones de trabajadores deben compensar sus bajos ingresos con ayudas estatales como el programa Hartz-IV, medio millón más de personas que hace dos años. Los más golpeados por las medidas flexibilizadoras son las mujeres con hijos (uno de cada cinco niños es pobre), la juventud y los inmigrantes.

Hasta ahora las patronales y el gobierno vienen frenando la subida del desempleo mediante un subsidio de desocupación parcial que permite a las empresas -gracias al financiamiento público- posponer los despidos por un período de 18 meses. Pero como afirma la patronal,: “No se pueden evitar despidos por medio del subsidio de desocupación parcial”. En otras palabras, después de usufructuar este subsidio la patronal pasará, de no recuperarse la economía, a los despidos. Las previsiones para el futuro próximo no son nada “alentadoras”. Se estima que la crisis en el mercado laboral recién llegará en 2010 y para contrarrestarla la economía debería crecer entre 1,3% y 1,5 %. Sin embargo, lo más probable es que la economía alemana entre en un período de estancamiento de años, algo que los economistas burgueses llaman una recesión en forma de “L”, es decir, una caída en picada seguida por un estancamiento prolongado.

Esta situación genera un alto grado de descontento social que erosiona seriamente el armazón político-institucional con la consiguiente pérdida de confianza en la democracia burguesa, los políticos patronales y las mediaciones políticas, como lo demuestra la crisis de carácter histórico del SPD.

Por eso, en la campaña electoral los partidos responsables de los planes flexibilizadores y antiobreros intentan parecer lo menos neoliberal posible, ofreciendo “regalos” como el premio de 2.500 euros para canjear automóviles de más de nueve años o promesas populistas de rebajas impositivas, aumento de los subsidios infantiles, inversiones en salud y educación, planes de obras públicas, etc.

Crisis y revitalización de la lucha de clases

En un año de elecciones paralamentarias regionales y nacionales, el creciente descontento preocupa a la dirigencia política. La propia Confederación de Sindicatos Alemanes conocida como DGB, ante la presión que empieza a sentir, viene convocando jornadas de acción aisladas y sin continuidad para descomprimir y canalizar el descontento ante una probable radicalización en las bases, y según el líder de la confederación, de no actuar “habrá consecuencias para la democracia y la paz social”. A diferencia del pasado, hoy son los sectores medios los que corren el riesgo de pasar a engrosar las filas de la pobreza. Las estadísticas muestran que desde 1992 sus ingresos han descendido un 13% mientras que los sectores de altos ingresos tuvieron un aumento de casi un tercio.

Por esta razón en la sociedad alemana se observa un lento pero sostenido giro a izquierda como se ve en las encuestas, y también una relativa recuperación de los métodos de lucha históricos de la clase obrera como lo demostró la lucha de los ferroviarios de 2008 y 2009 e importantes huelgas como en la empresa de transporte público BVG en Berlín y la de Telekom contra el traslado de 50.000 trabajadores. A estas luchas se suman huelgas y ocupaciones temporales como en la autopartista Mahle que, aunque todavía tiene características corporativas, de agudizarse la crisis puede convertirse rápidamente en un factor que dinamice y politice a amplios sectores del proletariado. A esto apuntan el método de las huelgas sin aviso, las ocupaciones de fábrica temporales, los piquetes en las puertas de fábrica e incluso el recurso de la huelga de hambre como los subcontratados despedidos de Volkswagen en Hannover, en su mayoría inmigrantes.

Existen claros signos de recomposición obrera, recuperación de métodos de lucha históricos y una tendencia embrionaria a cuestionar las direcciones sindicales como mostraron las manifestaciones del 1 y 16 de mayo organizadas por DGB , donde sectores de vanguardia obrera y juvenil llamaron a concurrir en un bloque anticapitalista. A pesar de plantear la lucha contra el capitalismo y representar a sectores de vanguardia, estos llamados y bloques aún tienen muchos límites como no reconocer la necesidad de plantear una lucha antiburocrática sistemática en el seno de los sindicatos, para terminar de una vez por todas con la política de conciliación de clases y la cogestión empresarial y convertirlos en verdaderos organismos de lucha del proletariado.

Die Linke: incapaz de capitalizar el descontento ante los efectos de la crisis

Una de las consecuencias directas de los ataques a las conquistas del proletariado en Alemania fue el surgimiento y consolidación de una mediación a izquierda del SPD: Die Linke. La política de este partido, está dictada por la agenda electoral y no por la necesidad de ofrecer alternativas políticas fuera del marco institucional. Las medidas neokeynesianas que planteaba antes de la crisis son hoy completamente insuficientes para afrontarla. Por otro lado, hasta ahora las medidas económicas adoptadas por el gobierno superan la imaginación de los ideólogos de este partido: su principal dirigente, Oskar Lafontaine, pone como paradigma de un buen funcionamiento estatal a Inglaterra (sic) por su política impositiva.

En el plano sindical tampoco ha logrado convertirse en un proyecto atractivo para los sectores más importantes de la burocracia sindical, que para las próximas elecciones han lanzado de hecho una “recomendación” electoral a favor del SPD.

El problema de Die Linke es que su objetivo declarado es convencer al SPD de volver a sus “ideales históricos”, a una reedición anacrónica de la vieja socialdemocracia, la del mal llamado y hoy moribundo “Estado de bienestar”, pues no considera las condiciones objetivas que posibilitaron su ascenso (por ejemplo, el boom económico de posguerra).

En el marco de la actual crisis económica, Die Linke tiene muy poco que ofrecer pues el capital no está en condiciones de arrojar migajas a sus esclavos. Más allá de su tibia crítica, Die Linke no busca acabar con el capitalismo sino reformarlo. Su programa se reduce a un conjunto de reformas mínimas, la gestión de la miseria capitalista, como ha quedado demostrado en Berlín, donde junto con el SPD aplican planes de corte neoliberal justificándolos con un discurso izquierdizante.

Así, Lafontaine plantea que el objetivo es “superar el capitalismo”, modificando el orden económico, e instaurar “un orden social en el cual se realice la máxima dimensión de libertad para cada hombre”. Esto empieza regulando los mercados financieros. El capitalismo financiero ha fracasado. Tenemos que democratizar la economía. Los trabajadores tienen que participar más en sus empresas” (Spiegel Online, 13/5). Para los reformistas de Die Linke el problema no es el capitalismo sino la falta de regulación, no es la explotación sino la democratización, no es la dictadura patronal sino la falta de participación de los trabajadores en las decisiones empresariales.

Es necesario luchar por el reagrupamiento revolucionario de la vanguardia

El hecho de que el proletariado aún no logró superar a sus direcciones sindicales, o se hayan conformado tendencias antiburocráticas, ni menos aún que existan tendencias a la conformación de un partido revolucionario, plantea la necesidad de empezar a sentar las bases de un nuevo reagrupamiento de la vanguardia que empiece por el apoyo decidido a la luchas obreras, que coordine los conflictos, que pelee por la democratización de los sindicatos, que busque confluir con los sectores en lucha, con la juventud movilizada (por ejemplo contra el G8) y con la resistencia de los desocupados, inmigrantes y todos los sectores oprimidos que sufren las consecuencias de las contrarreformas.

Necesitamos un reagrupamiento que, a diferencia de la estrategia parlamentaria que lleva las aspiraciones de las masas a un callejón sin salida, como lo hace Die Linke, busque el fortalecimento de la lucha de clases y la resistencia a las medidas capitalistas, aprovechando la tribuna parlamentaria para amplificar esta política.

Esto, que sería un gran paso para un reagrupamiento progresivo de las filas obreras, permitirá empezar a discutir la estrategia y el programa para derrotar definitivamente los planes de la burguesia imperialista alemana. En este proceso, los marxistas revolucionarios de la FT-CI agrupados en Lucha de Clases Internacional (Internationaler Klassenkampf), plantearemos la necesidad de contstruir un partido revolucionario para acabar con la barbarie capitalista, en el camino de la lucha por el socialismo.
Internacional

 

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