El escándalo a raíz de las lujosas dietas que reciben los parlamentarios ha desatado una crisis sin precedentes que pone en evidencia el hecho de que los intereses de los políticos burgueses son totalmente opuestos a los de la mayoría de la población y la clase trabajadora.
La crisis parlamentaria abierta en Inglaterra en las últimas semanas alrededor de los escandalosos gastos de mantenimiento reclamados por diputados y ministros del Laborismo en el gobierno, y conservadores y laboristas en la oposición, no encuentra parangón en la historia del país y desnuda la podredumbre del sistema político y sus instituciones. El sistema británico permite que los diputados del interior pasen gastos de mantenimiento de su vivienda en la ciudad de Londres, donde se encuentra el Palacio de Westminster (Parlamento). Estas prebendas les permite a los representantes pasar gastos totalmente superfluos por miles de libras esterlinas, desde la construcción de fuentes, lagos e islas para patos en sus extensos jardines hasta arreglos florales, instalación de arañas y limpieza de vidrios. Se calcula además que casi 200 diputados (de 646) han encontratado familiares sin que se supiera qué función cumplían, esto a su vez les permitía solicitar gastos de mantenimiento de una segunda vivienda.
Por otra parte, el escándalo alrededor de las prebendas que involucra por igual a todos los partidos políticos burgueses británicos (laboristas, conservadores y demócratas liberales) deja entrever las verdaderas ganancias de los diputados, quienes además de sus sueldos reciben cuantiosas sumas en sobornos y favores por los chanchullos y negociados, para mantener un estilo de vida lujoso muy alejado de la realidad de los trabajadores y el pueblo pobre e inmigrante.
La crisis se desató cuando el Speaker [1] de la Cámara de Diputados, Michael Martin, presentara su renuncia luego de oponerse a que se publiquen los gastos de sus colegas diputados. Pero la información sobre las expensas de los representantes se filtraron a la prensa y fueron publicadas. Con esto, la imagen del Speaker, que es considerado una figura intocable del parlamento y que actúa como una especie de moderador, ha saltado como el fusible de un sistema corrupto hasta los tuétanos y del cual él también forma parte.
Esta jugada política destinada a distender la crisis no dio resultados. A más de 3 semanas de que empezaron a sacarse los trapitos al sol, la crisis sigue abierta. La profundidad de la misma se refleja en las palabras del ministro de Justicia, Jack Straw, quien declaró que aunque haya un proceso de investigación parlamentaria éste no servirá para restituir la confianza de la opinión pública, la que ha sido seriamente perjudicada. Agregó en un sentido, la relación entre los votantes y los políticos ha cambiado para siempre a raíz de estas acusaciones.
Es por esto que están anunciando medidas demagógicas para tratar de salvar la imagen de la institución parlamentaria al exigirle a los políticos implicados que blanqueen los gastos y en algunos casos hacer planes para devolver el dinero y con el fin de recuperar la confianza de sus votantes. Para ello el Laborismo ha formado un panel disciplinario de 3 miembros, denominado Cámara estelar, que se ocuparía de evaluar si los diputados que incurrieron en gastos pueden volver a presentarse en las elecciones. Por su parte, el partido Conservador (en la oposición) ha pedido a sus diputados que discutan su situación personal con sus votantes y también han creado su propio panel examinador.
Sin embargo, estas medidas no dejan de poner de manifiesto la putrefacción del sistema político de conjunto y no se puede descartar que si la crisis no cierra, en medio del desempleo más alto bajo un gobierno laborista (10% con probabilidades de que llegue al 15%) y con una crisis internacional de fondo se llame a elecciones adelantadas. Por su parte, los conservadores están tratando de sacar provecho de la crisis. El adelanto de las elecciones, que daría como resultado otro gobierno anti-obrero no es una solución para las penurias de la clase trabajadora, y los que han sido arrojados a la calle, cobrando un subsidio que a veces ni alcanza a cubrir los gastos de la canasta familiar, mientras los representantes gastan miles y miles en mantener una vida de lujo.
La clase obrera británica ha votado históricamente por el Partido Laborista, ya que originalmente este fue creado por los sindicatos. En la actualidad sus diputados son el personal político del capitalismo, algo que se ha demostrado con sobras a través de la aplicación de su agenda neoliberal, privatizadora y contra los intereses de la clase trabajadora, profundiznado el curso indiciado bajo el thatcherismo. La crisis actual puede ser un punto de partida para empezar a plantear una alternativa independiente para los trabajadores que necesitan crear su propia organización para luchar por una sociedad sin explotación.
|