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Contra la política del PC chino de alentar el enfrentamiento étnico
por : Simone Ishibashi

12 Jul 2009 | Desde el último domingo, 5 de julio, Urumqui, la capital de la provincia de Xinjiang en la China, a 3000 km al noroeste de Pequin, se transformó en escenario de lo que muchos analistas ya caracterizan como el peor enfrentamiento entre distintas etnias desde 1955.

Desde el último domingo, 5 de julio, Urumqui, la capital de la provincia de Xinjiang en la China, a 3000 km al noroeste de Pekin, se transformó en escenario de lo que muchos analistas ya caracterizan como el peor enfrentamiento entre distintas etnias desde 1955. Miles de manifestantes provenientes de la etnia uigur, de origen turco y que profesan en su mayoría la religión musulmana, iniciaron una protesta contra un episodio oscuro involucrando la muerte de dos obreros de esta misma etnia en una fábrica de Guandong hace dos meses, supuestamente asesinados por otros de origen han. La marcha, que reunió alrededor de 3000 personas, terminó siendo blanco de una brutal represión policial, dejando como saldo al menos 156 muertos, más de mil heridos y desató un proceso de represión estatal con la instauración del estado de sitio y más de 1500 presos, además de haber reencendido la tensión étnica latente hace décadas entre la mayoría han, que constituye cerca del 91% de la población china, contra los uigures, minoría que compone el 9% de la población china. En los días siguientes, imágenes de chinos de la etnia han armados de palos en marchas por las calles para intimidar a los uigures coparon los principales diarios del mundo, mientras los uigures también se reunian en otra parte de la capital.

Como producto de la escalada de las tensiones, el presidente chino Hu Jintao anunció que no participará de la reunión del G8 que acontecerá en Itália, y regresa a su país. A su vez, la llamada “comunidad internacional”, con su epicentro en los países imperialistas del G8, vergonzosamente no ha dignado a pronunciarse hasta el momento, en una clara postura de no intimidar al gobierno chino, mostrando que toda la demagogia que hacen alrededor de los “derechos humanos” no pasa de presiones políticas sobre China para garantizar sus intereses, mientras los derechos humanos efectivos de las minorías poco importan.

La emergencia de estos enfrentamientos fratricidas es producto de la política llevada adelante por el gobierno chino del PC, que a ejemplo de la opresión nacional ejercida sobre el Tibet hace más de 50 años, mantiene a las minorías étnicas en profundo estado de control y discriminación, negándoles el derecho elemental a la autodeterminación nacional. Eso es lo que está en la base de los episodios de revuelta que han explotado recientemente, como las manifestaciones en el Tibet poco antes de la realización de las Olimpiadas de 2008. La política criminal del PC chino se manifiesta terriblemente a través de la escalada de violencia étnica, en la que el comando estatal deja como mínimo correr los enfrentamientos, no haciendo nada para contener a los sectores de la etnia han que salieron armados a las calles con el objetivo de enfrentarse a los uigures. Este enfrentamiento de pueblo contra pueblo es alentado por el gobierno de Pekin, que propagó la información no constatada de que uigures habrían matado a hans en la manifestación del domingo, aunque varios testigos han afirmado que la mayoría de los muertos fueron alcanzados por la policía. “La protesta del domingo se inició pacíficamente. Algunos uigures incluso llevaban la bandera china para demostrar que su mal estar no estaba dirigido contra los chinos. Pero como la manifestación no fue autorizada por el gobierno chino la policía comenzó a disparar contra la multitud. Así comenzaron los enfrentamientos”, afirmó Can, vicepresidente del Congreso Mundial Uigur. No por coincidencia el gobierno chino se niega a divulgar cuántos muertos serían uigures y cuántos hans. Los cuerpos de las víctimas fueron “misteriosamente” carbonizados en un claro intento de dificultar su identificación, ya que eso probaría que la violencia se inició en un enfrentamiento con las fuerzas de represión estatal.

Opresión criminal del PC chino sobre minorías

A pesar de que Xinjiang es una “provincia autónoma”, su gobierno central es controlado por el PC chino, que lleva adelante una política de profunda discriminación a los miembros de la comunidad uigur, tanto social y económicamente como políticamente. Los uigures originalmente constituían cerca del 80% de la población total de Xinjiang, pero después de las políticas llevadas adelante por el gobierno chino durante los años 90 de estímulo a la migración de chinos han a la región, la proporción cambió a 45% de uigures y 40 de hans en la provincia. En la capital Urumqi con población cercana a 2,3 millones de personas, la mayoría está hoy compuesta de hans. Con el crecimiento de la economía china al comienzo de la década pasada, y la instauración de 60 mil fábricas e incremento de la extracción de las ricas reservas de gas en la provincia, el gobierno concedió una serie de incentivos a los chinos que se instalasen en Xinjiang, reservándoles los empleos en las reservas de gas – que son algunas de las mayores de China – y en las industrias, mientras los uigures siguieron restringidos a las actividades de menor capacitación, como el cultivo de frutas, y teniendo menos derechos civiles. Esta política del PC generó el reinicio de las hostilidades, que desató una oleada de protestas en los años 90 duramente reprimidas, y es comparada por diversos analistas a la política llevada adelante por colonos judios que se instalaron en Palestina antes de la fundación de Israel. Tanto en relación a los palestinos como con los uigures, el resultado fue el aumento de su éxodo. Muchos uigures salieron del país en dirección a Albania, Afganistán, el archipiélago de Palau y otras regiones. “Fundamentalmente, la relación entre uigur y han es de colonizado y colonizador”, afirmó Nicolás Bequelin, investigador de China del diario norteamericano New York Times.

En los días actuales, con el avance de la crisis capitalista que ha golpeado a China de manera importante más allá de la relativa estabilización coyuntural, las desigualdades sociales, políticas y económicas de la región se tornaron insustentables, siendo la motivación de fondo de la protesta uigur. “Legalmente las mujeres en China pueden tener dos hijos, pero cuando las uigures están embarazadas del segundo tienen mucho miedo, porque las autoridades chinas las obligan a abortar. En los hospitales son operadas forzosamente para que queden estériles. Además, nos tratan como esclavos. Nuestras mujeres están obligadas a trabajar en régimen de esclavitud en las fábricas en el centro de China. El gobierno de Pekin practica una política de asentamiento de la mayoría han en Xianjiang, lo que obliga a los uigures a tener que dejar sus casas y sus empleos”, relata Can al diario español El País. Esto se intensificó luego de los atentados del 11 de Septiembre en EE.UU., con el gobierno chino aprovechándose de la política antiterrorismo de Bush para endurecer la represión a los uigures, acusándolos de ser parte de Al Qaeda y de terrorismo.

Es necesario desenmascarar urgentemente la política criminal del gobierno chino de incitar a la violencia étnica. Es urgente que haya relevamiento de datos por comisiones independientes y que se castiguen a los reales culpables por las 156 muertes, así como la liberación de todos los presos, y el fin de las penas de muerte. También hay que romper relaciones diplomáticas con el gobierno chino y denunciar la opresión que éste realiza sober las minorías étnicas. Solamente el respeto a la voluntad del pueblo uigur, incluso garantizando que se constituyan en una nación separada de China si así lo desearan, podrá traer paz entre uigures y hans. A su vez, la política del gobierno chino también está dirigida contra los hans, ya que abre los canales para que su insatisfacción que se profundiza en medio a la crisis económica, la miseria y el desempleo que golpean a China, sea canalizada de manera reaccionaria en un enfrentamiento fratricida entre hans y uigures. Solamente la unidad de clase entre los trabajadores hans y uigures puede responder a los sufrimientos impuestos a las masas chinas, combatiendo el nacionalismo chino insuflado en favor de los patrones y del PC, y avanzar hacia retomar en clave revolucionaria la explotación de la próspera recién nacida burguesía china, que en alianza con las transnacionales y el imperialismo somete al conjunto de la clase trabajadora a condiciones de esclavitud, y de la cúpula decadente del PC chino que lanza a pueblo contra pueblo en nombre de la continuidad de su dominación.

La opresión de las minorías históricamente

China tiene 55 etnias distintas en su territorio. Muchas de ellas viven bajo dura opresión, como es el caso de los tibetanos y de los uigures, que tienen sus tradiciones y culturas reprimidas. Originalmente, son pueblos de origen étnico y cultural diferentes de los chinos, que fueron integrados a China en el marco de la expansión comandada por Mao Tse Tung luego de la expulsión de los japoneses durante la II Guerra Mundial, de la victoria sobre el Kuomintang y de la revolución que proclamó la República Popular China, en 1949. Los uigures hablan un idioma propio que proviene del árabe, por lo tanto distinto del mandarin, principal idioma chino, y cargan tradiciones próximas a las de Afganistán, país fronterizo, además de Rusia, Kazajistán, Tayikistán y Kirguistán.

Xinjiang, la provincia que explotó en tensiones sociales en nuestros días, era un país independiente y atendía por el nombre de Turquistán Oriental hasta 1949 cuando el general Whang Zen, uno de los más importantes en la lucha contra las tropas del Kumintang, lideró la conquista de la región en nombre de Mao. Whang Zen fue posteriormente uno de los Ocho Inmortales del Partido Comunista Chino, nombre dado al grupo más alto de la cúpula del partido que detuvo el poder en los años 80 y 90, habiendo comandado el proceso de restauración capitalista garantizando la permanencia de la burocracia de Pekín en el poder y participado del mando de la Masacre en la Plaza de la Paz Celestial en 1989, y es hasta hoy recordado entre la población uigur por la brutalidad con la que ejerció la conquista de Xinjiang hace exactos 60 años.

La política maoista consistía en una mezcla de anexión por la fuerza militar y de conquista del apoyo de la población local mediante la expropiación de la tierra. En palabras del propio Mao cuando compara a Tibet con Xinjiang en un escrito de 1949, “En el caso de Xinjiang nuestras tropas al mando de Whang Zen, luego de su entrada en la región tuvieron que dedicar primero todas sus energías a practicar la austeridad, apoyarse en sus esfuerzos y autoabastecerse a través de la producción. En la actualidad se está llevando a cabo la reducción de la propiedad de la tierra y las ganancias, y en el próximo invierno se hará la reforma agraria, lo que hará que las masas nos apoyen con más entusiasmo”. A pesar de que la nacionalización de la tierra haya soldado la integración de Xinjiang a China, y de que en sí sea una tarea progresiva, las aspiraciones nacionales de los uigures persistieron latentes para explotar en nuestros dpias, siendo desde hace décadas sofocadas por la burocracia china. En este sentido, el PC chino tenía una política que negaba que la emancipación de los trabajadores fuese obra de los trabajadores mismos, exacerbando el carácter deformado y las inmensas contradicciones resultantes de estos procesos de expropiación.

Así se expresa cómo, desde sus orígenes, la política maoista en relación a las demás nacionalidades cercanas a China fue cualitativamente distinta a la posición defendida por Lenin y Trotsky. En su escrito dedicado a la cuestión de la autodeterminación de las naciones, en el que polemiza con Rosa Luxemburgo, Lenin defiende: “Tomemos la posición de la nación opresora. ¿Puede ser libre un pueblo que oprime a otros pueblos? No. Los intereses de la libertad de la población gran rusa exigen la lucha contra tal opresión. La larga historia, la secular historia de la represión de los movimientos de las naciones oprimidas, la sistemática propaganda de tal represión por parte de las clases “superiores” crearon enormes obstáculos a la causa de la libertad del pueblo gran ruso en sus prejuicios, etc. [1]”.

Por lo tanto, las declaraciones de Mao de que habría que combatir al “chovinismo han” poco podrían hacerse realidad, si la política concreta fortalecía justamente ese chovinismo a partir de la conquista, y consecuentemente opresión, de otras etnias y nacionalidades. Por lo tanto, en vez de la conquista por la fuerza de los ejércitos comunistas, el programa revolucionario entiende como una cuestión fundamental la garantía del derecho a la autodeterminación de las naciones. Para hacer que la clase trabajadora y los pueblos avancen en la expropiación de sus burguesías en la conquista del poder, el programa revolucionario levanta el más profundo internacionalismo proletario, la alianza entre los trabajadores como clase sin fronteras, pero no la conquista o anexión. No por nada esta última política llevada adelante tanto por Mao así como por Stalin en el este europeo, a pesar de las diferencias entre sí, vienen, por lo tanto, acompañadas de la ruptura con el principio del internacionalismo revolucionario, y con la instauración de distintas variantes de la “teoría” del socialismo en un solo país.

Por lo tanto, es más actual que nunca la defensa de estos principios para que haya una real emancipación de la clase trabajadora y de los pueblos oprimidos mundialmente, única vía para imponer una salida progresiva a la situación de creciente tensión y miseria impuesta por el capitalismo y acelerada por la crisis económica internacional.

 

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