Álvaro Uribe acaba de firmar un nuevo acuerdo con Barack Obama para la instalación de militares norteamericanos en otras siete bases en territorio colombiano, que sustituirían la base de Manta, Ecuador, que Estados Unidos está desalojando por decisión de Rafael Correa de no renovar el contrato de permanencia vencido tras diez años. De esta manera, Obama reafirmó la alianza militar y política con Uribe, uno de los principales aliados de Bush en la región.
Con la excusa del “combate contra el narcotráfico” bajo Clinton y con la “guerra contra el terrorismo” de Bush, Colombia se transformó en la principal concentración militar de Estados Unidos en América Latina, con miles de agentes, asesores y servicios de inteligencia que se han dedicado a entrenar a milicias paramilitares y escuadrones de la muerte, responsables de los asesinatos de dirigentes sindicales, campesinos y miembros de las FARC. Desde estas bases se organizó la incursión militar en territorio ecuatoriano contra un campamento de las FARC en marzo de 2008, en la que resultó muerto Raúl Reyes.
Esta política de Uribe generó tensiones con otros gobiernos de la región. El presidente venezolano Hugo Chávez lo ha denunciado como una amenaza directa, y Brasil se quejó porque no está de acuerdo con que se incremente la presencia militar norteamericana en las proximidades del Amazonas. Varios gobiernos latinoamericanos, como el de Cristina Fernández de Kirchner, están recibiendo al presidente Uribe que organizó una gira regional para bajar la oposición hacia su política militar en vistas a la próxima reunión de Unasur que se realizará en Quito el 10 de agosto.
La ampliación de la presencia militar norteamericana en Colombia, junto con el rol que está jugando Estados Unidos en sostener a los golpistas en Honduras, muestra que la retórica de Obama y su supuesta política de “buen vecino” ni siquiera alcanzan para cubrir que el imperialismo norteamericano busca reafirmar su poderío regional en América Latina, a la que sigue considerando como su patio trasero.
El 5 de agosto se realizó en Buenos Aires una movilización de repudio a la visita de Uribe y a la instalación de nuevas facilidades militares norteamericanas que son una amenaza concreta para todos los pueblos de la región. Es preciso redoblar la movilización en toda América Latina para expulsar al imperialismo de nuestro continente.
|