El presidente sudafricano Jacob Zuma parece estar ante el final de una corta “luna de miel” luego de haber asumido hace tan sólo 3 meses. El gobierno de Zuma ya ha enfrentado huelgas, movilizaciones y protestas que ponen de manifiesto el creciente descontento obrero y popular cuando ya se sienten los primeros efectos de la crisis económica. En el fondo, estas protestas cuestionan la incapacidad del CNA (Congreso Nacional Africano) durante sus 15 años de gobierno para responder a las demandas de los trabajadores y el pueblo pobre negro de Sudáfrica.
Después de la huelga de la construcción (ver La Verdad Obrera N° 334), que paralizó las principales obras del próximo mundial de fútbol de 2010, el gobierno sudafricano enfrentó recientemente una nueva huelga: esta vez de los empleados municipales. La lucha de la construcción terminó en triunfo y se transformó en la primera de una serie de huelgas y negociaciones con las cámaras patronales de las principales actividades económicas como el oro, carbón y la energía.
El 31/7 culminó una huelga de 5 días de los empleados públicos con un acuerdo de 13% de aumento (ellos exigían el 15% y el gobierno ofrecía 11.5%). La huelga contó con la participación masiva de médicos y trabajadores/as de la salud, conductores de trenes y autobuses, recolectores de residuos y empleados de oficinas municipales, organizados en el Sindicato de Trabajadores Municipales de Sudáfrica y el Sindicato Municipal Independiente y Aliado (SAMWU e IMATU respectivamente, por sus siglas en inglés) que juntos nuclean a cerca de 150.000 trabajadores/as municipales. La huelga afectó la recolección de residuos, el transporte y mantuvo cerradas la mayoría de las oficinas públicas.
En este contexto, el sindicato de trabajadores de telecomunicaciones, con más de 40.000 afiliados, paralizó las actividades el 3 y 4 de agosto con una huelga por aumento salarial en la principal empresa telefónica del país, Telkom.
En medio de la recesión económica y una inflación que crece, esta ola de huelgas cuestiona la continuidad de las políticas neoliberales del gobierno del CNA y agudiza la crisis entre la coalición de gobierno y los sindicatos organizados en la central sindical COSATU, que habían apoyado la candidatura de Zuma y hoy piden al gobierno un mayor gasto social frente a la crisis. Hay negociaciones y anuncios de huelgas en el sector químico, del papel, el oro y el carbón y los trabajadores/as de TV estatal han anunciado la posibilidad de un apagón televisivo a nivel nacional.
Impaciencia popular
El trasfondo de la huelga municipal y la última ola de huelgas es la creciente impaciencia de los sectores populares que ven cómo se esfuman las promesas de campaña del presidente Zuma que, con un perfil populista, prometía llevar agua corriente, electricidad, educación y salud a los barrios y distritos más empobrecidos. El actual gobierno es la continuidad de 15 años del CNA, el partido que aglutinó las esperanzas de la mayoría negra luego de la caída del apartheid y la dictadura de la minoría blanca al frente del régimen segregacionista.
La llegada al poder de un gobierno negro por primera vez con Nelson Mandela (Premio Nobel de la Paz y figura de la lucha anti-apartheid) había alimentado enormes expectativas de igualdad que hoy se chocan con una dura realidad: el 43% de la población vive con 2 dólares por día, el 70% de los niños y niñas son pobres, 5 millones de personas están infectadas con el virus HIV y el paupérrimo sistema sanitario no puede frenar la epidemia que ya ha dejado millones de huérfanos/as y casi 150.000 hogares sudafricanos a cargo de niños y niñas.
La crisis económica internacional sólo empeora el panorama: en lo que va del año se han perdido casi 270.000 puestos de trabajo y más de 300.000 personas ya no buscan empleo. Según los datos oficiales, el desempleo trepa al 23.2% aunque otros organismos dicen que la cifra real supera el 30%.
Millones de personas siguen viviendo en los llamados “townships”, verdaderos getthos heredados del régimen racista del apartheid, donde no hay agua corriente, cloacas, electricidad, calles y ni nada que garantice condiciones básicas. Estos cordones de pobreza contrastan cada vez más con los distritos comerciales en ciudades como Johannesburgo, donde vive y trabaja una pequeña minoría que se ha beneficiado de las políticas económicas de Zuma y el CNA. En los “townships” las personas viven en condiciones deplorables, con ratas, los vecinos queman su propia basura porque no hay recolección y las enfermedades se reproducen rápidamente.
Desde principios de julio, la impaciencia popular por las promesas incumplidas se transformó en protestas muchas veces violentas, bautizadas por los medios como protestas “anti-pobreza”, que exigen servicios básicos como agua, electricidad, hospitales y escuelas, con marchas y cortes de ruta. En las afueras de la capital (Johannesburgo), en Ciudad del Cabo y Pretoria hay protestas y marchas de residentes de los “townships” frente a edificios oficiales.
Presión y crisis
La ola de huelgas aumenta la presión sobre el gobierno del CNA que se encuentra entre las protestas obreras por salarios y populares por servicios básicos, por un lado, y las exigencias de la gran patronal organizada en las cámaras empresarias por el otro. Así como durante la huelga de la construcción los empresarios trataron declarar ilegal la acción de los trabajadores, hoy las cámaras le piden al gobierno que controle a los sindicatos, hasta hace poco fuertes aliados del presidente.
Zuma había sido mostrado como un cambio respecto de la desgastada administración de Thabo Mbeki (también del CNA), pero su gobierno viene garantizando (como los anteriores) la continuidad de las políticas neoliberales en Sudáfrica. Mientras crece la brecha entre ricos y pobres, las principales beneficiadas han sido las empresas extractoras de minerales y las constructoras que obtuvieron millonarios contratos para el mundial de fútbol.
El propio Zuma ha salido a pedir calma y el fin de las protestas que responsabilizan al gobierno por la falta de servicios básicos como agua y electricidad. El descontento, que crece al ritmo de la inflación y el desempleo, erosiona al gobierno del CNA, mientras sus aliados de la burocracia sindical de COSATU y el PCSA intentan controlar y canalizar las protestas.
Las recientes marchas y bloqueos en los “townships”, donde se incendiaron autos de la policía y se apedrearon edificios oficiales, son vistas por muchos como una peligrosa postal de los días de protesta contra el Apartheid. Las demandas de las mayorías obreras y populares de Sudáfrica siguen sin respuesta, mientras las grandes empresas se benefician de la explotación de su pueblo y la expoliación de sus recursos. Las luchas obreras en curso, formando una poderosa alianza con los sectores empobrecidos de la ciudad y las áreas rurales que empiezan a movilizarse, muestran el camino para enfrentar la agenda neoliberal del CNA y avanzar en la resolución de los problemas más acuciantes de los trabajadores y el pueblo pobre.
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