El domingo 13 de septiembre, alrededor de 4.000 personas se congregaron en la Alameda –la principal avenida del centro de Santiago- para marchar hacia el Cementerio General, en memoria de los detenidos desaparecidos y los ejecutados políticos de la dictadura pinochetista. La presencia fue, ante todo, de organizaciones políticas de izquierda y de organismos de derechos humanos.
En comparación con años anteriores, la convocatoria fue menor: el clima represivo que vienen instalando el gobierno “socialista” de Bachelet y la derecha contribuyó a esa disminución. Durante las últimas semanas los estudiantes universitarios vienen soportando el cierre de las universidades y violentas irrupciones de la policía; y el pueblo mapuche –que lucha por la recuperación de sus tierras y territorios–, es permanentemente criminalizado a través de los medios, todo esto luego del asesinato por la espalda –a manos de un policía- del luchador mapuche Jaime Mendoza Collío, el cuarto muerto por motivos políticos bajo el gobierno “progresista” de Michelle Bachelet. Algunos dirigentes sindicales, acusados de participar en “atentados” están sufriendo allanamientos a sus casas. Y preparando represiones futuras, el gobierno y la derecha acaban de aprobar una ley contra las manifestaciones públicas, que sancionará con cárcel y multas a quienes las convoquen, en caso de que haya destrozos. La derecha, haciéndole honor a su tradición pinochetista, presiona para fortalecer la represión. Para este 11, plantearon que había que implementar el “toque de queda”, según ellos, para prevenir el “vandalismo”.
Sin embargo, para la marcha del 13, el gobierno procuró no “excederse” con la represión. Las elecciones presidenciales y parlamentarias que serán en diciembre, sin duda, incidieron en esta decisión. Primero, porque aparecer como un gobierno represor, podría acarrearle costos electorales a su candidato presidencial, el democratacristiano Eduardo Frei. Segundo, porque no hay que perder de vista que la Concertación –el conglomerado oficialista, compuesto por el PS, la DC, el PPD y el PRSD- atraviesa un proceso de desgaste, lo que la ha conducido a pactar con el Partido Comunista listas parlamentarias comunes, a cambio de que éste vote por su candidato presidencial en la segunda vuelta que todos los sectores vislumbran como probable. El Partido Comunista, como cada año, estuvo presente en la marcha. ¿Iban a generar la indignación de su aliado? Por ello, a diferencia de años anteriores, el PC pudo organizar, en las afueras del Cementerio General, en avenida La Paz, el acto oficial. Siempre este acto quedaba relegado a un pequeño espacio dentro del cementerio. La policía concentró la represión sobre algunas organizaciones de menor tamaño y sobre los jóvenes. Así, el saldo de detenidos llegó a las 17 personas, y la Intendencia metropolitana, sacando cuentas alegres de la jornada, señaló que esta vez la “violencia había sido menor”.
El rechazo al golpe en Honduras
Una cuestión que estuvo ausente de la jornada, fue el repudio al golpe de estado en Honduras. El imperialismo norteamericano, en decadencia, necesita de gobiernos serviles en Latinoamérica, y por ello, ha legitimado a los golpistas hondureños impulsando el pacto de San José, el que –además de reconocer a los golpistas como un “interlocutor válido”- si bien plantea un retorno de Zelaya, asegura que no se realice la Asamblea Constituyente que era repudiada por los sectores más proclives a la égida imperialista, y también la impunidad de los golpistas a través de la amnistía. La represión de los militares ya ha dejado decenas de muertos, y las mujeres en lucha están padeciendo violaciones y humillaciones de todo tipo. El pueblo hondureño, sin embargo, con fuerzas, mantiene su resistencia. Este proceso, y la instalación de tropas yanquis en siete bases colombianas, nos recuerdan que el imperialismo, para defender sus intereses, no trepidará a la hora de aplicar métodos violentos para defender sus intereses. Tal como lo hizo en Chile hace 36 años, de la mano de los patrones nacionales, su policía y sus fuerzas armadas.
Clase contra Clase, al igual que el conjunto de organizaciones que integramos la Fracción Trotskista - Cuarta Internacional, viene realizando una fuerte campaña de rechazo al golpe en Honduras. En esta marcha, a 36 años del golpe en Chile, no podíamos silenciar esta salida reaccionaria de la patronal. Nuestros gritos internacionalistas se hicieron sentir con fuerzas en el trayecto de tres horas de la Alameda al Cementerio General. Junto a las compañeras de la agrupación de mujeres Pan y Rosas - Teresa Flores y a los compañeros de la corriente de estudiantes marxistas Las Armas de la Crítica, enronquecimos nuestras gargantas con las consignas: “En Honduras, patrones y curas, son los que sostienen esa dictadura”; “si se puede, si se puede, con huelgas y piquetes los golpistas retroceden”. Al finalizar la marcha, en el memorial de los detenidos desaparecidos, en un pequeño acto, manifestamos nuestro más profundo rechazo al golpe y a las elecciones de los golpistas, y llamamos a la CUT –la principal multisindical en Chile- a impulsar fuertes movilizaciones en solidaridad con el pueblo hondureño.
Juicio y castigo a los represores de ayer y hoy
Recientemente se hizo público que el ejército mantenía contratados “a honorarios” a miembros de la DINA, uno de los organismos de inteligencia de la dictadura. El gobierno bacheletista planteó que había que actuar bajo el principio de “presunción de inocencia” y de esa forma, justificó que estos represores se mantengan trabajando en el ejército. La derecha apoyó al gobierno. Luego del repudio que generó esta decisión, al interior de las propias filas concertacionistas, el gobierno se vio obligado a presionar al ejército para que los represores sean despedidos de sus trabajos… ¡Pero seguirán en la calle y con buenos sueldos! Y peor aun, el debate que abrió la iglesia, de indultar a algunos de estos genocidas que han sido encarcelados, se mantiene abierto. Todo esto lo presentan como avances hacia una “reconciliación nacional”. Los gobiernos concertacionistas, si bien han encarcelado a algunos “casos emblemáticos”, han mantenido en la impunidad a la mayoría de los agentes de la dictadura. Incluso Pinochet murió en la completa impunidad. La pose “allendista” que hizo Bachelet el 11 de septiembre, citando palabras del presidente de la UP, no tapan el hecho de que ha mantenido –al igual que sus predecesores concertacionistas- libres a la mayoría de los milicos genocidas.
Por ello, Clase contra Clase, junto a otras organizaciones y asistentes a la marcha, gritó con fuerzas: “No olvidamos, tampoco perdonamos, y aunque se haya muerto, no nos reconciliamos”. En el acto que realizamos al concluir la jornada, llamamos a luchar por la más amplia movilización hasta enjuiciar y castigar con cárcel a los represores de ayer y hoy. Esta pelea es parte de la lucha por acabar con toda la obra pinochetista, con la privatización de los recursos naturales y los servicios básicos; con la prohibición de los dirigentes sindicales para optar a cargos parlamentarios, con el antidemocrático sistema binominal. Como organización, no dejamos de pronunciarnos por estas cuestiones. Y llamamos también a impulsar una fuerte campaña contra la represión. Una política obrera independiente
Cada 11 de septiembre, transversalmente, los políticos de la clase patronal, llaman a no repetir los “errores del pasado” y a evitar la “polarización política” que según ellos habría acarreado el golpe. En base a eso plantean la necesidad de la “reconciliación nacional”. Todo esto mientras mantienen en la miseria a millones de trabajadores, como están haciendo ahora con la crisis, con despidos y aumentando los niveles de explotación en cada lugar de trabajo.
La herencia pinochetista vive en la realidad de cada día. Nuestro llamado es a recuperar la tradición de los cordones industriales, que en 1972, surgieron cuestionando la propiedad y el poder de los capitalistas, demostrando que la clase obrera puede ofrecer a los oprimidos una sociedad liberada de la opresión y la miseria. Para esta lucha, es necesario levantar un partido de trabajadores que pelee por una estrategia independiente de toda variante patronal, no depositando ninguna confianza en los políticos patronales, aunque se vistan de progresistas, como hace el PC con el democratacristiano Frei.
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