El gobierno tuvo que ceder ante el movimiento de masas derogando el CPE. Se abre una nueva etapa de la lucha y de la crisis de la V República
Primer triunfo en Francia ¡Hay que ir por más!
El retiro del CPE demuestra que los trabajadores y estudiantes tenemos fuerzas para derrotar al gobierno e imponer un plan obrero contra la desocupación, la carestía y superexplotación
Después de haber intentado ser “inflexible” el gobierno francés debió retirar el CPE. Los casi dos meses de ocupaciones de universidades, las manifestaciones de millones, bloqueos de carreteras, fábricas o aeropuertos, obligaron al gobierno a entregar algo para intentar aplacar al movimiento. Aún al día de hoy existen importantes universidades bloqueadas (como las parisinas, las de Rennes o Toulouse). Es que un movimiento tan importante no puede ser desmontado de un día para el otro, ya que la dinámica que desató fue el cuestionamiento de la explotación a nivel de las grandes masas. Millones en las calles decían “No a la esclavitud”, “El CPE es para los patrones”, y, aunque parcial, obtuvieron un triunfo. La juventud y los trabajadores de Francia están moralizados. Esto puede empujar a los trabajadores a luchar por sus demandas más sentidas, cuestión que seguramente contará con la simpatía de los estudiantes. Una nueva generación militante, que hizo una gran experiencia de lucha entra por la puerta grande a la escena política.
Por más que intenten disimularlo, los que perdieron son el trío Chirac-Villepin-Sarkozy. Ninguno de ellos ganó. Sus roles se dieron vuelta durante el conflicto y no pueden siquiera satisfacer a su base. Chirac y De Villepin, que decían ser el “ala social”, terminaron siendo vistos por los estudiantes y trabajadores como los más autoritarios, antes de hacer el ridículo con el retiro del CPE. Asimismo, el ministro Sarkozy, que hacía gala de “dureza” fue en realidad el primero en pedir que se retirara el CPE para que la situación no se les fuera de las manos. Si bien no se alcanzó el conjunto de lo que pedía el movimiento, este es un primer triunfo parcial para los estudiantes y trabajadores después de largos años de derrotas. Pero lo más importante es la lección que deja: que a un gobierno imperialista se le puede torcer el brazo con la lucha. Si el gobierno y su partido (el UMP) venían de perder tres elecciones consecutivas y lejos de cambiar el rumbo, lo profundizaban, esta vez, con movilizaciones, huelgas, ocupaciones, se hizo que dieran marcha atrás con una “Ley de la República”. Si el gobierno no quería ceder no era fundamentalmente en defensa del CPE, pese a que necesitan cuanto antes legalizar una mayor explotación a los trabajadores. Lo principal era “preservar la autoridad del Estado”, demostrar que “la calle no gobierna”, pero no tuvieron la fuerza para hacerlo. Si el gobierno está débil, los trabajadores están en mejores condiciones para luchar por sus reivindicaciones.
El hecho de que el gobierno francés se haya visto obligado a retirar el CPE tiene un gran valor a nivel internacional, ya que Francia es uno de los principales países imperialistas, y pilar de la Unión Europea. El mito del “modelo social francés” supuestamente más protector de los trabajadores comparado al “modelo angolasajón” o “americano” perdió todo su “prestigio”, ya que millones en las calles repudiaron la explotación a la francesa. Así como el gobierno guerrerista de Bush se ve acosado por las movilizaciones de inmigrantes, el gobierno francés, que se jactaba de no participar en la guerra de Irak (pero sí en decenas de intervenciones imperialistas en todo el mundo, comenzando por Afganistán y Costa del Marfil) está acosado por la lucha de los estudiantes y trabajadores. El prestigio del imperialismo francés, va al mismo tacho de basura que el CPE. Desde siempre Francia ha inspirado a los revolucionarios de todo el mundo. La lucha francesa de hoy también es inspiradora ya que deja ver que aun a los gobiernos más poderosos del mundo se los puede hacer recular.
El PS se limitó a reclamar en la Asamblea Nacional el retiro del CPE, e imploraba el retiro para “evitar males mayores”. Hoy François Hollande se jacta diciendo que “Yo no veo más que razones para tener confianza en las perspectivas electorales” (Le Monde, 12/4). Ni hablar de luchar por el retiro del conjunto de la “Ley de Igualdad de Oportunidades”. Sin embargo, según una encuesta publicada en Libération del 10/4 “el 63% de los franceses piensa que el PS no tiene mejores ideas que la derecha para solucionar el problema del empleo”. Este movimiento, pese a estar encabezado por los estudiantes, está centrado en la lucha contra la flexibilización laboral. La ex izquierda plural no representó ninguna alternativa a la derecha en ese sentido durante el gobierno de Jospin. Un eventual nuevo gobierno de la izquierda plural en 2007 deberá enfrentar probablemente un renovado y moralizado movimiento de masas.
El PCF grita “Victoria” en un comunicado. En él dice que “La formidable movilización intergeneracional, la unidad de los sindicatos, de las organizaciones de la juventud y de los liceístas hicieron recular al gobierno” (www.pcf.fr 10/4).
Sin embargo, la realidad fue exactamente al revés. Los sindicatos habían convocado a una “jornada de acción” sin huelga para el 7 de marzo, un mes después de la gran movilización de febrero. En ese período los estudiantes, pacientemente, fueron ocupando la inmensa mayoría de las universidades, entre ellas la Sorbonne. Se creó la Coordinadora Nacional de Estudiantes, organismo democrático en donde había representación por asambleas y con mandato, que fue la que en los hechos organizó la lucha. La “unidad sindical”, aun con los minoritarios sindicatos estudiantiles UNEF, CE y FIDL, fue para intentar contener de alguna manera un movimiento poderoso, radical y que cuenta con la legitimidad de estar organizado desde las bases. No es “gracias” a la “unidad sindical” que el movimiento pudo inflingirle una primera derrota al gobierno. Esta fue impuesta por un impresionante movimiento de millones, al que intentaron canalizar. El PCF considera que ya se llegó al máximo, ni piensa en continuar la lucha contra el conjunto de la “Ley de Igualdad de Oportunidades”, ni contra el CNE, sino que adhiere al “diálogo social” lanzado por el devaluado de Villepin: “El Partido Comunista francés llama a aquellas y aquellos que se movilizaron a mantener un alto nivel de vigilancia en la perspectiva de la discusión anunciada por el gobierno con las partes sociales, para responder al problema del empleo de los jóvenes y de la precariedad” (10/4).
La CGT, principal central sindical francesa, también habla de victoria mientras se sienta a la mesa de negociaciones con el gobierno. El hecho de que el 4 de abril se hayan movilizado 3 millones de personas por segunda vez en siete días, sumado al hecho de que en el sector privado (particularmente en minería, energía y metalúrgicos) subió el número de huelguistas, dejaba en evidencia que la lucha de la juventud contra la flexibilización laboral tenía una enorme simpatía activa de parte de los trabajadores. Como es evidente, los contratos precarios para jóvenes atacan al conjunto de la clase trabajadora, porque los patrones comenzarán a utilizar jóvenes precarios y despedir a “viejos” con contrato a tiempo indeterminado. La lucha podía ir más allá y podía triunfar. La “Ley de Igualdad de Oportunidades” y el CNE siguen en vigor. Al mismo tiempo, la lucha contra la privatización de Gaz de France es desviada por la burocracia sindical para que no se mezcle con la de la juventud. En las calles se condenaba al gobierno, que ha demostrado que es impotente para gobernar. Se reclamaba la huelga general: en centenares de asambleas de trabajadores, de delegaciones sindicales y de asambleas estudiantiles se votó esta moción. Si el gobierno no cayó, se lo debe agradecer a la burocracia sindical.
La situación agónica del régimen de la V República
Los partidos actuales son la continuidad de los partidos que dirigieron Francia desde la II Guerra Mundial hasta ahora. La sociedad francesa se había organizado con los partidos conservadores gaullistas de un lado, los socialdemócratas y el Partido Comunista Francés del otro. Los stalinistas, además de dirigir la CGT, que era un sindicato verdaderamente implantado en la clase obrera, podía contar con el “prestigio” de la URSS que había ganado la guerra a los nazis; eran una burocracia fuertísima. Todo esto se daba en el marco de que Francia era una potencia colonial y de que se vivía el “boom de posguerra” que les permitía dar ciertas concesiones a los trabajadores: a todo eso se lo llamaba el “modelo social francés”. Hoy todo eso ya no existe. Francia ya no es una potencia colonial ni hay un crecimiento económico como en la época de posguerra. El stalinismo tuvo su final sin gloria hace más de 15 años. Hoy vivimos en otro país. En el plano internacional la unificación alemana le ha quitado su rol directriz del que gozó en la posguerra y el proyecto europeísta hoy está hecho jirones. Todos los partidos son una pálida sombra de lo que eran, la ligazón con las masas es ínfima. En las presidenciales de 2002 Le Pen llegó a la segunda vuelta (dejando afuera a los socialistas) y la “extrema izquierda” superó el 10%. El PCF sólo obtuvo el 3%. En las elecciones por el Proyecto de Constitución de la Unión Europea tanto la UMP, como la UDF y el PS, llamaron a votar SI, y el NO ganó con el 55% demostrando la disminuida autoridad que tienen estos partidos sobre las masas. Los sindicatos, otrora todopoderosos, hoy son una miríada de pequeñas organizaciones; los trabajadores en su inmensa mayoría no están sindicalizados y el PS y el PCF han dejado hace rato de ser los partidos hegemónicos entre los trabajadores. Las colonias actuales son muy pequeñas, comparadas con la “grandeur” pasada además de la pérdida de influencia en regiones como Medio Oriente o Europa del Este, y la metrópolis tiene en sus ciudades millones de inmigrantes o hijos de inmigrantes, que, con justa razón, se sienten marginados en la Francia actual (como se expresó de forma distorsionada en la revuelta de las banlieues). El “modelo social francés” no existe más ni tiene bases materiales para recrearse en el medio de la feroz competencia intermonopólica por el mercado mundial. Este régimen venía propinando derrotas a los trabajadores en su decadencia. La imponente lucha contra el CPE cambió la tendencia. Entramos a una nueva etapa en la cual las decadentes instituciones de la burguesía francesa están a la defensiva frente a un movimiento de masas moralizado que ha demostrado que puede ir mucho más lejos.
El gobierno intenta tomarse un respiro. La “oposición” socialista vuelve a intentar llevar adelante una campaña electoral “normal”. Pero el poder ha cedido y los trabajadores y estudiantes lo saben. Se puede ir por más. Si el gobierno no ha sido derrotado en toda la línea se debe a que las direcciones sindicales evitaron la perspectiva de la huelga general. La principal forma de golpear a los capitalistas es en su corazón: las ganancias. Si el gobierno resistió tanto fue porque la maquinaria capitalista seguía funcionando, las huelgas que hubo fueron espontáneas, aisladas, sostenidas solamente por los delegados de base.
Los principales sindicatos (CGT, FO, CFDT) no hicieron ningún claro llamado a la huelga, y mucho menos a la huelga general. Si los dirigentes sindicales brindaron con champagne, no fue sólo por la derogación del CPE, sino porque se liberaban de la presión de ir hacia medidas de lucha mayores, ya que si esto continuaba y se negaban, hubieran debido enfrentarse directamente con su base y con los estudiantes radicalizados. El régimen UMP-UDF-PS-PCF-Verdes no da para más, la vanguardia obrera debe plantear una alternativa de clase a la agonía de la V República.
Por un plan obrero contra la desocupación, la carestía de la vida y la superexplotación
Los principales problemas que movieron a los franceses en estos dos meses siguen en pie: la explotación y la desocupación. Hay que proponer un programa a la altura de las circunstancias. Trabajo hay: millones de trabajadores, particularmente jóvenes, dejan su vida en la fábrica por los ritmos infernales, mientras que por otro lado la desocupación se extiende en los barrios populares. Hay que luchar por el reparto de horas de trabajo entre ocupados y desocupados, por semanas de trabajo de no más de 30 horas con un salario igual a la canasta familiar. Si los patrones y sus políticos no pueden satisfacer las necesidades de las mayorías obreras y populares en Francia, o dicen que es económicamente inviable para ellos, se tienen que ir. La vida de los trabajadores vale más que las superganancias de estos parásitos.
Los llamados servicios públicos hoy son carísimos. Servicios elementales como la electricidad en invierno se pagan centenares de euros. Además de que el servicio es lento y malo, el boleto mensual de metro o de bus para ir a las periferias supera los 60 euros. Hay que luchar por la renacionalización y puesta bajo control de las organizaciones de trabajadores y de usuarios de todos los servicios públicos (agua, electricidad, gas, transporte, etc.).
Los alquileres en Francia están entre los más altos del mundo. Las inmobiliarias piden que el salario del inquilino supere tres veces el valor del alquiler, cosa difícil de alcanzar en muchos casos. Sin olvidar que el racismo tiene un gran peso para decidir a quién se le alquila. La mayoría de la población vive hacinada en pequeñísimos departamentos que a veces no superan los 20 metros cuadrados. Los jóvenes sin trabajo, o con trabajos precarios, se ven obligados a quedarse en la casa de los padres. Al mismo tiempo, en la región parisina hay 2 millones de departamentos vacíos. Es necesario imponer con la lucha un gran plan de viviendas nacional, pagado con impuestos a las grandes fortunas, para que nadie quede en la calle y haya habitaciones dignas para todos.
Hay que pelear por el acceso a la escuela y a la universidad para todos y por becas sustanciales para los hijos de las familias obreras. Para luchar contra el elitismo del sistema escolar, que excluye y envía a “escuelas de oficios”, en particular a los hijos de inmigrantes más pobres, hay que pelear por un cogobierno de docentes-trabajadores y estudiantes y que sean ellos quienes discutan los planes de estudio y no los burócratas de los ministerios que promueven “la buena obra colonial de Francia”. Contra todos los mitos autoritarios, los estudiantes en la lucha anti-CPE demostraron una enorme madurez, y demostraron que pueden pensar otra escuela para los hijos de los trabajadores y el pueblo, y no para preparar carne de cañón para las fábricas.
Para unificar a los trabajadores hay que luchar por la legalización inmediata de todos los inmigrantes. La derecha los estigmatiza como responsables de la decadencia de Francia, mientras que la “izquierda gubernamental” mantuvo intactas las leyes anti inmigrantes acordadas en la Unión Europea. Si son ilegales es para contratarlos en negro y superexplotarlos para bajar el salario y las conquistas del conjunto de la clase. Lo mismo con el racismo, hoy centrado en particular sobre los negros y los musulmanes. Si los trabajadores franceses no se ponen a la cabeza de la lucha contra el racismo, necesariamente habrá una tendencia hacia el repliegue religioso o comunitario que favorecerá el “divide y reinarás” promovido por la burguesía francesa. La izquierda revolucionaria debe ponerse a la cabeza de este combate para evitar el panorama de una guerra de pobres contra pobres. ¡Iguales derechos para los inmigrantes ya! ¡Basta de racismo!
¡No esperar a 2007! Desarrollar y fortalecer las organizaciones democráticas de los trabajadores y estudiantes como la Coordinadora Nacional y preparar la huelga general hasta derrotar al gobierno
Tanto la derecha como la llamada izquierda plural no tienen la intención de satisfacer estas demandas: hay que imponerlas con la lucha. Los mismos sindicatos han demostrado que no aspiran más que a la “paz social” y que a lo sumo quieren un cambio de gobierno en 2007. La tarea del día es organizarse desde abajo. La lucha de estos meses deja una gran organización para el combate: la Coordinadora Nacional de Estudiantes. La organización en asambleas, con mandato, es un ejemplo de organización democrática desde la base para el combate. Hay que extenderla al conjunto de los universitarios y liceístas, debe transformarse en un organismo permanente para la lucha. Los trabajadores pueden y deben organizarse de la misma manera. Primero en coordinadoras locales, luego regionales y nacionales. Las centenares de organizaciones de base que votaron la huelga general pueden y deben organizarse ya. Desde allí se puede lanzar un llamado al conjunto de los trabajadores para imponerles la huelga general a los burócratas sindicales. Si hay una organización decidida los trabajadores responden.
Los que se reivindican revolucionarios y están dentro de los sindicatos tienen la obligación de crear corrientes clasistas con este programa y hacerlo público, para que sea un referente para el conjunto de la clase obrera. Sólo con la huelga general se puede terminar con Chirac-Villepin-Sarkozy y todos los políticos e instituciones antiobreras y podridas de la V República. A la huelga general hay que prepararla desde ahora en todos los lugares de trabajo y estudio. Sólo el desarrollo de esta perspectiva puede derrotar al gobierno de los capitalistas y abrir el paso al único gobierno que puede resolver los problemas profundos de la Francia obrera y popular: un gobierno de los trabajadores y el pueblo. Un gobierno basado en las organizaciones obreras y populares podrá imponer el conjunto de las reivindicaciones de los trabajadores y estudiantes.
Por una alternativa revolucionaria
La llamada “extrema izquierda” no estuvo a la altura de los acontecimientos. La LCR llamaba a la “huelga general” pero jamás hizo una moción por imponérsela a los burócratas sindicales. LO se limitó a seguir a las centrales sindicales. Pero ambos tienen miles de abnegados militantes obreros y estudiantes. Ellos tienen la capacidad de crear una importante corriente por la huelga general en centenares de fábricas, oficinas y escuelas y esto sería un gran punto de apoyo para las reivindicaciones de los trabajadores. Si la situación no es mejor para los trabajadores se debe a que los burócratas sindicales impidieron la huelga general, y si la burocracia hoy no tiene el aliento en la nuca de una gran corriente obrera radicalizada es responsabilidad fundamental de la “extrema izquierda”. Deben cambiar de rumbo. Como ya dijimos en la declaración de la FT-CI del 5/4/2006: “Es necesario un bloque inmediato de los partidos y tendencias que se reclaman trotskistas en Francia, para actuar en común frente a la crisis (no sólo contra el gobierno sino contra la claudicación de los sindicatos y la “izquierda plural”) en la perspectiva de abrir la discusión sobre el programa y los métodos para construir un gran partido revolucionario trotskista francés”.
Hoy nos encontramos ante un nuevo período de lucha: la situación para los trabajadores y el pueblo son más favorables. El régimen ha mostrado su debilidad: hay que ir por más. Pero no se puede perder tiempo, la numerosa extrema derecha francesa se encuentra al acecho, y no se la detiene votando a un “respetable burgués” como Chirac. A los partidos de la burguesía (“moderados” o extremistas) se los derrota con la organización del conjunto de la clase trabajadora. Esa es la tarea del momento.
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