Decíamos una semana atrás que la huelga de Kraft-Terrabusi se había convertido en una causa nacional, que ya había sacudido las estructuras políticas y sindicales, obligando a posicionarse sobre esta gran huelga obrera, la más importante de un establecimiento industrial desde hace décadas. Denunciábamos, y lo hacían los trabajadores, que el gobierno de Kristina y Scioli jugaba para la patronal norteamericana, que recordamos es el segundo monopolio de alimentos del mundo.
Y a su vez despertaba creciente apoyo popular. Los estudiantes cortando las calles de Buenos Aires reeditaban la vieja consigna “obreros y estudiantes, unidos y adelante”.
Algo profundo estaba pasando en nuestro país, que se venía incubando desde antes de las elecciones generales del 28 de junio y se desarrolló después de la derrota electoral del kirchnerismo. No eran los patrones chicos o grandes del campo los que protestaban sino las obreras y los obreros de la mayor fábrica de una industria en desarrollo, no alcanzada por la crisis capitalista, que se plantaban y luchaban por su dignidad, por su salud, en defensa de su organización de base y contra los despidos y atropellos de la patronal. La gran huelga de Terrabusi.
Un salto del gobierno kirchnerista
Cuando se cumplían cinco semanas de huelga, la patronal -con el visto bueno de la justicia y del gobierno- lanzó su plan represivo. Por un lado militarizó la fábrica con centenares de efectivos, con la montada y la división canes. Decretó un nuevo lock out, y dio asueto desde las 3 de la mañana, donde gerentes y jefes se retiraron y a las 6 de la mañana no se dejó entrar a ese turno. El turno noche deliberó y resolvió retirarse haciendo el aguante desde afuera a los despedidos ante un posible desalojo. Un sector importante de éstos se quedó de guardia dentro de la fábrica. La orden de desalojo no tardó en librarse. Pero ese mismo día había una reunión convocada por el Ministerio para supuestamente negociar. Terminada la “reunión”, que consistió en una farsa ya que ni la Comisión Interna (ni siquiera el sindicato vendido!) estuvieron presentes. El Ministerio de Trabajo de la Nación y de Provincia leyeron ante los medios, no un acta o una resolución ministerial sino... ¡la propuesta de la empresa! Era un escándalo, algo insólito que minutos después quedó olvidado por la brutal represión que se desató para desalojar la planta. Pero acá se condensa el rol del Estado capitalista y sus instituciones: el Ministerio de Trabajo convoca a una reunión trucha; en medio de esto llega la justicia a la planta con la orden de desalojo, los dos ministerios (Nación y Provincia) se convierten en voceros de la empresa intentando dejar como intransigentes a los trabajadores; la burocracia sindical de Daer se borra y minutos después la policía bonaerense ataca alevosamente dentro y fuera de la planta.
La fábrica fue desalojada pero el conflicto sigue y el costo político para el gobierno, que decía que no iba a reprimir, es enorme. Para colmo Scioli reconoció que fueron los yanquis quienes se lo pidieron. Ese viernes (además de la batalla contra la policía fuera de la fábrica con decenas de detenidos) se realizó un escrache frente a la UIA y ante la inminencia de la represión se hizo un gran corte de la 9 de Julio durante horas, y una posterior marcha por el centro porteño culminando en Plaza de Mayo.
El sábado en el recuperado Hotel Bauen se realizó una reunión de organizaciones solidarias. El anfiteatro estaba colmado y se decidió acompañar el lunes a los trabajadores de Kraft. La CCC había decidido realizar cortes por todo el país, pero no en la Panamericana. Sin embargo, la decisión de los trabajadores de Kraft, que esa madrugada del lunes estaban acompañados por centenares de estudiantes y trabajadores solidarios entre los que destacó notoriamente el contingente del PTS y En Clave ROJA, garantizaron un corte de casi cinco horas que tuvo gran repercusión en los medios. Por la tarde, miles de personas confluyeron en la Plaza de Mayo en un acto para mostrar su solidaridad y repudio a la represión.
A la tarde se abrió una instancia de negociación en La Plata y allá fueron los dirigentes de Terrabusi. Pero el acta que salió de esa instancia era sólo una intimación a la empresa a pagar el total de los salarios adeudados, rever las decenas de suspensiones que acababa de imponer, dejar entrar a la comisión interna, y proponer reincorporar a algunos despedidos y retirar paulatinamente a la policía. Nada de esto cumplió la empresa que se sentía agrandada por la genuflexión del Estado argentino ante sus reclamos. Los cinco delegados más representativos tienen prohibido su ingreso a la planta. Esto es ilegal ya que el art. 48 de la Ley de Asociaciones Sindicales expresamente dice los delegados “no podrán ser suspendidos, modificadas sus condiciones de trabajo, ni despedidos durante el tiempo que dure el ejercicio de su mandato.” Pero la viceministra Rial pretende dividir a los cinco delegados discriminados diciendo que una cosa son los delegados del turno mañana y tarde que deberían entrar, y otra Javier Hermosilla (Poke) del turno noche ya que tiene una medida judicial que se lo prohíbe. Esto es falso ya que la medida cautelar dictada contra Hermosilla sólo lo suspende en la “prestación de tareas”, pero de ninguna manera se lo puede “suspender” de su derecho y deber de representante de los trabajadores y en sus funciones gremiales dentro del establecimiento laboral. La empresa, sin respetar siquiera la intimación del Ministerio y abusando de la medida cautelar, continúa prohibiéndoles el ingreso a los cinco delegados gremiales.
Pero pese a descabezar a la dirección, la fábrica no se pudo normalizar plenamente. El mismo martes se intentó una asamblea en el comedor y la policía pretendió detener a la única delegada presente. Esto colmó de indignación a los trabajadores, que se negaron a trabajar en ese clima. Siembran el temor. La policía sigue apostada y recorre las líneas y concurre al comedor de los operarios. Volvieron a alambrar el portón principal. Los jefes se envalentonan y presionan para acelerar los ritmos de trabajo, sobre todo con los budines y pan dulce, que están demorados. Reventaron varios cofres de los compañeros despedidos. Pero la bronca se acumula y la gente quiere a sus delegados adentro. El martes a la noche se hizo una asamblea en puerta de fábrica donde se ratificó la lucha contra los despidos y en defensa de los delegados, y para que vaya la policía. El miércoles 30 los compañeros de Terra encabezaron la marcha de la CTA al Ministerio de Trabajo.
Este jueves 1° de octubre hay una nueva audiencia de negociación, esta vez en el Ministerio de Trabajo de la Nación. El “operativo ablande”, con largas y espaciadas negociaciones pretende dejar afuera momentáneamente (e incluso en forma definitiva) a la interna y delegados para que la dictadura patronal se asiente.
Frenar la prepotencia patronal es posible. Las compañeras y los compañeros de Terrabusi, acompañados por las organizaciones solidarias, que cada día son más, deberán tomar nuevas medidas para quebrar la intransigencia patronal. Esta es una lucha testigo. Todos somos Terrabusi.
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