La jornada inaugural de la asamblea anual del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, celebrada en Estambul, Turquía, terminó con una brutal represión contra las marchas de repudio a los organismos internacionales. La cumbre estuvo custodiada por un mega operativo de seguridad para intentar evitar las manifestaciones y protestas que se venían preparando en la ciudad ante la llegada de los representantes del FMI.
El martes 6/10, una violenta represión se cobró la vida de un manifestante que murió en medio del operativo que contó con la participación de grupos antimotines, tanques hidrantes y gases lacrimógenos para dispersar la movilización. Además, 100 personas fueron perseguidas y detenidas luego de la represión y otras más resultaron heridas.
La protesta convocada por sindicatos, partidos de izquierda y organizaciones sociales y el repudio extendido a las políticas del FMI y el Banco Mundial apuntan contra el vicio neoliberal de estos organismos de descargar la crisis sobre los trabajadores y los más pobres. Y no se equivocan porque desde la Cumbre del G-20 realizada en abril en Londres, pasando por la última reunión de ese organismo en Pittsburg (Estados Unidos), hasta hoy, todas las medidas discutidas y adoptadas han sido para salvar a los grandes bancos e instituciones financieras, que se enriquecieron durante las últimas décadas y son los responsables de la crisis, mientras en el mundo millones de hombres y mujeres pierden sus puestos de trabajo.
A pesar de las declaraciones del director del FMI, Dominique Strauss-Kahn, sobre el supuesto nacimiento de un “nuevo FMI”, las políticas de ajuste que ya exigió a varios países en Europa del Este, gravemente afectados por la crisis financiera internacional, muestran que el FMI sigue aplicando las mismas viejas recetas neoliberales. De hecho, en la última Cumbre del G-20 se resolvió un “sistema de revisión y evaluación de las políticas” de los veinte países, donde el FMI les aportaría “asistencia técnica”.
Lejos de las promesas de cambio y las ilusiones de que “lo peor ya ha pasado”, los capitalistas y sus estados pretenden descargar, a través de todas las vías posibles, los costos de la crisis que ellos mismos provocaron sobre la clase trabajadora y los sectores populares.
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