Luego de tres días de receso, el martes 13/10 se reestableció la mesa de diálogo conocida con el nombre de Dialogo Guaymuras, entre los golpistas y la comisión que representa al presidente depuesto, Manuel Zelaya. El objetivo del diálogo es buscar una reformulación del acuerdo de San José que había sido impulsado por el presidente de Costa Rica, Oscar Arias, con el respaldo de EE.UU., la OEA y los gobiernos latinoamericanos, incluidos los del ALBA, para imponer una salida reaccionaria a la crisis abierta con el golpe cívico militar del 28/6 encabezado por Micheletti, y legitimar el régimen por medio de las fraudulentas elecciones convocadas para el 29/11. Recordemos que el acuerdo de San José incluye la restitución de Zelaya pero con un gabinete de golpistas, que quedarían impunes, y el compromiso de no convocar a una Asamblea Constituyente.
Al cierre de esta edición algunos medios informaban que se habría llegado a un acuerdo sobre la restitución de Zelaya, aunque no se sabe cuales serian las condiciones de la misma. Los golpistas se venían mostrando duros sobre este punto y una de las alternativas, peor aún que la del acuerdo de San José, es que Zelaya asuma sólo para legitimar el proceso electoral del 29 de noviembre.
Zelaya por su parte, mostrando su vocación para el diálogo, salió a matizar el “ultimátum” que había lanzado la semana pasada cuando pedía su restitución antes del 15 de octubre para reconocer, a cambio, el proceso electoral. Ahora dice que la fecha es negociable y que lo importante es que sea antes de las elecciones. Como lo demostró desde el primer día al aceptar todos los términos del acuerdo de San José, la política de Zelaya siempre estuvo puesta al servicio de la negociación con los golpistas, utilizando incluso las movilizaciones callejeras para mejorar su posición frente al diálogo y nunca para fortalecer al movimiento de resistencia. Con los acuerdos firmados Zelaya ya aceptó la total impunidad para los golpistas y entregó la posibilidad de convocar a una Asamblea Constituyente.
El acuerdo con los golpistas es tan escandaloso que el Frente Nacional de Resistencia (FNR), que formaba parte de la mesa de diálogo por medio de su vocero, Juan Barahona, tuvo que retirarse cuando Zelaya firmó el punto que sepultaba la posibilidad de convocar a una Asamblea Constituyente.
Al renunciar como miembro de la comitiva zelayista, Barahona dijo que “El Acuerdo de San José, en uno de sus puntos, establece la renuncia a la Constituyente y el Presidente Zelaya aceptó esos puntos, pero la Resistencia no los aceptamos ni los vamos a aceptar, aunque respetamos esa determinación de la renuncia de él. Cuando se restituya al Presidente, la Resistencia volverá a la calle a luchar por la Constituyente”.
Es decir que la dirección del FNR, que con el ingreso a la mesa de negociación había legitimado el diálogo con los golpistas y contribuído a la desmovilización de la resistencia, aún en un escenario donde continúa la represión y las persecuciones, ahora con su salida del diálogo no se propone patear el tablero y romper con la salida negociada, ni mucho menos acabar con el régimen golpista mediante la movilización en las calles y la convocatoria a una huelga general. Una vez más vuelven a llamar a confiar en Zelaya, que está entregando todas las reivindicaciones en el diálogo con los golpistas y movilizar sólo como medida de presión para fortalecer la posición de Zelaya. Su salida de la mesa de diálogo no es más que una forma de preservarse como dirección de la resistencia ante este acuerdo escandaloso y de manera preventiva evitar cualquier posible desborde tras más de 100 días en los que el pueblo hondureño ha realizado todo tipo de acciones contra los golpistas.
Más allá de como se desarrollen las negociaciones en los próximos días, ya quedó demostrado que el diálogo no tiene otro fin que el de preservar al régimen oligárquico hondureño, mientras que las aspiraciones de convocar a una constituyente desaparecen de un plumazo y los responsables del golpe quedan impunes.
Es necesario romper con el diálogo y retomar el camino de la lucha y la movilización en la perspectiva de organizar el boicot a las elecciones y la huelga general indefinida hasta derrotar a los golpistas e imponer un gobierno provisional de las organizaciones obreras y populares.
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