...América Latina ante los gobiernos “posneoliberales”, el comienzo de la experiencia con sus promesas y la recomposición del movimiento obrero
En estos primeros meses de 2006, a los gobiernos de discurso progresista (Lula, Tabaré o Kirchner) y nacionalista (Chávez) ya existentes se ha sumado en Bolivia el gobierno de Evo Morales, de perfil populista e indigenista. Además, mientras hace poco las elecciones municipales de El Salvador mostraron el ascenso electoral del FMLN, en Perú el ex comandante Humala encabezó la primera vuelta de las presidenciales con una retórica nacionalista y antineoliberal, y en México la figura de López Obrador, del PRD, crece en las encuestas preelectorales.
Así, en el panorama político regional, continúa la tendencia al desplazamiento de los viejos agentes neoliberales del imperialismo y el gran capital y su recambio por fuerzas políticas “posneoliberales”, que pasan a administrar el Estado conteniendo coyunturalmente los escenarios de crisis política y lucha de masas más agudos que habían caracterizado la situación latinoamericana en los últimos años (particularmente, en Sudamérica). Estas posibilidades de contención relativa se apoyan no sólo en la expectativa que despiertan entre las masas los nuevos gobiernos, sino en el crecimiento económico regional y la actitud más “pragmática” que Estados Unidos parece haber adoptado hacia el subcontinente, sin que todo esto signifique ni la absorción de las crisis estructurales ni una sólida estabilización regional.
I. El contexto internacional
La coyuntura regional se enmarca en una situación internacional que combina la expansión económica -aunque experimentando cierta “desaceleración”- con las dificultades de Estados unidos para “construir hegemonía” y otras tensiones políticas (aunque aún no se está ante el agotamiento del ciclo económico ni ante una dislocación de las relaciones interimperialistas).
La economía mundial continúa creciendo, motorizada por Estados Unidos y en menor medida por China e India -que atraen inversiones, compran equipamiento industrial y consumen ingentes cantidades de materias primas y commodities-, a pesar del poco dinamismo de la Unión Europea y Japón. Pero si bien la mayoría de los analistas pronostica que este escenario se mantendrá durante este año y el próximo, no son pocos los elementos de alarma que comienzan a cuestionar las posibilidades de prolongar este tipo de crecimiento, entre ellos: el alza imparable de los precios del petróleo -a lo que contribuyen las dificultades norteamericanas en Irak y la crisis con Irán-, los altos niveles de endeudamiento interno en Estados Unidos, y el carácter abiertamente especulativo que tiene el alza del mercado inmobiliario en este país y en otros centros capitalistas.
Al mismo tiempo, es evidente el debilitamiento de Estados Unidos como potencia hegemónica, enfrentando un escenario de pesadilla en la ocupación de Irak y sin lograr estabilizar Medio Oriente, con diversas dificultades con sus aliados y con otras potencias (como muestra que Estados Unidos no logre consenso hasta ahora entre los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU para su política de sanciones a Irán), e incluso en su “patio trasero” latinoamericano debe tolerar ciertos tímidos gestos de indisciplina o resistencia a determinadas imposiciones entre sus semicolonias.
El imperialismo norteamericano no logra una salida a la ocupación de Irak, donde recién - cuatro meses después las elecciones- se logró formar un gobierno negociado entre las distintas fracciones, y los enfrentamientos entre kurdos, chiitas y sunnitas, alimentan el fantasma de una guerra civil abierta. Al mismo tiempo, Estados Unidos enfrenta grandes contradicciones con Irán, pues si por un lado aumenta la presión sobre el programa nuclear iraní (incluso con la amenazas de ataques militares), por otro lado necesitaría un entendimiento con el régimen de Teherán para articular una salida negociada en Irak y para estabilizar el conjunto de Medio Oriente, donde la conformación del gobierno de Hamas en los territorios palestinos tensa aún más el conflicto palestino-israelí.
Todo ello, crea mayores fricciones en los medios gobernantes norteamericanos, con el debilitamiento del gobierno de Bush, que encara una importante caída de su popularidad en las encuestas -un piso histórico del 38% a principios de abril-, y renovadas críticas a la línea de los neoconservadores, como muestran los ataques al secretario de defensa Rumsfeld por parte de varios generales retirados.
Sin embargo, el elemento realmente nuevo en el escenario internacional es el desarrollo de acontecimientos de la lucha de clases en países centrales, como las movilizaciones contra el CPE (Contrato de Primer Empleo) en Francia y las manifestaciones de los inmigrantes (sobre todo los de origen latinoamericano) en Estados Unidos, fenómenos que por su magnitud y dinámica pueden llegar a cambiar el curso de la situación internacional (y que reflejamos en las páginas de Panorama Latinoamericano en sendos artículos).
En Francia la lucha contra el ataque a las condiciones laborales de los jóvenes que implicaba el CPE provocó una amplia y combativa rebelión juvenil (que había tenido ya importantes antecedentes, como el estallido de las banlieus en noviembre del año pasado, con la participación de miles de jóvenes plebeyos y marginados) y permitió la unidad entre un poderoso movimiento estudiantil y sectores de la clase obrera, causando una fuerte derrota política del gobierno. La prensa francesa e internacional no pudo menos que evocar el fantasma del 68, corporizando sus temores de que en Francia pueda desarrollarse una situación de carácter incipientemente prerrevolucionario.
En Estados Unidos, la aprobación de un durísimo proyecto de ley en la Cámara de Representantes, que convertía a los inmigrantes ilegales en “criminales” y condenaba a penas de prisión a cualquiera que los ayudara, desató un proceso de movilización sin precedentes, en medio de divisiones sobre la cuestión de la inmigración en la patronal norteamericana y sus partidos, haciendo fracasar ese primer proyecto y trabando otro “consensuado” en el Congreso pero también muy duro.
Las movilizaciones de trabajadores inmigrantes y jóvenes fueron históricas, llegando a reunir el 9 y 10 de abril a más de un millón de personas en unas 120 ciudades, movilizaciones que continuarán el próximo 1° de mayo y que, si por un lado enfrentan represalias de la patronal racista, por otro, representan el despertar de sectores muy explotados, en un país donde un 15% de la población es de origen latinoamericano y hay a unos 12 millones de trabajadores indocumentados que constituyen los estratos más explotados, precarizados y marginados. Este es el inicio de un proceso que puede repercutir para la recuperación del movimiento obrero norteamericano, que viene soportando ataques patronales como en el sector automotriz.
Cabe destacar que ambos procesos -en Francia y en Estados Unidos- reflejan el despertar de nuevos sectores obreros y juveniles - en especial, los más afectados por la precariedad y flexibilidad laboral tras largos años de ataques capitalistas bajo el programa neoliberal, lo cual es síntoma de nuevos pasos en la recomposición del movimiento obrero, un proceso que abarca tanto a países centrales como de la periferia, tal como podemos comprobarlo en América Latina.
II. América Latina
La relativa calma en la superficie del mapa político regional no implica que se hayan revertido ni las profundas crisis estructurales ni la situación del movimiento de masas que en los últimos años vino protagonizando un amplio ascenso.
Los altos precios que -con algunos altibajos- logran en el mercado mundial las materias primas como el petróleo, la soya, el cobre y otros productos minerales y agroindustriales, siguen alimentando el crecimiento de la economía latinoamericana (algo más del 4% para este año), con lo que no sólo se lograron balanzas comerciales significativamente positivas, sino mejorar coyunturalmente los términos del intercambio y paliar el peso de la deuda externa y otros mecanismos de saqueo imperialista -como las remesas de utilidades-, sobre las economías locales. En una situación donde todos los sectores capitalistas hacen buenas ganancias, y algunas migajas alcanzan a las capas medias, esto amortigua un tanto los antagonismos sociales, pero al mismo tiempo, alienta, como puede verse en Argentina, la recomposición objetiva de las fuerzas del proletariado.
Por otra parte, obligado a concentrar su atención en Irak y Medio Oriente, y luego del fracaso de varias de sus iniciativas, como la de forzar un avance del ALCA en la cumbre de Mar del Plata a fines del año pasado, el gobierno de Bush parece estar pasando a tolerar ciertos gestos de “indisciplina de sus vasallos” en la región, en la medida en que no afectan sus intereses fundamentales, sin dejar de presionar para avanzar en sus planes, como los “acuerdos de libre comercio” alcanzados o en discusión con Centroamérica, Colombia, Perú o Ecuador.
Sin embargo, al mismo tiempo, puede constatarse la inconsistencia de las propuestas de “integración latinoamericana”, que sin enfrentar al imperialismo y más bien buscando nuevas asociaciones con el capital extranjero, no logran superar las rivalidades comerciales y políticas entre sus socios, como muestra el enfrentamiento entre Argentina y Uruguay, la crisis crónica del MERCOSUR, la disgregación de la CAN (Comunidad Andina de naciones), etc., desnudando la impotencia de las burguesías latinoamericanas, que aunque regateen en torno a tal o cual aspecto comercial o político con el imperialismo, no están dispuestas a trastocar el orden regional de subordinación semicolonial.
Los nuevos gobiernos “posneoliberales” han significado un recambio del personal político, permitiendo el acceso al Estado de sectores esencialmente pequeñoburgueses que se apoyan de diversas formas en el respaldo del movimiento de masas, pero sin cambiar los regímenes de dominio conformados en dos décadas de ofensiva capitalista-imperialista. Salvo, parcialmente, el caso de Venezuela (donde la “República Bolivariana” expresa el intento de construir un régimen distinto) o posiblemente el de Bolivia (donde Evo Morales intenta redefinir una “democracia reformada” a través de la próxima Asamblea Constituyente), en suma, sin romper el estatuto semicolonial ni afectar la propiedad del gran capital local y extranjero.
Que este tipo de recambios gubernamentales haya sido relativamente ordenado y cuente con ciertos márgenes de maniobrar en su labor de contención del movimiento de masas se explica también por algunas particularidades del ascenso que la región atravesó en los últimos años (particularmente América del Sur).
Los importantes procesos de masas, a pesar de su amplitud, de que en varios casos alcanzaron picos insurreccionales y hasta derribaron a varios gobiernos constitucionales (como en Argentina, Ecuador o Bolivia), no lograron quebrar la continuidad de los regímenes existentes y las instituciones estatales (como las FF.AA.) ni transformarse en revoluciones abiertas, permitiendo sucesiones constitucionales o desvíos electorales. En estos límites fue fundamental el rol traidor de las direcciones existentes, burocráticas y pequeñoburguesas. Tampoco pudo jugar un papel central el proletariado, lo que podría haber profundizado la dinámica anticapitalista, antiimperialista y antigubernamental de los mismos, con métodos y programas más audaces y facilitado el surgimeinto de ’roganos de doble poder, abriendo la posibilidad de la alianza obrera, campesina y popular.
Ahora, incluso en un país como Bolivia, donde comenzó un proceso revolucionario incipiente al calor de la enorme crisis nacional y las grandes acciones de masas, se atraviesa una fase de experiencia con las promesas del reformismo en el gobierno.
Pero al mismo tiempo, puede constatarse que en varios países de América Latina la clase trabajadora está protagonizando nuevos procesos de lucha y organización, pasos sintomáticos en el camino de su recomposición como clase. En México, a partir de la tragedia de Pasta de Conchos, se ha iniciado un proceso de movilización en el importante sector minero, con paros, protestas y enfrentamientos con la policía que han causado muertos y heridos, rebelión obrera que nuestros compañeros de México analizan en estas páginas.
En Argentina, a las constantes luchas salariales que desde hace meses recorren diversos sectores de la industria y los servicios, se ha sumado en las últimas semanas importantes conflictos de los nuevos sectores tercerizados (como en Subterráneos) y precarizados (como en telefónicos). En Chile, una importante huelga de los trabajadores contratistas del cobre se hizo sentir hace pocos meses. En Bolivia la clase obrera está dando sintomáticos pasos en su recuperación, con luchas como la del LAB donde se plantea la nacionalización de la aerolínea, y la formación de nuevos sindicatos, incluso entre los sectores más precarizados de los trabajadores.
Varios de estos procesos, así como nuestra participación en ellos y la política para ayudar a su desarrollo son reflejados en las páginas de este número de PLA.
III. Los gobiernos “posneoliberales”
Los gobiernos progresistas, nacionalistas y populistas están cumpliendo su rol de “contención” del ascenso de masas en los marcos del régimen burgués y en la administración del estado semicolonial con los menores trastornos posibles. Pero al mismo tiempo, muestran los límites de proyectos que, como ocurre con Lula, no van mucho más allá de un “reformismo sin reformas” y en este caso, hasta intenta profundizar las políticas de corte “neoliberal”; aún en las variantes de discurso más radical, como Chávez o Evo Morales, no toman ninguna medida de fondo (ni siquiera comparable al nacionalismo burgués de mediados del siglo XX) dirigida contra el abrumador peso del saqueo imperialista, la situación de miseria de las masas pobres del campo y la ciudad, ni los brutales niveles de explotación del proletariado.
Así, la “revolución bolivariana” de Chávez no rompe con las condiciones de subordinación al imperialismo y se limita a buscar mayores márgenes para un desarrollo capitalista “nacional” (en este número proporcionamos un balance de 7 años de gobierno chavista).
En el caso de Bolivia, a tres meses de asumir el poder, Evo Morales está confirmando claramente su política de acuerdo con empresarios, terratenientes y transnacionales y convivencia con el imperialismo, para “asociarlos” al desarrollo del “capitalismo andino” y (como muestra la nota dedicada al tema en estas páginas).
Por ello, lentamente y aunque aún primen las ilusiones entre las masas, en algunos sectores avanzados comienza a desarrollarse la experiencia con estos proyectos reformistas.
Este proceso merece la mayor atención, considerando que en perspectiva, bajo la frágil y relativa calma en la superficie, siguen bullendo enormes las contradicciones económicas, sociales y políticas que alimentaron las diversas crisis políticas y el ascenso de masas en los últimos años, y difícilmente la actual coyuntura de contención pueda transformarse en una estabilización duradera, como probablemente se demuestre ante una nueva recesión, una mayor presión imperialista o nuevos fenómenos de la lucha de clases en la región o internacionalmente.
En otros artículos de PLA se estudian las perspectivas de la situación mexicana, ante la cercanía de cruciales elecciones en las que crece el PRD, así como la situación brasileña, en torno a la experiencia con el gobierno de Lula y los procesos de reorganización en la vanguardia. También dedicamos una nota a analizar el “fenómeno Humala” en Perú.
IV. ¿”Apoyo crítico” a los reformistas o política obrera independiente?
Nos pronunciamos contra las estrategias de presión y “apoyo crítico” a los gobiernos y movimientos nacionalistas y reformistas que sólo contribuye a “embellecer” a los reformistas y confundir a la vanguardia, demorando su experiencia política. Estas orientación oportunistas son practicadas desde sectores del Secretariado Unificado o el lambertismo (como en Brasil ante Lula o en Uruguay ante el FA), por grupos que como el MST de Argentina apoyan políticamente a Chávez en Venezuela o al MAS en Bolivia (y en el caso de El Militante hasta integran un partido burgués como el PRD en México), política en la que recayó una corriente formalmente más a la izquierda como el PO de Argentina (que llamó a votar por Evo Morales y que en Italia defiende la capitulación de sus socios políticos de AMR dentro de Riffondazione Comunista a favor del centroizquierdista Prodi).
Contra la estrategia de “partidos amplios”, policlasistas y sin definición estratégica que impulsan las corrientes más oportunistas del centrismo; pero también frente a los partidos formalmente independientes pero adaptados de manera centrista a los escenarios sindicales, de los “nuevos sujetos sociales” y electorales, es decir, carentes de estrategia proletaria independiente, como los que impulsan sectores formalmente más a la izquierda (como el PSTU o el PO), defendemos la necesidad de pelear por partidos obreros revolucionarios con una consecuente política por la efectiva independencia de clase.
Para ello, una tarea fundamental hoy es contribuir al proceso de recomposición del movimiento obrero latinoamericano -aún cuando todavía no hay claras tendencias a la independencia de clase ni radicalización en sentido revolucionario-, ligándose a los fenómenos más avanzados y planteando una perspectiva obrera, socialista, revolucionaria e internacionalista; interviniendo con una estrategia de autoorganización (soviética, en la perspectiva del poder obrero y popular); pugnando porque los sectores avanzados del proletariado, al mismo tiempo que se forjan en el camino de la más amplia independencia política respecto al orden burgués, se postulen como “tribuno del pueblo”, para luchar por la hegemonía obrera en el seno de la alianza con los explotados y oprimidos. Esta lucha, que exige que los sectores avanzados de la clase obrera hagan suya la lucha antiimperialista, contra las privatizaciones y la entrega de los hidrocarburos y demás recursos naturales al capital extranjero, así como por una audaz reforma agraria, en dirección a que le proletariado pueda acaudillar la lucha antiimperialista, pone en un lugar preponderante del programa de los revolucionarios la lucha por una Confederación de Repúblicas Socialistas de América Latina.
Es necesario construir organizaciones trotskistas sólidas que, insertándose en la clase obrera y forjándose en el marxismo revolucionario, se preparen para fusionarse con la vanguardia obrera al calor de nuevos combates de la lucha de clases, y es este el combate de nuestra FT-CI, como un destacamento avanzado en la lucha por la reconstrucción/refundación de la Cuarta Internacional como el partido mundial de la revolución socialista.
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