Los trabajadores automotrices, organizados en el UAW (Unión de Trabajadores del Automotor, por sus siglas en inglés), rechazaron una propuesta del sindicato de hacer nuevas concesiones a favor de la empresa. El sindicato preparaba una nueva entrega, luego de haber sellado en marzo una traición histórica. Con ese acuerdo, que despidió, recortó salarios, eliminó bonos y conquistas, “Las Tres Grandes” (General Motors, Chrysler y Ford) accedieron al rescate del gobierno de Obama. Ford, que fue la única que no entró en bancarrota, pedía ahora un nuevo sacrificio a los obreros (“paz social” hasta 2015, congelamiento de salarios de los empleados más nuevos), pero los trabajadores dijeron NO.

Es la primera vez en décadas que la base de los trabajadores de UAW contradice el “consejo” de la burocracia, que –no hace falta aclarar- siempre aconseja a favor de la patronal, que no se cansa de agradecer sus buenos servicios.

Ford intentaba con este acuerdo igualar las condiciones con General Motors y Chrysler, donde la patronal –con la colaboración de la burocracia- logró imponer un acuerdo similar.

Una razón más para la bronca obrera es que al mismo tiempo que la patronal les pedía a los obreros ajustarse una vez más el cinturón, Ford anunció ganancias por 1.000 millones de dólares, muy por encima de las pérdidas de 161 millones del año pasado. Ford intenta una vez más que sean los trabajadores quienes paguen los platos rotos de la crisis, mientras las grandes empresas recuperan y aumentan sus millonarias ganancias. Esta nueva entregada de la burocracia del UAW muestra que sólo los trabajadores organizados democráticamente y con su lucha podrán lograr que la crisis la paguen los capitalistas.