El pasado domingo 29 de noviembre se realizaron las elecciones presidenciales en segunda vuelta, entre el Frente Amplio (FA) y el Partido Nacional (PN). La fórmula Mujica - Astori del FA retuvo la gestión de gobierno con un porcentaje a su favor del 53 %, mientras que la de Lacalle - Larrañaga del PN obtuvo el 42,92 %
El FA consigue así un triunfo importante que le permite gobernar con mayor legitimidad habiendo superado el 50% y más de 10 puntos de ventaja sobre el PN y habiendo cosechado la mayor cantidad histórica de votos. Las causas del mismo hay que buscarlas en primer lugar en los años de crecimiento económico que vivió el país durante el gobierno de Tabaré Vázquez y las tibias reformas asistenciales (que no resuelven en absoluto los problemas estructurales), que le permitió realizar. Vázquez termina su mandato con 70% de popularidad y hay fuertes ilusiones en amplios sectores de la población de que Mujica realmente concrete lo que no hizo Tabaré, como acabar con la pobreza y la desigualdad. El abierto discurso derechista de “pasarle la motosierra al gasto social” que tuvo Lacalle, también ayudó a definir a las amplias mayorías por mantener el gobierno del FA.
Ahora bien, ¿cuál será la tónica del próximo gobierno de Mujica?
Durante la campaña electoral, y más en el último mes de cara a la segunda vuelta, el propio Mujica confirmó a quien quiera escucharlo que su posible gobierno mantendría los pilares básicos del gobierno de Tabaré Vazquez,la defensa a rajatabla del capital financiero y la concentración agraria en manos de los monopolios extranjeros como la papelera Botnia. Después de 5 años de gobierno frenteamplista, sólo 150 empresarios son responsables del 70% de la producción agropecuaria. Para tranquilizar a los capitales había afirmado que en Uruguay hay “seguridad jurídica y sobre todo política” y que no se tocaría la “propiedad privada”.
También se expidió sobre la posibilidad de despenalización del aborto. Como no podía ser de otro modo, este “progresista” aclaró que no impulsará ningún proyecto de ley, por lo que los derechos de las mujeres uruguayas como la posibilidad de evitar las muertes por abortos clandestinos seguirán postergados. De la misma manera continuará garantizando la impunidad de los milicos represores como demostró boicoteando la campaña por el Sí a la derogación de la Ley de Caducidad.
Otro aspecto importante que demuestra el perfil que tendrá el gobierno de Mujica es el inmediato llamado que hizo a los partidos tradicionales (PN y Colorado) a conformar equipos unificados para generar políticas de Estado en cuanto a temas tan importantes como educación, seguridad, energía y medioambiente. Con los mismos partidos que plantean “meter bala” a los pobres, recortar planes sociales, priorizar la educación privada por sobre la pública, etc., el electo presidente Mujica quiere consensuar políticas de Estado!!!
Ni bien se supo el triunfo, Mujica manifestó su “compromiso con todos los uruguayos” y que no hay “ni vencedores ni vencidos”, en un claro mensaje de conciliación con los partidos de la derecha. El mismo lunes se reunió con Pedro Bordaberry, candidato por los colorados e hijo del ex – dictador. El objetivo de Mujica es un “pacto nacional” con la derecha y hasta les ofrece integrar el gabinete nacional, el directorio de las empresas estatales y otros organismos. Y todo esto a pesar de que no la necesita ya que tendrá mayoría en el parlamento.
En una entrevista publicada en mayo Mujica había definido que “en economía haré una maniobra de entrada lo más a la derecha que pueda, tipo Lula cuando llegó” (Brecha, 29/5). También aclaró en varias oportunidades que el ex – ministro de Economía de Tabaré, Danilo Astori será quien dirija la política económica, manteniendo la continuidad en la inversiones extranjeras, atando la economía al modelo agroexportador. Lamentablemente existen todavía muchas ilusiones de amplios sectores de la población (trabajadores, estudiantes, intelectuales, etc) en la figura de Mujica. Sin embargo, más temprano que tarde estas ilusiones se chocarán contra las políticas continuistas de Mujica que, como lo hizo Tabaré, gobernará a favor de los capitalistas. Para luchar por sus propios intereses es necesario que los trabajadores avancen en la construcción de su propia herramienta política, independiente de los partidos patronales y de la estrategia de conciliación de clases del Frente Amplio.
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