El domingo 29, Tegucigalpa amaneció desierta. Sólo algunas camionetas 4x4 y autos lujosos buscaban estacionamiento en los barrios más acomodados, donde ancianas, vestidas con elegancia para la ocasión, eran entrevistadas por los medios golpistas que les pedían que exhibieran su dedo pintado ante las cámaras. Mientras tanto, el alto nivel de abstención podía palparse en las colonias más populosas de la capital, donde los centros de votación permanecieron casi vacíos durante toda la jornada, a pesar de las amenazas de despidos para quienes no votaran y las seductoras propuestas de descuentos en productos de la canasta familiar, para quienes sí lo hicieran.
Fuentes de la resistencia señalaban que la abstención superaba el 65%. Los datos oficiales mostraron contradicciones: mientras la empresa contratada por el Tribunal Supremo Electoral (TSE) para digitalizar el conteo informaba que la participación rondaba el 47%, los propios magistrados hablaban de un problema técnico que les impedía dar las cifras en el tiempo estimado, intentando fraguar lo que ya estaba a la vista. Finalmente, la prensa golpista, los funcionarios del régimen de Micheletti y los propios candidatos señalaron que se trató de una “fiesta cívica” donde, supuestamente, habría votado el 61% del padrón electoral, dando como ganador al hacendado Porfirio “Pepe” Lobo, candidato a la presidencia por el derechista Partido Nacional (PN). Para la “fiesta”, sin embargo, no estaban invitados quienes se manifestaban contra las elecciones en San Pedro Sula –al noroeste del país-, que fueron reprimidos con gases lacrimógenos y balas de goma.
Para “garantizar la transparencia” de los comicios, el Consejo Hondureño de la Empresa Privada (CoHEP) y el TSE convocaron como observadores a grupos reconocidos por financiar y apoyar a la derecha en la región, como USAID o UNOAmérica. Con un “lobo” no fue suficiente… así que aquí se congregó una manada.
Elvin Santos, el candidato golpista del Partido Liberal (PL), reconoció prontamente la derrota y se comprometió al diálogo con Lobo. Todo indica que la enorme diferencia entre ambas fuerzas, arrojada por los primeros conteos, fue “achicada” posteriormente, en aras de preservar este pilar que, junto con el PN, sostiene al régimen burgués bipartidista de Honduras. Párrafo aparte merece la vergonzosa posición que mantuvieron dirigentes de la izquierdista Unificación Democrática (UD), avalando las fraudulentas elecciones, bajo el pretexto de no perder la legalidad partidaria. Lo que terminaron perdiendo fue –como era de esperarse- el apoyo de sus tradicionales votantes, obteniendo un mísero 1,7% del incierto resultado presentado por las autoridades.
La “democracia” de Obama y la OEA
El fraude del 29 marca, provisoriamente, el cierre del proceso iniciado el 28 de junio, con el derrocamiento del presidente Zelaya por parte del ejército, su propio partido, la oposición y la mayoría de los funcionarios y parlamentarios del régimen, incluyendo las cámaras empresariales y las jerarquías eclesiásticas. El objetivo de la burguesía hondureña de preservar el régimen reaccionario de la Constitución de 1982, se cumplió por medio de este golpe que, finalmente, fue legitimado a través de las recientes elecciones fraudulentas, propiciadas por el imperialismo norteamericano, mostrando la impotencia de su histórico “ministerio de colonias”, la Organización de Estados Americanos (OEA).
Los reclamos de Lula y los gobiernos de la región, incluido Zelaya y el bloque del ALBA encabezado por Chávez, para que EE.UU. intervenga “en defensa de la democracia” amenazada, sembraron expectativas en el diálogo auspiciado por el imperialismo y la OEA. Sin embargo, esta política fue la que terminó fortaleciendo a los golpistas, mostrando la impotencia de los gobiernos latinoamericanos para enfrentar el “smart power” de la era Obama, quien tras su blanca sonrisa de Premio Nobel de la Paz, sigue legitimando golpes cívico-militares y fraudes electorales en lo que considera su “patio trasero”.
Mientras tanto, la XIX Cumbre Iberoamericana, reunida en Portugal, no logró un pronunciamiento común sobre las elecciones hondureñas, aunque los distintos países se manifestaron de acuerdo en promover “la apertura de un diálogo nacional”. En América Latina, las elecciones fueron convalidadas por Oscar Arias, presidente de Costa Rica, como también por Perú, Colombia y Panamá. Por otra parte, Argentina, Bolivia, Brasil, Venezuela, Nicaragua, Guatemala y Uruguay advirtieron que no reconocerán los comicios; mientras que El Salvador, México y Chile se encuentran en posiciones “intermedias”.
El objetivo de EE.UU. y los golpistas es que, a mediano plazo, todos terminen por aceptar el gobierno surgido del golpe y el fraude. A esto apuntan las declaraciones del Secretario General de la OEA y miembros del gobierno de Lula, que reconocen a Lobo como interlocutor para “reconstruir la democracia” en Honduras.
Nada que festejar
Increíblemente, mientras algunos activistas antigolpistas mostraban su desazón ante este “final anunciado”, el Frente Nacional contra el Golpe de Estado lanzaba su comunicado N° 40 donde señalaban: “Con plena satisfacción anunciamos al Pueblo hondureño y a la comunidad internacional que la farsa electoral montada por la dictadura ha sido contundentemente derrotada debido a la raquítica afluencia de votantes a las urnas (…). Considerando que este resultado representa una gran victoria del pueblo hondureño, el Frente nacional de Resistencia invita a todo el pueblo hondureño en resistencia a celebrar el día de mañana la derrota de la dictadura.”
Éste fue el espíritu que reinó en la asamblea del Frente Nacional de Resistencia que se realizó al día siguiente de las elecciones, en la sede del Sindicato de Trabajadores de la Industria de la Bebida y Similares (STIByS), donde aproximadamente unas 400 personas se reunieron para “celebrar” el alto nivel de abstencionismo y escuchar las palabras de Juan Barahona, Rafael Alegría y Carlos H. Reyes, que ya se preanuncia como el candidato de una futura fuerza política, el “brazo electoral” que pretenden hacer surgir del cuerpo de esta resistencia. El propio asesor de Zelaya, Carlos Reina, abandonó, el martes, la embajada de Brasil donde permaneció 72 días, para “reorganizar y rescatar al Partido Liberal y cohesionar el movimiento de la resistencia en todo el país”, intentando capitalizar esta fuerza popular tras una nueva variante política, subordinada a Zelaya.
En la asamblea del lunes, las consignas coreadas a viva voz, la comunicación telefónica con “Mel” Zelaya y los preparativos para la caravana de autos y pickups que más tarde recorrió las principales avenidas de la ciudad, pasando incluso por la embajada de Brasil, impidieron cualquier reflexión sobre lo acontecido. Sin embargo, se impone sacar conclusiones de estos cinco meses de marchas, caminatas, paros, cortes de rutas y plantones en los que, a la represión de los golpistas, la dirección del Frente Nacional de Resistencia respondió depositando confianza en las negociaciones que Zelaya y Micheletti llevaban adelante, bajo los dictámenes del Departamento de Estado norteamericano, aún cuando fue el presidente derrocado el que cedió –en todas las oportunidades- a las exigencias de los golpistas.
La fuerza demostrada por el magisterio, durante largas jornadas de paro, los contundentes cortes de rutas y puentes protagonizados por el movimiento obrero y campesino, junto a los pueblos indígenas en distintas zonas del país durante las primeras semanas después del golpe, marcaban el camino de la huelga general que los dirigentes sindicales y populares del Frente Nacional de Resistencia se negaron a convocar, para asestarle una derrota contundente a los golpistas. Por un lado, la brutal represión del régimen –con su secuela de muertos, presos y perseguidos políticos- y, por otro lado, las falsas expectativas creadas por la dirección de la Resistencia, en que las mismas fuerzas que derrocaron a Zelaya lo podían restituir nuevamente en el poder, son responsables de la desmovilización que fue ganando terreno, impidiendo la realización de serias medidas que impusieran el boicot activo a las elecciones, a pesar del heroísmo demostrado por mujeres y hombres de la clase trabajadora, el campesinado, el movimiento estudiantil, los pueblos indígenas y las feministas de Honduras.
Redoblar la lucha contra el gobierno ilegítimo de Lobo
Ese pueblo trabajador y pobre de Honduras no concurrió a las urnas. Con sus “manos limpias”, los hombres y mujeres que enfrentaron a los golpistas deben organizarse en forma independiente para enfrentar, esta vez, al gobierno fraudulento de uno de los hacendados más ricos del país, representante del régimen oligárquico y proimperialista que mantiene sumido en la miseria a más del 70% de la población, que permite la superexplotación de miles de obreras y obreros en las maquilas, que mantiene la base militar norteamericana en Soto Cano…
Con esas banderas, contra la oligarquía y la patronal hondureña y su reaccionario régimen salvaguardado mediante el golpe y el fraude, hay que unificar al conjunto de la clase trabajadora y el campesinado pobre de Honduras, para luchar contra el gobierno ilegítimo de Lobo, por una Asamblea Constituyente Revolucionaria que ponga en cuestión la subordinación al imperialismo, el dominio oligárquico y abra el camino a la lucha por un gobierno obrero, campesino y popular.
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