El terremoto que arrasó Haití el pasado 12 de enero produjo una verdadera catástrofe en el país más pobre del continente. Según la ONU, 3 millones de personas, casi un tercio de los 10 millones de habitantes, han sido afectadas directamente, mientras que el propio gobierno haitiano afirma que los muertos podrían superar los 200.000. La ONU también alertó que el número de víctimas puede duplicarse a causa de las epidemias e infecciones, que podrían desatarse como consecuencia de la falta de agua y el estado de descomposición de los cadáveres.
La ayuda humanitaria prometida por las potencias imperialistas, las mismas que han hundido a Haití en la miseria, no llega a los millones que sobreviven en las calles de la capital, Puerto Príncipe, sin agua, comida ni atención médica, ya que la prioridad no es salvar la vida de los haitianos empobrecidos sino rescatar a los miles de funcionarios de Naciones Unidas, ONG y tropas extranjeras que ocupan el país.
A pedido de la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton y de la élite local, que temen la revuelta social de los millones de haitianos que se han quedado sin nada, el gobierno proimperialista de René Préval proclamó el 18 de enero el estado de emergencia, equivalente a la ley marcial, que le dará una cobertura legal al accionar represivo de los soldados norteamericanos que están llegando al país.
Como si esto fuera poco, Obama designó a los ex presidentes Bill Clinton y George Bush, ambos responsables de la injerencia imperialista en Haití, como encargados para recaudar fondos para la ayuda humanitaria entre las corporaciones y la élite política, a pesar del enorme cuestionamiento que recibió Bush por su actuación escandalosamente racista hacia la población mayoritariamente afroamericana de Nueva Orléans, tras la catástrofe causada por el huracán Katrina en 2005.
Más allá de los discursos humanitarios, la política de Obama es poner a Haití bajo tutela militar de Estados Unidos y controlar la distribución de la ayuda humanitaria, incluso en detrimento de otras potencias imperialistas, como Francia. Con este objetivo, el gobierno norteamericano envió 10.000 soldados adicionales para proteger los intereses de las multinacionales y la clase dominante haitiana contra la ira de los pobres y evitar que se desate una oleada migratoria hacia Estados Unidos.
Un país ocupado y saqueado
Haití se encuentra ocupada desde el año 2004 por orden de EE.UU. con el acuerdo de la ONU, bajo una misión militar comandada por Brasil y compuesta por varios países latinoamericanos. Bajo el argumento de una supuesta misión humanitaria, conocida con el nombre de Minustah (Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití), tropas de Brasil, Uruguay, Argentina, Chile, Bolivia, Paraguay y Ecuador, entre otros, y personal policial de más de treinta países, mantienen una ocupación sobre el país para garantizar los negocios de los capitalistas mientras el pueblo haitiano se encuentra sumido en la más absoluta miseria.
Las organizaciones populares de Haití han denunciado en reiteradas ocasiones las violaciones a los derechos humanos perpetradas por las fuerzas de ocupación, que incluyen desde persecuciones y detenciones hasta asesinatos políticos, masacres en los barrios más pobres de la capital y violaciones de mujeres y niñas.
La pobreza extrema de este pequeño país es el resultado del saqueo imperialista y los planes económicos monitoreados por el Banco Mundial y el FMI, que desde la década de 1980 con la exigencia de una “apertura económica” y una reestructuración para acabar con las barreras comerciales hicieron a la diezmada economía haitiana aún más dependiente. Ejemplo de esto es que hoy en día importa más del 80% del arroz, uno de los alimentos básicos de la población.
En la frontera con República Dominicana las empresas multinacionales, con el aval del gobierno y bajo la protección de la policía haitiana y la Minustah, han convertido el cordón industrial de la zona franca en un verdadero centro de esclavitud donde los trabajadores no tienen ningún derecho y las tropas de los gobiernos “progresistas” latinoamericanos les garantizan las ganancias amedrentando a los trabajadores para que no se organicen.
En los últimos años la situación del pueblo haitiano no hizo más que empeorar. Bajo la ocupación de la ONU, mientras las multinacionales se llenaban los bolsillos, los trabajadores y el pueblo pobre de Haití vieron cómo la salud, la educación y la infraestructura del país se caían a pedazos mientras el 80% de la población vive por debajo de la línea de la pobreza. Esto no es producto de desastres naturales sino de una política orquestada por las transnacionales y la burguesía cuyo plan es convertir al país en una gran “maquila” y acaparar tierras, expulsando como pasó en los últimos años a cientos de miles de campesinos a las miserables barriadas urbanas convertidas en reservorio de mano de obra barata y semiesclava, donde el hambre llega a los extremos de comer “galletitas de barro” para sobrevivir.
Una catástrofe anunciada
En los años posteriores a la ocupación, distintas ONG ya habían advertido y denunciado la situación de crisis de la infraestructura, que dejaba a millones de haitianos a merced de los desastres climáticos. Según Camille Chalmers, Director de la Plataforma por el Desarrollo Alternativo de Haití PAPDA, “el pueblo hermano de Haití se encuentra sumergido en una profunda crisis, con ausencia de medios y servicios básicos para el desarrollo de la vida humana (...) las inundaciones y las tormentas huracanadas dejaron un saldo de más de 3000 personas muertas, unas 300 mil perdieron sus viviendas y poblaciones enteras quedaron aisladas, incomunicadas sin alimentos, agua y medicamentos”.
Hoy el gobierno de Haití habla de la imprevisibilidad del terremoto y de la “inimaginable” catástrofe para eludir la responsabilidad sobre la muerte de cientos de miles de personas que, viviendo en condiciones de precariedad absoluta, eran un blanco seguro frente a una catástrofe como la que sacudió al país. La “solidaridad” de Obama, que dijo estar siguiendo atentamente la situación no es más que un gesto de cinismo imperialista y para demostrarlo aclaró que iba a “suspender temporalmente” la deportación de inmigrantes “ilegales” provenientes de Haití. Desde la ocupación en 2004, la deuda externa de Haití siguió creciendo, y el Banco Mundial y el FMI siguieron cobrando los intereses puntualmente. En los últimos años, los países imperialistas anunciaron hipócritamente algún tipo de condonación parcial, pero esto no puede ocultar que la deuda del país más pobre del continente aumentó más de 40 veces en los últimos 34 años pasando de 40 millones de dólares en 1970 a 1.600 millones en el año 2008. ¡Mientras los gobiernos de los países imperialistas destinan cientos de miles de millones de dólares para rescatar a los bancos, no está en sus planes rescatar de la miseria al país más pobre del continente! Por su parte, la misión de la ONU gasta anualmente más de 600 millones de dólares para garantizar la ocupación, cifra superior a las exportaciones totales del país.
Todo esto demuestra la responsabilidad, no sólo del gobierno de Haití, sino de los gobiernos latinoamericanos que están detrás de las fuerzas de ocupación y de los países imperialistas, que siguen saqueando el país, ante la terrible situación que está viviendo el pueblo haitiano. Mientras tanto, en medio de esta situación catastrófica, las Fuerzas Armadas de todos los países que componen el Minustah – tanto de los gobiernos “progresistas” y “nacionalistas” como Lula, Kirchner o Bachelet hasta Evo Morales y Mujica– anuncian que los Cascos Azules están realizando acciones de rescate y de misión “humanitaria” para lavarse la cara y tapar las acusaciones por los abusos que han cometido sus tropas como parte de la misión de la ONU.
La verdadera misión de los ejércitos de ocupación es la de reprimir al pueblo de Haití, como ya lo han demostrado las declaraciones de varios presidentes de la región al manifestar que su preocupación es la de “prevenir” los saqueos y los desmanes. Es que estos gobiernos, aún en situaciones de emergencia, muestran su verdadero carácter de defensores de los intereses de la burguesía. El rol de las tropas es controlar a la población y militarizar el país, como ya sucede con el control del aeropuerto y puestos médicos por parte del ejército de Estados Unidos.
Haití entre la rebelión y la injerencia imperialista
Como siempre y para justificar sus planes intervencionistas, los imperialistas y gobiernos burgueses del mundo machacan una y otra vez las estadísticas de miseria que ellos han contribuido a crear con sus planes superexplotadores, definiendo a Haití como uno de los países más pobres del mundo. Sin embargo, Haití no es sólo eso.
Fue un ejemplo para el mundo al convertirse, en 1804, en el primer estado independiente de América Latina, estableciendo una república negra tras el levantamiento de los esclavos de las plantaciones contra sus amos fraceses que comenzó en 1791 y triunfó luego de una prolongada guerra civil.
La rebelión negra en la que jugó un rol brillante el gran Toussaint-Louverture fue una daga en la espalda para las potencias colonialistas que tiró por la borda la aventura colonial del famoso ejército de Napoleón en América en la entonces colonia francesa de Saint Dominique. Temiendo que Haití se transformara en un ejemplo de lucha contra el colonialismo y el esclavismo, Estados Unidos bajo la presidencia de Thomas Jefferson junto con las potencias europeas se negaron a reconocer a la joven república independiente, lo que llevó a un prolongado aislamiento de Haití, hasta que finalmente, en 1825, se le impuso el pago de una compensación a Francia, equivalente a unos 20.000 millones de dólares como condición para ser reconocida. Para pagar esa onerosa suma en concepto de indemnización a los dueños franceses de esclavos y plantaciones, el pequeño país caribeño tuvo que endeudarse durante más de un siglo, recién en 1947 canceló su deuda con la antigua potencia colonial , sólo para comenzar un nuevo ciclo de endeudamiento.
El imperialismo norteamericano, para garantizar la sumisión de Haití, invadió y ocupó el país entre 1915 y 1934, luego sostuvo las brutales dictaduras de Francois Duvalier, (1957-1971) y la de su hijo Jean Claude Duvalier (1971-1986), que fueron un baluarte de la lucha de Estados Unidos contra la “amenaza comunista” que planteaba en el Caribe la Revolución Cubana. Bajo la dictadura de Papa Doc, como se conocía a Duvalier padre, se fundaron las milicias paramilitares conocidas como Tonton Macoute que durante décadas aterrorizaron a la población. Pero una rebelión popular puso fin a la dictadura en 1986. En 1990 fue elegido presidente Jean Bertrand Aristide, un ex sacerdote que había adherido a la teología de la liberación, que llegó al poder prometiendo algunas tímidas medidas, entre otras una reforma agraria que nunca se concretó. Aunque Aristide no pertenecía a la elite haitiana, en ese momento fue la única oportunidad para el imperialismo y la burguesía local para desviar el proceso iniciado con la caída de la dictadura de Duvalier. La injerencia imperialista continuó bajo el gobierno de Bush padre, con el apoyo de Estados Unidos al golpe militar dirigido por Raoul Cedrás que derrocó a Aristide en 1991. Sin embargo ante el descontento popular contra la nueva dictadura, en 1994 el presidente norteamericano Bill Clinton reinstaló a Aristide en el poder mediante una nueva invasión de marines, luego de que éste aceptara implementar un programa neoliberal exigido por el FMI. Aristide había abandonado toda pretensión “populista” y se había transformado en un sirviente del imperialismo. Pero ante la amenaza de una nueva rebelión, en medio del descontento popular y de enfrentamientos entre grupos armados por Aristide para sostenerse en el poder, Estados Unidos, bajo el gobierno de George Bush (h), apoyó el golpe de la derecha local que en marzo de 2004 desalojó a Aristide de la presidencia, lo expulsó al exilio a Sudáfrica, proscribió su partido y persiguió a sus simpatizantes. El actual gobierno de Préval y la Minustah son el resultado de la política imperialista para mantener sometido al pueblo haitiano y condenarlo a la miseria.
¡Fuera las tropas imperialistas y la Minustah! Por una gran campaña internacionalista de solidaridad con el pueblo de Haití!
El terremoto en Haití fue un fenómeno natural que no podía evitarse, pero sus consecuencias y cómo enfrentarlas, no lo son. La respuesta de la ONU ante la catástrofe es un “reparto militarizado” exigiendo mantener el orden y la paciencia en espera de las donaciones. Esto muestra el rol de las fuerzas de ocupación: represión a quienes se vieron obligados a saquear negocios en busca de alimentos. Como si la catástrofe ocurrida no fuera suficiente, el pueblo de Haití debe sufrir la vigilancia a punta de escopeta de la Minustah y las tropas norteamericanas y la amenaza de ser detenidos y deportados en caso de que intenten refugiarse en territorio estadounidense.
En el mismo sentido el ministro de Salud Aramick Louis declaró que “bandas armadas comenzaron a tomar el control de las calles” y agregó que “la mayor preocupación del gobierno pasa ahora por un posible estallido de violencia”, preparando el terreno para una represión. Por lo tanto no serán ni las tropas extranjeras ni el gobierno servil de Haití entregado completamente al imperialismo y las multinacionales quienes den una salida a las penurias de este pueblo. Sólo los trabajadores y el pueblo haitiano pueden administrar la ayuda bajo su propio control. Ante esta catástrofe que vive hoy el pueblo haitiano desde la FT y sus secciones en Latinoamérica llamamos a organizar una gran campaña unitaria, de las organizaciones de trabajadores y las organizaciones políticas que defienden los intereses populares, para movilizarnos y exigirles a las multinacionales la entrega y distribución gratuita y de forma inmediata de todos los insumos necesarios para enfrentar la catástrofe, como combustible, medicamentos y alimentos.
– ¡Fuera ya las tropas de la Minustah!
– ¡Fuera yanquis de Haití y de toda América Latina!
– ¡Abajo la persecución y las medidas migratorias de Estados Unidos! Por la apertura de las fronteras para que los haitianos puedan desplazarse
– Que las ganancias de los capitalistas sean utilizadas para enfrentar la catástrofe
– Que las organizaciones obreras y populares controlen los recursos recibidos
– Por la cancelación de la deuda externa de Haití
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