La crisis histórica del capitalismo mundial se expresa en la Unión Europea (UE) a través de una serie de crisis combinadas. En primer lugar, sus bancos más importantes fueron uno de los principales receptáculos de los activos tóxicos emitidos en el mercado inmobiliario y financiero norteamericano, además de que muchas de sus instituciones están más apalancadas que los bancos norteamericanos. En segundo lugar, algunos países de la UE, que se habían beneficiado de fuertes flujos de financiamiento externo durante el período anterior o del crédito fácil gracias a las condiciones iniciales de adhesión al euro, están experimentando el ajuste de la burbuja inmobiliaria y crediticia, como Inglaterra, España e Irlanda y en menor medida en Francia y otros países del Viejo Continente. En tercer lugar, los bancos ingleses y los de Europa continental tienen una gran participación en los préstamos a las economías emergentes . Como porcentaje del PBN, los bancos europeos (21%) y británicos (24%) están cinco veces más expuestos a dichos mercados que las entidades de Japón (5%) o Estados Unidos (4%), lo que puede tener un peligroso efecto boomerang sobre ellos y las economías que los sostienen . Europa puede resultar la principal damnificada por este aspecto adicional de la crisis, no sólo por el riesgo crediticio, sino también por la potencial fuga de capitales que pueda producirse en algunos países. Por ejemplo, en Austria la exposición crediticia a estas “economías emergentes” supone un porcentaje tan excesivo en términos de su PBN que hace que se les pueda asignar el mismo riesgo soberano que a sus deudores. Otro elemento son las mayores dificultades de financiación de las economías que tienen déficit por cuenta corriente semejantes a los de países en proceso de convergencia con el euro y, además, mantienen igualmente una proporción importante de su PBN vinculado a la evolución de los países emergentes, como es el caso de España (23%) . Y por último, pero no menos importante, en gran parte de Europa, en especial en Alemania, donde las exportaciones han sido la locomotora del crecimiento, la abrupta caída del comercio mundial y la falta de financiamiento al mismo los hace extremadamente vulnerables a esta contracción, al igual que a los países del Este donde habían tercerizado buena parte de su producción .
Estos factores explican por qué la UE ha sido una de las zonas donde la crisis financiera internacional golpeó más fuerte, a la vez que la caída del producto se ha desmoronado, no sólo en los pequeños países de Europa del Este o Islandia sino en algunas de las principales economías europeas. El salvataje de varios bancos como el Hypo Real alemán, el Fortis, el principal banco belga, el Dexia del mismo país, el UBS de Suiza o en el caso de Inglaterra la nacionalización parcial de varios de ellos como el Northern Rock, el Royal Bank of Scotland (RBS) así como el banco resultante de la fusión de Lloyds-TSB y del Halifax Bank of Scotland (HBOS), además de la compra por el Santander de España del Bradford & Bingley (B&B) durante 2008 constituyen algunos ejemplos. Sin embargo, la reacción de los gobiernos europeos durante la primera fase aguda de la crisis con esquemas de recapitalización estatal voluntarios y garantías de deudas centralmente, se han demostrado incapaces de resolver los problemas de una insuficiente capitalización de los bancos, capaces y con voluntad de prestar a las empresas y a los particulares. Las pérdidas récords, la necesidad de nuevos aportes de capital y el rescate de nuevas entidades así lo prueban. En lo que va de 2009, el Deustche Bank, sorprendió a los inversores al anunciar que no ha conseguido evitar los números rojos y cerrará 2008 con pérdidas de 3.900 millones de euros. Con un respaldo propio debilitado, ha recurrido a una ampliación de capital público: el Estado alemán entrará indirectamente en el Deutsche Bank después de que Deutsche Post, con participación estatal mayoritaria, haga efectiva la compra temporal de una parte de ese entidad de crédito. Previamente, el estado había intervenido en el Commerzbank, a medida que sale a la superficie que los bancos alemanes están sentados en una montaña de “activos tóxicos” del orden de los 300.000 millones de euros, una cifra mucho mayor de todo lo esperado hasta ahora y de los cuales sólo un cuarto han sido pasados a pérdida. Por su parte, las autoridades irlandesas nacionalizaron el Anglo Irish Bank, el tercer banco de ese país. Pero es el Reino Unido el que está en el ojo de la tormenta. El Royal Bank of Scotland (RBS), el segundo banco del país, anunció que prevé pérdidas en 2008 de hasta 28.000 millones de libras (unos 40.000 millones de dólares), constituyéndose en el mayor déficit histórico registrado por una compañía en ese país. De conjunto según un informe del mismo RBS días antes de su espectacular anuncio, los principales bancos británicos son “técnicamente insolventes”, si su grado de capitalización se mide estrictamente a precios de mercado. El Barclays, uno de los pocos que aún se mantiene independiente de la intervención estatal se encuentra en el camino del Citigroup y el Bank of America, debido a los malos resultados de su rama de inversión. El HSBC, el mayor banco por capitalización de Europa, que hasta ahora se ha había mantenido a flote, anunció una caída del 70% de sus ganancias netas en 2008, el despido de 6100 empleados en Estados Unidos y una recapitalización de 18.000 millones de dólares, la mayor emisión de derechos en la historia empresarial británica . Por último, en los primeros días de marzo, el Estado británico tomó el control de la entidad Lloyd’s tras incrementar su participación desde el 43,5% actual hasta el 64% convirtiéndose en su principal accionista a través de una operación que implica también garantizar activos tóxicos por valor de 260.000 millones de libras esterlinas (290.000 millones de euros) . No sorprende, en este marco, que el Reino Unido ya ha gastado casi un quinto de su PBI en rescatar a su destrozado sistema bancario- más que cualquier otra gran economía, de acuerdo con un informe del FMI del 6/3. El aumento de las bancarrotas corporativas, que se han duplicado en el Estado Español e Irlanda con respecto a 2007 y han crecido un 11% tomando el conjunto del continente expresan cómo la crisis se ha trasladado violentamente a la economía real. La tasa del desempleo en la Unión Europea (UE) alcanzó el 7,6% de la población económicamente activa (un incremento en 0,8 puntos porcentuales con respecto al mismo mes del año pasado) según informó a fines de febrero el instituto de estadísticas Eurostat en Luxemburgo. En la zona euro, integrada por 16 países, el desempleo afectó en enero al 8,2% de la población activa, frente al 7,2% en igual mes del año pasado, cuando 15 países formaban parte de la Unión Monetaria Europea . Y la tendencia a la pérdida de empleos tiende a acelerarse. En el Estado Español, particularmente afectado por la crisis, el número de desocupados registrados en las oficinas del INEM (Instituto Nacional de Empleo) aumentó en enero en 198.838 personas, el mayor aumento histórico en un mes desde que se existen registros (1960). Tras sumar en febrero 154.058 desocupados más el volumen total de desocupados alcanzó al cierre del pasado mes la cifra de 3.481.859 desempleados. Con respecto a hace un año, el paro subió en 1.166.528 personas, un 50,38% y constituye una tasa de desempleo de casi el doble que la de la UE. Mas aún, el Servicio de Estudios del BBVA, prevé más destrucción de empleos y estima que la tasa media alcanzará el 17,7% este año y el 19,7% en 2010. Pero también alcanza a países que hasta ahora eran presentados como un modelo frente a la crisis con respecto al “modelo” anglosajón, como es el caso de Francia, que en el mismo mes alcanzaba el crecimiento récord a un nivel mensual de 90.200 desocupados nuevos . En la cifras del PBN (Producto Bruto Nacional) comienza a apreciarse un desmoronamiento igual. En febrero, el INSEE (Instituto Nacional de Estadísticas y Estudios Económicos de Francia) (anunciaba una baja del PBN del 1,2% para el cuarto trimestre de 2008, la más fuerte baja después del cuarto trimestre de 1974. El gobierno espera un retroceso del PBN entre 1% y 1,5% en 2009, menos aún, a pesar de la reciente revisión a la baja que lo que prevé la Comisión Europea que espera una caída del 1,8% en 2009 o el FMI que calcula una baja de 1,9% (datos que deben ser tomados con pinzas, ya que estos organismos ya han revisado a la baja sus previsiones de crecimiento para 2009 en varias ocasiones). La economía sueca se contrajo a su mayor ritmo en catorce años durante el cuarto trimestre del año pasado, presionada por la caída de la demanda de productos suecos, una vez instalada la crisis financiera y económica global. El Producto Interno Bruto de Suecia cayó un 4,9% en la comparación con el cuarto trimestre del año 2007. En el Estado Español el cuarto trimestre de 2008 registró una caída del 1% del PIB respecto al tercero, la mayor desde 1960. Para el 2009, el segundo banco español (el BBVA) estima que la economía española se contraerá el 2,8 %, lo que supondría la mayor destrucción de riqueza desde el impacto de la Gran Depresión en este país (entonces fue del 3,3%), siempre excluyendo la alcanzada durante los tres años de guerra civil (25,6%) y la recesión de 1944 (7,9%) que combinó a la grave situación de posguerra unas sequías históricas. Irlanda, otro de los grandes afectados, podría ver contraerse su actividad alrededor de un 4% en 2009, a la vez que su primer ministro ha indicado que su economía podría contraerse un 10% entre 2008 y 2010. Mientras que el gobierno británico anuncia oficialmente una baja de 1% del PBN en 2009, para el Center for Economics and Business Research la economía podría contraerse un 2,9% (2,8% según el FMI), con un retroceso del 15% en las inversiones de las empresas. El Banco Central británico plantea una caída entre 3 y 6% del PBN entre mediados de 2008 y mediados de 2009. Ya en el último trimestre del año pasado el PBN cayó un 1,5%. Y la economía más fuerte de Europa que hasta hace poco se la creía inmune a la crisis no escapa, sino que profundiza la tendencia: el FMI prevé para 2009 una caída del PBN de 2,5%, una baja de la inversión de 5,2% y una caída de las exportaciones de 6,1%. Sin embargo, estas estimaciones podrían ser extremadamente conservadoras: el Deustche Bank prevé que la economía podría caer un 5% este año, dado el deterioro del comercio mundial, el desplome de la industria manufacturera y el plan de estímulo mal diseñado e insuficiente. En realidad, estas previsiones podrían ser aún realmente optimistas ya que asumen una menor caída en el crecimiento en el tercer y cuarto trimestre de 2009, lo cual está lejos de ser segura. En este marco, la estimación de la Comisión Europea que prevé una baja de 1,9% para la Eurozona en 2009 (el FMI se anima hasta el 2%) debería ser tomada con fuertes signos de interrogación (durante el cuarto trimestre hubo una contracción del PBI del 1,5%).
Junto con esto, es importante destacar que así como la crisis financiera ha sido el disparador de la crisis económica, la fuerte caída de la producción realimenta a su vez la crisis financiera como puede verse en el caso del Estado Español, donde a principios de marzo el "sistema financiero más solvente del mundo" (Zapatero dixit) ha caída de su pedestal: en una semana Standard & Poor’s ha rebajado masivamente la calificación crediticia o las perspectivas de las principales entidades, el seguro contra riesgo de impago (CDS) ha marcado máximos históricos en todos los casos, Goldman Sachs y JP Morgan han rebajado sus previsiones para el sector y, como consecuencia de todo ello, los bancos cotizados han sufrido un nuevo batacazo en bolsa. Sus previsiones para el sector pintan un escenario apocalíptico: una crisis mucho más larga de lo previsto, una subida de la morosidad tal que obligará a todo el mundo a ampliar capital, caída de beneficios generalizada e incluso pérdidas, supresión del dividendo, problemas para obtener financiación y continuidad de la caída en bolsa. Todas estas firmas señalan al vertiginoso aumento del paro como el verdadero quid de la cuestión, porque provocará una subida de la morosidad. Especialmente dolorosa será la mora del sector inmobiliario, a la que nadie es capaz de poner techo y que puede dispararse si hay otro "evento", como la quiebra de otra gran inmobiliaria como Martinsa. En general, la percepción de la banca mediana es bastante peor que la de la grande, porque las entidades puramente nacionales no tienen escapatoria de la crisis. Sin embargo, esto no significa que los dos grandes, el BBVA y el Santander , estén a salvo: existen otras amenazas muy serias que se ciernen sobre ellos, como la recesión de los países emergentes a los que tienen exposición (en especial en el caso de México, de donde proviene casi la mitad de los ingresos del BBVA) o la difícil digestión de las numerosas adquisiciones realizadas por Botín, dueño del Santander, en el último año en un escenario como el actual.
La divergencia de las economías: la base estructural de la crisis de la Eurozona
La base estructural de las tensiones del Eurozona es una divergencia en los ritmos y características de las crisis en sus diversas economías que la componen, que si ha podido mantenerse en momentos de crecimiento económico mundial y abundantes fuentes de financiamiento, se tornan en un gran obstáculo con el cambio de las condiciones económicas en el marco de la incapacidad de los Estados del Viejo Continente para poner en marcha un plan de rescate común.
Así, el Reino Unido y España tienen en efecto una tasa de endeudamiento que es comparable a la de EE.UU., al igual que Irlanda. Su “patrón” de crecimiento y financiamiento ha sido muy similar al norteamericano, jugando el sector inmobiliario un rol de locomotora tanto en el crecimiento como en la posibilidad de los hogares de endeudarse usando el alza en el precio de la vivienda como colateral. Esto en la fase ascendente del ciclo ha permitido un alto endeudamiento de los hogares que sostuvo un sobreconsumo y fuertes tasas de crecimiento. Así, en España la burbuja inmobiliaria ha implicado un aumento del precio de las viviendas de un 247% entre 1997 y 2005, mientras el endeudamiento de los hogares se ha acrecentado de 84% a más de 100% del PBI entre 2006 y 2007. En el Reino Unido, la tasa de endeudamiento de los hogares también ha superado el 100% del PBI en 2007. Como en el caso norteamericano, esta receta era insostenible a largo plazo. Inglaterra e Irlanda, al igual que la potencia del otro lado del Atlántico, han conocido una crisis inmobiliaria de una violencia comparable y esta crisis ha inmediatamente contaminado al conjunto de la estructura bancaria de esos países.
Alemania, por el contrario es una potencia exportadora. Las exportaciones, equivalentes en volumen a las de EE.UU., a pesar que la economía germana es sólo un cuarta del tamaño de su contraparte norteamericana, dieron cuenta de alrededor de un 45% del PBN en 2007. Este país es altamente competitivo en maquinaria pesada usada para procesos industriales , rubro que constituye su segundo ítem de exportación luego del automotriz. Junto con su tradicional especialización en estos bienes, en los últimos años este país ha seguido una política algunas analistas denominan “neomercantilista”. Esta política ha implicado un fuerte aumento de la tasa de explotación gracias a las reformas del anterior gobierno socialdemócrata de Schröder , a la vez que una deslocalización masiva de la subcontratación, mientras que el ensamblaje final es mantenido en Alemania. En este sentido, Alemania se ha beneficiado de la integración de Europa Central y del Este a la UE. A su vez, el gobierno de Merkel ha transferido a los hogares (vía el aumento del IVA) una parte de las cargas sociales que pagaban las empresas .
Esta política le ha permitido un fuerte excedente comercial en la reciente alza de la economía mundial, de la que Alemania fue uno de los grandes beneficiarios, en el marco de un mercado interno deprimido. Éste hubiera sido más magro si no hubiera ido acompañado de un incremento significativo del endeudamiento de los hogares que alcanzó un 68% del PBI el año pasado. Según datos de la Oficina Federal de Estadísticas germana, uno de cada doce hogares del país está sobreendeudado. Es decir, en total 3 millones de familias que no están en disposición de hacer frente a sus compromisos de pago con los ingresos de los que disponen . En otras palabras, Alemania en los últimos años ha combinado en cierta medida características que lo emparentan con el modelo norteamericano -como un mayor endeudamiento de los hogares, a la vez que en un importante grado de financiarizacion de su economía- por un lado, a la vez que otras tendencias similares al modelo asiático -una fuerte reducción del costo salarial y la compresión de la demanda interna- por el otro, sin liquidar su base de capital, tecnología y productos que requieren una fuerza de trabajo altamente especializada como columna vertebral de su sector exportador. Pero esta orientación exportadora depende por ende de la salud de la economía mundial. El drástico deterior de ésta ha golpeado a Alemania fuertemente como mostramos al principio, a la vez que sus bancos han sufrido fuertemente las pérdidas de la crisis financiera internacional.
Por su parte, Italia y Francia, más alejados del modelo norteamericano en sus equilibrios internos, como demuestra su baja tasa de endeudamiento de los hogares, sufren sin embargo una fuerte pérdida de competitividad (y por ende son muy sensibles a las fluctuaciones del euro). La depreciación del dólar en buena parte de la década y la fuerte apreciación del euro en gran parte del año anterior antes del pico en la crisis financiera les han sido especialmente nocivos, agravados ahora por la caída de la producción alemana. En Italia, el crecimiento viene siendo débil desde 2000 (el PBI disminuyó 0,9% en 2008 respecto del año anterior), la deuda pública excede el 100% del PBI expresión de una evasión estructural récord , las presiones inflacionarias son importantes, en especial en el sector servicios, pero el país no puede recurrir a la devaluación, en razón de su participación en la zona euro. Esto resulta en un agravamiento del déficit de cuenta corriente que alcanzo ya en 2008 un -2,5% del PBI. De forma estructural, el capitalismo italiano se encuentra acorralado por un lado, por la competencia de los países de Europa del Este y del Sudeste de Asia en una serie de ramas de producción en la que se había especializado (línea blanca, etc.), a la vez que otras burguesías europeas han logrado una mejora de las relaciones entre el capital y el trabajo a favor del primero mucho más profunda que los intentos de la Segunda República italiana como es el caso en la década de Alemania.
En Francia, mientras un pequeño número de grandes grupos financieros industriales, de la banca o de los servicios participó activamente de la mundialización del capital lo que le permitió captar una porción del valor creado en otros países y que constituye un elemento esencial de su rentabilidad, la industria francesa pierde en forma continua desde 1992 partes considerables del mercado mundial , lo que se expresa en el creciente déficit de cuenta corriente.
Esto no quiere decir que Francia haya dejado de ser un país exportador pero su fuerza depende en un reducido número de grandes grupos . Aunque el alza del euro comentada más arriba es un factor que ha incidido, su retroceso viene de antes y no es el factor explicativo determinante, como lo demuestra la degradación del balance comercial con sus socios de la Eurozona. Es que la especialización internacional de la industria francesa descansa sobre mercados donde los sectores públicos son esenciales. Este es el caso de la aeronáutica, el sector nuclear o las telecomunicaciones y de ahí la fuerte necesidad de una diplomacia de negocios, tan gráfica en las misiones de Sarkozy a numerosos países en el pasado reciente. En otras palabras, mientras su fortaleza aún reside en estas ramas de producción su posición se ha deteriorado en los sectores de bienes de capital o de bienes de consumo que fueron los sectores dinámicos del último ciclo de crecimiento de la economía mundial que ha estallado. En este marco, el intento bonapartista sarkozista de lograr un aumento de la tasa de explotación mediante una reestructuración profunda de las relaciones entre el capital y el trabajo en curso, en los primeros meses de su mandato se ha estrellado con las rocas submarinas de la crisis financiera internacional, que es lo que explica el distanciamiento entre el jefe de estado francés y la MEDEF, la central patronal .
Por otro lado, y más coyunturalmente, aunque el crédito hipotecario es poco desarrollado y por ende no es un mecanismo de transmisión de la crisis, después de la caída del Lehman, los bancos franceses han racionado fuertemente el crédito, penalizando especialmente a las pymes y provocando una fuerte desaceleración en la construcción. La contrapartida de ese fuerte racionamiento del crédito ha sido el ascenso rápido del desempleo en los últimos meses que comentamos al principio.
Como muestran las características del crecimiento y de la crisis en las principales economías de Europa que hemos analizado, las divergencias en el espacio de la Eurozona son importantes (además del caso inglés que está fuera del área euro). Esto sin hablar de países imperialistas de segunda categoría, como Portugal o Grecia, cuyos problemas de competitividad, déficit de balanza de pagos, etcétera, los convierten en los eslabones débiles de la Eurozona.
Europa Central y del Este: una monumental crisis de la deuda
La crisis de Europa Central y del Este (ECE) muestra todas las características de una crisis de la deuda de los países de la periferia que hemos conocido en las últimas décadas en América Latina o Asia en las últimas décadas: caída de las tasas de intercambio, enormes déficit de cuenta corriente, pavorosos endeudamientos en moneda extranjera y graves recesiones (incluida depresiones). Estos elementos confirman lo acertado de nuestra caracterización de estos países luego de la restauración capitalista como países semicoloniales en la mayoría de los casos o países semicoloniales sui generis en el caso de los países de Europa Central y del Este pertenecientes a la UE.
Hoy en día estos países se han convertido en el eslabón más débil de los llamados países emergentes, por utilizar esta terminología de los mercados, cuya crisis puede tener enormes implicancias económicas, políticas y geopolíticas para la UE y el conjunto del continente europeo. Esto es así, porque a pesar de que el carácter global de la crisis no ha dejado a ninguna región o país sin afectar, la situación de éstos es particularmente sombría. Después de casi una década de superar la tasa de crecimiento mundial, la región va a contraerse en 2009, con casi todo los países en recesión o al borde de la misma. Las economías de alto crecimiento de los Bálticos (Estonia, Letonia y Lituania) se encaminan a una contracción de dos dígitos, mientras países relativamente menos afectados por la crisis (por ejemplo, la república Checa, Eslovaquia y Eslovenia) es difícil que alcancen un crecimiento positivo. Ya las economías de Hungría y Letonia se han deteriorado en tal manera que han tenido que ser socorridas por el FMI en 2008.
El colapso de las economías de Europa Central y del Este es empujado fundamentalmente por dos factores: la caída brutal de las exportaciones y la baja brutal de los flujos de capital. Las exportaciones fueron clave para el éxito de esta región, dando cuenta de un 80-90% del PBI en la República Checa, Hungría y Eslovaquia. De lejos el mayor destino de éstas era la Eurozona, que ahora está en recesión. Mientras tanto, el racionamiento del crédito a nivel mundial ha hundido literalmente los flujos de capitales a la región. Un flujo fácil de financiamiento a la región impulsó el boom de estos países en los recientes años, pero esta situación terminó en forma drástica. De acuerdo con el Institute of International Finance, los flujos de capitales netos a la región se proyectan que van a descender de alrededor de 254.000 millones de dólares en 2008 a 30.000 millones de dólares en 2009. Esto números grafican la magnitud del ajuste que se va a necesitar.
Lo que hace más aguda la crisis es que los años de crédito fácil fueron acompañados por crecientes desequilibrios externos que igual o exceden el crecimiento de desequilibrios previos a la crisis asiática. Una muestra de esto es que los déficits de cuenta corriente en el sudeste de Asia entre 1995-97 estaban en el rango de entre 3 y 8,5% del PBN, mientras que en ECE estaban en los dos dígitos en países como Rumania, Bulgaria o los países Bálticos.
Al igual que las anteriores crisis de la deuda en la periferia capitalista, los impactos en el resto del mundo se van a hacer sentir, más aún en el medio de la actual crisis histórica del capitalismo mundial. Europa Occidental se ve especialmente vulnerable debido a sus fuertes lazos comerciales y financieros. Es especialmente preocupante la fuerte presencia de bancos de estos países a través de sus subsidiarias, donde poseen entre un 60-90% del mercado según el país, lo que allana el camino para el contagio y la posible creación de una crisis bancaria inter-fronteriza. La fuerte contracción de las economías de Europa Central y del Este, combinada con préstamos denominados en moneda extranjera (particularmente en Croacia, Hungría y Rumania), el debilitamiento de las monedas y la existencia de un financiamiento que no se apoyaba en fuertes depósitos, puede provocar una alta morosidad en los bancos de estos países. La caída de un banco en uno de estos países puede generar corridas en todas las subsidiarias de esta firma en la región, lo que puede afectar a economías y/o sistemas financieros relativamente sanos como el de la República Checa.
La magnitud del problema es significativa como ya hemos adelantado al comienzo: ECE da cuenta de 1,6 billones de dólares de préstamos de los países centrales. Una declaración de cese de pagos de algunos de estos países y la imposición a sus acreedores de renegociar su deuda con ‘quitas’, para algunos bancos, podrían ser mortales. Austria es de lejos el país más expuesto de Europa Occidental, a través de los bancos Raiffeisen y Erste Bank. La exposición colectiva de estos bancos a la región alcanza alrededor del 80% del PBN, lo que amenaza la estabilidad de este país y podría forzar a Alemania, a pesar de su renuencia, a salvar al gobierno austriaco (a cambio de un precio que seguro será oneroso). Bélgica y Suecia le siguen: la exposición total de sus bancos a la región es aún un significativo 20-25% del PBN. El principal banco de Italia Unicredit, fuertemente expuesto en Europa del Este y los países bálticos al igual que Austria puede sucumbir al derrumbe de sus inversiones en estos países, lo que está detrás del cortejo de Berlusconi a Libia, su antigua colonia, que posee 65.000 millones de dólares en reservas del reciente boom petrolero . Algunos temen que si las casas centrales entran en problemas, pueden rematar sus subsidiarias o simplemente abandonar la región.
La capacidad de maniobra de los gobiernos de la región es totalmente limitada. La política fiscal está totalmente constreñida por la magnitud de los ajustes que dichos gobiernos necesitan realizar para ordenar sus balanzas de pagos como es el caso en Hungría, Rumania, Ucrania y los Bálticos, mientras que el deseo de entrar en el euro limita las opciones de otros (Polonia). A su vez, una baja de las tasas de interés está limitada en numerosos países con fuerte deuda en moneda extranjera, como Hungría o Rumania, donde una depreciación de la moneda local puede disparar un default de las deudas de los particulares, afectando de esta manera la estabilidad financiera. En otros, como Bulgaria, Estonia, Lituania y Letonia la política monetaria no existe por la existencia de paridades fijas de intercambio. En este marco, la necesidad de nuevos planes de salvataje como los ya aprobados para Hungría y Letonia pareciera ser la única alternativa. El llamado de los principales países de Europa Occidental a duplicar los recursos del FMI está ligado a esta acuciante necesidad. Sin embargo, está por verse si la ayuda del FMI será suficiente para una vuelta a la estabilidad financiera de esta región.
Las cosas pueden acelerarse si, como en el caso de Argentina en 2001, algunos países atados a un cambio fijo se ven obligados a devaluar: esta es la realidad de Letonia donde su tipo de cambio se fija a la divisa y varía de acuerdo con un determinado porcentaje (llamado paridad deslizante o “currency peg”) se ve crecientemente frágil, a pesar del rescate de 7.500 millones de euros del FMI. Una fuerte devaluación con sus efectos en toda la región puede ser devastadora para los bancos occidentales presentes en ella.
Pero la zozobra de los bancos europeos no se limita solo a la UE. Rusia es el segundo más grande prestatario de los bancos europeos, con más de 100.000 millones de dólares de deuda que deben ser refinanciados este año. Para algunos, el sistema financiero ruso está al borde de una bancarrota masiva, cuestión que agrava aún más la presión sobre muchas entidades europeas occidental que sufrirán la incapacidad de las entidades rusas de pagar sus deudas.
Sin embargo, es Ucrania el país que presenta el mayor riesgo de contagio, especialmente si sigue posponiendo la entrega del segundo tramo de ayuda prometido por el FMI. Los bancos austriacos, franceses, suecos, italianos y alemanes tienen una exposición colectiva de 30.000 millones de euros en este país. Ucrania tiene unos 46.000 millones de dólares en obligaciones de deuda externa en 2009 y la fuerte caída de la moneda ha aumentado el costo de servir los pagos de la misma al tiempo que las bancarrotas corporativas están en alza. La continuidad de la división de sus principales dirigentes políticos y una caída que se proyecta de al menos un 6% de su PBN sugiere nuevas degradaciones del riesgo de su deuda soberana y de muchas corporaciones. Ucrania debería someterse a los draconianos recortes presupuestarios que le exige el FMI, pero está hablando con Rusia, China, los EE.UU., Japón y la UE por fondos adicionales.
Posibles escenarios frente a la crisis de la Eurozona
En los primeros momentos de la crisis, la existencia del euro ha evitado que cada Estado recurra a una devaluación, como ocurrió en la crisis del sistema monetario europeo que llevó al retiro de la libra y de la lira en 1992. Además, la pertenencia a la Eurozona parece haber protegido a pequeñas economías con un importante sector bancario como Bélgica, Luxemburgo o Irlanda de potenciales corridas contra sus monedas, lo que está llevando a que algunos países como Dinamarca, Islandia o varios países de Europa del Este, incluida la “euroescéptica” República Checa, se quieran unir a la Eurozona.
Sin embargo, si el euro ha sido a corto plazo un factor de estabilidad podría comprobarse un factor agravante a mediano termino, a menos de imaginar una reforma profunda y radical de las condiciones de funcionamiento de la Eurozona, algo que en el clima de “sálvese quien pueda” todavía impensable. Dicho de otra manera, las principales pruebas sobre la viabilidad de la moneda común se encuentran por delante. Es que la UE padece una falla estructural: su existencia facilitó en gran medida la integración de la banca europea, creando gigantes que fueron más allá de su capacidad de administrarlos a nivel continental. Ahora que los mercados de créditos están paralizados, estas instituciones tienen una exposición crediticia (pasivo) que supera varias veces la capacidad impositiva de los países de origen. Este es el caso del Deutsche Bank alemán, con un pasivo que supera en 1,5 veces lo que ingresa a las arcas estatales en concepto de impuestos, o el Barclays de Inglaterra, que lo duplica. Esto contrasta con, por ejemplo, los pasivos del Bank of America, que son aproximadamente la mitad de los ingresos impositivos de EE.UU. No sin fuertes crisis y contradicciones, en especial con Alemania, los líderes europeos se las han arreglado en el primer pico de la crisis financiera (septiembre-octubre de 2008) para salir del paso. Pero la inexistencia de instituciones supranacionales en el terreno financiero y de un presupuesto común ata las manos de las autoridades federales para hacer frente a las crisis, mostrando las debilidades estructurales del proyecto comunitario, expresión aguda de sus contradicciones insalvables.
Peor aún, el virtual colapso de la producción a nivel mundial, en particular de la producción industrial , que se ha concentrado en los últimos cinco meses y que ha golpeado a Europa de lleno, ha profundizado las divisiones al interior de la UE a un nivel peligroso que hace temer a algunos analistas ya no solo sobre la viabilidad del euro, sino de las grandes conquistas que significaron para la burguesía más concentrada de los distintos países de Europa, el mercado común y la extensión al Este. Esto es lo que expresa, por ejemplo, Gideon Rachman, columnista en jefe de política exterior del Financial Times y jurado euroescéptico pero que ahora ha abandonado esta creencia, temeroso de la “desintegración de la UE”. En un reciente artículo plantea alarmado: “…es precisamente la amenaza a la UE lo que ha concentrado mi atención. Los planes para una unión política en Europa siempre fueron locos. Pero las cuatro libertades que ya fueron establecidas por la UE – libertad de movimiento de bienes, personas, servicios y capital – son logros enormes y tangibles. Sería terrible verlos retroceder.
Pero la amenaza está. El primer ministro británico ha hablado de “trabajos británicos para trabajadores británicos”, el presidente francés ha instado a las compañías automotrices a invertir en el país en lugar de hacerlo en otras partes de la UE, el gobierno de España ha lanzado la campaña “compre español”. Las ayudas estatales dictaminan que el impedir la promoción de campeones de la industria sea alegremente tirado a la basura. A pesar del comunicado deliberadamente tranquilizador con el que cerró la reunión cumbre del fin de semana pasada, se está tramando un ataque genuino al mercado único europeo. Si Europa empieza a echarse atrás en las cuatro libertades, las implicaciones se extenderán mucho más de lo económico. El proteccionismo y el nacionalismo son primos cercanos. Los principios de la consulta, la cooperación y la apertura de las fronteras dentro de la UE han ayudado a contener los demonios nacionalistas. ” .
Con este trasfondo, los posibles escenarios a corto y mediano plazo que podemos adelantar son los siguientes:
A) La posibilidad de un default de deuda soberana
Los planes de recapitalización bancaria coordinados lanzados en octubre no solo no han restablecido la estabilidad financiera, como muestra el agravamiento de la crisis financiera en lo que va de 2009, sino que la necesidad de nuevos fondos frescos para los bancos además de planes de estímulo para la economía o el rescate de algún sector industrial como el automotriz ha hecho crecer ominosamente las expectativas de que algunos gobiernos europeos podrían entrar en default de su deuda soberana. Los seguros contra el default (credit default swaps) de la deuda de Irlanda, Italia, Grecia tuvieron una importante alza frente a esta posibilidad. Conjuntamente, con esto varios países europeos han visto una degradación de la calificación crediticia como es el caso de la pérdida del status “AAA” de Standard & Poor’s por parte de España, que continúa a la degradación de la misma agencia de la deuda de Grecia al mismo nivel que la deuda de Malasia o mas tardíamente la de Portugal. La economía española es la primera de una de las economías más fuertes en perder dicha calificación desde el estallido de la crisis financiera. La rebaja de la calificación crediticia de España se justifica en un demoledor informe de la agencia de rating, que es especialmente dura en su previsión sobre el aumento de la deuda pública neta (emisiones menos vencimientos): un 18% del PIB a lo largo de los próximos cuatro años, lo cual equivale aproximadamente a 200.000 millones de euros que tendrán que pagar las generaciones venideras.
Es que, al interior de la Eurozona, el riesgo inflacionario o cambiario deviene riesgo crediticio. Por lo tanto, posiblemente el verdadero test para la Eurozona va a ser su capacidad para capear la dura recesión (depresión) en puertas. Las dificultades surgen porque, con una tasa de cambio fija, en caso de que un país de la UE sea menos competitivo a nivel internacional y no pueda reducir con facilidad los costos laborales, el fin del boom inmobiliario va a reducir la demanda doméstica sin generar una significativa compensación por medio de una expansión de las exportaciones. En este marco el deterioro fiscal puede ser grande y sostenido. Irlanda ya es un ejemplo del brusco cambio de tendencia: de acuerdo con un informe de la OCDE las cuentas del gobierno van a pasar de un superávit de 3% del PBN a un déficit de 7,1% del PBN sólo entre 2006 y 2009. Este país, que aún mantiene increíblemente la calificación crediticia AAA, estaría en un camino desesperado. Un prestigioso economista irlandés, David McWilliams, ex funcionario del banco central irlandés a la vez que ex miembro de la directiva del banco suizo UBS y ahora un destacado comentarista radiofónico, lo ha dicho sin ambages: “‘Es esencial que vayamos a Europa y expliquemos que tenemos un problema grave. Y que digamos: o nos declaramos en suspensión de pagos o nos salimos de Europa’”, afirmó McWilliams en declaraciones a la emisora RTE. “‘Si Irlanda sigue por este camino, que está muy cerca de la suspensión de pagos, toda Europa se verá afectada muy negativamente. Podría ocurrirles lo mismo a España, a Italia o a Grecia’”, pronosticó . Tiró una bomba política a los socios europeos, un tabú que hasta ahora no se había quebrado.
B) Sostén intraeuropeo o la perspectiva de un eurobono de deuda
Frente a esta perspectiva ominosa que podría cuestionar la viabilidad de la Eurozona y frente al paulatino deterioro de las condiciones de financiación de alguno de los miembros de la Eurozona, ha ido creando un creciente apoyo entre algunas gentes tan diversas como el especulador George Soros, el Director General del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Kahn y el ex presidente de la Comisión Europea y del gobierno italiano, Romano Prodi, a la creación de un instrumento de deuda común para todos los países de la Eurozona, activo financiero que podríamos llamar bono europeo, un paraguas que favorecería a las naciones con peor calidad crediticia, como Grecia, Portugal, Irlanda o España.
El SIFMA (Securities Industry and Financial Markets Association) ha sido la principal asociación en estudiarlo. Para este lobby, que representa a los intereses de las firmas internacionales de securities (títulos o valores), broker-dealers y asset managers en cuestiones legislativas y de regulación, son firmes defensores de la misma que, a su juicio, permitiría incrementar los volúmenes de emisión, abaratar los costes de originación y obtención de fondos, aumentar la liquidez y las posibilidades de cobertura y reforzar el papel del euro como moneda de reserva al poder competir con la alternativa que es la omnipresente deuda del Tesoro norteamericano. Tomando en cuenta las distintas opciones contempladas, existen una serie cuestiones: creación de una agencia políticamente independiente, una especie de Secretaría del Tesoro, que pueda arbitrar las necesidades de financiación de los estados miembros sobre una doble premisa: un porcentaje fijo de participación de cada uno de ellos en el conjunto de las emisiones del ejercicio (en función de su rating o de la deuda emitida sobre PIB) y libertad en la fijación de los vencimientos; preeminencia de la deuda común sobre las nacionales respectivas una vez la primera se imponga en importe y significación; responsabilidad individual de cada país limitada al volumen sujeto a financiación a través del instrumento común. Como se ve toda una declaración de buenas intenciones que choca con la ausencia de liderazgo y cohesión europeas (frente al primer requisito), la urgencia de dinero de muchas naciones para pagar sus respectivos planes de estímulo (contra la segunda condición) y potencial deterioro colectivo derivado del impago de uno de los socios (en oposición al tercer elemento). Más aun, para algunos la idea de un bono común para ayudar a los países más débiles, lo que elevaría el costo financiero de los más fuertes, ahondaría aún más las divisiones europeas. Como dice Sebastian Dullien, un economista de University of Applied Sciences de Berlín citado por The Economist: “Si usted quiere azuzar el sentimiento antieuropeo, un bono europeo es el mejor medio” .
Por eso, algunos ex ministros de finanzas alemanes como Hans Eichel, sugieren algo más ortodoxo a la vez que doloroso y humillante para los países afectados que es una facilidad de préstamo con condiciones a lo FMI pero administrada por la Comisión Europea. La existencia de un mecanismo de este tipo es lo que sugirió por primera vez, Joaquín Almunia, el comisionado económico de la UE, cuando afirmo: “’No hay dudas de que hay problemas serios en ciertos países. Si una crisis emerge en un país de la Eurozona, hay una solución antes de recurrir al FMI. Estamos intelectual, políticamente y económicamente bien preparados para hacer frente a este panorama de crisis. No está bien decírselo en público. Pero la solución existe,’ declaró” .
C) Salida del euro
Los costos de salirse del euro evidentemente son altos. Lo peor sería la implantación de un “corralito” temporal de los depósitos bancarios para evitar el colapso de la banca por salida masiva de acreedores y depositarios, a la vez que conllevaría el colapso de los bonos públicos por salida masiva de inversores y por ende, ausencia de financiación al país (a no ser a tipos desorbitados). Para los acreedores internacionales las perspectivas también serian duras porque en la práctica aumentara la carga de la deuda como consecuencia de la devaluación de la moneda lo cual puede terminar con defaults elevados. Agreguemos también los complejos procedimientos necesarios para cambiar todos los contratos del país y redenominarlos en una nueva moneda.
Por eso, salvo algunos políticos por ahora minoritarios, nadie quiere llegar a esta opción. Lo mismo se decía en la Argentina con la convertibilidad pero sin embargo la hiperdesocupación y el crack económico la hicieron inevitable. Un escenario de este tipo, por ende, no está descartado si en algunos de los países más golpeados por la crisis el desempleo llega en algún momento al 25-30% y además mucho de larga duración, cuestión crecientemente probable si la crisis sigue como hasta ahora profundizándose.
La posibilidad de que países como Alemania o Francia vayan a rescatar financieramente a España, Irlanda, Portugal como vimos en la variante anterior es, para algunos analistas, prácticamente nula. En primer lugar, porque bastante ya tiene Alemania con rescatarse a sí misma , a la vez que saben perfectamente que estarían prestando a perdidas ya que la salida a la crisis de estos países no se ve fácil ni cercana debido a la falta de competitividad, el ingente gasto público improductivo, sin nombrar la magnitud de la deuda o del déficit de cuenta corriente . En este marco, a falta de un plan político comunitario que haga el ajuste más suave, la creciente deuda pública y sus intereses, unida a los déficits públicos primarios que se avecinan, llegará un momento en que serán insostenibles, los spreads subirán en un círculo vicioso y en algún momento no habrá financiación. O más precisamente, para que la haya, serán necesarios rescates de la UE o el FMI que exigirán reducciones de gasto público muy notables, que a su vez incidirán en una mayor contracción del PIB y que dejarán el país con millones y millones de desocupados. Es decir, serian necesarias llevar a cabo notables reducciones de gasto público (en el medio de una brutal recesión y desempleo), a la vez que proponer reducciones salariales impopulares que hagan prácticamente imposible tal camino para el cuerpo político y social de un país, a riesgo de desatar explosiones sociales incontrolables.
En este marco no puede descartarse que, países como España o Grecia, en vez de optar por los préstamos de los organismos supranacionales para rescatarles por las penosas condiciones de reducción de gasto consecuentes, opten por una devaluación competitiva, buscando de esta manera que las exportaciones despeguen y por ende empujen a la reactivación económica, incluyendo la creación de empleo, la mejora de la capacidad fiscal recaudatoria y la reducción de la dependencia financiera exterior (menor endeudamiento por consecución de superávits externos). La recuperación de autonomía en política monetaria les daría a estos países la posibilidad de poder imprimir dinero con el cual financiar los rescates del sector bancario y los déficits públicos expansivos. Por supuesto, esto implicaría riesgo de inflación, a la vez que habría que evitar que los trabajadores quieran recuperar la pérdida de poder adquisitivo de sus ya deflacionados salarios.
En conclusión, aunque no podemos descartar que frente al abismo se avance a una salida unificada como un bono europeo que acolchone el ajuste de las economías más expuestas, las salidas extremas han crecido enormemente. Incluso un rescate eventual de algún país individual, al fijarle duras condiciones, puede llevar a algunas de estas si los ajustes son fuertemente resistidos y las condiciones políticas se tornan insoportables. Esto en el marco de la enorme complacencia de los líderes europeos a la magnitud de los problemas que se enfrentan , quienes aun no han aterrizado a la catástrofe económica en puertas y que siguen creyendo que esta es una recesión como las otras y la economía se recuperará en el segundo semestre cuando sus tímidos planes de rescate cobren vigor, lo que está transformando la crisis financiera y económica en una crisis política de magnitud, como muestra su falta de respuesta a una posible debacle del Este, como veremos en el punto siguiente. No sorprendería que, al igual que en 1992, los especuladores apuesten contra la deconstrucción de la Eurozona, pero ahora en una escala mayor.
Las consecuencias políticas y geopolíticas de una debacle en el Este: el modelo de apertura en cuestión
Frente a la magnitud de la crisis de la deuda en Europa del Este la respuesta de los países occidentales ha sido totalmente reticente a embarcarse en un plan de rescate de miles de millones de euro, como les imploraba el primer ministro de Hungría, Ferenc Gyurcsany, alertándoles que “No deberíamos permitir que una nueva Cortina de Hierro se establezca y divida a Europa” .
Este planteó, previo a la reunión de los 27 en Bruselas del 1/3, un plan de ayuda para los países del centro y Este de Europa, con una dotación de entre 160.000 y 190.000 millones de euros, que les permita superar la grave crisis financiera . También pidió en conjunto con otros países del Este que se flexibilicen los criterios de convergencia y se acelere la entrada en el euro de los países del Este de Europa como respuesta ante la actual crisis económica y financiera, cuestión rechazada por Alemania y Holanda. Un importante número de países de Europa del Este están siendo forzados ahora a pagar pesadas deudas a los bancos de Europa Occidental, contraídas en euros, con sus propias monedas que se están devaluando rápidamente. Un rápido ingreso a la Eurozona aseguraría una sustancial disminución en el pago a los bancos de occidente que hacen los países del Este.
Junto a la miopía occidental, esta Cumbre mostró que la crisis histórica del capitalismo mundial, ha comenzado a dividir al bloque del Este (la “nueva Europa”, según el ex secretario de Defensa norteamericano, Rumsfeld) cuyas naciones más fuertes o en relativo mejor estado buscaron diferenciarse de sus vecinos entrados en desgracia, poniendo de manifiesto el mezquino carácter de clase de las nuevas elites gobernantes de estos países del antiguo bloque estalinista que aspiran a salvarse en forma ilusoria solas . Este fue el caso de Polonia, e incluso el de la República Checa, que reaccionaron con frialdad frente a ambas propuestas. La reacción de los países de Europa Occidental fue una enorme decepción a los países del Este que abre la posibilidad de ataques especulativo sobre sus monedas buscando su capitulación. No por casualidad todas las monedas de la región se devaluaron entre un 2 y 3% al otro día de la Cumbre. Esta no significa que no sepan la magnitud de la crisis de estos países en la que son sus principales inversores además de poseer fuertes lazos comerciales. Pero ellos están preparados para intervenir y salvar a economías individuales, pero sólo sobre la base de garantizarse sus propios intereses financieros y comerciales, al mismo tiempo que estableciendo las condiciones de repago de los prestamos lo que puede significar un salto en la semicolonización y opresión de estos países. Este es el significado de su remarque que la ayuda será determinada “caso por caso”.
La dureza de los ajustes que esto implicará y el mayor sometimiento a los dictados de las capitales europeas más fuertes, a la vez que la previsible pérdida y/o el deterioro de los márgenes de soberanía que gozaban los países que integran la UE, pueden provocar inesperadamente a los deseos de los imperialismos europeos movimientos sísmicos en esta región de enormes consecuencias políticas y geopolíticos a nivel internacional y en particular par Europa Occidental. Es importante tener en cuenta que este “patio trasero” de Europa Occidental se mantuvo sorprendentemente relativamente estable en los últimos casi veinte años y que, salvo la guerra de los Balcanes, los países de Europa Central y del Este se integraron pacíficamente a la UE, incluso habiendo separaciones, como fue caso de la actual República Checa y Eslovaquia. Esta excepcionalidad histórica fue producto por un lado de la mejora en las condiciones económicas después del duro ajuste inicial que significó la disolución de las economías planificadas burocráticamente , así como, por otro lado, el retroceso geopolítico en su ex área de influencia de Rusia, en particular en la década de 1990 que fue aprovechado tanto por la UE en el sentido económico y político como por la OTAN geopolíticamente. Dicho de otra manera, la existencia de múltiples estados débiles pudo ser sostenida por el avance del capitalismo en general anclado en estas dos instituciones imperialistas que aprovecharon y fueron cercando a Rusia.
Ambas condiciones están cambiando abruptamente, comenzando por el resurgir geopolítico de Rusia empezado durante los años del boom petrolero y gasífero y la reconstrucción bonapartista de Putin aprovechando el salto en la declinación de la hegemonía norteamericana de la pasada presidencia Bush. A pesar de que la nueva debilidad rusa puede poner límites a sus ambiciones geopolíticas, estas no han menguado basándose en los pilares que aún conserva de su poder. El anuncio del retiro de la base aérea norteamericana de Manas en Kyrgyzstan, que puede complicar los planes norteamericanos en Afganistán, la entrega de ayuda a pesar de sus graves problemas financieros a varios estados de la ex URSS a cambio de concesiones políticas, o más significativamente, el rechazo del presidente ruso, Dmitri Medvedev, a la propuesta de Obama – más allá de que éste desmintió tal canje- de paralizar la construcción del escudo de misiles en Polonia a cambio de la cooperación rusa en detener el programa nuclear de Irán, muestra que esta última se cree en forma de obtener mayores concesiones con respecto a Polonia misma, además de que quiere que los EE.UU. abandonen la expansión de la OTAN en la antigua URSS . A su vez, la UE está dividida en relación a la nueva -y aún en sus primeros pasos- política de Washington hacia Moscú. Algunos de los principales países europeos, como Francia y Alemania, buscan un reacercamiento entre las dos ex grandes potencias, como fue expresado por la canciller Angela Merkel y el presidente Sarkozy en la Conferencia de Seguridad de Munich a principios de febrero, enfatizando ambos la importancia de llegar a un acuerdo con Rusia en temas internacionales y de seguridad. Mientras tanto, la perspectiva de una nueva relación entre Rusia y EE.UU. horroriza a otros estados europeos como Polonia, que temen ser el pato de la boda de la misma. En Europa occidental, Inglaterra es el polo mas confrontacional con Moscú. Georgia parece ser el primero dejado de lado luego de la cumbre entre la actual secretaria de relaciones exteriores norteamericana, Hillary Clinton y el ministro de relaciones exteriores ruso, Sergueï Lavrov en Ginebra. En última instancia, el tono de la futura relación entre Washington y Moscú será determinante en la colaboración con éste de las principales potencias europeas, como mostró la reciente reunión de secretarios de defensa de la OTAN en Cracovia anterior a estos primeros pasos de acercamiento entre Rusia y EE.UU., donde los planes norteamericanos en relación al “surge” en Afganistán fueron recibidos fríamente. Lo mismo puede decirse en relación al espinoso tema de Irán.
En este marco, los países de Europa del Este que ya se vieron en cierta medida abandonados por los EE.UU. después de su fracaso en Georgia, ahora temen ser dejados de lado por la UE, lo que podría tener imprevisibles consecuencias negativas para Europa Occidental. Como dice The Economist: “Pero si un país como Hungría, o alguno de los tres del Báltico, se va a pique, los países europeos occidentales serían los primeros en sufrir. Los bancos de Austria, Italia y Suecia, que han invertido y le han prestado muchísimo a Europa del Este, verían pérdidas catastróficas si el valor de sus activos se agota. El volumen del default, combinado con instintos proteccionistas atávicos que han saltado a la primera plana en toda Europa, podrían con facilidad deshacer el logro que es el mayor orgullo de la UE, su mercado único. Ciertamente, el colapso en el Este podría rápidamente plantear preguntas sobre el futuro de la UE misma. Desestabilizaría el euro – puesto que algunos miembros del euro, como Irlanda y Grecia, no están en mejor forma que Europa del Este. Y podría augurar la muerte de cualquier posibilidad de ampliar la UE, suscitando nuevas dudas sobre las perspectivas futuras de los Balcanes occidentales, Turquía y varios países de la ex Unión Soviética” . Más en general, la perdida de la estabilidad económica y del sólido anclaje en la UE y en la OTAN de la gran cantidad de estados que constituyen esta región podría abrir una caja de Pandora política que de pasto al crecimiento de distintos populismo a la vez que procesos agudos de lucha de clases, como fue la norma de estos países en la primera mitad del siglo XX, consecuencia de la fragmentación y debilidad. Como remarca el historiador económico Derek H. Aldcroft haciendo un balance de las razones de la declinación europea de 1914 a 1939: “Políticamente Europa también se había debilitado; había perdido su cohesión decimónica: en Europa central y oriental una multiplicidad de estados autónomos, pero débiles y conflictivos, había surgido de las ruinas de los imperios austrohúngaro, germánico y de los Romanov, mientras que las enconadas tensiones políticas y las democracias débiles dejaron al Oeste en una situación de desunión” . ¿Estamos, pues, entrando en una situación de ese tipo en el Continente Europeo? ¿Las consecuencias retardadas de la implosión de la ex URSS y de sus ex área de influencia y la constitución de múltiples y débiles estados como el Kosovo, el último de ellos, llevara a un nuevo proceso convulsivo en esta zona? Esto es el fantasma que hoy se les aparece de repente a los analistas occidentales, que al igual que muchos marxistas que creyeron en las bondades de la “globalización” y la integración pacífica y armónica de los países del Este omitieron que esta integración era subordinada como naciones semicoloniales, vulnerabilidad que esta crisis ha tenido ya el mérito de sacar a relucir al menos para clarificar las tareas y los programas de los revolucionarios en el viejo Continente.
Los levantamientos en Bulgaria, Lituania y Letonia en enero, seguido del colapso del gobierno de este último el 20/2, son un pequeño adelanto que está indicando que estos países podrían experimentar un periodo de profunda desestabilización y tensión social a medida que la crisis económica se profundiza y las tasas de desempleo crecen. Agreguemos que la vuelta de decenas de miles de emigrantes puede agravar el descontento social.
Aunque las movilizaciones sociales no han sido una exclusividad de esta región, lo que sí es cierto es que el margen de maniobras de los gobiernos frente a éstas y la dura recesión en curso es mucho más limitado. Reputados economistas burgueses como Willem Buiter, profesor en la London School of Economics y ex economista en Jefe del Banco Central Europeo, plantea que es cuestión de días para que estos países vuelvan a un control de cambios para evitar el drenaje de divisas. En otras palabras, la crisis no es una crisis más sino una crisis estructural que pone en cuestión el modelo de apertura y liberalización y mayor integración a la UE adoptado por estos países desde comienzo de la década de 1990.
En este marco, el crecimiento de regímenes bonapartistas o semidictatoriales inclinados a promover el desarrollo a lo largo de líneas autárquicas no puede descartarse. Tampoco el avance de nuevos populismos que pongan un freno a la aplicación de las reformas que impongan el FMI o las instituciones de la UE, o incluso en los países Bálticos a partidos de oposición que se oriente más hacia Moscú. Como se inquieta el artículo de The Economist ya citado: “Las consecuencias políticas de dejar que Europa del Este se hunda podrían ser aún más graves. Una de las hazañas más grandes de Europa en los últimos 20 años fue reunificar pacíficamente al continente luego del fin del imperio soviético. Rusia misma está en serias dificultades económicas, pero sus líderes continúan interesados en explotar cualquier oportunidad para reafirmar su influencia en la región. Además, si el pueblo de Europa del Este siente que han sido dejados de lado por Europa Occidental, podrían caer en manos de populistas o nacionalistas del tipo de los que han llegado al poder con tanta frecuencia en la historia de Europa” . Las señaladas son perspectivas totalmente realistas en el marco del creciente proteccionismo a la industria automotriz y a la banca de los estados de Europa Occidental, que llevó al reciente cruce entre Nicolas Sarkozy y el presidente de la República Checa, que ilustra la creciente división entre el Este y el Oeste de Europa.
El futuro de la UE: una gran incógnita
La evolución de la UE está abierta. Las tendencias a la desunión y a la exacerbación de los intereses nacionales se han profundizado. La violenta transformación de la crisis financiera en una dura caída de la producción ha agravado el salvase quien pueda.
En este marco, los estados nacionales han vuelto al centro de la escena. Esto es lo que ya expresó la presidencia de Francia durante la presidencia rotativa de la UE en el segundo semestre de 2008: el repentino giro neogaullista de Sarkozy desde el aceleramiento de la crisis, por un lado y el peso de los Estados nacionales en la toma de las decisiones políticas o prosecución de los tratados en detrimento de los organismos comunitarios, como la Comisión Europea y su presidente, José Manuel Barroso, por el otro . Si al principio esto fue visto por algunos analistas como un signo positivo frente a la esclerosada burocracia de Bruselas, como demostró la inesperada respuesta de coordinación de los distintos gobiernos europeos con el lanzamiento del primer plan bancario, esta misma dinámica puede generar otros resultados. Es que el creciente protagonismo de los Estados no solo alienta un creciente proteccionismo, sino también actitudes más unilaterales de la potencia europea más fuerte, como es caso de Alemania . Esta última en el terreno económico, más que tratar de acolchonar la crisis, pareciera querer utilizar la misma para intentar extender su propio sistema financiero a una escala mayor sobre toda Europa. Esto es lo que puede verse detrás a su negativa a los estímulos o rescates transnacionales, mientras intenta de forzar a la UE en una posición común sobre la regulación financiera, de un carácter más conservador y por ende más a tono con las características históricas de la banca alemana entrelazada por uno y mil lazos a la industria .
Como ya vimos, Alemania ha sido golpeada por la crisis financiera. Al igual que gran parte de Europa, está muy expuesta a los créditos tóxicos subprime. Pero sus bancos no están comprometidos en un boom inmobiliario, como sus contrapartes en Gran Bretaña, el Estado Español o Irlanda, ni tampoco está expuesta al Este en masa, como es el caso de las entidades suecas, austriacas e italianas (que aprovecharan esta zona menor incapacitados de competir con los grandes bancos en Europa Occidental).Además cuenta con un sector manufacturero muy competitivo, superávit de cuenta corriente y desde hace un tiempo superávit fiscal, aunque posee como rezago una demanda interna estructuralmente débil. Si Alemania logra sobrellevar el impacto inmediato que tendrá la crisis sobre su crecimiento muy dependiente de las exportaciones (una dura prueba), y logra recuperar ciertas dosis de soberanía monetaria, ya sea dentro de la Eurozona bajo su forma actual o rediseñada , podría salir de la crisis –quizás en algún tipo de bloque o alianza– fortalecida con respecto a EE.UU, o al menos en el seno de Europa.
En esta apuesta, cuenta con dos grandes ventajas. Primero, no hay fuertes competidores. El sistema financiero británico está implosionando. Países que Alemania ve como centros financieros advenedizos – Austria, Suecia, Italia y Grecia- están crujiendo frente a las rocas de Europa Central y del Este. Suiza ha sido dañada por sus lazos con Austria y su pérdida de reputación como plaza segura, además de la fuerte presión que sufre de países imperialistas más fuertes sobre su sistema financiero opaco. Esto deja a Francia como el mejor competidor financiero de Alemania, como ya puede ya verse en la compra de Fortis por el BNP Paribas, un salto estratégico que, dé finalmente aprobarse , la convertiría en la primer banca europea de depósitos con acceso a cuatro grandes mercados como Francia, Italia, Bélgica y Luxemburgo. Sin embargo, a pesar de este avance, el alto nivel de deuda estatal y déficit fiscal de Francia comparado con Alemania deja a la primera con un bajo nivel de maniobra a más largo plazo. En segundo lugar, Alemania está en una buena posición geográfica y comercial para dominar cualquier cosa que emerja de las ruinas de esta crisis en Europa. La fuerte dependencia de Europa Central para sus exportaciones con respecto a Alemania, quien es el principal destino de las ventas externas de Polonia, la República Checa, Eslovaquia, Hungría y Eslovenia además de un destino central para los demás países de esta región es una arma a su favor –una vez reestructuradas las finanzas europeas– para dictar nuevas condiciones a estos países que dependerán para sobrevivir de su buena voluntad. La asociación en lo nuclear civil entre Alemania y Rusia, a través de la formación de una empresa común entre Siemens y la Agencia Federal Rusa de Energía Atómica (Rosatom), ha creado un fuerte competidor para Areva (el gigante francés, del que Siemens se ha divorciado recientemente) en el lucrativo negocio en las próximas décadas de la energía nuclear puede estar anticipando esta pelea entre Francia y Alemania por ver quién queda mejor ubicado en la post crisis.
La incógnita, en última instancia, será si la crisis que tiene su epicentro central en Norteamérica arrastrará a todos sus competidores o si algunos serán capaces de sobrellevar el terrible ajuste que afectará la economía mundial. Aunque por ahora prima en forma extrema la anarquía inherente al modo de producción capitalista y el salvase quien pueda que agrava el colapso, la reestructuración capitalista que eventualmente podrá emerger de la crisis, sólo tendrá lugar en torno a los capitales y Estados que hayan salido más sólidos de la debacle.
Comparativamente en este sentido, se puede conjeturar que algunos países de la UE pueden mostrar una resistencia mayor como potencias imperialistas que los recién llegados a la mesa de los grandes como China, que tiene una fenomenal dependencia del mercado mundial e importantes desequilibrios internos. El principal obstáculo para esta perspectiva es el proletariado europeo, uno de los primeros que ha salido a pelear frente a la crisis, al que la burguesía intentará doblegar para atemperar el impacto sobre sus ganancias a la vez que la resistencia anti imperialista a las mayores cadenas de su semicolonización a los países del Este. Como dice el Financial Times: “Los empleadores insisten en que los trabajadores aporten su granito de arena para mejorar su situación dentro de un mercado laboral difícil aceptando recortes salariales –el mayor sindicato de Alemania acaba de moderar sus demandas salariales–. Eso podría atemperar, aunque no contrarrestar de forma significa, el golpe de una desaceleración económica. Por supuesto, cuando el ciclo vuelva a subir, los hogares y las empresas alemanas estarán relativamente bien posicionados” . Esto nos lleva al último punto.
Deflación salarial y el riesgo de explosiones sociales. La alternativa inflacionaria no puede descartarse como alternativa a la incapacidad de ajuste o, a mediano plazo, frente a los déficits fiscales monstruosos en el marco de la escasez de financiamiento externo.
El gobierno irlandés ha sido el primero en Europa Occidental que está recurriendo a todas las herramientas a su disposición para evitar la ominosa perspectiva de la suspensión de pagos, recurriendo a una rebaja salarial a los empleados públicos para prevenir que el déficit publico crezca a un 12% del PBI el próximo año, convirtiéndose en el primer país en la Eurozona que utiliza la deflación salarial al estilo de la Gran Depresión para restaurar su competitividad. El primer ministro, Brian Cowen ha decidido, sin el acuerdo con los sindicatos, reducir más de un 7% las remuneraciones de los empleados públicos por la vía de una transferencia destinada a financiar las jubilaciones. A pesar del carácter conciliador de las direcciones sindicales, estas fueron obligadas a convocar una gran jornada de acción en la que marcharon más de 120000 personas –un récord en esta pequeña isla- frente a la bronca creciente de la población.
En los países de Europa Central y del Este, mucho más débiles que sus contrapartes occidentales, ya los casos de esta práctica deflacionaria son más extendidos. Como ya dijimos, en Letonia, el gobierno en enero, impuso una rebaja del 15% del ingreso de los empleados públicos en el marco del Plan de apoyo del FMI y la UE, que llevó a la caída del mismo, luego de violentas manifestaciones en Riga. Hungría, también en un ajuste acordado por el FMI y la UE, ha suprimido el mes 13 o aguinaldo en la función pública. Rumania podría estar obligada a seguir el mismo camino en las próximas semanas si debe recurrir al FMI y a los 27.
En este marco, lo novedoso de esta crisis, expresión de su profundidad, es que estas recetas usuales en los ajustes de los países semicoloniales frente una crisis de la duda pueden generalizarse en los países centrales, comenzando por los países más afectados por la actual crisis como es el caso español. Un diario económico de este país dice: “Se requiere una toma de conciencia de que los buenos tiempos han muerto y de que ha llegado la hora de apretarse el cinturón. Mejor hacerlo nosotros a que nos obligue un tercero, ¿el FMI?, a llevarlo a cabo. La única vía de ajuste en nuestro país es a través de una caída brusca de los salarios reales, que la rigidez salarial patria obliga a canalizar a través de un aumento de la población desocupada” . Pero el que no deja lugar a dudas sobre cuál será la orientación es nada más ni nada menos que Jean-Claude Trichet, el presidente de la Banca Central Europea, que en un reciente viaja a Dublín apeló sin ambages a los gobiernos “ a proseguir políticas de gastos audaces, en particular en materia de salarios en el sector publico” .
Pero si como planteamos la necesidad del ajuste lo tornan políticamente inviable no está descartado una salida devaluatoria o recurriendo a una política inflacionaria. La misma también puede ser útil para licuar de alguna manera el inevitable, doloroso y arbitrario proceso de dar a pérdidas las cuantiosas deudas. A mediano plazo, a su vez, sea cual sea el camino elegido para aplicar el ajuste, una perspectiva inflacionaria es altamente probable como consecuencia de los enormes déficits en que están entrando todos los estados para evitar, sin mucho éxito por otra parte, la espiral deflacionaria y ante la escasez de fuentes de financiamiento externo. Como dice el historiador francés Jacques Sapir: “En esas condiciones, los países desarrollados tienen pocas alternativas. Si intentan reducir el crecimiento de su endeudamiento a través de su control en materia de gastos, agravarán dramáticamente la recesión, a punto de arriesgarse a enfrentar disturbios sociales y políticos importantes. Si aumentan las tasas de interés para intentar hacer atractiva su deuda, matan la inversión y agravan por otra vía la crisis. Una alternativa razonable sería proceder políticamente a la destrucción de una parte de las deudas existentes, a través del perdón de deudas de los hogares y de defaults organizados para las deudas de empresas o de administraciones. Sin embargo, esta salida razonable es poco probable porque exige un grado de coraje político que no hay que esperar encontrar en los sistemas occidentales. La última alternativa, que es la que será muy probablemente adoptada, consistirá en un fuerte crecimiento de la inflación” .
La salida a esta crisis histórica nos lleva a las dos alternativas con que los capitalistas pueden descargarla sobre los trabajadores, en el marco de la inutilidad de toda salida keynesiana a la misma: la deflación o la inflación.
Sin embargo, para la clase obrera ninguna de estas opciones es progresiva. En este sentido, tienen una actualidad sorprendente las palabras de Trotsky con respecto a la burguesía francesa y la crisis de 1930 expresadas en el Programa de acción para Francia: “Para tratar de salir del caos en que ella misma ha sumergido al país, la burguesía francesa debe comenzar por resolver el problema monetario. Un sector de ésta quiere hacerlo mediante la inflación, es decir mediante la emisión de papel moneda, la devaluación de los salarios, el alza del costo de la vida, la expropiación de la pequeña burguesía; otro sector confía más en la deflación, o sea en la disminución del nivel económico de los trabajadores (rebaja de los salarios y sueldos), ampliación del desempleo, ruina de los pequeños productores agrarios y de la pequeña burguesía de las ciudades.
Ambas alternativas significan más miseria para los explotados. Optar por uno u otro de estos métodos capitalistas equivaldría a elegir entre dos instrumentos con los que los explotadores se preparan para degollar a los trabajadores. El primer paso del plan de los capitalistas franceses consiste en una deflación brutal. Se despoja a los trabajadores del subsidio por desempleo; el seguro social está amenazado; se reducen los salarios. Los empleados públicos comienzan a sentirse afectados; los próximos serán los pequeños productores rurales. Esto no significa que mañana, si le conviene, la burguesía no vaya a emplear también el otro método: el de la inflación. La Alemania hitlerista es ejemplo de ello. ¡Los explotados deben oponerse vigorosamente a este plan de la burguesía!” . Es fundamental que los explotados no caigan presos de ninguna de estas dos variantes de salidas burguesas a la crisis si no quieren pagar con sus sacrificios y miserias el costo del actual caos capitalista.
Juan Chingo, abril 2009
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