A pesar de unas temperaturas invernales bajísimas vuelve a calentarse el clima social francés. Ocurre en un contexto marcado por tensiones superestructurales en la burguesía y una caída del nivel de popularidad de Sarkozy. Con un 37% de opinión favorable, el presidente derechista está al nivel más bajo desde su elección en 2007.
Pese a las tensiones que atraviesan el gobierno desde hace algunos meses (el nombramiento del hijo de Sarkozy, los altos salarios de empresarios amigos como Henri Proglio), valiéndose del empeoramiento del déficit público, Sarkozy pretende seguir avanzando en los ataques a los trabajadores y sus conquistas. Después del anuncio de la reforma de la educación secundaria, el presidente planteó su voluntad de atacar las jubilaciones.
Sarkozy y su gobierno creen poder continuar su embestida, con una oposición casi inaudible. En relación a un tema central como la contrarreforma jubilatoria, la secretaria del Partido Socialista, Aubry planteó su acuerdo con la necesidad de elevar a 62 años la edad legal para jubilarse. Esto no hace más que confirmar el giro abiertamente proburgués del PS francés.
Frente a Sarkozy y la patronal, por otro lado, vuelven a emerger luchas, a pesar de estar aún sumamente atomizadas, la mejor ventaja que tienen hoy la burguesía y el gobierno.
En las grandes empresas, donde el terror a la desocupación está menos presente que en los últimos dos años, asistimos a un reverdecer de las luchas salariales.
Desde diciembre estallaron luchas en el sector camionero, bancario (Société Générale y HSBC), químico (Sanofi-Aventis) y nuevos conflictos paralizan empresas tan disímiles como la planta de Total en el suroeste (Aquitaine) o la multinacional sueca de muebles Ikea, cuya dirección francesa está ocupada por los trabajadores.
Al mismo tiempo continúan los conflictos en aquellos sectores donde siguen los despidos. Fue el caso de la planta de televisores Philips de Dreux a principios de enero, donde durante algunos días los trabajadores ocuparon la fábrica y produjeron bajo control obrero. En el norte de París, el depósito de muebles Pier Import de Villepinte también conoció la semana pasada una lucha con ocupación y secuestro de los ejecutivos por parte de los trabajadores despedidos que reivindicaban mejores indemnizaciones.
En Total de Dunkerque (región norte), después del anuncio de cierre de la refinería, los trabajadores de todo el grupo anunciaron que pararían si se concretaban los despidos, en solidaridad con sus 750 compañeros que llevan ya un mes de lucha y que amenazan con tomar la planta.
El sector público también está atravesado por varias luchas. Los docentes volvieron a salir a la calle. En efecto, el principal sindicato de la función pública llamó en dos ocasiones a la movilización a fines de enero. En este marco, los docentes movilizados de la periferia norte de París, en el departamento de Seine-Saint-Denis, iniciaron una convocatoria a entablar una lucha dura contra el gobierno para contrarrestar la actual reforma de la enseñanza secundaria y para protestar contra los despidos masivos en el sector educativo y la degradación de las condiciones de trabajo y de estudio.
El 9/02, 53 institutos secundarios estaban en huelga en Seine-Saint-Denis, que en los últimos años fue el centro de grandes luchas del sector educativo, y el movimiento amenaza con extenderse al resto de la región parisina con la marcha convocada en la capital para el 11/02. Los sindicatos regionales de docentes hoy en día ya no pueden ignorar ese movimiento que nació por fuera de su control y que se está estructurando alrededor de una asamblea general de huelguistas de la cual participaron 250 profesores en lucha.
A la extrema izquierda francesa, en particular Lutte Ouvrière y el Nuevo Partido Anticapitalista de Besancenot, cuyos militantes son muy activos entre los docentes de Seine-Saint-Denis, le cabría la responsabilidad de unificar el incipiente movimiento docente con la bronca que están expresando las luchas salariales y contra los despidos en el sector privado y los métodos radicalizados de lucha que se expresaron localmente para sentar las bases de un movimiento opositor al gobierno que podría cambiar la relación de fuerzas actual. Del éxito de esta perspectiva, como de las movilizaciones sociales y obreras en otros países de Europa -empezando por Grecia-, podría emerger una alternativa para que la crisis la paguen realmente los capitalistas cuando una gran incertidumbre económica sacude varios países de la Unión Europea.
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