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Nueva ofensiva imperialista en Afganistán
por : Celeste Murillo

19 Feb 2010 | El sábado 13 de Febrero, las tropas de EE.UU. y la OTAN, comandadas por el general norteamericano Stanley McChrystal, iniciaron la mayor ofensiva militar desde la ocupación imperialista en 2001. Esta será la primera de futuras incursiones imperialistas en la conflictiva región sur del país, donde se concentran la mayoría de las bajas (...)

El sábado 13 de Febrero, las tropas de EE.UU. y la OTAN, comandadas por el general norteamericano Stanley McChrystal, iniciaron la mayor ofensiva militar desde la ocupación imperialista en 2001. Más de 15.000 soldados participaron de la misión desplegada en la región de Marjah al sur del país, controlada por el Talibán. Esta será la primera de futuras incursiones imperialistas en la conflictiva región sur del país, donde se concentran la mayoría de las bajas estadounidenses y de la OTAN.

La operación llamada Mushtarak (que significa “Juntos” en idioma darí) marca el inicio de la actuación de las fuerzas de seguridad afganas entrenadas por Estados Unidos, llamadas ISAF (Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad), e intenta mostrar cierta capacidad de las fuerzas afganas de controlar una región donde no llega el debilitado y desprestigiado gobierno de Karzai. Así lo ilustran las declaraciones del ministro de Defensa de Afganistán, al asegurar que “Nos quedaremos bajo cualquier condición y daremos seguridad a toda la zona, definitivamente”.

Esta es la primera misión desde que Obama envió 30.000 soldados más a Afganistán, continuando así la “guerra contra el terrorismo” iniciada por el republicano George W. Bush, en el marco de su nueva estrategia de derrotar al Talibán en una de las regiones donde no llega el control del cuestionado gobierno central de Hamid Karzai. Con esta ofensiva militar, el gobierno demócrata reafirma que Afganistán es una de sus prioridades en el frente externo, con casi 100.000 soldados norteamericanos en ese país. De esta forma, y a pesar de la lejana promesa del retiro de las tropas en 2011, el gobierno de Obama lleva adelante una enorme escalada militar mientras mantiene la presencia en Irak e interviene en la frontera con Pakistán.

Como un dejá vu, la ofensiva de EE.UU. y la OTAN empezó con denuncias de matanzas en los poblados comprendidos en este ataque. Las propias fuerzas militares ya reconocieron la muerte de al menos 20 civiles sólo durante los primeros días. Los infantes de marina estadounidenses al frente de la incursión están respaldados además por francotiradores, aviones caza y helicópteros.

Con el cinismo que caracteriza al ejército norteamericano, McChrystal aseguró que la misión se llevaba a cabo con la preocupación de proteger a la población afgana. Los asesinatos de civiles fueron justificados como un error de dos misiles que se desviaron de su objetivo. Al mismo tiempo, funcionarios de la provincia de Helmand (donde está situada Marjah) ya reconocen que al menos 1.000 familias fueron desplazadas como producto de la ofensiva del fin de semana pasado. Según varias organizaciones y la propia prensa afgana, gran parte de la población de las regiones ocupadas no confían en las promesas de reconstrucción que difunden los soldados de EE.UU. y la OTAN en sus panfletos con los nombres de los supuestos líderes terroristas antes de bombardear las aldeas.

Mientras la guerra de Afganistán pierde cada vez más apoyo dentro del propio Estados Unidos, Obama intenta con esta escalada golpear a la resistencia del Talibán y mostrar algún resultado positivo de esta guerra presentada al pueblo norteamericano como “justa y necesaria” en contraposición a la odiada guerra de Irak. Por el contrario, la misión de Afganistán sólo marca una continuidad con la agenda de los dos gobiernos de Bush. El ejército liderado por Obama defiende los mismos objetivos e intentará por todos los medios posibles evitar una derrota en Afganistán, y así evitar una profundización mayor de la debilidad del imperialismo norteamericano para imponer sus intereses. Como demuestra día a día la política exterior del gobierno demócrata, los trabajadores, jóvenes y estudiantes que se movilizaron contra la guerra y que siguen oponiéndose a las guerras de Estados Unidos no encontrarán alternativa ni en demócratas ni en republicanos. Sólo la alianza con los pueblos oprimidos, empezando por Irak y Afganistán y todo Medio Oriente, podrá frenar el guerrerismo imperialista.

 

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