I. introducción
El conflicto en la fábrica Kraft Foods-Terrabusi ha sido el conflicto obrero industrial más importante de las últimas décadas en Argentina. En su transcurso, se transformó en un hecho político que puso de manifiesto la emergencia de un sector combativo de la clase obrera en la escena política, obligando a la intervención del gobierno nacional, la Confederación General del Trabajo (CGT), las cámaras empresarias y la Embajada norteamericana. A su vez, junto con el conflicto del Subterráneo de Buenos Aires, se ha convertido en símbolo de un extendido movimiento antiburocrático que muestra el desprestigio de las direcciones sindicales burocráticas ante las masas. Esto tiene grandes consecuencias políticas, al golpear al principal sostén de la alianza de poder del gobierno de los Kirchner.
Esta emergencia de un sector de la clase obrera industrial se da en el marco del proceso que caracterizamos como el “fin de ciclo” del gobierno de los Kirchner [1], a partir de los efectos de la crisis capitalista internacional, el desgaste político de la pareja presidencial y las primeras tendencias a la reversión del desvío y la “pasivización” de masas que logró el gobierno peronista apoyado en el crecimiento económico posterior a la devaluación del peso en el año 2002.
Con estos elementos como marco, en la actualidad no obstante atravesamos una coyuntura en la que las corporaciones capitalistas, luego de la caída sufrida en 2009, se preparan para un período de recuperación económica durante 2010 –los pronósticos indican una caída de alrededor del 2% del PIB durante el año 2009 y un crecimiento cercano al 4% para 2010. Ante este panorama, las patronales proyectan volver a producir lo mismo que en 2007, pero con menores dotaciones de trabajadores a causa de los despidos producidos en los últimos 12 meses; es decir, aumentar la “productividad del trabajo”, intensificando la explotación.
Estas definiciones son claves ya que si las tendencias a la recuperación económica se mantienen, la respuesta de la clase obrera a los ataques patronales será inevitable. La lucha de Kraft Foods ha sido un adelanto cabal de ello y por eso mismo representantes de la clase empresarial pidieron que se acabe con el “estado asambleario” en las empresas [2] y, frente a la respuesta de los trabajadores/as de Kraft al ataque, toda la patronal terminó haciendo causa común con la multinacional norteamericana para exigir “paz social”.
La perspectiva de la situación argentina [3] plantea la posibilidad de que se abra un período en el que nuevos ensayos de la lucha de clases tomen al conflicto de Kraft como ejemplo, ampliando la acumulación de experiencia y organización obreras, antes que se desencadene una situación catastrófica de conjunto en la economía que ponga a la clase obrera y a su vanguardia ante desafíos aún mayores.
*
* *
A 5 meses de su inicio, la definición del resultado del conflicto de Kraft se resume, en primer lugar, en la derrota política de la multinacional norteamericana, que fracasó en su objetivo de destruir a la organización obrera dentro de la planta para avanzar en un plan de reorganización de la producción y despidos masivos. Lanzando un ataque por fuera de la relación de fuerzas, la derrota patronal generó incluso que el propio gobierno nacional saliera debilitado de la contienda, así como las burocracias sindicales de la CGT y el Sindicato de la Alimentación. En segundo lugar, el conflicto arrojó una derrota parcial del objetivo reivindicativo de los trabajadores de reincorporar a todos los despedidos, entre los cuales estaban la mayoría de los miembros del Cuerpo de Delegados. Sin embargo, desde el ángulo de la organización obrera en la fábrica y el desarrollo de la subjetividad de los/as trabajadores/as, existe un tercer elemento que quizá sea el más decisivo del balance del conflicto y es que el resultado del mismo significó el triunfo político de los trabajadores/as de Kraft, no sólo en mantener su Comisión Interna, sino en conquistar en el transcurso de un duro conflicto –y una dura capitulación de la mayoría de la CI anterior dirigida por los maoístas del Partido Comunista Revolucionario (PCR)– una nueva dirección sindical de la planta que expresa el sector democrático, combativo y consecuente de la dirección de la lucha, con un fuerte peso de los trotskistas del PTS. Este hecho, como veremos, fue expresión de un gran avance de la conciencia de un importante sector de trabajadores/as.
En base a este balance, el conflicto de Kraft implicó un punto de inflexión en el incipiente ascenso de luchas obreras que viene desarrollándose en Argentina, situando a un sector antiburocrático del proletariado industrial en el centro de la escena política y, junto con él, a la izquierda que es parte orgánica del mismo, como nuestra organización el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS). A su vez, la aparición en la prensa y televisión nacionales durante todos los meses que duró el conflicto, puso en el foco de atención de decenas de miles no sólo la creciente influencia de la izquierda en el movimiento obrero, sino la diferenciación antes difusa entre reformistas (como el PCR) y revolucionarios en el movimiento obrero.
Obviamente este balance no es compartido por el PCR, que sostiene que fue la “vieja interna” hegemonizada por su fracción, la que dirigió el conflicto hasta la firma del Acta Acuerdo del 16/10, separándola de la “nueva interna” surgida de las últimas elecciones y a la cual desde ese momento atacan virulentamente. El inconveniente de esta extraña lectura de los hechos es que la misma no explica por qué la fracción del PCR, histórica dirección de la fábrica [4], la cual según su visión dirigió con una “línea justa” la lucha [5], finalmente resultó derrotada en las elecciones de Comisión Interna por la fracción influenciada por el PTS. En este artículo polemizaremos con esta visión grotesca, demostrando cuál fue el sistema de dirección que permitió que se desarrollara el conflicto y cómo el surgimiento de una nueva dirección de la fábrica –que finalmente conquistó la conducción efectiva de la Comisión Interna– fue el subproducto de un trabajo previo de formación y organización de un activismo combativo realizado durante años principalmente en el turno noche y una política (y un método de lucha) que permitió unificar al activismo, los despedidos y la base de la fábrica, junto al apoyo de los estudiantes, los desocupados y los militantes solidarios, para darle un curso verdaderamente clasista y combativo al conflicto obrero industrial más importante de las últimas décadas en Argentina.
Analizaremos este proceso a través de la intervención de los principales actores del conflicto, los momentos fundamentales del mismo y sus conclusiones, así como las perspectivas que abrió en la situación y el debate de estrategias que instaló en la vanguardia obrera.
II. Los actores y los antecedentes
La empresa Kraft Foods - Terrabusi
“…a la gente rica en este país le está yendo tan bien, digo, nunca hemos estado mejor. Es una guerra de clases, mi clase está ganando” [6]
Warren Buffet, accionista mayoritario de Kraft Foods
Con una ganancia de 60 millones de pesos en los últimos dos años, Kraft Foods Argentina es la cuarta elaboradora de productos alimenticios del país, detrás de Arcor, Bagley y Ledesma. Actualmente, la empresa cuenta con tres plantas industriales: -una en la localidad de Tres Arroyos, Buenos Aires; otra en Villa Mercedes, San Luis, y la más importante, la antigua planta Terrabusi en Gral. Pacheco, también en la provincia de Buenos Aires. De las 3.700 personas empleadas por la compañía en el país, 2.600 trabajan en la planta de Pacheco, situada en una zona industrial estratégica que bordea la ruta Panamericana, configurando el cordón industrial más concentrado del país. Este elemento no es secundario: sólo en la zona aledaña a la planta de Kraft, se concentran importantes industrias como las terminales automotrices de Ford (3.000 operarios) y VW (3.000 operarios), el frigorífico Rioplatense (1.000 operarios), Dana (1.000 trabajadores) y varios parques industriales, que de conjunto configuran una zona estratégica por su concentración obrera y su potencial confluencia en la lucha de clases.
A pesar del cambio de nombre, Kraft Foods sigue siendo más conocida como “Terrabusi”, nombre de la tradicional empresa de capitales nacionales que fuera propiedad de Gilberto Montagna y Carlos Reyes Terrabusi, quienes en 1993, como gran parte del empresariado argentino, vendieron la compañía a la multinacional Nabisco en 270 millones de dólares. Nabisco, multinacional de origen norteamericano se instaló en el país en 1981 y comandó un proceso de concentración capitalista adquiriendo algunas de las empresas emblemáticas de la producción de alimentos en Argentina como Terrabusi, Vizzolini, Mayco, Suchard y Canale.
En el año 2000 nace Kraft Foods Argentina, a partir de la integración mundial de Kraft con Nabisco, continuando el proceso de concentración capitalista y flexibilización laboral, en particular ampliando la cantidad de trabajadores/as contratados/as. Kraft Foods es la corporación alimenticia más grande de Estados Unidos y la segunda a nivel mundial. La empresa tiene 230 años de antigüedad, 159 plantas y más de 90.000 empleados [7]. Luego de integrarse al Altria Group (Philip Morris), actualmente el principal tenedor accionario de la empresa es el multimillonario norteamericano Warren Buffet, señalado como uno de los hombres más ricos del mundo por la revista Forbes y asesor económico del presidente de EE.UU. Barack Obama.
Desde el año 2004, la empresa “planificó un proceso de despidos que afectaría a 10.000 trabajadores y el cierre de veinte fábricas (…) en diversos países, como España, Venezuela y Colombia” [8]. Argentina es parte de ese plan que viene siendo resistido por sus trabajadores/as.
Durante la primera mitad del año 2009, Kraft Foods Internacional informó que tuvo ganancias por “1.487 millones de dólares, lo que supone un aumento del 10,6 por ciento respecto de 2008” [9]. En septiembre, Kraft lanzó una propuesta de compra a la británica Cadbury, con una oferta que entonces alcanzaba los 16.700 millones de dólares, que en ese momento fue rechazada por Cadbury por considerarla “irrisoria” [10] . Finalmente, tras 5 meses de negociaciones, el 2 de febrero los accionistas de Cadbury aceptaron una nueva oferta de Kraft, valuada en 11.700 millones de libras (unos 18.500 millones de dólares), creando la mayor empresa de golosinas del mundo. Ambas compañías tienen filiales en la Argentina [11].
El Sindicato de la Alimentación y la Comisión Interna
La llegada de la multinacional Nabisco a la dirección de Terrabusi en el año 1993 implicó, en consonancia con la tendencia general de la década neoliberal, el inicio de un proceso de racionalización de la producción basado en la flexibilización de la fuerza de trabajo, cuya principal consecuencia fue la tercerización de parte del proceso productivo; y la desarticulación de la organización sindical en el lugar de trabajo, en este caso, el Cuerpo de Delegados de 60 miembros. Este último factor es de vital importancia para comprender el actual proceso de lucha.
El Sindicato de la Alimentación (STIA) y la Comisión Interna (CI) de la planta estaban a principios de los ‘90 en manos de Rodolfo Daer, quien a su vez era Secretario General de la CGT. Daer fue uno de los principales exponentes del llamado “sindicalismo empresario”, que durante los gobiernos de Carlos Menem se asociaron a las multinacionales imperialistas y empresas privatizadas (y a sus socios menores del empresariado nacional), garantizando la aplicación de las reformas laborales flexibilizadoras e imponiendo la división de las filas obreras entre contratados, tercerizados, “en negro”, etc.
En Terrabusi la resistencia a los planes flexibilizadores tuvo su expresión en los cambios en la conducción de la CI. En el año 1993, militantes del Partido Comunista Revolucionario (PCR) [12], encabezados por Ramón Bogado, ganan la dirección de la fábrica en una alianza con sectores peronistas [13]. Desde entonces la CI de la fábrica estuvo en manos del PCR. Sin embargo, a pesar de tener una dirección gremial de izquierda, durante toda la década de los ‘90 –y especialmente a partir del año 1995–, se dan una serie de derrotas en la fábrica que se expresan en el avance de la flexibilización laboral, la liquidación del Cuerpo de Delegados, la imposición de la polivalencia, la tercerización y la implementación de contratos a término. En el año 2000, el desembarco de Kraft Foods en el comando de la planta industrial luego de su integración con Nabisco, es recibido con un plan de lucha que culmina con el despido de 79 trabajadores imponiendo una dura derrota al activismo combativo. Esta tendencia recién comienza a revertirse a partir de 2004.
El surgimiento de un nuevo activismo gremial
Como hemos analizado en otros artículos [14], el año 2004 marcó el inicio de un nuevo ciclo de la lucha de clases en Argentina. Tras la catástrofe económica de los años 2001-2002 que dio lugar a la masificación de los movimientos de desocupados y las experiencias de ocupaciones de fábricas (que tuvieron a la Cerámica Zanon y a la fábrica textil Brukman como emblemas), con la reaparición de la clase trabajadora ocupada en múltiples conflictos, tiene lugar al surgimiento de un fenómeno que fue denominado como “sindicalismo de base” [15]. Esta reaparición tuvo tres condiciones de emergencia fundamentales: 1) el crecimiento económico y del empleo (esencialmente precario), alentado por la devaluación; 2) la renovación generacional en los lugares de trabajo (el activismo gremial de base que irrumpió desde 2004 fue protagonizado por trabajadores que no superan los 35 años de edad); 3) un cierto aliento “desde arriba” a las primeras luchas reivindicativas por parte del gobierno nacional de Kirchner y las cúpulas sindicales (CGT), que las utilizaron para “convencer” a las cámaras patronales de la conveniencia de las negociaciones paritarias como forma de mantener la “paz social”.
En el gremio de la Alimentación este proceso se refleja en forma patente con la “recuperación” de las comisiones internas de las multinacionales PepsiCo y Cadbury-Stani por parte de delegados y agrupaciones abiertamente “antiburocráticas”, dando lugar a la estructuración de una alternativa opositora a la burocracia de Rodolfo Daer expresada en la Lista Celeste y Blanca, impulsadas por el PCR y el PTS desde Kraft-Terrabusi, PepsiCo y Cadbury-Stani [16]. En las elecciones generales del gremio realizadas en el año 2004, esta Lista obtendrá el 20% de los votos totales y la amplia mayoría en las principales fábricas. Así lo reflejó el diario La Nación: “El ex líder de la CGT oficial Rodolfo Daer conseguía al cierre de esta edición ser reelegido como titular de la seccional Capital del gremio de alimentación en los comicios realizados ayer, según datos extraoficiales de la junta electoral. La lista Verde oficialista obtenía más de 1.100 votos contra 800 de la Azul, que proponía a Fernando Giménez (que fue durante 19 años secretario adjunto de Daer) y unos 450 votos de la Celeste y Blanca, conducida por Ramón Bogado, que lideró una alianza entre la piquetera Corriente Clasista y Combativa (CCC) y el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS)” [17].
Renovación generacional, nueva Comisión Interna y recuperación del Cuerpo de Delegados por sección [18]
En septiembre de 2005 se realizaron nuevas elecciones de CI en Kraft. La Lista 1 (en la conducción) compuesta mayoritariamente por militantes del PCR con mucho peso en el turno mañana –el turno de Ramón Bogado, su dirigente histórico– y en menor medida el turno tarde, fue reelecta con el 69% de los votos. Sin embargo, entre ellos se incorporará también Javier Hermosilla, quien había sido candidato de la lista Celeste y Blanca, representante del activismo del turno noche y de una nueva generación de trabajadores que expresará la renovación generacional en la planta. Entre este nuevo sector de operarios y operarias, que se transformarán en delegados de sector, algunos, y activistas, otros, se destacará desde el inicio el turno noche. Es en este turno donde se desarrollará un activismo gremial de base que recuperará “viejas” prácticas de organización obrera “clandestina”, junto con prácticas asamblearias en el lugar de trabajo y fuera de la planta, incorporando además a sectores de trabajadores sin representación gremial, como los “tercerizados” de logística, etc. Como parte de este proceso hará su aparición la agrupación “Desde Abajo”, impulsada por militantes del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) y activistas independientes, con base esencialmente en el turno noche. La agrupación reunirá, además de trabajadores de Kraft, a delegados referentes y activistas en otras empresas de la alimentación como PepsiCo y Cadbury-Stani, referenciadas en la experiencia de lucha y organización de los trabajadores de Zanon.
Un elemento clave de este proceso profundo que se desarrollaba en la base obrera, es la resistencia a los despidos recurrentes de trabajadores/as contratados y contratadas. Como explica un delegado: “en 2007, producto de la recuperación de los viejos métodos de autoorganización obrera, fundamentalmente en el turno noche, lo que iba a ser una simple reunión del activismo fuera de fábrica para discutir como lograr un aumento salarial del 20% y la efectivización de los compañeros contratados, se transformó en una asamblea de 250 trabajadores –entre efectivos, terciarizados y de agencia– que resolvió cortar la ruta Panamericana por la “efectivización” de los/as trabajadores/as contratados de agencia y reclamando por el miserable aumento salarial que habían pactado en ese momento el gobierno y la CGT. Esta fue la primera asamblea fuera de la fábrica que se realizó en Terrabusi después de décadas. En la misma estuvieron tanto “Poke” Hermosilla, como Bogado (…) Una semana después de este corte, la patronal toma represalias y despide a 60 trabajadores de agencia por turno, argumentando que había bajado la producción por la crisis energética y la restricción al uso de gas dictada por el gobierno. Este argumento falaz tuvo su respuesta, histórica para ese momento, cuando un sector de estos 180 trabajadores –encabezado por los trabajadores de agencia del turno noche– va a la fábrica y salta los molinetes, encara a la Comisión Interna y le impone el llamado a un paro de toda la planta, que se termina llamando y es acatado por los obreros efectivos, demostrando que la diferenciación entre efectivos y contratados era cada vez más difusa” [19].
Estos son los antecedentes directos del proceso de recuperación del Cuerpo de Delegados de sección que se da en marzo de 2008, con un peso categórico de la nueva generación de obreros en su elección: más del 40% de los delegados elegidos eran aquellos jóvenes (antes contratados) que saltaron los molinetes en 2007 para resistir los despidos [20]. El turno noche –el más pequeño de la planta pero reconocido como el más combativo y organizado–, jugó un rol fundamental en este proceso. Esto explica por qué más del 60% de los despedidos del conflicto de 2009 pertenecen a ese turno.
III. El conflicto
“Toda huelga esconde la hidra de la revolución” Jesco von Puttkamer (ministro prusiano)
El antecedente inmediato: la rebelión por la gripe A
El 3 de julio de 2009 tuvo lugar un paro de actividades en la planta de Kraft Foods exigiendo condiciones de higiene –como el cierre de la guardería y el asueto para madres con hijos en edad escolar– ante la epidemia de la Gripe A que tuvo lugar en Argentina y que afectó particularmente a una planta en la que más del 60 % del personal son mujeres, una gran parte de ellas con hijos. Frente a las demandas de las trabajadoras y trabajadores, la empresa sostuvo que no iba a tomar ninguna medida hasta que no “hubiera un muerto en la planta, como ocurrió en México”. Esta actitud de desidia y prepotencia tuvo como respuesta un paro de la producción resuelto en asamblea y una movilización interna de trabajadores junto a congresales del Sindicato, la Comisión Interna (CI) y delegados del turno tarde que marcharon a las oficinas de la Jefatura de la empresa. Estas medidas lograron la intervención del Ministerio de Trabajo que decretó un asueto de dos días y la desinfección de la planta durante el fin de semana. La empresa sin embargo ni siquiera cumplió con esta medida elemental, generando que se paralizara la producción nuevamente por una semana.
Un mes y medio más tarde, el 18 de agosto, la empresa despidió a 158 trabajadores e inició acciones penales contra la mayoría de los dirigentes que participaron en los hechos del 3 de julio y todos los despedidos. Entre ellos, había cinco delegados de la Comisión Interna, congresales del STIA, la mayoría del Cuerpo de Delegados y decenas de activistas obreros. En un primer momento, la empresa ataca a todas las tendencias obreras de la planta, incluida la burocracia sindical de la CGT encarnada en los congresales de la Lista Verde. Sin embargo, la empresa rápidamente notará que su acción estaba por fuera de toda relación de fuerzas y “reduce” su objetivo a descabezar la organización de base de los trabajadores, destruir la Comisión Interna de la planta, el Cuerpo de Delegados y al activismo obrero más consciente. Que se trataba de un ataque a la organización obrera se hizo más que evidente con las declaraciones públicas de la empresa sosteniendo que los despidos se producían por el supuesto “secuestro” de los jefes y administrativos de la empresa cuando tuvo lugar la movilización a la Jefatura durante el turno tarde, mientras que los despidos se dan en todos los turnos de la fábrica.
1) Ataque patronal, respuesta obrera y dirección del conflicto
A las 14.00 hs. del día martes 18 de agosto la empresa prohíbe la entrada a varias decenas de trabajadores del turno tarde. Estos no obstante sortean el retén de la seguridad, ingresan a la planta y se paraliza la producción. Lo mismo sucede en el ingreso del turno noche, a las 22.00 hs. –en este turno los despidos sumaban más de 80.
Pasada la medianoche, el Ministerio de Trabajo de la Nación dicta la “conciliación obligatoria”, pero la misma es acatada sólo momentáneamente por la empresa, otorgándoles tareas a los despedidos hasta las 04:00 hs, cuando los obliga a retirarse de las líneas de producción. Ya desde el inicio del conflicto la empresa imperialista muestra la intransigencia que sostendrá durante todo el conflicto. Esta actitud frustrará rápidamente las expectativas que un sector de los trabajadores pusieron en las primeras negociaciones en el Ministerio de Trabajo. Al día siguiente, la empresa iniciará juicios de desafuero en los Tribunales del Trabajo de San Isidro contra la mayoría de la Comisión Interna y una Congresal.
Ante la ruptura unilateral de la conciliación obligatoria por parte de la empresa, la mayoría de la CI, conducida por Ramón Bogado del PCR, permite que la planta continúe trabajando argumentando que era necesario esperar que el Ministerio de Trabajo lo constatara, aunque los despedidos se mantienen dentro de la planta pero sin realizar tareas. Esta situación, que se mantiene durante toda la jornada, establecía una división entre los despedidos y la mayoría de la planta.
Es en este momento, al inicio mismo del conflicto, en que se produce el primer enfrentamiento en el seno de la Comisión Interna y el Cuerpo de Delegados sobre cómo responder ante la intransigencia patronal. Como se verá, los enfrentamientos internos y discusiones sobre el curso y la dirección de la lucha que se van a manifestar ante cada momento decisivo irán constituyendo el sistema de dirección que permitirá que el mismo se desarrolle.
La mayoría de la CI se niega a impulsar un corte de la ruta Panamericana. En ese momento, la minoría de la Comisión Interna, dirigida por Javier Hermosilla de la Agrupación “Desde Abajo” y el PTS, proponía redoblar las medidas de lucha: ante la violación de la conciliación obligatoria sólo podía responderse con medidas más duras. Será entonces cuando al ingresar a las 22.00 hs, el turno noche decidirá en una masiva asamblea retomar el paro de la producción por la reincorporación de todos los despedidos, reclamar al STIA un “paro general” y realizar el primer corte de la ruta Panamericana [21]. Salvo un breve interregno, el paro total de la fábrica va a continuar desde ese día hasta el 25/9, fecha en que las fuerzas de represión desalojan la planta. Es el verdadero comienzo de la lucha.
2) La lucha por mantener la unidad entre los despedidos y la masa de la fábrica
La negativa patronal a acatar la “conciliación obligatoria” impuso una nueva audiencia en el Ministerio de Trabajo que se realizó el lunes 24/08 e intimó nuevamente a la empresa a que al día siguiente permita el ingreso de los despedidos y les otorgue tareas. La empresa permite el ingreso pero recluye a los trabajadores despedidos en un “quincho” alejado del resto de los trabajadores.
Este hecho dispara una nueva discusión dentro de la CI ya que el sector liderado por Bogado sostiene que se había “ganado un round” y se suspende el paro de la producción [22]. Esta línea desarmaba a los trabajadores frente a la trampa patronal y nuevamente establecía una división de los despedidos y el resto de la planta. El turno noche comprendió esta situación y denunció la maniobra de la empresa: “Terrabusi ya tiene su Guantánamo” [23], proponiendo “no trabajar hasta que estén todos en sus puestos de trabajo”. Las asambleas de cada turno se pronuncian a favor de esta política, se reunifican los trabajadores despedidos y no despedidos y se fortalece la huelga.
Así el conflicto recrudece y el día 26 el Sindicato de la Alimentación (STIA) convoca a una movilización a la sede del Ministerio de Trabajo en Buenos Aires, pero lo hace sin impulsar un paro en el gremio pese al reclamo de los obreros de Kraft, de Cadbury y PepsiCo, que igualmente se movilizan exigiendo un paro general. En el inicio del conflicto, hasta la burocracia sindical peronista de Rodolfo Daer del STIA y Hugo Moyano de la CGT se pronunciaron calificando el ataque de Kraft como una “verdadera provocación” y denunciando que esta empresa extranjera no respetaba la “soberanía nacional” [24]. Sin embargo, este apoyo se esfumará rápidamente. Luego de la movilización al Ministerio, la dirección del sindicato dio por finalizada su participación en la lucha. ¡Incluso convocó un Plenario de Delegados del gremio para negarse a votar cualquier medida de apoyo!
La nueva audiencia en el Ministerio de Trabajo no produjo ningún cambio y la empresa mantuvo su intransigencia. En ese marco, a diferencia de otros conflictos obreros en los que las “conciliaciones” significaron una traba para que los trabajadores desarrollaran su lucha, en Kraft la lucha continuó y se profundizó, basada en la fuerza de los activistas, los trabajadores despedidos y la gran masa de trabajadores no despedidos que mantuvieron el paro en la planta. Sin embargo como hemos visto, esto no sucedió sin una dura lucha en el seno de la dirección de la fábrica. Esto se expresó nuevamente cuando, luego de días de lucha, los trabajadores decidieron “descansar” unos días en sus medidas más duras como la asamblea permanente en toda la jornada de trabajo. Esta decisión, tenía como fecha de finalización el martes 1° de septiembre a las 06:00 hs. Sin embargo, la mayoría de la CI propuso considerarla una “tregua” y extenderla, en el mismo momento en que la patronal respondía con prepotencia alambrando la entrada de la fábrica, reforzando la seguridad y despidiendo a un reconocido activista y militante del PCR. En ese contexto, extender la tregua era una medida insensata.
A pesar de las vacilaciones del PCR y las intimidaciones de gerentes, líderes y agentes de seguridad contra los trabajadores/as, la minoría de la CI y delegados del turno noche y también del turno tarde dieron una pelea pública por retomar el paro, contra la mayoría de la CI que sostenía que era necesario continuar con la tregua por más tiempo. Es que en un conflicto, una tregua no puede ser más que una táctica circunstancial, a veces inevitable y hasta necesaria, pero determinada en el espacio y el tiempo. Si se pierde conciencia de esta naturaleza, si una tregua se torna una línea permanente e indefinida, entonces deja de ser una tregua y se transforma en una claudicación. Finalmente la mayoría de la CI tuvo que aceptar esa política y el martes a las 06:00 hs. se retomó el paro de actividades.
Ya aquí comienza a mostrarse que aunque el PTS y la Agrupación Desde Abajo encabezada por Hermosilla (como minoría de la CI) eran al inicio del conflicto sólo una pequeña fracción en la dirección de la fábrica (1 de los 11 miembros de la Comisión Interna), la combinación de un trabajo profundo y paciente realizado previamente –principalmente en el turno noche– y la tenacidad en la intervención política, permiten que en los momentos cruciales lo esencial de su política logre ganar influencia y transformarse en mayoritaria, planteando las medidas más audaces y torciendo el curso del conflicto para que este avance.
El miércoles 2/9 volvió a cortarse la ruta Panamericana y la lucha de los trabajadores de Kraft-Terrabusi volvió a ocupar un lugar destacado en los medios de comunicación.
3) Las primeras acciones represivas, el peligro del aventurerismo
y la espontaneidad obrera
La firmeza del conflicto dio paso a las primeras medidas abiertamente represivas de la empresa y el Estado provincial. El viernes 4, con la colaboración de la Fiscalía de El Talar (localidad aledaña a Gral. Pacheco) y la policía, la empresa lanzó un lock out contra los trabajadores durante el turno mañana, ordenando vaciar la empresa dando un “asueto” hasta el día lunes, con la intención de aterrorizar a los trabajadores y aislar a los despedidos dentro de la planta para preparar un desalojo.
Lamentablemente, los delegados de la CI del turno mañana, que en su totalidad respondían al PCR, aunque eran conscientes de la situación no realizaron una asamblea para enfrentar la nueva trampa. Por ello, la totalidad de los trabajadores del turno se retiraron cuando se dio orden de vaciar la fábrica y la Comisión Interna intentaba detenerlos inútilmente. Sin embargo, en esas condiciones y con la fábrica vacía, sostuvieron que había que permanecer adentro con un pequeño grupo de despedidos, mientras la mayoría de los delegados de sector y la minoría de la Interna planteaban que era necesario que una parte de la dirección del conflicto se retirase por si se desencadenaba una represión que pudiera dejar presos a los dirigentes, para poder continuar con la huelga al día siguiente.
La mayoría del activismo, sobre todo el turno tarde que fue ese día a trabajar y se encontró con el lock out, presionó desde afuera para que el grupo de despedidos saliera. En ese momento no había más de 30 personas en un predio inmenso. Una importante asamblea en el portón resolvió que los compañeros se retirasen y retornaran el lunes cuando se terminaba el asueto y en la planta iba a estar el conjunto de los trabajadores.
Esta situación planteó dos discusiones centrales, que por su relevancia y potenciales consecuencias fueron clave durante todo el conflicto: por un lado, cómo actuar frente a un intento de desalojo de la planta. Para la minoría de la Interna y la mayoría de los delegados de sector y activistas, la medida más efectiva era mantener un sector de los dirigentes dentro de la planta, mientras otro sector se mantenía afuera ante un posible desalojo, represión y encarcelamiento, que pudiera continuar la lucha. Visto retrospectivamente, el aventurerismo irresponsable del PCR puso en peligro el conflicto, ya que de haber triunfado su línea política y ante un eventual desalojo, hubiera descabezado la dirección de la lucha y muy probablemente decretado su fin [25]. Por otro lado, se puso nuevamente en discusión qué relación establecer entre los despedidos y la masa de trabajadores/as no despedidos que durante todo el conflicto dio enormes muestras de disposición espontánea a la lucha. Así se demostró, no sólo con el paro general de actividades, sino cuando tras la maniobra represiva, el lunes 7/9 la planta amaneció militarizada y la empresa trató de impedir el ingreso de los despedidos, estos lograron ingresar a la fábrica burlando a la policía que luego intentó detenerlos dentro del comedor de la planta. En ese episodio, centenares de trabajadores y trabajadoras del turno mañana salieron en su defensa y en una gran acción espontánea evitaron que los encarcelaran. En oposición a las maniobras aventureras de la mayoría de la CI, la amplia base obrera de la fábrica demostró permanentemente que se podía (y debía) sostener la unidad entre los despedidos y no despedidos [26].
4) Conciliación obligatoria, legalidad capitalista y unidad obrera
El martes 8/9 vencía la conciliación obligatoria dictada por el Ministerio de Trabajo y nunca acatada por la empresa. Mientras el paro continuaba, organismos de Derechos Humanos se entrevistaban con la fiscal que había ordenado la salida de los trabajadores el día 7 y presentaban una recusación encabezada por el Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel y un grupo de trabajadores y familiares marchaba a la quinta de Olivos (residencia presidencial) a reclamar a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Finalmente el Ministerio de Trabajo informó que no habría prorroga en la conciliación obligatoria. A pesar de esto, los trabajadores continúan la lucha y se mantiene el paro en la planta.
Así analizaba este hecho un cronista del semanario La Verdad Obrera: “El Ministerio de Trabajo que prórroga la enorme mayoría de las conciliaciones cuando no hay acuerdo, esta vez no lo hace, jugando a favor de la patronal de forma alevosa. Pese a esto, los trabajadores despedidos se mantienen dentro de la planta y una numerosa asamblea del turno noche y los despedidos vota continuar con la lucha. Se consensúa que esta vez sí un grupo de delegados por turno esté afuera para organizar la lucha si hay represión y detenciones. La paralización sigue y se votan cortes de ruta” [27].
Este hecho tiene una importancia radical en el conflicto, porque es el momento en que la masa de los trabajadores y trabajadoras de Kraft desafían la propia legalidad capitalista y, a pesar de que no hay ninguna medida de conciliación dictada, resuelven mantener el paro y defender el derecho de los despedidos a permanecer dentro de la planta [28]. De este modo se fortalece la unidad de la fábrica. Por la mañana del día miércoles 9, todo el turno mañana ingresa y decide mantener la “asamblea permanente” –es decir el paro de actividades– por la reincorporación de los despedidos, a pesar del permanente amedrentamiento de los líderes que amenazan con que la empresa no pague la quincena, sin conseguir que se vuelva al trabajo.
Ese mismo día retorna a la fábrica la fiscal Laura Capra, quien había ordenado el desalojo el viernes anterior, pero debe retirarse ante el repudio generalizado de los trabajadores. A partir de aquí, la patronal, el gobierno, la prensa y las cámaras empresarias van a hablar no sólo del paro, sino de la “toma de la planta” de Kraft.
5) La intervención de las cámaras patronales y el imperialismo ante la potencialidad de la lucha obrera
A un mes de iniciado el conflicto, la lucha de Kraft comienza a ganar popularidad. Ninguno de los poderes reales del país esperaba una resistencia tan larga y tenaz. El jueves 10 por la mañana el país amaneció con la noticia de un nuevo corte de la Panamericana hecho por los trabajadores del turno noche. Pocas horas después, la ruta se volvió a cortar, esta vez por los trabajadores del turno mañana. Estas acciones, en la misma medida que fortalecían la lucha obrera y la confianza en sus fuerzas, debilitaban a la empresa y a la burocracia sindical. Por ello, cuando un grupo de rompehuelgas del Sindicato intentó junto a los gerentes poner en funcionamiento algunas líneas, fueron derrotados, aunque las presiones adentro se mantuvieron durante semanas.
Se abre aquí el capítulo en el que las cámaras empresarias, los “sindicatos de la burguesía”, salen en defensa de su clase, pidiendo el desalojo de los trabajadores. Así lo expresó un Comunicado de la COPAL (Coordinadora de las industrias de Productos Alimenticios), Cámara que agrupa a la imperialista Kraft Foods y estaba en ese momento presidida por Jorge Zorreguieta, ex Secretario de Agricultura de la dictadura militar de Videla. En su Comunicado la corporación se refiere al legítimo derecho a huelga y libertad sindical como “comportamientos ilegales, que violan el estado de derecho y constituyen un perjuicio para los propios trabajadores, las empresas y la sociedad en su conjunto” y exige “hacer cesar el estado de ocupación ilegítimo para que pueda restablecerse el trabajo y la producción en la citada planta” [29]. Secundando a la COPAL, el “empresariado nacional” de la Unión Industrial Argentina (UIA) salió a defender al monopolio extranjero y en un comunicado firmado por su presidente Héctor Méndez condenó “la metodología abiertamente ilegal adoptada por un grupo de operarios (...) afectan la seguridad jurídica y el clima necesario para la inversión” [30]. Días más tarde también se sumará a la cruzada la Sociedad Rural, que a través de su presidente Hugo Biolcati declaró su preocupación por “el estallido de este tipo de conflictos en las empresas porque hay algunas Comisiones Internas que parecen más poderosas que la propia CGT” [31].
Finalmente, la propia Embajada norteamericana intervino en el asunto expresando su apoyo a “la plena aplicación de los derechos y protecciones laborales, así como el respeto por los derechos de propiedad y las decisiones del sistema judicial”, mientras se pronunciaba en favor de una “solución duradera” del conflicto que no pusiera en riesgo el deseo de la administración norteamericana de “promover las inversiones de Estados Unidos en la Argentina” [32]. Contra esta intervención, el martes 15 más de 2.000 estudiantes, trabajadores y militantes de organizaciones de desocupados, sociales y de izquierda, encabezadas por los trabajadores de Kraft, se movilizaron hasta la Embajada norteamericana a exigir la reincorporación de todos los despedidos.
Así, en una completa comunidad de intereses, las grandes patronales y el imperialismo norteamericano sellaron su alianza contra los trabajadores de Kraft pidiendo represión al gobierno nacional de los Kirchner y al gobierno provincial de Daniel Scioli, quien de hecho brindó a la multinacional sus efectivos policiales para militarizar la planta.
Kraft había pedido en la justicia medidas cautelares que impidieran el ingreso de los miembros de la Comisión Interna a la planta. Estos pedidos son rechazados por los Tribunales de San Isidro intervinientes en el caso, a excepción del Tribunal del Trabajo N° 3 de San Isidro, que el día 8 de septiembre dicta una medida cautelar para que se excluya a Javier Hermosilla de la fábrica por hechos denunciados por la empresa supuestamente sucedidos durante el conflicto. La medida era una acción escandalosa, que no tenía ninguna prueba seria que la sustente, pero coherente con el objetivo de la empresa, descabezar a la dirección gremial de la fábrica, tarea encargada al vocero de la empresa López Matheu, un especialista en “liquidar” organizaciones obreras en las empresas dominadas por los monopolios [33].
Luego de que el Juzgado de Garantías N° 1 de San Isidro rechazara el pedido de desalojo de la fábrica impulsado por la empresa y la Fiscal Laura Capra, la empresa apelará esta medida y el día viernes 18 la Cámara de Apelaciones de San Isidro lo desestima también. Sin embargo, las declaraciones de las cámaras patronales, la embajada norteamericana y el propio gobierno, preparaban el clima para desalojar la planta de Kraft ocupada por los despedidos y en paro general, como parte de una ofensiva contra el nuevo movimiento obrero que emergía con el conflicto y sus organizaciones de base. Es que la irrupción de una huelga como la de Kraft en la escena nacional constituyó el cambio de la realidad política más importante del momento. La huelga de 2.600 obreros se transformó en un ejemplo para el conjunto de la clase trabajadora. Desde una de las zonas con mayor concentración industrial del estratégico conurbano bonaerense, los trabajadores de Kraft retomaron el método de la huelga sostenida masivamente, combinada con el corte de ruta de la Panamericana para trascender más allá del territorio de la fábrica e impactar sobre el conjunto de la población, haciendo una experiencia que adelantó el camino que mañana seguirán millones. A ellos se sumaron luego los estudiantes solidarios y los desocupados que bloquearon calles y accesos de la ciudad de Buenos Aires. Esa perspectiva es la que aterrorizó a la burguesía que bramó pidiendo la represión.
6) La intransigencia patronal, el rol del gobierno y la burocracia sindical
El mismo día que la Cámara de Apelaciones de San Isidro desestimó el pedido de desalojo de la fábrica, Kraft anunció que no iba a abonar los salarios. En una carta explicaba que la empresa consideraba que los trabajadores habían “colaborado con la empresa” pero que igual no iba a pagarles. Para hacerlo, exigía que estos fueran “protagonistas” y ayudasen a “sacar a los despedidos de la planta”, en una violación a sus derechos más mínimos y elementales. Al no poder recolectar “carneros” entre la burocracia sindical cada vez más desprestigiada en la fábrica, la patronal puso en marcha un chantaje descarado y miserable, orquestado con impunidad y divulgado en una carta pública repartida por miles. En ese momento, los trabajadores del turno noche reunidos en asamblea publicaron un boletín de lucha en el que denunciaban la política de la empresa como “Una propuesta aberrante e ilegal” y se respondió con dureza: el lunes 14/9, 250 trabajadores del turno noche comenzaron un corte que luego siguieron compañeros de otros turnos y cortaron por séptima vez la ruta Panamericana durante ocho largas horas. El conflicto de Kraft pegó así un nuevo salto. Esta nueva acción obrera impuso que el Ministerio de Trabajo intimase a la empresa a pagar los salarios, pero esta prefirió exponerse a pagar en multas más dinero de lo que debería abonar en salarios, con el objetivo de quebrar la lucha por hambre. Pero la empresa finalmente no pagó ninguna multa y el gobierno no tomó ninguna medida para imponer su propia intimación. Nuevamente las instituciones de la democracia capitalista demostraron, como decía Lenin, ser la mejor envoltura de la dictadura patronal.
Frente a esta situación se organiza un nuevo corte de ruta, en el cual por primera vez concurren decenas de trabajadores y trabajadoras del turno mañana que marchan por la Panamericana hasta el puesto de peaje. En esa acción se une el reclamo por la reincorporación de los despedidos a la demanda de pago de los salarios quincenales. Así, la medida que pretendía dividir a la fábrica amenazaba con convertirse en su contrario, radicalizando a un sector de la base que por primera vez sale a la ruta. A partir de ese momento, el camino de la represión fue el único que le iba quedando al gobierno para “solucionar” el conflicto. La burocracia sindical fue uno de los encargados de preparar el clima para el desalojo.
La CGT y el STIA, que al comienzo del conflicto denunciaron a la empresa, luego se volvieron los principales detractores de la lucha obrera. En esos días, Hugo Moyano, se refirió al conflicto con una frase que se hizo famosa: “¿Quieren libertad sindical? Ahí la tienen”. El jefe de la CGT alertó que “si el Gobierno o la Justicia continúan avalando (como lo hizo ya la Corte Suprema), la formación de gremios (…) independientes de la CGT, se sucederían casos como los de Kraft” [34]. Días más tarde profundizará esta línea de ataque al conflicto y su dirección, denunciando a los “sectores de trabajadores que se politizan, comienzan a intervenir sectores de ultraizquierda y los llevan a los trabajadores a una situación como la de estos trabajadores” [35], colaborando de este modo con el operativo que se estaba preparando para efectuar el desalojo de la planta, que tuvo lugar tres días después.
Ante la “preocupación” patronal, no sólo la represión era una salida como exigían las cámaras empresarias, sino también la burocracia sindical que actuaba como garantía de “paz social”.
La Agrupación Desde Abajo denunció las declaraciones del titular de la CGT planteando que “Moyano era en los años ´90 un ferviente opositor –desde el MTA– a la CGT que en esos años comandaba Rodolfo Daer (…) Hoy hace el trabajo sucio de intentar aislar a los obreros que luchan por su fuente de trabajo” [36].
Por su parte, la Central de Trabajadores Argentinos (CTA), que hace años brega por la “libertad sindical” y el otorgamiento de la personería jurídica a su Central, ante la ofensiva patronal de Kraft no tomó una sola medida de acción solidaria como organización obrera con la huelga en una de las fábricas más grandes del país, limitándose a invitar a Bogado y Hermosilla a subir a un palco en un acto.
7) El impacto de la huelga en el movimiento estudiantil y las acciones de solidaridad de estudiantes y desocupados con los trabajadores como prefiguración de una alianza de clases que aterroriza a la burguesía
El conflicto de Kraft Foods despertó la solidaridad de personalidades, organizaciones obreras, políticas y, principalmente, estudiantiles. En el conflicto, los estudiantes emergieron como actor político aportando un efectivo método de solidaridad con el bloqueo de calles en distintas ciudades del país, puesto en práctica desde varios centros de estudiantes, generando un permanente “caos vehicular” –como lo llamó la prensa– y provocando un llamado a la atención pública en solidaridad con los trabajadores. De estas acciones, algunas de las más resonantes fueron los bloqueos del tránsito en intersecciones céntricas de Buenos Aires realizados por estudiantes de los Centros de Filosofías y Letras y de Ciencias Sociales, impulsados por la agrupación En Clave ROJA (PTS e independientes) junto a otras corrientes de izquierdaT [37].
Este proceso, sin embargo, no fue homogéneo. Si en Buenos Aires las acciones de solidaridad fueron motorizadas esencialmente por la militancia de los Centros dirigidos por la izquierda (de allí la poca masividad de las acciones en algunos casos, aunque tuvieran una gran efectividad política), en las Universidades de la Zona Norte del GBA –más cercanas geográficamente a la planta de Kraft Foods–, como la Universidad de General Sarmiento (UNGS) y la Universidad de Luján (UNLu) –ambas ubicadas en el populoso partido de San Miguel–, el impacto que tuvo la irrupción de la clase obrera industrial en el movimiento estudiantil fue mucho más amplio y profundo.
Efectivamente, impactado por la aparición de la clase obrera en la escena nacional con sus reivindicaciones y sus métodos de lucha –como la huelga general extendida y el corte de ruta–, el movimiento estudiantil de la Zona Norte protagonizó incipientes acciones de unidad obrero-estudiantil y solidaridad activa, como no se veía hace años. Fueron centenares de estudiantes y docentes que ante las convocatorias hechas desde los Centros de Estudiantes o por iniciativas impulsadas directamente por En Clave ROJA-PTS, levantaron los cursos, participaron de asambleas, donaron dinero para el fondo de lucha y votaron movilizarse en varias oportunidades en solidaridad con los trabajadores, cortando avenidas y rutas que en algunos casos culminaron en la puerta de la fábrica. Incluso, el día de la represión y desalojo de la planta, fueron decenas de estudiantes de esas universidades que estuvieron presentes para enfrentar el desalojo, cayendo detenidos algunos de ellos.
Hubo también otras acciones de solidaridad con amplia repercusión, como el audaz repudio a la embajadora de EE.UU. Vilma Martínez, realizado en Mendoza por estudiantes y militantes de izquierda –impulsado principalmente por En Clave ROJA-PTS- de la Universidad de Cuyo. La embajadora, recientemente llegada al país se disponía a dictar la conferencia “Mirando al futuro: relaciones argentino-norteamericanas en la administración Obama”, pero debió suspenderla por el repudio de los estudiantes que con carteles en solidaridad con la lucha de Kraft y cánticos contra el imperialismo norteamericano impidieron que continuara [38].
Pero también la acción de los trabajadores desocupados tuvo gran relevancia durante el conflicto. Es que al calor de la lucha de Kraft, distintas organizaciones de desocupados salieron nuevamente a las calles, organizando cortes de solidaridad con el conflicto –como los realizados en Puente Pueyrredón (Avellaneda) por la Corriente Clasista y Combativa, entre otros–, así como participando de los cortes en la ruta Panamericana y las movilizaciones centralizadas que se realizaron en Buenos Aires y otras localidades del país, acciones en las que aprovecharon para levantar también sus propias demandas, como el reclamo de mayor participación en los planes de vivienda impulsados por el gobierno, que en su amplia mayoría fueron entregados para su control principalmente a los intendentes de los partidos del conurbano bonaerense y de distintas ciudades del país.
Así, este incipiente proceso de solidaridad de estudiantes y desocupados con los trabajadores, no sólo implicó una significativa colaboración con el conflicto de Kraft, ayudando a ubicarlo en la arena nacional y actuando como un importante elemento de presión sobre el gobierno y la propia patronal, sino que por sí mismo tiene un significado profundamente revolucionario, al poner de manifiesto la capacidad que tiene la acción obrera en impactar sobre la conciencia de miles de aliados, como los estudiantes y los trabajadores desocupados, prefigurando la perspectiva de la alianza obrera y popular.
Por último, este proceso de confluencia en la lucha de obreros, desocupados y estudiantes, tal vez sea una expresión anticipatoria de futuros fenómenos políticos, como la posible emergencia de un movimiento estudiantil que se ubique como actor político en la lucha de clases junto a los trabajadores, enfrentando el status quo de los regímenes universitarios y cuestionando la universidad actual como una institución de clase [39].
8) La represión y el desalojo de la planta
Al cumplirse cinco semanas de huelga, el viernes 25/9 la empresa, junto con la justicia y el gobierno, pusieron en marcha su plan represivo. Se reforzó la militarización de la planta con centenares de efectivos policiales. Desde las 03:00 hs. se decretó nuevamente un lock out y se dio asueto a trabajadores, impidiendo el ingreso del turno mañana. El turno noche en una asamblea resolvió retirarse, manteniéndose fuera en solidaridad con los despedidos que permanecieron dentro de la planta. Pero no lo hizo desordenadamente, sino en forma científica. Cuantificó y analizó sus fuerzas y dividió a sus sectores, entre los despedidos y no despedidos, entre aquellos que tenían juicios o asuntos pendientes con la justicia y los que no, entre aquellos que jugaban un papel más dirigente en el conflicto y los compañeros más de base. Era el único modo responsable e inteligente de actuar en ese momento.
Simultáneamente, los Ministerios de Trabajo de la Nación y de la Provincia convocaron a una reunión –en la que no participó la Comisión Interna–, tras la cual oficiando como voceros de la empresa leyeron a la prensa un comunicado que sintetizaba su “propuesta” de rendición incondicional de los trabajadores. El comunicado era de hecho una declaración unilateral de la empresa en la que sólo se comprometía a mantener los puestos de trabajo del resto de los trabajadores, una condición que le exigió el gobierno para dar la orden de represión. En el mismo preciso momento, se ordenaba el desalojo de la planta con más de 300 policías.
El gobierno buscó que la policía bonaerense procediera del modo más “quirúrgico” posible para detener a los despedidos, sin ejercer una represión brutal que implicaría un gran costo político y que incluso, en manos de la brava policía bonaerense, hacía previsible que pudiera haber heridos de bala o muertos –para conjurar ese fantasma la Secretaría de Derechos Humanos de la Provincia de Buenos Aires a cargo de Sara Covacho, verificó en persona que los policías no portaran armas con postas de plomo. Un antecedente inédito, donde una figura representante de la defensa de los DD.HH. se encarga de garantizar que haya una represión “democrática”.
Pero a pesar de estos esfuerzos, la acción “quirúrgica” fue entorpecida por la resistencia de los trabajadores y militantes solidarios que desde afuera hostigaron con palos y piedras a las fuerzas de represión. Esta acción le impuso a la policía que utilizara a la guardia montada, cargando con caballos contra los manifestantes en una imagen simbólica que inevitablemente remitía a la represión durante las “jornadas revolucionarias” de 2001 que culminaron con la caída del ex presidente De la Rúa. Esas imágenes fueron reflejadas ampliamente por la prensa, generando un gran rechazo popular y un alto costo político para el gobierno.
En el mismo momento, en Buenos Aires centenares de estudiantes y organizaciones solidarias realizaron un escrache a la UIA y ante la inminencia de la represión cortaron la Av. 9 de Julio durante horas y luego, ya siendo miles, marcharon a Plaza de Mayo. Manifestaciones similares se desarrollaron en ciudades del interior del país. La jornada culminó con 65 detenidos, entre trabajadores despedidos, trabajadores no despedidos y militantes solidarios. Los detenidos quedaron insólitamente alojados dentro de la planta de Kraft, que a este punto ya parecía una guarnición militar tras una batalla.
Combatir la represión era necesario para hacer pagar el mayor costo político posible al gobierno y a la empresa. Eso fue justamente lo que impulsó el PTS, junto a los despedidos y también trabajadores no despedidos, los miembros de la agrupación Desde Abajo y decenas de militantes solidarios que estuvieron a la vanguardia del combate, como pudo verse por la televisión. Por estas acciones, muchos trabajadores que no estaban despedidos quedaron detenidos y por ello fueron suspendidos por la empresa. En total fueron 36 trabajadores los suspendidos, de los cuales algunos quedaron finalmente despedidos tras la firma del Acta y aún se está luchando por su reincorporación. El lunes 28 se realizará una muy importante movilización a Plaza de Mayo, en la que participarán miles de trabajadores y estudiantes, mientras que la centroizquierda saldrá a apoyar a los obreros de Kraft y a repudiar la represión.
Ese mismo día tendrá lugar una jornada nacional de protesta y se realizarán cortes en varios accesos a Buenos Aires, en la ciudad de La Plata y otras localidades de la provincia de Buenos Aires, aspi como en la Autopista Rosario-Buenos Aires y las provincias de Jujuy, Salta y Neuquén. Por su parte, los Centros de estudiantes cortarán nuevamente las calles en solidaridad con la lucha obrera.
9) 38 días de paro: “la base” del conflicto
Salvo unos días, desde el 18 de agosto hasta el 25 de septiembre en que la policía desalojó la planta, los 2.600 trabajadores y trabajadoras de Kraft paralizaron completamente la producción de la planta. Fue la fuerza de la base obrera la que permitió que esto sucediera.
Ante cada provocación y apriete patronal, la masa de la fábrica, principalmente las mujeres –que son la mayoría–, contestaron intensificando el paro. Fue el mismo sector de mujeres trabajadoras que protagonizó la rebelión por la gripe A, muchas de ellas con más de 20 y hasta 30 años de trabajo en la fábrica, las que actuaron como núcleo y motor fundamental del paro.
Durante los 38 días de paro, los trabajadores y trabajadoras tuvieron enfrente a los líderes, a los gerentes, a los fiscales y escribanos de la empresa, a los burócratas sindicales, a la policía que se apostó en la fábrica como si fuera un cuartel. A pesar de todo esto, de los aprietes, las amenazas, las filmaciones ilegales; a pesar de las llamadas telefónicas para generar discordia en el seno de las familias obreras, de todos los intentos por quebrar el paro, los 2.600 trabajadores y trabajadoras de Kraft se mantuvieron firmes en una “guerra de nervios” permanente con la empresa y protagonizaron un paro histórico.
Incluso tras haberse decretado el fin de la conciliación obligatoria y conscientes de la “ilegalidad” de la permanencia de los despedidos dentro de la planta, el paro continuó y la base mantuvo la unidad y la solidaridad con los despedidos.
¿De dónde procedía esta fuerza? Procedía de años de bronca contenida contra la patronal y la burocracia sindical, años de “agachar la cabeza”, de padecer ritmos de producción agotadores y enfermedades laborales –en particular las mujeres, que realizan las peores tareas–; años de traiciones y sueldos miserables. Fueron esos sufrimientos acumulados los que dieron sustento al paro de 38 días, junto con la propia política de la patronal. La prepotencia y las permanentes provocaciones, aportaron a radicalizar a una base obrera cansada de soportar vejaciones, como fue el haber dejado de pagar los salarios y exigir que para cobrarlos debían “sacar de la fábrica” a sus compañeros despedidos. Pero también hubo una experiencia histórica de la base obrera de la fábrica, que se fue acumulando en conflictos como el del año 2000 –que culminó en una dura derrota–, en 2007 por los contratados y en la reciente rebelión por la epidemia de gripe A.
Sin embargo, estos elementos por sí solos no bastan como explicación: es necesario señalar la influencia esencial del activismo combativo, una nueva generación obrera joven, impertinente y colmada de energía, que insufló de combatividad al conjunto de la fábrica [40]. Por ello, para terminar con el paro, hizo falta desplegar un operativo represivo que incluyó a 300 policías y encarcelar a 65 personas, entre ellas más de 30 trabajadores/as de la planta. Pero esto no quebró la lucha, las fuerzas obreras aún tenían mucho resto.
10) Reacomodamientos políticos: crisis en el gobierno y la burocracia sindical
Tras 40 días de lucha, la represión y el desalojo, la patronal imperialista mantuvo la planta militarizada y arrancó de manera acelerada la producción, aumentando la intensidad de la explotación a los trabajadores. Sin embargo, aunque se puso fin a una huelga histórica que se mantuvo casi ininterrumpidamente por 38 días, no terminó con el conflicto y sus consecuencias excedieron los márgenes de la fábrica, generando una serie de reacomodamientos políticos.
La popularidad ganada por los trabajadores de Kraft creció en la misma medida que crecía el desprestigio de la propia empresa. Los obreros concurrían invitados a los canales de televisión y la solidaridad aumentaba. Cada audiencia o movilización de los trabajadores de Kraft comenzó a ser cubierta en vivo por los grandes medios de comunicación. La represión terminó con el paro dentro de la planta, pero al mismo tiempo transformó a la lucha de Kraft en un conflicto político donde los obreros estaban realmente en el centro de la escena política nacional con un apoyo de amplios sectores de masas a su favor.
Al mismo tiempo, la represión a los trabajadores puso al descubierto el carácter propatronal del gobierno, por lo cual este debió reacomodarse, imponiendo a la empresa retomar las negociaciones con el objetivo de desgastar y terminar con el conflicto. Como parte de estas negociaciones, la empresa accedió a reincorporar a 30 trabajadores.
Por su parte, luego de la represión, la burocracia sindical también tuvo que retroceder (“disculpen si ofendí a alguien”, dijo Moyano en relación a las declaraciones vertidas días antes del desalojo) y se vio obligada a recibir a miembros de la Comisión Interna mostrando que el intento de “normalizar” la planta había fracasado.
La dirección de la CGT no obstante sigue un cambio en la táctica del propio gobierno nacional y su Ministerio de Trabajo que tras la represión reorientó su política hacia la “contención” y el desgaste del conflicto.
La principal acción de este cambio de orientación, fue la novedosa resolución judicial del Ministerio de Trabajo de la Nación que el día 6 de octubre intima a la empresa para que reincorpore a los delegados de la Comisión Interna y les permita el ingreso a la planta “con asistencia de la fuerza pública si fuere necesario”, ya que la empresa les impedía el ingreso desde el desalojo [41] . Kraft incumple la intimación y el Ministerio acude entonces a los Tribunales de San Isidro, que ordenan a la empresa que permita el ingreso a la planta, en un primer momento, a Ramón Bogado y luego al resto de los miembros de la CI, a excepción nuevamente de Hermosilla. En su caso, el Tribunal 3 rechaza el pedido del Ministerio y convoca a una audiencia para el día 13 de octubre donde ordena levantar provisoriamente la medida cautelar contra Hermosilla y permitirle el ingreso a la planta, pero acompañado por inspectores del Ministerio de Trabajo de la Provincia de Buenos Aires para que supervisaran el ingreso, egreso y cumplimiento de sus labores. Finalmente, el día 16 por la mañana, el Tribunal 3 levantará definitivamente la medida cautelar contra Hermosilla. De este modo, a pesar de la represión, el conflicto de Kraft continuó en una nueva etapa.
11) Las negociaciones ministeriales y la firma del “Acta Acuerdo”
La persistencia del conflicto obligó a la justicia a dictar la reincorporación de Bogado y el resto de los miembros y, finalmente, del propio Hermosilla. Este hecho fue interpretado por los trabajadores como un triunfo. En ese marco, tras días de negociaciones infructuosas, cuyos resultados ocupaban destacados lugares en la prensa junto con las continuas movilizaciones y cortes de calle, el miércoles 14/10 el Ministerio de Trabajo hizo una propuesta que la mayoría de la CI, exceptuando a Hermosilla, estaba dispuesta a firmar. Esta implicaba la reincorporación de 40 trabajadores más, pero mantenía el despido de 53, sin dar a conocer la lista de los reincorporados. A su vez, imponía un acuerdo de “paz social” por dos meses, que impedía hacer acciones que interrumpieran la producción o el tránsito de vehículos.
Luego de una fuerte discusión en la que participa la CI y los despedidos –que estaban en la puerta del Ministerio y rechazaban los términos del acta–, la mayoría de la Comisión Interna aceptó someterla a la asamblea de despedidos. Esta resolvió rechazar el Acuerdo si las 40 reincorporaciones no correspondían exclusivamente a los/as trabajadores/as despedidos al inicio del conflicto y se reintegraba completamente a sus puestos de trabajo a todos los/as trabajadores/as que habían sido suspendidos tras la represión del 25/9. De ese modo, hubieran resultado 25 los trabajadores/as despedidos/as en total –a diferencia de los 53 que finalmente quedaron en la calle.
Los militantes del PTS y la Agrupación Desde Abajo propusieron rechazar el Acta Acuerdo, porque ésta contenía una clausula de “paz social” que imponía el fin de la lucha, cuando aún quedaban trabajadores fuera de la fábrica y había fuerzas para seguir luchando. En la planta, se harán entonces “asambleas” para discutir la propuesta de Acuerdo, pero serán con la presencia de líderes de la empresa y en las que la mayoría de la CI promete firmar lo resuelto en la asamblea de despedidos. Ramón Bogado declaró entonces a la prensa que sólo se firmaría un acuerdo si la reincorporación abarcaba “a los despedidos y no a los suspendidos” [42].
El viernes 16 era el día clave. El Tribunal que había prohibido el ingreso de Hermosilla a la planta, ese día levantó definitivamente la medida, haciendo caer el causante de su despido. Con ello se derrumbaba todo el argumento político del despido del resto de los trabajadores. Se había producido un giro que permitía derrotar completamente la ofensiva de la empresa, que se encontraba cada vez más aislada. Sin embargo, en la audiencia de ese mismo día, el Acta Acuerdo fue firmada por tres dirigentes del PCR, contra la resolución de la asamblea de los despedidos y sus propias promesas. Javier Hermosilla se negó a suscribirla y, en ese momento, tampoco lo hizo Ramón Bogado, para no quedar expuesto al repudio de los despedidos y la base obrera. Días después se “autocriticó” de no haber firmado, explicando el rol de su partido en su cambio de posición y dando inicio a una campaña de calumnias contra Hermosilla que perdura hasta el día de hoy.
Visto retrospectivamente, el reingreso definitivo de Hermosilla a la planta dictado por la Justicia el mismo día en que se propone el Acta Acuerdo que luego firmaron los dirigentes del PCR, fue una “concesión” cuyo objetivo era lograr que, a pesar de la oposición de los despedidos y del propio Hermosilla, el Acuerdo propuesto por el Ministerio de Trabajo fuera aprobado (ya que hasta para el propio PCR resultaba complicado firmar un acuerdo con un miembro de la CI afuera de la planta), para luego retomar la persecución dictando una nueva medida cautelar contra Hermosilla en el mismo juicio de desafuero que continuó (y continúa) abierto contra él, cuestión que la empresa efectivamente solicitó en el mes de noviembre. En su cálculo, tanto el Ministerio como la empresa consideraban imposible que pocas semanas más tarde Hermosilla resultara ganador en las elecciones de Comisión Interna y, por lo tanto, la relación de fuerzas entre las tendencias al interior de la fábrica diera un vuelco.
En cuanto al Acuerdo, que resultaba evidente era realmente perjudicial a los trabajadores [43]: dejaba 53 trabajadores en la calle, cuando había una situación favorable a la lucha. Al día siguiente, el diario Página/12 reprodujo un comunicado de la Agrupación Desde Abajo que planteaba que “el acuerdo firmado por tres miembros de la Comisión Interna es una violación al mandato de la asamblea de despedidos que lo había rechazado” [44].
El PCR dio su propia versión de los hechos: “El miércoles 14, se terminó de definir el acta, y se acordó hasta el viernes para el pronunciamiento en asambleas, que se realizan en los turnos mañana y tarde, y aprueban el acta masivamente. Se plantea tratar de que la lista de reincorporados sea sobre los despedidos y no los suspendidos. El viernes, la patronal hace una nueva provocación presentando una lista de reincorporaciones mayoritariamente con suspendidos (…) Rompiendo la maniobra de la patronal, firman el acta la mayoría de la CI: María Rosario, Jorge Penayo y Alfonso Arcadio. El compañero Bogado, erróneamente, no la firma; hecho del que se autocriticó en las asambleas en la fábrica” [45]. Es decir, presentan la traición del mandato de las asambleas como una maniobra inteligente contra la patronal, al tiempo que atacan a Hermosilla y el PTS porque “hicieron campaña para no firmar” [46]. ¡Es la primera vez que una corriente de izquierda presenta la aceptación de una provocación patronal como una maniobra contra la misma!
En toda su justificación no dicen una palabra sobre el método burocrático de firmar ad referendum de las asambleas, que en los hechos era una violación abierta de las resoluciones de la propia asamblea de despedidos y de las promesas públicas hechas por los dirigentes del PCR. Incluso, de haber considerado que firmar el acuerdo era lo más beneficioso, como decía el dirigente obrero Farrel Dobbs, militante trotskista y protagonista de la heroica lucha de los teamsters de Minneapolis en 1934, “para los negociadores sindicales es un error bajo cualquier concepto tratar con patrones o mediadores estatales actuando como si tuvieran autoridad para llegar a un arreglo (…) cada vez que surja alguna consideración sobre un posible arreglo, los negociadores deben decir siempre que van a tener que llevar el asunto al sindicato para que se tome una decisión” [47].
El PCR estuvo lejos de este modo de actuar, aunque en su balance sostiene cínicamente que “los compañeros clasistas de la CI (…) junto a los abogados de la interna, fueron durísimos negociadores” [48]. En las huelgas de Minneapolis que antes citábamos, resulta aleccionador el modo en que los trotskistas norteamericanos enfrentaron a los mediadores gubernamentales. Como escribió James Cannon, uno de sus dirigentes, “una de las cosas más patéticas de aquel período era ver cómo en una huelga tras otra, los trabajadores eran maniobrados y cortados en pedacitos y sus huelgas quebradas por los ‘amigos de los obreros’ en el disfraz de mediadores federales (…) una de las trampas favoritas de los mediadores federales era reunir a dirigentes de huelga, jugar con su vanidad e inducirlos a tomar cierta clase de compromisos que no estaban autorizados a hacer. Los mediadores federales convencían a esos líderes de que ellos eran ‘grandes jugadores’ que debían tomar una ‘actitud responsable’. Los mediadores sabían que las concesiones hechas por los líderes en una negociación muy raramente pueden anularse. No importa cuánto se opongan a esto los obreros, el hecho es que los dirigentes ya hayan fijado en compromiso público la posición del sindicato y creado desmoralización en sus filas (…) Nuestra gente no eran ‘grandes jugadores’ en las negociaciones en absoluto. Pusieron en claro que su autoridad era extremadamente limitada, que ellos eran de hecho el ala más moderada y razonable del sindicato, y que si daban un paso por fuera de la línea serían reemplazados en el comité de negociaciones por otros. La huelga era una larga y dura pelea, nos divertíamos al planear las sesiones del comité de negociación del sindicato con los mediadores. Los despreciamos a ellos y a todos sus astutos artificios y trampas, y su simulación hipócrita de buen compañerismo y amistad para los huelguistas. Ellos no eran nada más que los agentes del gobierno, que de conjunto es el agente de la clase patronal como un todo. Esto era perfectamente claro para un marxista, y tomamos casi como un insulto de su parte asumir que podíamos ser atrapados por los métodos que emplean con los novatos” [49].
La mayoría de la CI en manos del PCR firmó el Acuerdo para refrendarlo post factum en asambleas que realizaron cinco días después, con una participación minoritaria y sin la presencia de los despedidos. Por el contrario, los trabajadores del turno noche resolvieron no realizar asambleas donde no estuviesen presentes los despedidos y realizaron una reunión fuera de la planta, con los despedidos presentes en la que rechazaron el Acuerdo firmado por el PCR. Esto luego fue ratificado en asambleas del turno. Así, la lucha que resistió tantos embates desde la empresa, el gobierno y la burocracia, esta vez fue duramente golpeada desde adentro.
12) Las elecciones de Comisión Interna: triunfo del ala democrática
y consecuente
Pocos días después de la firma del Acta y pese a continuar abierto el conflicto por la reincorporación de los 53 trabajadores despedidos, el Sindicato convocó a elecciones de Comisión Interna para el día 3/11. El carácter fraudulento de la convocatoria era evidente: los despedidos no tenían derecho a votar, no se entregaron los padrones de afiliados y se elegirían sólo 11 miembros para representar a 2.600 trabajadores, cuando por ley correspondían al menos 27.
Ante esta situación, la propuesta de la minoría de la CI encabezada por Hermosilla, a pesar de las evidentes diferencias con la mayoría, propuso públicamente presentar una alternativa unitaria a la burocracia y la empresa [50], a partir de la posibilidad de conformar una lista conjunta con candidatos votados en asambleas de los distintos turnos. Sin embargo, esta propuesta fue rechazada por la fracción del PCR. Al mismo tiempo, la mayoría de la CI rechazaba la posibilidad de realizar cualquier medida de lucha tanto adentro como afuera de la fábrica debido a la firma del Acta. Fueron los despedidos, acompañados por Hermosilla, quienes durante ese tiempo, antes de las elecciones, continuaron con las movilizaciones organizando un escrache a la UIA y a la Cámara de Comercio Norteamericana, acciones en las que el sector mayoritario de la Comisión Interna no participó.
Finalmente, las elecciones se realizaron con tres listas: la Lista 1, encabezada por Hermosilla, militantes de la Agrupación Desde Abajo y activistas independientes, entre ellos 5 trabajadoras mujeres; la Lista 2 de Bogado y el PCR; y la Lista 3 que respondía al Sindicato de Daer. La lista de Hermosilla, representante del activismo combativo, resultó ganadora con 676 votos. La Lista de Bogado, quien durante 16 años ininterrumpidos dirigió la Comisión Interna de la planta, salió segunda con 660 votos. En tercer lugar se ubicó la lista de la burocracia peronista con 390 votos. El resultado de las elecciones fue difundido en todos los medios de comunicación, tanto nacionales como regionales, como una noticia de peso de la política nacional. La elección misma fue una de las más concurridas de los últimos años en Kraft, como puede apreciarse en el cuadro comparativo a continuación [51].
Resultados de las Elecciones a Comisión Interna en Kraft Foods-Terrabusi desde el año 1993 al 2009 [52]:
Año 1993: 890 votos (Lista única de Bogado).
Año 1995: 904 votos (Lista de Bogado) a 395 votos (Lista de Daer).
Año 1997: 725 votos (Lista de Bogado) a 285 votos (Lista de Daer) y 219 (Lista organizada por la empresa).
Año 1999: 944 votos (Lista de Bogado) a 572 votos (Lista de Daer).
Año 2001: 952 votos (Lista de Bogado) a 598 votos (Lista de Daer).
Año 2003: 1064 votos (Lista de Bogado) a 445 votos (Lista de Daer).
Año 2005: 1124 votos (Lista 1 de Bogado y Hermosilla) y 394 votos (Lista 2 de Daer) y 125 votos (Lista 3 organizada por la empresa).
Año 2007: 1106 votos (Lista única de Bogado y Hermosilla).
Año 2009: 676 votos (Lista 1 de Hermosilla) a 660 votos (Lista 2 de Bogado) y 390 votos (Lista 3 de Daer).
Con el triunfo de la Lista 1, ganó el ala democrática y consecuentemente clasista del conflicto de Kraft, la que no había firmado un Acta de capitulación a la lucha. Pero además, ganó un sector representante de una corriente obrera antiburocrática que durante años se estructuró en la fábrica Kraft, en el gremio de la Alimentación y en distintas empresas y gremios industriales de la Zona Norte del GBA, siendo parte orgánica y el ala izquierda y clasista del fenómeno de “sindicalismo de base” que a partir de 2004 se desarrolla en Argentina.
Luego de las elecciones, el PCR lejos de buscar recuperar la unidad de la fábrica para luchar por reorganizar el Cuerpo de Delegados y continuar la lucha por la reincorporación de los 53 despedidos –y a pesar de los permanentes llamados a la unidad por parte de la nueva Comisión Interna–, profundizó su curso fraccional [53]. Mientras tanto, la patronal imperialista no cesó de atacar a los trabajadores, hostigando sistemáticamente a la nueva Comisión Interna –incluso amenazando con desaforarlos–, quienes continúan luchando por reincorporar a los despedidos.
13) ¿Cómo se dirigió el conflicto de Kraft?
A lo largo de este artículo hemos sometido al análisis no sólo los momentos principales de la lucha, sino el papel jugado por sus principales actores y, en particular, como surgió el sistema de dirección que permitió que el conflicto se desarrollara del modo en que lo hizo. Este análisis, este balance del conflicto, es obviamente terreno de disputa, principalmente con el PCR. Desde el momento en que perdieron la dirección de la CI, el PCR y sus periodistas han escrito decenas de notas y artículos para demostrar que el conflicto de Kraft fue dirigido completamente por su fracción mayoritaria de la Comisión Interna.
En su balance oficial sostienen que: “El conflicto fue protagonizado por los 2.700 trabajadores de Kraft, con la dirección de su CI y su cuerpo de delegados, encabezados por compañeros de la CCC, el PCR y la JCR. Es un mérito de todos haber llegado hasta donde se llegó. Es mérito de una línea clasista, y comunista revolucionaria, haber demostrado que hay dirigentes que no se compran ni se venden, que permanecen fieles a la clase obrera más allá de sus aciertos y sus errores, de los que nos hacemos cargo” [54].
Esta lectura no podía estar más alejada de la realidad; pero, para fundamentar esta afirmación resulta útil hacerse una sencilla pregunta: ¿si la mayoría de la Comisión Interna y el PCR fueron quienes dirigieron “con una línea clasista” el conflicto, incluso cuando firmaron el Acta, por qué finalmente terminaron perdiendo la dirección de la fábrica a manos de la lista impulsada por el PTS?; o dicho de otro modo, ¿cuál es el motivo por el que la fracción del PCR, histórica dirección de la fábrica que con Ramón Bogado a la cabeza estuvo al frente de la Comisión Interna de Terrabusi (luego Kraft Foods) durante 16 años, luego de haber dirigido heroicamente el conflicto, finalmente fue derrotada por la fracción impulsada por los trotskistas del PTS, en un proceso de politización y participación obrera como no se veía hace años en la fábrica? En su respuesta, el PCR no puede más que ensayar una calumnia: hubo un “fraude de la Kraft” que adelantó vacaciones a trabajadores de los turnos mañana y tarde, “cuyo beneficiario directo fue Hermosilla”, para luego afirmar: “subestimamos las maniobras de la patronal en las elecciones. Subestimamos al PTS. Y sobre todo, no vimos que las maniobras de la patronal beneficiaban a Hermosilla, y no a Daer. La masa del turno noche nos castigó, no entendiendo como un paso adelante la firma del acta. Pesó en esto haber estado a la defensiva, y las vacilaciones en la defensa de la firma del acta como un paso de avance para continuar la lucha” [55].
Como decimos en la introducción de este artículo, la extraña lectura que hace el PCR de los hechos y el balance de conjunto del conflicto en realidad no explica nada, porque para hacerlo hay que decir la verdad, cosa que el PCR no puede hacer porque el método de la tergiversación, las amalgamas, la calumnia y la fragua permanente de mentiras está, por así decirlo, “inscripto genéticamente” en la naturaleza de los grupos estalinistas como el Partido Comunista Revolucionario.
El PCR perdió las elecciones de Comisión Interna porque ni ellos fueron “la dirección del conflicto” del modo en que lo afirman, ni el Acta que firmaron capitulando en la lucha fue “un paso adelante” como plantean. En rigor, el PCR fue parte impulsora de la lucha, como ala moderada desde el momento de los despidos hasta que la patronal aceptó el reingreso de los delegados de la Comisión Interna.
En todos los casos, el PCR sostuvo una política conciliadora que a veces se combinó con aventurerismo y por momentos tuvo iniciativas propias que fueron correctas. Sin embargo, en los momentos claves del conflicto, su política fue derrotada por el ala izquierda de la dirección de la lucha.
Hasta la firma del acta, el PCR se ubicó dentro del conflicto de esta forma, aceptando la decisión del activismo y la base que llevaron la lucha más lejos de lo que ellos querían. Con la firma del acta, el PCR se posicionó abiertamente en contra de los trabajadores y dio por terminada su participación en la dirección de la lucha, al firmar un Acuerdo donde se comprometió a no realizar más medidas de fuerza adentro de la planta ni cortes de ruta que impidieran la circulación de vehículos o personas, como lo expresa textualmente el Acta Acuerdo.
La gran acción política verdaderamente propia del PCR durante el conflicto, en la que puso todo su peso dirigente, sin aceptar la presión del activismo ni respetar la voluntad de la base, fue la firma del Acta ministerial que traicionó el mandato de la base obrera, los activistas y los despedidos, en momentos en que la relación de fuerzas permitía ir por más. El PCR no logró que las asambleas votaran su política y no pudieron conducir el conflicto en función de su propio punto de vista. Esto fue así en todo el conflicto. En los momentos claves perdieron las votaciones, desde el primer corte de la Panamericana hasta la asamblea de los despedidos que rechaza el Acta. Fueron estas derrotas en la base y el activismo lo que los llevó finalmente a actuar en contra de lo resuelto, pagando con ello un enorme costo que fue uno de los factores fundamentales que los llevó a perder luego la dirección de la fábrica. Efectivamente, el resultado electoral puso en evidencia que la firma del Acta no se correspondía con la correlación de fuerzas y la propia percepción del activismo y la base obrera.
Pero junto con esto, hay otro elemento de peso que el PCR se ha encargado de esconder durante todo este tiempo: cuando se refieren a “la Comisión Interna que dirigió el conflicto”, los maoístas hacen referencia sólo a 4 personas, sus principales dirigentes, es decir Arcadio Alfonso, Jorge Penayo, María Rosario y Ramón Bogado. Pero la Comisión Interna estaba compuesta por 11 miembros, de los cuales uno había renunciado antes del conflicto. ¿Qué sucedió con los otros 5 delegados aliados de la fracción del PCR? Salvo una delegada que aún está en la fábrica en el turno noche, todos se quebraron en el transcurso del conflicto, negociaron individualmente indemnizaciones monetarias con la empresa y se fueron de la fábrica.
Entonces, ¿cómo se dirigió la lucha de Kraft? La lucha fue dirigida mediante una coalición, un sistema de engranajes que en momentos claves del conflicto permitió que éste tomara un curso clasista y combativo. De este sistema de dirección fue parte el PTS, desde la minoría de la Interna y la Agrupación Desde Abajo, junto al activismo combativo. Un activismo que fue formado durante años sobre todo en el turno noche, en un trabajo revolucionario que forjó una camada de delegados y activistas combativos, defensores de la democracia obrera y con un gran instinto de clase. A este proceso se sumó la gran espontaneidad de la base obrera, sobre todo de las mujeres del turno mañana, que muchas veces sin dirección enfrentaron la presión de líderes, managers y burócratas y astutamente mantuvieron un paro durante 38 días.
Al mismo tiempo, la intervención del PTS, garantizando la intervención de un sector del movimiento estudiantil, que salió a la lucha en defensa del conflicto y colaborando decisivamente en que el mismo se masificara, así como la intervención de distintas personalidades y organismos de Derechos Humanos –a instancias de la política del PTS y el Centro de Profesionales por los Derechos Humanos (Ce.Pro.D.H.) –, fueron elementos claves en el desarrollo y la dirección de la lucha.
Obviamente el PCR también fue parte de este sistema de dirección del conflicto, tanto por ser mayoría de la Comisión Interna, como por su peso histórico en la fábrica y su voluntad de mantener el conflicto mientras la Comisión Interna estuvo afuera de la fábrica. Más, como dijimos, en momentos claves, fue llevado a aceptar líneas políticas que iban más allá de sus intenciones, ante las cuales muchas veces actuó degradando las iniciativas del activismo y el ala izquierda del conflicto hasta que, en el momento decisivo, tuvo que firmar un acta contra la propia voluntad de los trabajadores despedidos.
IV. Balance y continuidad de la lucha
A continuación sintetizaremos los elementos fundamentales de balance del conflicto de Kraft:
1) El objetivo de Kraft Foods de descabezar la organización de base –para avanzar en un drástico plan de reducción de un turno completo–, atacando en especial el ala izquierda en la CI, el Cuerpo de Delegados y el activismo, lanzado sobre la base del triunfo electoral de la derecha el 28J, fracasó y se demostró por fuera de la relación de fuerzas. La derrota electoral del oficialismo, cuyo resultado combinó el debilitamiento político del gobierno –y su principal sostén, la burocracia sindical de la CGT–, con la fragmentación política de la oposición burguesa, marcó una relación de fuerzas que fue mal leída por la dirección empresaria de Kraft.
A este aspecto se sumó también otro hecho, anterior, pero de gran relevancia. A fines de 2008, la empresa decide despedir a 300 trabajadores contratados, sin que esta acción ofensiva merezca ninguna respuesta por parte de la mayoría de la CI. Sólo la Agrupación Desde Abajo publicó en ese momento volantes y declaraciones denunciando esta situación y llamando a enfrentarla. Este hecho –un despido masivo de contratados sin ninguna resistencia–, fue sin duda un elemento que insufló confianza a la empresa para tomar la determinación de llevar adelante su plan en agosto de 2009. Sin embargo, con su ataque por fuera de la relación de fuerzas, la empresa provocó la primera lucha de una gran fábrica industrial en décadas, que se transformó en una demostración política de la clase trabajadora y obligó a retroceder a uno de los principales monopolios industriales del país, arrastrando tras de sí a todas las corporaciones patronales y hasta a la propia Embajada norteamericana. En este terreno, la patronal de conjunto, con su brazo ejecutor López Matheu y sus asesores, como el abogado laboralista patronal Julián de Diego, fueron duramente derrotados.
2) La lucha de Kraft unificó a todas las fracciones capitalistas contra los obreros. Tras el conflicto de Kraft, los empresarios, el gobierno, la burocracia sindical y el imperialismo, apelan a este mecanismo para contener el impacto de esta gesta obrera en centenares de miles de trabajadores, condenando la “metodología” de la acción directa para que su ejemplo de lucha no actúe como el catalizador de una oleada de conflictos que abra definitivamente una nueva situación política en el país [56].
3) La represión del viernes 25 desnudó el carácter propatronal y proimperialista del gobierno nacional. La pareja presidencial de los Kirchner y el gobernador bonaerense Daniel Scioli, que habían basado su campaña electoral en un diálogo con los trabajadores del conurbano bonaerense desde “la defensa del empleo”, dieron vía libre al desalojo reclamado por la Embajada de EE.UU., mientras el Ministerio de Trabajo actuó como una virtual escribanía de la multinacional, hechos que minaron la relación entre el gobierno nacional y sectores de la clase trabajadora, dejando una profunda herida política cuya magnitud aún está por verse.
4) La huelga de Kraft desnudó el verdadero papel de los medios de comunicación de masas, en su mayoría auspiciados por la empresa imperialista. Para romper el cerco de la dictadura mediática de los monopolios, los trabajadores tuvieron que cortar la ruta Panamericana y apelar a la solidaridad estudiantil y de los movimientos de desocupados que realizó bloqueos de calles para conmover la atención de la población. Por esto, y por sus propias contradicciones políticas con el gobierno, los medios de comunicación posteriormente comenzaron a dar una amplia cobertura al conflicto, utilizando los hechos más relevantes del mismo como los cortes de la ruta Panamericana –y principalmente la represión y desalojo de la planta– para atacar al gobierno y la burocracia sindical, en el marco de la disputa por la Ley de Medios impulsada por el gobierno kirchnerista que puso límites al poder de los grandes grupos multimedios como el Grupo Clarín.
Estas acciones contagiaron a diversos sectores que apelaron a la acción callejera para luchar por sus demandas, como los movimientos de desocupados que retornaron a las calles en solidaridad con la lucha de Kraft y para disputar su participación en los planes de vivienda anunciados por el gobierno.
5) A su vez, la batalla de Kraft Foods puso de manifiesto la crisis de la dirección de la CGT (y de la CTA [57]) ante la primera gran batalla del movimiento obrero industrial luego de décadas de retroceso, mostrando que se ha abierto un terreno de disputa más directa de la izquierda obrera con la burocracia sindical peronista. Su resultado potencia los procesos del “sindicalismo de base” que se vienen desarrollando, situando a escala nacional a un nuevo movimiento obrero que comenzó a dar múltiples muestras de emergencia luego de la derrota electoral del 28J. Que el resultado del conflicto definitivamente afectó los procesos del “sindicalismo de base” lo demostró la renovada importancia de la lucha del Cuerpo de Delegados del Subte por el reconocimiento de su sindicato independiente, así como la cobertura en los medios de prensa de las reuniones realizadas en Buenos Aires y Neuquén convocadas por el Sindicato Ceramista para el lanzamiento del Plenario de Trabajadores Clasistas [58].
6) En otro orden, el extenso y duro conflicto de los trabajadores y trabajadoras de Kraft Foods, enfrentando a la segunda empresa alimenticia más importante del mundo, demostró que es posible enfrentar a las empresas multinacionales, poner límites a sus ataques permanentes contra la organización de base y las condiciones de vida de los trabajadores. Pero no sólo eso, también mostró que es posible derrotarlas, poniendo en movimiento la extraordinaria fuerza y voluntad de los sectores más explotados y decididos de la clase obrera, objetivo que si en este conflicto no se logró plenamente, fue por el papel jugado por el ala conciliadora y reformista de su dirección, el PCR.
7) A pesar de esto, por primera vez en un conflicto obrero de magnitud y ante miles de trabajadores que pudieron seguirlo diariamente por todos los medios de comunicación, con la lucha de Kraft comenzó a vislumbrarse la distinción concreta entre dos tendencias políticas que desde el año 2004 han estado ocultas bajo el rótulo del “sindicalismo de base”: la de los reformistas, en este caso del PCR –pero que tiene otras expresiones como el ala mayoritaria de la conducción del nuevo sindicato del Subte–, y la de la izquierda clasista, revolucionaria, expresada en la minoría de la CI de Kraft, la Agrupación Desde Debajo y el PTS –y extensivamente en Plenario de Trabajadores Clasistas impulsado junto a los ceramistas de Neuquén.
8) Esta diferenciación se manifestó, principalmente, en la firma del Acta ministerial por parte de la mayoría de la CI. Cuando había condiciones objetivas para el triunfo, la actitud conciliatoria –es decir, reformista– del PCR, llevó a una capitulación y la firma de una cláusula de “paz social” que impidió un probable triunfo de la lucha. Y decimos probable por el hecho de que las fuerzas de los trabajadores dentro de la planta no estaban agotadas, era políticamente imposible que hubiera nuevos despidos en ese momento, la población apoyaba la lucha y Kraft se encontraba aislada y repudiada por todos. En definitiva, sólo había que esperar un mayor desgaste patronal; pero como ya explicamos, los militantes del PCR cedieron a las presiones del gobierno y firmaron el Acta capitulando en la lucha. Visto desde el ángulo de la situación política nacional, una derrota total de la patronal hubiera sido un triunfo formidable para el conjunto de la clase obrera y hubiera dado lugar a la posibilidad de que surgiera claramente un ala izquierda del movimiento obrero argentino. Fue esa posibilidad la que abortaron los maoístas del PCR con la firma del Acuerdo [59].
9) Durante todo el conflicto la agrupación Desde Abajo y el PTS impulsaron una orientación que enfrentó tanto la política traidora del Sindicato –que luego de unos días de apoyo a la lucha se ubicó directamente en su oposición–, como la línea del PCR y la mayoría de la CI, primero moderada y luego abiertamente enfrentada a los trabajadores/as. Sin embargo, esta política fue llevada a cabo impulsando en todo momento la más amplia unidad en la lucha: con el PCR se impulsó una línea unitaria, aportando ideas para el desarrollo de la lucha que fueran tomadas por el conjunto de los trabajadores/as, participando de todas las medidas resueltas por la CI y las asambleas. Esta orientación de frente único incluyó también la participación en las medidas resueltas por la dirección del Sindicato cuando estuvo en la lucha, como el corte de la Panamericana hecho en común y la marcha al Ministerio de Trabajo. Es decir que la política de Desde Abajo y el PTS combinó un fuerte enfrentamiento político con la más amplia unidad cuando esta fue posible y tenía un contenido progresivo, con el objetivo de que la lucha triunfara.
10) El triunfo en las elecciones de Comisión Interna del “ala dura” del conflicto, mostró el forjamiento mediante la lucha de clases de una nueva dirección clasista en uno de los batallones pesados de la clase obrera industrial argentina. Este hecho expresó, por un lado, el papel revolucionario de los militantes trotskistas del PTS tanto en el período previo como organizadores del activismo combativo, como durante el conflicto; por otro lado, el triunfo de la lista de “Hermosilla” en las elecciones de Comisión Interna de Kraft mostró un avance categórico en la conciencia de los trabajadores.
11) Por último, la gesta obrera de Kraft ha puesto nuevamente en discusión, aunque en términos más concretos, la necesidad inmediata de avanzar en la construcción de un partido obrero revolucionario, que influya en el desarrollo de la vanguardia obrera y se proponga como alternativa programática y organizacional para los potenciales fenómenos políticos de ruptura hacia la izquierda de sectores de la clase obrera con el peronismo.
*
* *
A seis meses de su inicio, el conflicto de los trabajadores/as de Kraft, con su nueva CI a la cabeza, continúa por la reincorporación de los 53 despedidos y enfrenta nuevas provocaciones patronales. Pocos días después de las elecciones, la empresa efectivizó los despidos de los trabajadores que al momento de la firma del acta del 16/10 estaban suspendidos, disparando nuevas acciones de lucha que impusieron al Ministerio de Trabajo intimar a la empresa a que los reincorpore, aunque la patronal se niega terminantemente a hacerlo. Al mismo tiempo, los trabajadores redoblaron su exigencia a la CGT y al STIA para que realicen medidas de lucha y den apoyo económico a los despedidos, mientras estos reciben en la sede de la Central a la embajadora de Estados Unidos, para discutir (entre otros temas) el conflicto de Kraft.
En las últimas semanas, la nueva Comisión Interna llevó a cabo una serie de paros por línea en todos los turnos por distintos reclamos y avanzó en impulsar la elección del nuevo Cuerpo de Delegados por sector, eligiéndose compañeros/as en todos los turnos, logrando que se eligieran 23 delegados de sector. El organismo que la patronal quiso destruir especialmente es el que la nueva Comisión Interna está poniendo nuevamente en pie.
Enmarcada en un proceso más general de ascenso que comenzó a transitar la clase trabajadora y que la pondrá frente a desafíos aún mayores, aunque fue sólo una batalla de una guerra a más largo plazo contra los capitalistas, la lucha de Kraft Foods-Terrabusi ya ha escrito una nueva página en la lucha de la clase obrera argentina.
|