El 12 de marzo se realizó una huelga convocada por la CGIL (Confederación General Italiana de trabajadores por sus siglas en italiano, ex central comunista) que involucró fundamentalmente a trabajadores del transporte, estatales y docentes, contra el recorte de derechos del estatuto (convenio) de los trabajadores, llevado adelante por el gobierno de derecha encabezado por Silvio Berlusconi.
El movimiento huelguístico abarcó distintas modalidades según sector, cuatro horas pararon los estatales, ocho horas lo hicieron los docentes, entre los más destacados. Según la CGIL la movilización llevada adelante en cientos de plazas a lo largo de la península involucró a casi un millón de personas, y con porcentajes de adhesión que superaban las expectativas de la misma central obrera. La huelga del transporte paralizó las principales ciudades. También fueron cancelados los vuelos de Alitalia.
La movilización central fue en Padua, en la región del Veneto, al norte del país, con más de 40.000 concurrentes, donde habló Guillermo Epifani, secretario general de la CGIL. Participaron trabajadores sindicalizados, acompañados por grupos de estudiantes, jubilados y trabajadores inmigrantes. Estos últimos venían de realizar importantes movilizaciones y paros a lo largo del país el 3 de marzo (como destacamos en el anterior LVO).
La importancia de la presencia de los trabajadores inmigrantes marcó en parte el discurso de Epifani, quien entre otras cosas planteó que “los derechos son y deben ser iguales para todos” en referencia a las leyes xenófobas del gobierno de Berlusconi, al tiempo que se confirmaba que este 1° de Mayo se conmemorará en Rosarno –Calabria, al sur del país– donde se desarrollaron enfrentamientos entre trabajadores inmigrantes enfrentados a la policía y grupos de derecha que apoyan al gobierno.
Más allá de la política de las centrales obreras italianas, es innegable que las fuerzas de los trabajadores italianos e inmigrantes, acompañados por los estudiantes, empiezan a poner el tono de la realidad italiana, y a mostrar que más allá de la Italia de derecha, xenófoba y racista, existe la Italia de los trabajadores, la de los inmigrantes, la de las minorías, que se está poniendo de pie, abriendo la posibilidad con la movilización y la tradición de lucha del movimiento obrero italiano de golpear al gobierno de Berlusconi y hacer retroceder su política reaccionaria y de ajuste, para que la crisis la paguen los capitalistas, los responsables de la crisis económica que sacude a la península.
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