El pasado 14 de marzo se realizó la primera vuelta de las elecciones regionales en Francia, en el marco de una elevada tasa de abstención (de alrededor del 53%). El presidente derechista Nicolas Sarkozy fue el gran derrotado de las elecciones, ya que su partido, la Unión por un Movimiento Popular (UMP) obtuvo sólo el 26,3% de los votos. Aunque la derecha trató de disimular el golpe, diciendo que por el carácter “local” de las elecciones no se podía sacar ninguna conclusión nacional, el resultado electoral no hizo más que confirmar el actual debilitamiento de Sarkozy.
Un gobierno golpeado
Sarkozy, como la mayoría de los jefes de gobiernos derechistas de la Unión Europea, había salido relativamente fortalecido de las elecciones europeas del año pasado. Como decía su brazo derecho, el ministro del Interior Hortefeux en junio de 2009, “el éxito [de la derecha en las elecciones europeas] se debe a dos motivos: el éxito de la presidencia [rotativa] francesa de la UE y las iniciativas que tomamos para luchar contra la crisis”. Sin embargo, más allá de los anuncios altisonantes de Sarkozy, autoproclamado paladín de la “moralización del capitalismo”, el desgaste natural de su gobierno después de tres años en el poder junto con la profundidad de la crisis y su incapacidad para frenarla erosionaron la base que el presidente había logrado forjarse en 2007. “Los franceses tienen miedo”, plantea un asesor de Sarkozy en Le Monde del 16/03, “no ven ninguna salida para el país y constatan la ineficiencia del sarkozysmo”.
El enfrentamiento judicial entre Sarkozy y Villepin, el ex Premier de Chirac, ya mostraba en los últimos meses que fracciones de la patronal y de la burguesía son cada vez más escépticas en relación a la capacidad “reformadora” del presidente y barajan la posibilidad de sostener otro candidato derechistas en las elecciones de 2012. Es muy probable que después de la segunda vuelta del 21 de marzo, en la que se prevé una amplia derrota de la derecha, Sarkozy ya no logre acallar las críticas que se multiplican dentro de su propio partido.
El significado del voto al PS, la consolidiación de “Europe Ecologie” y el buen resultado del racista Front National
A pesar de que el Partido Socialista venía de dos duras derrotas electorales en 2007 y 2009, en estas elecciones se transformó en el vehículo de expresión del descontento de amplios sectores con el gobierno de Sarkozy. Esto es lo que explica que haya obtenido casi el 30% de los votos, transformándose en el ganador de la primera vuelta con grandes posibilidades de triunfar en las 24 regiones en las que se divide el territorio nacional en la segunda vuelta. Sin embargo, esto no significa que el PS se haya recuperado de la crisis que arrastra desde 2002 luego de la experiencia del gobierno de la “gauche plurielle” de Lionel Jospin. En efecto, este resultado no expresa una adhesión renovada al PS de su base tradicional. Sectores de clase media en los que se apoyaba el PS desde la década de 1980, votaron la lista de Europe Ecologie (12,5%), una formación ecologista que va más allá de los Verdes y que agrupa, en torno a un programa pequeño burgués procapitalista, a personalidades tan disímiles como Daniel Cohn-Bendit, José Bové, el ex líder de los campesinos altermundialistas, o la jueza Eva Joly.
El “Front de Gauche” (Frente de izquierda, FdG), coalición a izquierda del PS que agrupa al PC, al Partido de Izquierda (PG) del ex ministro del PS Jean-Luc Mélenchon y sectores que vienen de la ex LCR, obtuvo un 6,1% de los votos, sin embargo, esta variante electoral, lejos de expresar una “izquierda radical”, como dicen algunos medios, se prepara para seguir cogobernando las regiones con el PS, integrando sus listas en la segunda vuelta.
En forma mucho más preocupante, un sector del electorado se volcó nuevamente al racista y reaccionario Front National de Le Pen, que demostró que podía renacer de sus cenizas. Con un 11,6% a nivel nacional, se afirma como el partido más votado entre los obreros y los jóvenes (22% y 17% respectivamente). Es preciso destacar que si bien la política antiinmigrante y racista del gobierno resultó ser una excelente ayuda para el FN, la votación a esta variante de extrema derecha expresa tendencias más profundas. En las dos regiones en las cuales el FN obtuvo sus mejores resultados -PACA (sureste), con un 23% y Nord-Pas-de-Calais (Norte), con un 18,3%-, esta votación es expresión a la vez de sectores racistas del electorado y de cierta desesperación en clave reaccionaria de sectores obreros, golpeados por la crisis y los cierres de empresas, que ceden a la propaganda populista del FN.
Los magros resultados del NPA y la crisis del proyecto de un partido amplio anticapitalista
Los dos principales partidos de extrema izquierda, el Nuevo Partido Anticapitalista (NPA) de O. Besancenot, y Lutte Ouvrière (LO) sacaron respectivamente el 2,5 % y el 1,1% de los votos (3,5% en total, un claro retroceso con respecto al 6,12% que obtuvieron en las elecciones europeas de 2009, y al 4,95% de las anteriores regionales de la lista común ex LCR-LO). Este resultado puede parecer paradójico a la luz de las luchas del primer semestre del año pasado y el “invierno de luchas” que conoció el país en los últimos meses con el movimiento docente, la lucha de los petroleros de Total, los secuestros de patrones que prosiguieron y la obtención de algunos triunfos como el de los obreros de Philips de Dreux que si bien lograron quebrar el lock out patronal en febrero, se encuentran en una situación precaria debido a la política abiertamente traidora del sindicato Force Ouvrière.
El pobre resultado electoral de la extrema izquierda, que reconocen tanto la dirección de LO como la del NPA, se debe a varios factores. En el caso del NPA la dirección decidió seguir la orientación de la derecha del partido, permitiendo que en función de las zonas las regionales del NPA pudieran presentarse autónomamente en las mismas listas que el FdG. Por otra parte, a nivel programático, la campaña se focalizó centralmente en temáticas vinculadas a las prerrogativas de los gobiernos regionales (transportes, ayudas públicas a las empresas, etc.), supuestamente con la peregrina idea de que hablar de estos temas quizás les permitiría obtener algún electo. Por lo tanto, la campaña electoral del NPA no tuvo como eje los problemas más acuciantes que golpean la clase trabajadora, los sectores populares y la juventud, como la desocupación, los cierres de empresas y los bajos salarios, elevando al terreno político las luchas en curso y presentando una plan obrero de salida a la crisis, en síntesis, postulándose como una real alternativa de clase frente al neoliberalismo en crisis de Sarkozy y el discurso reaccionario proteccionista y anti estado benefactor de Le Pen que cala en algunos sectores obreros desesperados.
Lejos de esto, casi inmediatamente después de conocerse los resultados, el NPA hizo un llamado a votar al centroizquierda en la segunda vuelta en regiones en las cuales el PS, que ya gobierna la mayoría de las regiones, lleva adelante la misma política procapitalista y propatronal que la derecha.
La campaña del NPA no logró movilizar franjas populares y obreras del electorado ni tampoco sirvió para que éste se arraigue más profundamente en los barrios populares y en las fábricas más expuestas a la ofensiva capitalista. Las elecciones demostraron que el proyecto de partido amplio anticapitalista sin una clara delimitación de clase y con un programa ambiguo no solo no entusiasmó a estos sectores, sino que tanto por derecha hacia el FG y, en forma más preocupante con la desmoralización de muchos militantes, está resultando estratégicamente un bluf, como demostró el lúgubre acto de cierre de campaña en París y sobre todo el rol insignificante del NPA en la oleada de conflictos aislados pero permanentes que recorre Francia (más allá de que uno de sus militantes dirige el sindicato combativo de CGT de Philips Dreux, lucha increíblemente ignorada por la dirección del NPA).
Por una perspectiva clasista y genuinamente anticapitalista
Llevar a cabo una política radicalmente distinta en la extrema izquierda francesa es una apremiante necesidad en la fase actual, en la que una probable derrota en segunda vuelta, pondrá al gobierno de Sarkozy bajo dos presiones contradictorias. Por una parte intentará proseguir con las reformas, pero en forma enlentecida. Es lo que anunció el mismo Sarkozy en una entrevista exclusiva al conservador Le Figaro en la víspera de la primera vuelta. Por otra parte está la posibilidad de que se vea forzado a redoblar los ataques como lo pide una fracción de la patronal. En este marco es más necesario que nunca luchar por la coordinación de las luchas avanzadas que se están dando actualmente para poder dirigirse a los millones de trabajadores que siguen confiando en las direcciones sindicales tradicionales y se movilizarán en la próxima jornada de acción nacional a favor del empleo y en contra de la reforma jubilatoria el 23 de marzo. Para llevar adelante esta perspectiva es necesario pelear por un programa verdaderamente revolucionario, lo que presupone combatir la actual política de las direcciones de la extrema izquierda francesa, el rutinarismo obrerista de LO por una parte y el oportunismo electoralista del NPA por la otra. Es una de las claves para que en el marco de la actual primavera de luchas en Europa, mientras la UE está enfrentando la “segunda etapa de la crisis”, estemos a la altura para empezar a revertir la actual relación de fuerzas con la burguesía en Francia.
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