En medio de una gran abstención electoral, donde uno de cada tres italianos no fue a votar, esta semana se desarrollaron elecciones regionales en Italia. Votó sólo el 63%, el porcentaje más bajo desde la fundación de la República en 1948.
A diferencia de las elecciones regionales de 2005, donde la centroizquierda se había impuesto en 11 regiones, en esta oportunidad retiene sólo 7, mientras que la derecha logra imponerse en 6 regiones.
Esta derrota de la centroizquierda adquiere mayor peso al darse en la capital industrial Turín y en Roma, la capital política, además de Campania (Nápoles) y Calabria (Catanzaro).
Pero realmente ¿quién ganó las elecciones? Más allá de las declaraciones grandilocuentes que acostumbra hacer Berlusconi, que él es gran triunfador de las elecciones, los resultados electorales muestran por un lado el cansancio de la población ante la centroizquierda (Partido Democrático) y centroderecha (Partido de la Libertad), que no logran atraer como hace años al conjunto de la población y vienen gobernando la península en forma alternativa sin poder sacar a Italia de la crisis en la que esta sumergida.
Esto se ve reflejado, por un lado, en el histórico abstencionismo y por el otro lado en el hecho de que el gran ganador haya sido el xenófobo y racista partido Liga Norte, que forma parte de la coalición de gobierno (a costa de un retroceso del Partido de la Libertad del mismo Berslusconi), siendo la Liga el único partido que mejora sus números, alcanzando votaciones históricas en Veneto (Venecia) y Lombardía (Milán), logrando con su candidato Roberto Cota un triunfo inédito en Piamonte (Turín), y con avances también en el centro del país.
Esto en sí mismo le plantea un problema importante al gobierno, que logra sortear estas elecciones regionales, contra muchos pronósticos que vaticinaban una derrota de la derecha como le sucedió recientemente a Sarkozy en Francia, en medio de escándalos de todo tipo por parte del mismo Primer Ministro y en medio de la crisis económica que abate al país. Pero la victoria electoral es gracias al fortalecimiento de la Liga Norte que torna más inestable la relación de fuerzas entre los distintos partidos que forman parte del gobierno, y no hay que perder de vista que el racismo de la Liga es no sólo con los inmigrantes sino que también con el sur del país.
La impotencia del Partido Democrático para enfrentar a Berlusconi, se manifiesta en que la abstención se dio principalmente en regiones de peso histórico de la izquierda italiana, producto de la política que ha llevado adelante este sector cuando fue gobierno a nivel nacional, y como gobiernos regionales, aplicando planes de ajuste, apoyando el envío de tropas a Irak y votando todo tipo de leyes contra los trabajadores y contra los inmigrantes.
Es más, es tan grande la crisis de la centroizquierda italiana que se la puede reflejar en las desmoralizadas palabras de Pierluigi Bersani unos de los principales dirigentes del Partido Democrático: “en el norte si quieren castigar a Berlusconi, votan a ….Bossi (líder de la Liga Norte)”.
El gobierno tiene por delante tres años sin elecciones, en los que intentará aplicar planes de ajuste que implican, por recomendación del FMI, entre otras medidas, reducción de gastos del estado en salud y jubilaciones, traspasándolos a las regiones y a las provincias en nombre de la “autonomía impositiva”.
Ahora bien, estas medidas tiene que aplicarlas un gobierno que no acaba de obtener un triunfo contundente, en medio de una gran abstención y que tiene que enfrentar una crisis económica que recorre al continente europeo y en la que está sumergida hace tiempo Italia.
Algunas importantes luchas que vienen llevando adelante los trabajadores italianos, destacándose la entrada en escena de los trabajadores inmigrantes, son la contracara del avance de la derecha racista, y también desde donde verdaderamente enfrentar la crisis que la burguesía imperialista italiana quiere hacer pagar a los trabajadores y el pueblo pobre.
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