La economía griega está entrampada. Una “espiral mortal hacia el default”, dice Paul Krugman. Cuanto más los capitales financieros internacionales sospechan que Grecia puede entrar en cesación de pagos, mayores intereses le cobran para proveerla de fondos. Mediante este mecanismo, la deuda que hoy alcanza el 113% del PBI crece de manera cada vez más acelerada, las posibilidades de pago se vuelven más dudosas con lo cual el precio de los bonos baja, el interés crece y el riesgo de default se hace más intenso. Luego del acuerdo incierto del 25 de marzo [1], días atrás, la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el FMI nuevamente han buscado, sin éxito, calmar a los mercados financieros internacionales respecto de la situación de Grecia. Delinearon un “plan de salvataje” más concreto en cifras que el anunciado previamente, aunque igualmente indefinido en los plazos y en las condiciones de su efectiva aplicación. Según el acuerdo, del que trascendió que sólo se llevaría a la práctica en caso de emergencia, los miembros de la eurozona aportarían el primer año 30.000 millones de euros (Alemania contribuiría con aproximadamente el 28%, seguida de Francia, Italia y España) a una tasa de interés del 5%, mientras el FMI aportaría 15.000 millones de euros a una tasa de alrededor del 3%. El anuncio, no obstante, si bien calmó levemente a los mercados por unos pocos días, no logró revertir la situación que, por el contrario, fue empeorando. Desde el mes de enero Grecia tomó prestados 25.000 millones de euros y tendría cubiertos sus vencimientos para el mes en curso. El problema es que debe afrontar vencimientos por 11.000 millones en mayo y por 40.000 antes de fin de año. En los últimos días los bonos a diez años que Grecia emite por su deuda llegaron a pagar 7,8% de interés, cifra récord que está por encima de la tasa que forzó el preacuerdo del Eurogrupo.
Grecia además vio desvanecerse la esperanza de colocar en Estados Unidos un bono diseñado para reunir parte de los fondos necesarios para afrontar los vencimientos de mayo, como también había fracasado hace un tiempo en el intento de obtener financiación en Asia. Frente a esta situación, en los últimos días Grecia solicitó oficialmente la “ayuda” ofrecida por la eurozona y el FMI. Actualmente se encuentra en Atenas una delegación de ambas instituciones, negociando las condiciones del “salvataje”.
Trabajo de pinzas
La histeria europea sobre las condiciones de un plan que anuncia en cuotas responde a múltiples factores. Entre ellos, ganar tiempo buscando imponer relaciones de fuerza más categóricas entre los grandes participantes de la zona euro. Aunque Alemania ha estado intentando mostrar al mundo quién manda realmente en la eurozona e impuso sus condiciones en la primera vuelta [2], se vio obligada a retroceder en el segundo acuerdo frente a las presiones de Francia e Italia. A la vez, desde el punto de vista de la política interna, el tiempo resulta una cuestión clave debido a que el 9 de mayo hay elecciones regionales en Alemania, donde existe una fuerte oposición de la población a otorgar cualquier plan de salvataje a Grecia. Pero más allá de estos factores el resultado consiste en un verdadero juego de pinzas sobre la economía griega. Cuanto más se atrasa la definición del “plan de salvataje”, más caro le cuesta a Grecia financiarse en el mercado de capitales y más se acerca al default. En estas condiciones, la tasa de interés altísima que le ofrece la eurozona se le vuelve “favorable” comparada con el interés que le exige el mercado. Así mientras los capitales financieros mundiales (fundamentalmente europeos - en primer lugar alemanes, y en segundo lugar franceses-) se garantizan tasas de interés superlativas por el dinero que le prestan, Grecia se ve obligada a arrodillarse cada vez más frente a las condiciones que Europa y el FMI le exigen a cambio de “ayuda”.
Con “ayudas” como ésta…
Durante el período de bonanza, los bancos alemanes, franceses y británicos financiaron el endeudamiento público y privado de Grecia, las multinacionales alemanas y francesas se fueron adueñando del mercado griego estimulando su déficit comercial y avanzaron entre otras cosas sobre el control de su red telefónica y energética. Frente al avance de la crisis van por mucho más. Ahora los miembros de la eurozona, piden a cambio del “rescate” que el gobierno griego privatice un conjunto de empresas estatales como la telefónica, los ferrocarriles y la estructura de lotería. ¿En qué consiste el “rescate”? Se trata de prestarle a Grecia fondos a un interés muy superior al que paga Alemania en el mercado (que obtiene fondos a un 3,5%) para que la República Helénica “honre sus deudas” con los piratas alemanes y franceses. Pero como los bancos alemanes y franceses son los mayores acreedores de Grecia, la operación consistiría en realidad en un rescate de sus propios bancos, cobrando encima un interés mucho más alto que el que pagarían en el mercado. Grecia además debería cederles por semejante favor, engranajes centrales de su economía. Esto significa un plan aún peor -si es que esto es posible- que la estafa del Plan Brady al cual fue sometida la Argentina y distintos países latinoamericanos en los años ‘90 de la mano del Consenso de Washington. Por su parte el FMI, a cambio de una tasa de interés menor exige, como advirtió su director general Dominique Strauss-Kahn, un proceso general de deflación, es decir, reducir aún más salarios y precios para que Grecia aumente su “competitividad”. En conclusión el FMI junto con el Eurogrupo y otros miembros de la Unión Europea por fuera de la zona del euro como Suecia, exigen además de la entrega de sectores claves de la economía griega al capital más concentrado europeo una reducción más profunda del déficit (que implica un estrangulamiento del empleo público -que cuenta con un millón de trabajadores- y de las jubilaciones), y un hundimiento de los salarios públicos y privados (se comenta que estarían exigiendo la abolición de los convenios colectivos de trabajo) para que Grecia, manteniéndose en los marcos del euro, consiga volverse “competitiva” frente a Alemania y Francia. De este modo obtendría el superávit comercial necesario para “honrar sus deudas”. El pequeño problema de esta genial estrategia es que Grecia durante sus once años de estancia dentro del euro fue convertida en cliente de Alemania y Francia, quienes estimularon persistentemente su déficit comercial alentando un progresivo proceso de desnacionalización de su economía. Dicho sea de paso, uno de los factores que permitieron a Alemania gran competitividad externa fue que durante los años ‘90 fue el país que más claramente mantuvo una política de reducción de costos salariales. Los salarios brutos nominales aumentaron 1% entre 1996-2006 en Alemania, mientras en el resto de la zona euro crecieron casi 2.8 % (Datos extraídos de La Jornada, 7-04-2010). Para que Grecia alcanzara los niveles de competitividad tan sólo en términos salariales, ya no de Alemania sino de Francia, debería reducir el costo laboral (es decir, bajar los salarios) un 25% (Les Echos, diario de negocios de París, 31-3-2010).
Grecia: un espejo
Grecia se está volviendo un caso testigo. Todos miran a Grecia y todos se miran en Grecia. El Eurogrupo y la Unión Europea con la complicidad del FMI han estado tirando, debido a sus propias debilidades, demasiado de la cuerda. El ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble, acaba de decir al semanario ‘Spiegel’ que “no podemos permitir que Grecia sea un segundo Lehman Brothers”. Las condiciones catastróficas de la economía griega ya están dejando trascender que su deuda impagable va a tener que ser reestructurada de algún modo. El problema es si esa “reestructuración” se va a producir de forma caótica como sucedió en Argentina en 2001 o de forma relativamente “ordenada” con la colaboración directa de los buitres alemanes, franceses y del FMI.
Si Grecia entra en default es muy probable que sea seguida por otros países que se encuentran en una situación similar como Portugal, Irlanda y peor aún España e Italia que, de conjunto, enfrentan vencimientos para el año en curso superiores a los 400.000 millones de euros. En una situación semejante la viabilidad del euro quedaría fuertemente cuestionada. Las contradicciones interestatales que durante un período de relativa “bonanza” fueron subsumidas bajo relaciones imperialistas un tanto light, en época de crisis se ponen de manifiesto de forma descarnada. Las desigualdades entre estados ya no pueden cohabitar bajo la fórmula de la moneda única, el euro, y bajo la falacia del “supraestado” europeo. Pero si Grecia acepta todas las condiciones y si el “rescate” finalmente se concreta es muy probable que se produzca un salto en la lucha de clases que también arriesga ser contagioso. Sería otra vía por la cual el euro y el “supraestado” europeo se verían seriamente cuestionados. Grecia está frente a una encrucijada profunda. Las variantes que le ofrecen tanto los capitales financieros internacionales como los Estados imperialistas europeos y el FMI, la conducen invariablemente hacia una tragedia moderna. La disyuntiva de Grecia se plantea entre la tragedia del capital y el desarrollo de la lucha de clases en el camino de la revolución obrera y socialista.
Pero mucho más allá de Europa, en el lejano espejo griego también se ven reflejados otros “grandes”, como EE.UU. Consejeros del gobierno de Obama como Paul Krugman miran a Grecia y sufren…porque cuanto más se agrava la crisis griega más temen, debido a que más al desnudo queda la vulnerabilidad del propio endeudamiento norteamericano. Más temen entonces que se impongan los “halcones partidarios del dinero escaso”, es decir, los que están por aumentar las tasas de interés que, si se imponen, como dice Krugman “puede pasar cualquier cosa”. La economía capitalista mundial esquivó una depresión gracias al salvataje casi inmediato de los estados. Pero ahora, éstos, habiendo sólo pateado la crisis para adelante, se convirtieron en el blanco principal. Estamos frente a los primeros elementos de un nuevo capítulo de la crisis económica internacional [3] que es aquel de la crisis de la deuda pública, y Grecia es el espejo en el que, más allá de los tiempos en los que este episodio se desarrolle, todos se ven reflejados.
|