A un año de su nombramiento al mando de las tropas de Estados Unidos y la OTAN en Afganistán, el General McChrystal fue despedido por el presidente Obama y reemplazado por el General David Petraus, actual jefe del Comando Central.
El desplazamiento de McChrystal, ocurrido tras la publicación de una extensa nota en la revista Rolling Stone con declaraciones explosivas y ofensivas de McChrystal y sus colaboradores más cercanos en el mando de las operaciones en Afganistán, contra prácticamente todo el equipo de seguridad nacional, el vicepresidente Joe Biden, el asesor de seguridad nacional James Jones (quien es definido como un “payaso”, el embajador Karl Eikenberry, el enviado especial Richard Holbrooke y hasta el propio Obama.
Si bien la nota no expresa diferencias estratégicas, lo que queda claro es que para los militares esta es una guerra inganable, y que la “única forma de ganar en Afganistán es redefinir el fracaso como victoria” (Washington Post, 23-6).
La dimensión del acontecimiento llevó a los medios locales a comparar la situación con el desplazamiento del General McArthur cuando hizo públicas sus diferencias con el presidente Truman en la guerra de Corea, hace 60 años.
El tono escandaloso de las declaraciones precipitó la caída de McChrystal y dejó al descubierto la profunda crisis por la que está atravesando la ocupación militar de Afganistán, que se transformó en la guerra más larga de la historia norteamericana, superando a la guerra de Vietnam.
Estrategia fallida
Las discusiones que precedieron a la nueva estrategia para Afganistán dejaron al descubierto las profundas diferencias entre la Casa Blanca y el Pentágono, bajo el mando de Robert Gates, sobre el manejo de la guerra.
En diciembre de 2009, Obama adoptó la estrategia de “contrainsurgencia” de McChrystal: ordenó el envío de 30.000 soldados adicionales (llevando a más 100.000 el número de soldados estadounidenses en Afganistán, a los que suman unos 50.000 de otros miembros de la OTAN y mercenarios) y le dio su aval al gobierno de Karzai -que ya había perdido el favor de Washington- surgido de un escandaloso fraude electoral. A cambio comprometió al mando militar una revisión de esta estrategia en diciembre de 2010 y el comienzo del retiro de las tropas en julio de 2011.
La estrategia de Obama y McChrystal contemplaba, además, un involucramiento cualitativo de Pakistán para combatir a los talibán en la zona fronteriza, y un plan político de reforzar el corrupto gobierno de Karzai, con quien McChrystal había construido excelentes relaciones, al punto de nombrar miembros en su gabinete, y de desplazar a los talibán de las provincias del sur y establecer gobiernos títetere de las fuerzas de ocupación.
La reconquista de la ciudad de Marja en la provincia de Helmand, que supuestamente iba a ser la primera batalla de este nuevo experimento, terminó en un desastre, al punto que McChrystal lo definió como una “úlcera sangrante” para la guerra. Esta pequeña ciudad de apenas 35.000 habitantes, fue invadida a mediados de febrero por 15.000 soldados de la ISAF. Pero a pesar de esa sobresaturación y de un combate que se prolongó por meses, fue imposible para las tropas de ocupación imponer un gobierno propio e impedir el retorno de los talibán.
El elevado número de bajas -34 entre tropas de la OTAN y de Estados Unidos- en sólo los primeros días de junio, llevaron a postergar el intento de captura de Kandahar, en manos de la talibán, al menos hasta septiembre.
En el plano político, a pesar de que la administración Obama aceptó sostener al gobierno de Karzai, éste no confía en que Estados Unidos sea capaz de ganar la guerra y ha definido seguir con su política de negociación con los talibán. El último gesto desafiante de Karzai fue el despido de los dos ministros del área de defensa más abiertamente pronorteamericanos, que habían llegado al gabinete a sugerencia de McChrystal.
El Pentágono trató de disimular tantas malas noticias anunciando el hallazgo de yacimientos minerales por un valor de “un billón de dólares”, buscando una justificación económica y estratégica para la guerra. Sin embargo, la “noticia” llega con algo de atraso, teniendo en cuenta las inversiones de Rusia, India y principalmente China en la minería afgana, por lo que conservan buenas relaciones con el gobierno de Karzai.
Resistencia
La crisis de la ocupación imperialista en Afganistán muestra que lo que deben enfrentar las tropas de la OTAN no son terroristas alienados, sino una extendida resistencia nacional contra las tropas de ocupación, a pesar del carácter completamente reaccionario de los talibán.
En Estados Unidos la guerra de Obama se está volviendo cada vez más impopular. Según una encuesta de Washington Post de principios de junio, la oposición a la guerra ya alcanza una mayoría del 53% de la población norteamericana, que ve que mientras sufre una desocupación histórica, el gobierno de Obama gastará casi un billón de dólares para perseguir sus objetivos imperialistas.
Igual que en Vietnam, la “guerra buena” de Obama se está transformando en un pesadilla para el imperialismo norteamericano.
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