La revelación de la masacre de Haditha generó un estado de conmoción en la escena internacional. Haditha es un pequeño poblado que concentra núcleos de la resistencia sunita en lucha contra las tropas de ocupación imperialistas. Pero en noviembre del año pasado, las tropas norteamericanas resolvieron hacer una demostración de fuerza y ejecutaron a 24 personas indefensas en un escenario dantesco, donde entre otros figuran niños con las cabezas agujereadas de balas, un anciano en silla de ruedas y hasta dos pasajeros de un taxi que pasaba por el lugar. La premeditación y alevosía de los asesinatos no pudo ser tapada con los apenas U$2500 que pagaron las autoridades por cada una de las víctimas con el objeto de comprar el silencio. Desde ya que no fue un hecho aislado. Sólo hace pocos días, las tropas asesinaron a una mujer embarazada que intentaba llegar al Hospital de Samarra para dar a luz, mientras el Pentágono absolvía a los cuatro marines acusados de encabezar la matanza de Ishaqi, una aldea en las afueras de Bagdad, donde resultaron asesinados once civiles, tras bombardear la propiedad para borrar todo rastro de evidencia. Las vejaciones y torturas cometidas en la cárcel de Abu Ghraib parecen ser superadas día tras día por la prepotencia criminal de las tropas anglo-norteamericanas. Si bien la prolongación indefinida de la ocupación neocolonial comenzó a producir fatiga y desgaste en las 150.000 tropas norteamericanas estacionadas, Bush y los suyos decidieron contrarrestar esa tendencia acelerando la rotación de efectivos y reclutando a los pandilleros de las bandas de criminales más peligrosas de EE.UU (Página/12, 4/06/06).
La saña criminal de los hechos de Haditha adquirió tal magnitud que Nuri al Maliki, primer ministro iraqui, declaró que los asesinatos perpetrados contra civiles son “un fenómeno cotidiano” pues la vida de los iraquíes “vale menos que la de los perros”. Hasta el propio Bush se vio obligado a dejar de lado la retórica de la cruzada antiterrorista, y solicitó a las tropas que respeten la vida de los civiles iraquíes, en tanto afirmó que se abriría una investigación exhaustiva.
Si bien los 6000 muertos arrojados en el asalto a Fallujah y el total de más de 150.000 víctimas registradas muestran cifras aterradoras, la masacre de Haditha es considerada el “crimen de guerra” más grave en los tres años de ocupación militar. Destacados analistas compararon la matanza de Haditha con la matanza de My Lai, producida en 1968 durante la guerra de Vietnam, cuando las tropas norteamericanas mataron a más de 500 campesinos desarmados, entre ancianos mujeres, niños y bebés. Este acto genocida fue encubierto por el gobierno norteamericano, particularmente por Colin Powell, ex-secretario de defensa de Bush, que en ese entonces lideraba el pelotón de asesinos.
Sin embargo, un año más tarde la prensa dio con la verdad. Fue entonces que la población norteamericana cambió decididamente su percepción respecto de la guerra, movilizándose en las calles contra el gobierno de Nixon y exigiendo el retiro de las tropas, marcando así el principio del fin de la intervención imperialistas en Vietnam. ¿Será Haditha el My Lai iraquí? Si bien My Lai provocó un cambio en la opinión pública de aquel entonces, este escándalo se produce en momentos que la mayoría de la población estadounidense se opone a la guerra en Irak y cuestiona al gobierno de Bush. Haditha engrosa la vergonzosa lista de abusos, atropellos y crímenes de guerra cometidos por el imperialismo.
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