El lunes 5 varios estados de la India se vieron completa o parcialmente paralizados en una convocatoria realizada por los principales partidos de oposición al gobierno contra la quita de subsidio a los combustibles y contra la carestía de la vida que provoca la inflación de dos dígitos que pegó un salto con la irrupción de la crisis mundial a fines de 2008.
La “bandh”, como se conoce a este tipo de medida de fuerza convocada por partidos políticos, se hizo sentir muy fuerte en los estados gobernados por los partidos convocantes, afectando sobre todo al transporte público, trenes, transporte aereo, escuelas, universidades y comercios, aunque también se sintió en ciudades gobernadas por el oficialismo. El gobierno desplegó un operativo policial impresionante sobre todo en Delhi con más de 70.000 policías y personal de seguridad, deteniendo a más de 4.000 manifestantes, según el Hindustan Times.
El paro fue convocado fundamentalmente por el BJP (Partido Popular Indio), principal partido de oposición de orientación de derecha nacionalista hinduista y líder de la Alianza Democrática Nacional que gobernó entre 1998 y 2004, y por el Partido Comunista de India (CPM), aliado del Partido del Congreso hasta 2008 y ahora líder del Frente de Izquierda, que gobierna en importantes estados. Es importante notar que por lo general, los sindicatos indios están divididos según líneas políticas, es decir, responden a algún partido político [1].
Más allá de la necesidad de estos partidos de recuperar base popular para revertir el retroceso electoral del año pasado, la extraña confluencia entre la derecha y la izquierda del régimen en esta jornada puede haber sido empujada por la necesidad de descompresión de la bronca de los trabajadores y el pueblo pobre ante la posibilidad de desbordes, dinámica que no está para nada descartada considerando la perspectiva de profundización del ajuste pregonada por el gobierno, los antecedentes de duras luchas obreras a lo largo y ancho del país durante el año pasado [2] y la situación regional de emergencia de sectores nuevos del proletariado, como hemos visto en China y Bangladesh recientemente [3].
Paralelamente, el avance de la guerrilla naxalita con base en el campesinado de la zona céntrica viene asestando duros golpes a las fuerzas policiales, lo que ya provocó la renuncia (no aceptada) del ministro del interior. Más allá de la estrategia y los métodos de su dirección maoísta, expresa el hartazgo y efervescencia del pueblo pobre en amplias zonas rurales miserables. Al cierre de esta edición se desarrollaba una “bandh” naxalita convocada por 48 horas en su zona de influencia [4].
Manmohan Singh, el primer ministro indio, viene piloteando un segundo mandato luego de haber realizado una muy buena elección el año pasado. Con una orientación pronorteamericana en la política exterior, Singh fue el ejecutor de las políticas neoliberales de los ’90 que permitieron un altísimo crecimiento de la economía sobre la base de la superexplotación y hambre de millones de indios. En este nuevo escenario de crisis internacional de magnitud histórica, su segundo mandato se encuentra con una economía nacional “emergente” en desaceleramiento, exportaciones en retroceso e inflación creciente. Fiel a su tradición neoliberal, ha anunciado un plan de privatizaciones y reestructuraciones que alcanzaría a cientos de empresas del estado, con 100.000 “retiros voluntarios” solo en la compañía de teléfonos, plan complementado demagógicamente con una miserable política de reparto de trabajo de supervivencia, tirando migajas donde la miseria azota a millones de pequeños campesinos arruinados y otro tanto de pobres urbanos.
La medida de fuerza llamada por el BJP y por el PC no tiene la menor perspectiva de continuidad que se plantee derrotar verdaderamente la política de Singh de que la crisis la paguen los trabajadores. La clase obrera india tiene planteado romper con sus direcciones nacionalistas que solo dividen a la clase obrera según su religión y con su histórica dirección del Partido Comunista, que ha gobernado durante años codo a codo con el Congreso, siendo cómplice de sus políticas neoliberales y avalando el capitalismo hambreador de uno de los países con mayor pobreza del mundo. En fundamental avanzar en la organización de la vanguardia obrera en forma independiente de la burguesía, que se plantee ofrecer una salida revolucionaria, obrera y socialista a los millones de trabajadores pobres urbanos y rurales, junto a la clase obrera china, bengalí, pakistaní y de toda Asia.
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