Paso a paso…
Raul recordó las palabras del vicepresidente primero José Ramón Machado, que en el discurso oficial del 26 de julio (donde no hablaron Raúl ni Fidel) dijera, “paso a paso, al ritmo que decidamos, sin improvisaciones ni precipitación, para no equivocarnos y dejar atrás definitivamente los errores o medidas que no convienen a las condiciones actuales” defendiendo así el gradualismo en la aplicación de reformas.
La falta de concesiones por el imperialismo norteamericano y europeo luego de que se liberara a los reclusos políticos parece haber postergado por ahora la posibilidad de un salto decisivo en una “vía cubana a la restauración capitalista” al no tener ninguna garantía de que cediendo a las presiones imperialistas los intereses básicos de la burocracia serían preservados. Sin embargo, la agudización de la crisis económica cubana a consecuencia de la baja en las exportaciones de níquel,remesas e ingresos por turismo, y las dificultades de Venezuela, agrava las disputas internas en la burocracia, y fuertes sectores quieren acelerar la “apertura” mientras que se levantan algunas voces críticas dentro del propio PCC preocupadas por el rumbo económico y el deterioro del régimen.
Para poner límite a ese disenso Raúl reivindicó que “la unidad (…) entre la dirección de la Revolución y la mayoría del pueblo es nuestra más importante arma estratégica.” Entre tanto, en los últimos días Fidel declaró que se sentía “totalmente restablecido” y multiplicó sus apariciones públicas y aunque no apoyó directamente las medidas, dejó dirigir a Raúl sin hacerle sombra con su presencia en actos como el de la Asamblea Nacional, dando señales de que la dirección histórica permanece unida a pesar de sus divergencias para reforzar su arbitraje sobre las distintas alas de la burocracia.
Pese a la reafirmación discursiva del socialismo por Raúl y a declaraciones como las del ministro de Economía y Planificación, Marino Murillo ante la Asamblea Nacional, de que en la “actualización” del sistema económico que estudia el Gobierno “seguirá rigiendo la planificación centralizada” y la propiedad estatal, el rumbo lo marcan las concesiones al capital internacional como las tratativas para construir 16 complejos turísticos con campos de golf y viviendas a vender a extranjeros (política iniciada en los 90 y congelada desde hace años).
Contra-reformas laborales
Raúl anunció que se recortará en gran escala el empleo estatal en un plan de tres años, mientras que se reducirá el subsidio al desempleo (garantía salarial): “En una primera fase, que planificamos concluir en el primer trimestre del próximo año, se modificará el tratamiento laboral y salarial a los trabajadores disponibles e interruptos (sin trabajo) de un grupo de organismos de la administración central del estado, suprimiendo los enfoques paternalistas que desestimulan la necesidad de trabajar para vivir y con ello reducir los gastos improductivos, que entraña el pago igualitario, con independencia de los años de empleo, de una garantía salarial durante largos períodos a personas que no laboran.” Según el gobierno, “sobran” 1,3 millones en la plantilla estatal, casi un tercio de la fuerza laboral de 4.950.000 personas, de los cuales el 90% son empleados por el Estado mientras que hoy apenas unas 150.000 personas trabajan independientemente.
Además se legalizarán mayores espacios para el autoempleo, microempresas y cooperativas, y la contratación privada de asalariados (algo limitado hasta ahora al sector agrícola): “Ampliar el ejercicio del trabajo por cuenta propia y su utilización como una alternativa más de empleo de los trabajadores excedentes, eliminando varias prohibiciones vigentes para el otorgamiento de nuevas licencias y la comercialización de algunas producciones, flexibilizando la contratación de fuerza de trabajo.” Estas son dos caras de una misma política destinada a aliviar el presupuesto fiscal y que apunta a disciplinar la fuerza de trabajo y acostumbrarla, bajo el temor al desempleo y la competencia salarial, a las condiciones de un “mercado de trabajo” capitalista suprimido en Cuba desde la revolución pero que sería esencial en un proceso de restauración. De hecho, las medidas socavan abiertamente el pleno empleo y la prohibición de explotar trabajo asalariado por particulares, dos conquistas sociales muy importantes de la revolución.
Es la burocracia y no el obrero el responsable de la baja productividad
“Hay que borrar para siempre la noción de que Cuba es el único país del mundo en que se puede vivir sin trabajar” afirma Raúl, celebrando por adelantado “la trascendente contribución al mejoramiento de la disciplina social y laboral que emana de la aplicación de estas medidas”. Pero el responsable de la baja productividad no es el trabajador ni el igualitarismo social que habría vuelto “flojos” a los obreros cubanos. La economía cubana es atrasada y poco industrializada, por lo que la productividad laboral es baja por razones estructurales, pero la desastrosa gestión burocrática, contribuye a deprimirla aún más, despilfarrando los recursos, saboteando la planificación y sembrando desorganización, desidia y corrupción, mientras excluye a los trabajadores de la toma de decisiones que afectan su labor, a la empresa y al país entero, disminuyendo el salario a una miseria que aún con cartilla de racionamiento es insuficiente para vivir, lo que empuja a muchos a las más variadas formas, legales o no, de “resolver” las necesidades cotidianas en contraste con la buena situación de los cuadros y gerentes, con lo que se fomenta el escepticismo y una “doble moral” corrosiva.
Una estudiosa cubana (que parece tener una visión de autogestión empresarial) [1] cita algunos ejemplos de que“se da el grave hecho de que los salarios no alcanzan para satisfacer las necesidades básicas. Por esta situación, como expresó un directivo, ‘los trabajadores vienen con todos sus problemas y los descargan aquí’. Ellos no están motivados para trabajar a sus niveles óptimos de productividad porque no ven valor en el salario”. Es común que las empresas “reciban solo una parte de los recursos financieros contemplados en el plan, y que ello ocurra ya avanzado el segundo semestre del año. Aunque generalmente se cumplen las entregas de materias primas definidas en el plan, esto no ocurre siempre en el tiempo requerido, perdiéndose así posibilidades de ventas que no pueden ser recuperadas. Irónicamente, esta inestabilidad en el acceso de las empresas a los recursos productivos es un problema que ellas sufren en un sistema de mercado y la planificación debería resolver”.
La gestión burocrática “no permite que se tengan en cuenta los criterios de los trabajadores, las particularidades de las empresas, sus requerimientos, sus interdependencias con otras medidas, ni sus efectos no previstos”. Las medidas anunciadas por Raúl no tocan a la burocracia y sus privilegios pero entrañan un grave ataque al proletariado cubano, mientras favorecen a los nuevos ricos y sectores medios que puedan aprovechar en su beneficio la mano de obra “liberada” del Estado.
Por un plan de los trabajadores
Raúl prepara reuniones con la cúpula de la CTC para alinear a los sindicatos en la ejecución de estas medidas e impedir que surja el descontento de las bases. Pero el rol de los sindicatos debería ser rechazarlas y levantar las reivindicaciones obreras.
Ni látigo burocrático, ni autogestión de los gerentes, ni reformas procapitalistas. Hace falta un plan obrero ante la crisis cuyo objetivo inmediato debería ser preservar las fuerzas de la clase trabajadora cubana, base social fundamental en el Estado surgido de la revolución y fuerza clave para la defensa y superación de sus conquistas. Y para esto, hay que atacar los privilegios y prebendas de la burocracia, y junto con eso, reforzar sistemáticamente el fondo de salarios y encarar un plan de industrialización que permita redistribuir mejor la fuerza laboral y elevar la productividad.
El control obrero colectivo sería una formidable palanca contra la corrupción y el despilfarro burocráticos y prepararía el camino para la revisión general del plan en función de los intereses de los trabajadores y la revolución, disminuyendo al mínimo compatible con el restablecimiento de la salud de la economía nacionalizada la desigualdad en los ingresos y las concesiones al mercado y al capital extranjero.
Ni partido único, ni parlamentarismo burgués. Democracia obrera revolucionaria
Medidas como las anteriores son imposibles sin acabar con el asfixiante control de la burocracia sobre los sindicatos, negando a los trabajadores una participación real en la toma de decisiones económicas y políticas a todo nivel. Hay que imponer la más amplia libertad de organización para el movimiento obrero y de masas, expulsando a la burocracia de las organizaciones de masas que conservan vitalidad o creando otras nuevas sin tutela estatal, lo que incluye la legalidad para aquellas tendencias políticas que defiendan a la revolución. Contra la cínica política de la “disidencia” y la Iglesia que actúan al servicio de la linea de contrarrevolución democrática de Estados Unidos y la Unión Europea, y al mismo tiempo que denunciamos el criminal bloqueo yanqui y toda injerencia imperialista, afirmamos que hay que acabar con el asfixiante y represivo régimen de partido único, pero imponiendo con la movilización y autoorganización de los trabajadores una democracia obrera revolucionaria, es decir, un nuevo poder basado en los consejos de obreros y campesinos. Sólo un programa de revolución política (incluidas aquellas tareas sociales contra los enclaves “de mercado” y del capital extranjero ya implantados) puede salvar a la isla del peligro de la restauración capitalista y la recolonización yanqui. Combatir en esa perspectiva implica estrechar lazos entre los trabajadores de todo el continente y de Cuba, independientemente de la burocracia y sus amigos chavistas y populistas, y contra el enemigo común imperialista y sus agentes, hasta consumar por vía revolucionaria una Federación de Repúblicas Socialistas de América latina.
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