Hace un año estábamos en la lucha de Kraft, que fue testigo para la clase obrera argentina. Enfrentamos enemigos poderosos, una de las principales multinacionales de alimentos del mundo, la Embajada yanqui, la burocracia de Daer y al gobierno que nos reprimió salvajemente. Pero no pudieron derrotarnos. Expresamos un proceso profundo, de odio de los trabajadores a una burocracia corrupta y contra las condiciones de los ’90 que impusieron las patronales. Cuando ganamos la comisión interna, mostramos que los trabajadores reconocen a los que luchamos hasta el final y no cedemos ante el Ministerio de Trabajo del gobierno y sus actas de “paz social” como los que mostraron ser clasistas truchos.
Hemos organizado dos numerosos encuentros de los delegados y comisiones internas combativas de la zona norte del Gran Buenos Aires. El primer encuentro fue el puntapié para una alternativa en la lucha salarial de las paritarias, de donde salió el reclamo del 35% de aumento, una bandera para miles en todo el país contra los topes de la burocracia y el gobierno; y junto a ello la pelea por recuperar comisiones internas y sindicatos para echar a la burocracia que contiene la fuerza obrera. Esta bandera está ahora siendo retomada por los trabajadores del subte, varios aquí presentes como el compañero Dellecarbonara, que salen otra vez al paro esta semana por el salario y el reconocimiento de su sindicato. En el segundo encuentro abordamos la lucha de los tercerizados con la presencia de los ferroviarios del Roca que cortaron las vías y conmovieron la opinión pública con la demanda de igual trabajo igual salario, poniendo en el tapete la lucha contra la precarización. Nos preparamos para un Gran Encuentro Nacional en noviembre, con nuestros hermanos de Zanon, del sector clasista del subte, con los ferroviarios que están luchando contra las tercerizaciones, y con tantos otros que somos parte de lo que se llama el “sindicalismo de base”.
La lucha de la clase obrera no es sólo sindical sino por terminar definitivamente con la explotación de los capitalistas. Promovemos la independencia política de los nuevos delegados y organizaciones de lucha, tanto de este gobierno que paga la deuda externa para darle créditos a los grandes empresarios de la industria y también de la oposición que se mostró del lado de la oligarquía del campo que pide menos impuestos y tienen a los peones rurales en las peores condiciones. Resulta que algunos que nos atacaban por sectarios por querer poner en pie un movimiento clasista, ahora van, como algunos dirigentes del subte, detrás de la lista de los burócratas kirchneristas de la CTA como Yasky y otros van con los que apoyaron a las patronales agrarias como De Gennaro.
Todavía no nos ha tocado enfrentar luchas tan agudas como las que debió protagonizar Trotsky o como las que hubo en los ’70. Pero el gran desafío que tenemos es prepararnos desde ahora para esos grandes acontecimientos. Y para eso es preciso que consideremos cada huelga como una “escuela de guerra” como decía Lenin. En toda fábrica existen compañeros que se mantienen organizados más allá de si hay lucha o no.
Nosotros los llamamos “el activismo”. Nos proponemos que ellos estén organizados como el “ejército permanente” de nuestra clase, los compañeros con los que se puede discutir y planificar acciones cuando sea necesario, y que en las asambleas juegan un rol decisivo para ganar al conjunto de la base. Para esta organización de un ejército de activistas obreros son importantes los Encuentros de Trabajadores. Imagínense si podemos poner en pie 50 o 100 comisiones internas como la de Kraft y sindicatos como el Ceramista, en todo el país! Esto es central para la formación de un verdadero estado mayor de la clase obrera, sin el cual no podremos llegar a la victoria.
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