El 1 de septiembre estalló una revuelta popular en Mozambique que duró 3 días y en la que hubo 13 muertos, cerca de 300 heridos, más de 140 arrestos y 2,5 millones de euros de daños. Las manifestaciones se produjeron contra el aumento del costo de la vida registrado en los últimos meses. La gota que hizo desbordar el vaso fue el aumento de 30% del precio del pan, que es el último de toda una serie de aumentos en los precios de diferentes bienes y servicios: arroz, combustible, electricidad, agua. Esto se suma a una devaluación de 25% de la moneda local, el metical (MT). Durante los tres días de manifestaciones, varios comercios fueron saqueados y destruidos; autos, autobuses y “chapas” (combis colectivas) incendiados; un vagón de maíz y otro de cemento saqueados. Mientras escribimos este artículo el gobierno de Mozambique ha anunciado, a contramano de sus anuncios previos de que las medidas eran “irreversibles”, que revertirá los aumentos mediante un subsidio al trigo; la anulación del aumento de la factura de electricidad para los que consuman menos de 100kwh y un aumento reducido para los que consuman entre 100 y 300 kwh por mes; el mantenimiento del precio de la factura mensual del agua también para los que tengan un consumo reducido, entre otras medidas. Aunque aun es necesario ver cómo se efectivizará el anuncio, es por el momento un importante revés para el gobierno que debió retroceder –al menos parcialmente- en su política de descargar sobre el pueblo pobre y trabajador las consecuencias de la crisis económica.
La revuelta fue protagonizada esencialmente por la población pobre de los barrios periféricos de la capital de Mozambique, Maputo, y su carácter fue bastante espontáneo, ningún aviso de huelga o “manifestación pública” estaba previsto para ese día. Al igual que las “revueltas del hambre” de febrero 2008, los mensajes de texto SMS anónimos llamando a protestar el 1/9 y el boca en boca jugaron un rol importante. Es así que la ciudad estuvo completamente paralizada, las instituciones públicas permanecieron cerradas, las rutas bloqueadas por barricadas y gomas quemadas, varios postes de luz y transformadores destruidos, ningún tren circuló y los aeropuertos estuvieron bloqueados; la Feria Internacional de Maputo (FACIM) que “tiene como objetivo atraer las inversiones” también fue afectada.
La reacción del gobierno la del FRELIMO (Frente de Liberación de Mozambique) liderado por Armando Guebuza, fue bestial. La policía reprimió duramente a los manifestantes usando gases, balas de goma y reales, lo que causó cientos de heridos y varios muertos, entre ellos, un niño de 12 años que volvía de la escuela y fue abatido con un tiro en la cabeza. Según diversas fuentes, la policía solo habría utilizado balas de plomo “porque se le acabaron las balas de goma”. Pero el propio vocero de la policía, Pedro Cossa, afirma que “los oficiales solo hicieron su trabajo: nuestros reglamentos fueron aplicados y la policía siempre utilizó balas reales, ella intentó restablecer el orden público y la seguridad publica. Si las personas continúan comportándose como lo han hecho hasta el momento, es evidente que la policía no se quedará en las comisarías” (RFI, “Mozambique: une manifestation contre la vie chère tourne au drame”, 1/9). Esta violencia por parte de la policía hizo con que la bronca aumentara entre los manifestantes que volvieron a protestar el día siguiente al grito de “asesinos” y lanzaron consignas contra el presidente: “Ayer, las emisoras de TV privada mostraban en varias rutas al pueblo derribando paneles metálicos de propaganda electoral que el FRELIMO insiste en mantener a través de toda la ciudad después de casi un año del último acto electoral. La población derribaba esos carteles con la foto de Guebuza [actual presidente], en acciones sin precedentes. En otros casos, sin derribar los paneles, los apedreaban. Varios ciudadanos en diálogo con una de las estaciones televisivas (…) llegaron a decir incluso que si Guebuza no tiene soluciones es mejor que se vaya” (CanalMoz, “Os preços não vão baixar”, 3/9).Una “pobreza absoluta”
En un país en donde el desempleo supera el 20%, cínicamente el gobierno declaraba en medio ante la intensificación de las protestas que los aumentos de precios eran “irreversibles” y que solo “el trabajo de todos y la productividad” pueden ayudar a salir de “la pobreza absoluta” y que es en ese sentido que trabaja el gobierno con su Plan Quinquenal. La realidad es que el pueblo de Mozambique se encuentra sumergido en esa “pobreza absoluta” y que el FRELIMO, que en sus principios adoptaba un discurso “socializante” y ahora aplica una política de gobierno ultra neo-liberal, en el poder desde 1992, no es capaz y no quiere dar respuestas a sus necesidades más acuciantes.
En efecto, Mozambique es uno de los países más pobres del continente y del mundo: “de acuerdo con los cálculos de las Naciones Unidas, 46,8% de la población mozambiqueña soporta condiciones de vida que no llegan a mínimo considerado necesario para escapar a la pobreza extrema. Este número, definido por la ONU como Índice de Pobreza Humana, coloca a Mozambique en el puesto 127 sobre un total de 135 países analizados. (…) Contribuyen a esto resultados muy negativos de indicadores como el acceso al agua potable, un privilegio del que goza a penas 42% de mozambiqueños (…) El PBI per cápita de Mozambique es todavía de 1083 dólares (…) un valor casi tres veces inferior al promedio del continente africano y cuatro veces inferior al registrado en Sudáfrica” (Público.pt, “Moçambique: Quase metade da população vive em pobreza extrema”, 2/9). A esto hay que agregar que Mozambique es completamente dependiente de las importaciones provenientes sobre todo de Sudáfrica (el caso del trigo es un ejemplo flagrante: 98% del trigo consumido en el país es importado). Esto lo hace totalmente vulnerable a las fluctuaciones de los precios internacionales, lo que afecta duramente a las masas trabajadoras. Actualmente, esto se ve claramente con el precio del arroz, alimento de base en Mozambique: “un saco de arroz de 25 kg vale ahora 2.000 MT, es decir 40 euros. Es una inversión casi imposible en un país en donde cerca de 90% de la población vive con menos de 2 euros por día” (RFI, “Violentes manifestations contre la vie chère dans la capitale du Mozambique”, 1/9).
Con el agravamiento de la crisis económica mundial y la especulación en los mercados de productos agroalimentarios, este tipo de revueltas puede tender a multiplicarse en países afectados por índices de pobreza escandalosos, como ya lo vimos en 2008 con las “revueltas del hambre”. En efecto, como dice el antropólogo portugués Paulo Granjo, especialista en Mozambique: “el sentimiento que se instala en los barrios populares del Gran Maputo es el de una incerteza global en cuanto al futuro y a la propia subsistencia y, frente al poder político, la sensación de que sus dificultades se vuelven irrelevantes para los poderosos y que no existen canales por donde sus necesidades o protestas puedan ser canalizados. Esta situación y visión permiten que motines como los de ayer puedan ser percibidos como la única forma válida de protesta. Y que éstos puedan repetirse siempre que una nueva medida política amenace su subsistencia, mientras ven desfilar delante de ellos lo que consideran ostentaciones de riqueza y desigualdad” (Público.pt, “Razão e o sentido de dois motins”, 2/9). A pesar del carácter bastante espontaneo, desorganizado y hasta desesperado de estas revueltas, esto puede estar indicando el inicio de un reflejo a la acción directa de estas masas sometidas a la miseria que de “víctimas pasivas” pueden pasar a ser “sujetos activos” en lucha contra las penurias y miserias que los capitalistas quieren imponerles.
|