El gobierno colombiano anunció que el ataque a un campamento de las FARC en el Putumayo, causó más de 20 bajas guerrilleras, entre ellos, el líder del Frente 48 y Lucero Palmera.
En el mes y medio transcurrido desde la asunción del presidente Santos han recrudecido las acciones guerrilleras así como el accionar militar en diversas zonas del país.
Las FF.AA. están empeñadas en una importante ofensiva, planeada a fines del gobierno de Uribe, que busca asestar golpes decisivos a la insurgencia o anotarse algún éxito espectacular.
Entre tanto, la guerrilla ha hecho atentados como el de Radio Caracol y otras acciones que habrían causado unas 40 bajas policiales y militares en las últimas semanas. Con ello buscarían reafirmar ante el nuevo gobierno que son un factor actuante en el escenario político, y aliviar la presión del ejército sobre sus reductos históricos. En este marco, las FARC y el ELN han acordado poner fin a sus enfrentamientos en Arauca y acercar posiciones en el enfrentamiento con el Estado.
Santos continúa la obra “pacificadora” de Uribe
La guerrilla está debilitada, aislada y no representa un peligro inmediato para el poder estatal, pero el fenómeno guerrillero hunde sus raíces en las explosivas contradicciones del agro colombiano, siendo históricamente una expresión deformada de la resistencia campesina. La “guerra contra el terrorismo”, apuntalada y financiada por el Pentágono bajo el paraguas de la supuesta política de “seguridad democrática” aplicada por el gobierno de Uribe, no logró extirparla.
Santos, si bien trata de “lavarle la cara” al régimen, recomponiendo las instituciones y tomando alguna distancia de los métodos de su predecesor Uribe, cuestión que provoca forcejeos con el uribismo, lo hace para estabilizar el régimen y preservar y continuar con lo esencial del programa de explotación, represión, y alineamiento con el imperialismo.
Este viernes 24, Obama recibirá a Santos en Nueva York para rediscutir la marcha de las relaciones económicas y políticas que han hecho del régimen colombiano el principal aliado de EE.UU. en la región, continuando con el ingente apoyo militar y financiero en el marco del “Plan Colombia”, y cómo destrabar el acuerdo para la instalación de las bases militares norteamericanas. Santos también tiene pendiente solicitar el avance en el Tratado de Libre Comercio entre ambos países, frenado en el Congreso estadounidense.
Masacres, paramilitares y terrorismo de Estado
El régimen de la oligarquía burguesa que domina el país es el responsable de una suerte de “guerra sucia” permanente, contra las masas rurales, en función de los intereses de los terratenientes, los empresarios y las transnacionales. Cada año decenas de dirigentes obreros y populares son abatidos por sicarios, bajo la complacencia de autoridades, policías y militares. Cuatro millones de hectáreas de tierras campesinas e indígenas fueron acaparadas por los terratenientes y sus bandas armadas, arrojando de 3 a 4 millones de “desplazados” del campo. Tres cuartas partes de las supuestas bajas guerrilleras declaradas por las fuerzas de seguridad figuran como “NN”... Hoy, los escándalos de lazos con los paramilitares y el narcotráfico enlodan al régimen y son ya inocultables las denuncias de asesinatos y desapariciones de miles de civiles apuntados como “falsos positivos”, el hallazgo de numerosas fosas comunes -la mayor descubierta cerca de una base militar tiene quizás 2.000 cadáveres- y otras huellas de la feroz represión militar.
El papel de la guerrilla
Después de sellar en un abrazo con Santos el restablecimiento de relaciones entre Colombia y Venezuela, Chávez apuntó contra las FARC afirmando que eran la excusa del imperialismo para intervenir en la región. Ahora, el “progresista” Correa refuerza la vigilancia militar en la frontera, en un gesto públicamente agradecido por el gobierno de Bogotá porque facilita sus operaciones contrainsurgentes en el Putumayo.
Las organizaciones guerrilleras mantienen métodos nefastos: acciones contra sectores indígenas y campesinos que no les responden, secuestros impopulares, etc., mostrando su decadencia política y metodológica. Más aún, comparten su estrategia de colaboración de clases en nombre de una “Nueva Colombia” sin romper con el capital, algo que es lo opuesto al programa que permitiría unir al movimiento obrero y de masas en el camino de la movilización contra el régimen de la oligarquía hasta derrotarlo y abrir las puertas a una salida de fondo, obrera y popular.
¡Alto a la represión!
Los socialistas revolucionarios tenemos enormes diferencias políticas y estratégicas con las FARC, pero las defendemos incondicionalmente de los ataques del Estado burgués y el imperialismo. ¡Basta de represión! ¡No a las bases yanquis!
Es preciso desarrollar la más amplia solidaridad continental con la resistencia del pueblo de Colombia al régimen de los Santos, Uribe y cía., contra las bases militares yanquis, el Plan Colombia y toda injerencia imperialista, por el fin de la represión policial y militar y el paramilitarismo y el esclarecimiento y castigo de los crímenes.
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