El 23 de septiembre por la noche, mientras que por la segunda vez en un mes entre 2 y 3 millones de trabajadores manifestaron en todas las ciudades de Francia, Eric Woerth, ministro del Trabajo, tenía la caradurez de afirmar en el noticiero de la TV pública que había “una desaceleración incontestable de la movilización, en las calles y en las huelgas”. Por más que los números comunicados por las direcciones de las principales empresas y administraciones informan de una ligera baja del porcentaje de huelguistas, hablar de “desaceleración de la movilización” parece una burla. Sobre todo cuando se sabe que, según las cifras de los sindicatos, en Paris hubo 300.000 manifestantes, en Marsella 200.000, en Bordeaux 120.000, si solo citamos los cortejos mas importantes. Incluso las cifras de la policía, abiertamente disminuidas, dan cuenta de un número de manifestantes similar al del 7 de septiembre, salvo para la manifestación parisina.
En todo caso, si hay algo “incontestable” en el paisaje político es la “desaceleración” de la popularidad del gobierno y del presidente. Lo que está lejos de desacelerarse son las revelaciones sobre el trafico de influencia y de clientelismo de la UMP de Sarkozy quien pretendía ser el candidato de la ruptura en cuanto a las prácticas de los caciques del viejo RPR, con Chirac como máximo exponente. En este contexto de crisis gubernamental patente y de crisis de régimen latente –mas adelante abordaremos este tema-, en el momento en que la contra-reforma nunca fue tan impopular y que los trabajadores son casi tan numerosos que en 1995, cuesta entender cómo Sarkozy puede continuar, según palabras de su Primer ministro, firme en su posición. Una de las claves de esta situación es sin dudas el ritmo espaciado de las movilizaciones dictado por la Intersindical dirigida por las direcciones sindicales burocráticas, lo que representa aire fresco para el gobierno, sin que por el momento emerja de los sectores mas dinámicos y dispuestos a la lucha, una dirección alternativa a la línea de Thibaut y Chérèque capaz de conducirnos a un enfrentamiento social mayor que nos permitiría hacer retroceder a Sarkozy y su gobierno.
Un gobierno debilitado y un Sarkozy que esconde mal la crisis de régimen latente
A medida que el gobierno intenta “explicar la reforma a los franceses”, queda claro que esta contra reforma de las jubilaciones es cada vez mas impopular. Todos los sondeos de opinión lo demuestran. Ya parece lejos el tiempo en el que se nos explicaba que, por culpa de la demografía, una reforma de las jubilaciones con el aumento de los años de cotización era inevitable, sin que los trabajadores parezca capaces de reaccionar ante tales mentiras. Sobre el aumento de la edad legal de retiro, a 62 o a 67 años, la penosidad del trabajo o las jubilaciones de las trabajadoras, la reforma aparece ahora a los ojos de la mayoría como lo que es: la aplicación del MEDEF (organización patronal) contra el conjunto de los trabajadores. Todas las discusiones en los pasillos de las empresas, las salas de pausa, talleres y oficinas lo muestran.
Nunca antes desde su llegada al poder en 2007 el sarkosysmo pareció tan debilitado. Ahora no es solo simplemente evidente que el gobierno esté perdiendo credibilidad en esta batalla al punto que muchos hablan de una crisis gubernamental. Parece cada vez más legítimo igualmente hablar de crisis de régimen latente. Por la primera vez desde 1968, no es el primer ministro y su gobierno, válvula de seguridad del Ejecutivo bicéfalo instaurado por la V República, los atacados en los slogans de los manifestantes o en las asambleas sindicales o de huelguistas sino que es Sarkozy el que concentra todas las críticas. Si se podía hablar de “manifestaciones contra Juppé” en 1995 o de “bronca contra Villepin” en 2006, ¿qué analista osaría hablar hoy de “manifestaciones contra Fillon”?
El antisarkozysmo de los manifestantes no es simplemente el reflejo en bruto de la híper mediatización presidencial, como dicen algunos superficialmente. Se trata fundamentalmente la expresión del debilitamiento objetivo de los mecanismos políticos y del bipartidismo sobre el que se apoya el régimen de la V República; debilitamiento que se vio claramente en 2002 y que tuvo otras expresiones en la anterior presidencia ( Rechazo al plebiscito europeo, etc.), que reaparece hoy en día con mas fuerza aun ya que la crisis económica y sus consecuencias sociales han sacudido los pilares sobre los que descansaba el consenso social y político francés de la post-guerra, lo que se ve igualmente hoy en día en otros países (Estado Español, Grecia, Gran Bretaña, etc.).
Disensiones en la derecha, teatro en el PS y farsa en la izquierda
Hablar de crisis de régimen no quiere decir de ningún modo que la V República vive sus últimos días, sino que el contexto será más complicado para la burguesía, por más que obtenga una victoria en el tema de las jubilaciones. Su principal ventaja es la relación de fuerzas en su favor, fruto de un reflujo de la clase obrera que los movimientos post-1995 no lograron revertir hasta hoy en día (a pesar de haber puesto palos en la rueda o enlentecido la aplicación de las reformas neoliberales).
Es en este sentido que las disensiones en la derecha en general y en el gobierno, con un Primer ministro que se atreve a tomar distancia con el Presidente públicamente como hizo Fillon, no son la causa de las dificultades actuales del sarkosysmo sino su consecuencia. Son numerosos, y no solamente por cálculo político, los que se oponen de manera mas o menos abierta a la política del gobierno actual –Juppé, Raffarin, Villepin y otros. Éstos no se oponen tanto al contenido de la política gubernamental sino más bien a los ritmos: ante la bronca social montante, las manifestaciones y las huelgas, algunos temen que incluso una victoria del gobierno, sobre un fondo de enfrentamiento social intenso y sin sentimiento de derrota para los huelguistas y los trabajadores, podría comprometer profundamente su capacidad futura a llevar adelante los ataques que se preparan: Seguridad social, Código de trabajo, ataques a los servicios públicos a la imagen de lo que pasa actualmente en Grecia y que se prepara en Gran Bretaña. Una fracción del mundo político y de la burguesía teme que un enfrentamiento demasiado importante sobre el tema de las jubilaciones le impida contra-reformar más adelante en otros sectores fundamentales. Pero Sarkozy se encuentra en un aprieto en la medida en que sabe que se juega su credibilidad de Presidente de ruptura y “reformador” en vista a las elecciones de 2012. De ahí resulta el clima nocivo que se respira en la derecha.
En este marco, el rol de la oposición política es magistralmente… decadente. En cuanto a la reforma de las jubilaciones, la izquierda burguesa brilla por su incoherencia que no oculta que comparte fundamentalmente el programa de la patronal en cuanto a las contra-reformas que se deben llevar a cabo. Es verdad que los diputados del PS hicieron de cuenta en la Asamblea Nacional de protestar contra el texto, pero eso no puede esconder que Hollande afirma claramente (como Aubry, secretaria general del PS, antes que él), que el aumento de la edad legal de jubilación es necesario mientras que Stauss-Khan habla de congelar los salarios como medida inevitable para luchar contra la crisis.
El PS puede decir que la izquierda, volviendo al poder en 2012, anularía el aumento de la edad jubilatoria –y no la ley en su globalidad. Sin embargo, debemos remarcar que el gobierno PS-PC-Verdes de Jospin entre 1997 y 2002, del cual toda esta gente hacia parte, no solo no anuló ninguna medida de la derecha sino que privatizó mas que todos sus predecesores juntos. Y cuando Bartolone tiene la honestidad de decir en la radio que Aubry prepara un acuerdo con Strauss-Khan, actual presidente del FMI, en vista al 2012, uno puede darse una idea del programa (anti)social del PS si éste volviera al poder.
En cuanto a la izquierda reformista –Europe écologie, a su derecha prefiere no decir nada para colarse mejor al PS y a sus aliados centristas-, el PC y el PG (Partido de Izquierda) proponen, en el contexto de crisis social, gubernamental y de régimen que vivimos… un referéndum. Viendo a lo que llevó el referéndum sobre privatización de La Poste (correos) en septiembre 2009, el cual fue completamente ignorado por Sarkozy, nos podemos imaginar el efecto que tendría un referéndum sobre las jubilaciones. Tal proposición sería ridícula si no fuese nefasta en el marco actual: mientras que lo que se tendría que hacer es amplificar e intensificar la movilización, Laurent y Mélenchon, lideres del PC y el PG respectivamente, preparan el estancamiento de la movilización… y su futuro puesto ministerial de sub-secretarios de Estado si la izquierda gana las elecciones de 2012, lo que constituye un eje central de las discusiones en el Front de Gauche desde hace varios meses.
Cuando Thibaut levanta la voz… para que los senadores lo escuchen
Si hay un sector que en cambio juega uno de los roles mas activos para que la crisis social no se agrave, lo que acentuaría considerablemente la crisis política y de régimen, son sin dudas, como en 1995, 2003 y 2006, las direcciones sindicales. Ellas se encuentran en el primer plano en el terreno de las movilizaciones para evitar que éstas sobrepasen el marco establecido por Thibaut de la CGT y Chérèque de la CFDT desde hace varios meses: las enmiendas que mejoren la reforma y ahora… la “interpelación” de los senadores en el Palacio del Luxemburgo.
Ante la intransigencia del gobierno y la amplitud de la movilización social, las direccione sindicales no pudieron hacer mas que llamar a otra jornada de huelga y de movilización de aquí a tres semanas, el 12 de octubre, mientras que la CFDT quería contentarse de una manifestación un sábado, que se mantuvo en el programa al final convocando a una manifestación el 2 de octubre. La estrategia de la Intersindical, criticada por FO y SUD sin que estas centrales propongan una alternativa cualitativamente diferente, es un gran problema por varias razones.
Por un lado, las acciones previstas se adaptan al calendario parlamentario, como si los trabajadores dispusieran todavía de un mes para hacer retroceder el gobierno, en vez de golpear fuerte desde ahora que la movilización es masiva. Ligado a esto último, las direcciones sindicales continúan haciendo creer que los senadores podrían modificar el texto a favor de los trabajadores, como si se tratara de enmendar un texto de ley cuando se debería reivindicar el retiro puro y simple del proyecto. En fin, el aumento de tiempo entre las diferentes jornadas de acción, especialidad francesa de las burocracias sindicales, deja tanto mas de margen de maniobra al gobierno para recuperarse cuando al contrario habría que aprovechar su crisis ã través de a movilización. Una vez mas las direcciones sindicales muestra lo que son: los guardianes de la burguesía en el movimiento obrero. Pero la política del régimen de darle solo migajas, podría debilitarlas cualitativamente frente a los trabajadores y hacer que la burguesía pierda este gran sector responsable del régimen, pieza clave para que pasen todas las contrarreformas sin grandes conflictos sociales. Esto es lo que dice esta editorial de Le Monde preocupado: “frente a Sarkozy, los sindicatos muestran un gran sentido de la responsabilidad. Así, Bernard Thibaut resiste a las presiones de su base y se cuida bien de no exigir el retiro de la reforma. Pero si Sarkozy se mantiene inflexible y no hace concesiones sustanciales, los sindicatos, volviendo con las manos vacías de su combate y debilitados, no podrán contener los riesgos de radicalización. La victoria de Sarkozy se aparentaría a una victoria pírrica”.
Construir una alternativa política obrera a las direcciones sindicales para hacer retroceder a Sarkozy, no es solo necesario sino posible
Un número cada vez mayor de huelguistas es consciente de la ineficacia de las jornadas de huelga y manifestación dispersadas, aunque ningún sector vea claramente cuál sería la alternativa a la estrategia de las direcciones sindicales. Es así que localmente o por sector, los sindicatos se vieron obligados a reconducir la huelga en donde las asambleas expresaban ms bronca, sin que por eso la reconducción de la huelga responda al déficit estratégico de los sectores mas determinados. Si se reconduce la huelga es para construir el “tous ensemble”, y sin programa global para enfrentar a los que luchan contra la huelga general es imposible.
Por otro lado, se pudo constatar una contradicción entre las fracciones mas movilizadas de los trabajadores y el grueso de los asalariados que participan masivamente en las jornadas de acción pero que se mantienen en el marco establecido por las direcciones sindicales, por falta de perspectiva alternativa mas que falta de bronca real contra el gobierno: los slogans gritados en las manifestaciones testimonian de ellos y las reivindicaciones en las empresas del sector público como del privado mezclan la lucha contra la reforma de las jubilaciones con cuestiones mas generales como los salarios, las condiciones de trabajo, los tipos de contrato, etc., lo que indica que todos los ingredientes para una gran lucha están reunidos.
Proponer como lo hace SUD o la dirección del NPA por ejemplo como única perspectiva que los militantes traten de reconducir la huelga cueste lo que cueste en los lugares en que el estado de ánimo es mas combativo, no puede permitir resolver esta contradicción y construir un movimiento que permita poner en dificultad al gobierno y a la patronal y hacerlos retroceder. En efecto, esto implicaría enfrentarse abiertamente con las direcciones sindicales para tratar de romper el marco que éstas quieren imponer a los trabajadores. Sin embargo, cuando O. Besancenot, portavoz del NPA, a la pregunta “¿cree que hay una complicidad entre los grandes sindicatos [CGT, CFDT] y el gobierno?”, que se le hacía en la radio Europe 1 el mismo 23, responde: “No, yo no diría eso. Hay divergencias entre las organizaciones sindicales (…) entre las organizaciones políticas. Sin embargo, todos estamos de acuerdo con una cosa: no toquen a la jubilación a 60 años”, no hace mas que crear confusión en la cabeza de los trabajadores que sienten cierta simpatía por él y su partido.
Por otro lado, cambiando de discurso sobre este punto, es insuficiente decir como hace LO que “es el deber de las confederaciones sindicales hacer que la movilización no se detenga el 23 de septiembre y que pueda continuar y amplificarse”, sin explicar cómo los obligaremos a hacerlo y que de nuestro punto de vista la “amplificación” es la huelga general. De hecho, en este punto la actitud de LO sigue en la línea de la espera pasiva. En efecto, en una entrevista en France 5 el 23, cuando un periodista le preguntaba a A. Laguiller, dirigente histórica de LO, si para ganar había que hacer un “movimiento reconducible”, es decir una huelga general, ésta respondía: “mañana en las empresas veremos cual es el estado de ánimo de los trabajadores”. Al mismo tiempo, se cuidó bien, por un lado, de no decir ni una palabra sobre lo que hacen los militantes de LO en las empresas para influenciar a sus colegas de trabajo para que su “estado de ánimo” tienda a ir hacia la huelga general y, por otro lado, de no emitir la mínima crítica a la política nefasta de las direcciones sindicales.
El trabajo militante que seria posible llevar a cabo, teniendo en cuenta la cantidad de camaradas y de trabajadores combativos implicados en el movimiento, debería ir en el sentido de combinar la construcción, en todos los lugares que sea posible, de asambleas y de asambleas interprofesionales, incluso a una escala reducida, como se hizo en el pasado cuando el gobierno retrocedió en 1995, para facilitar el contacto y la capacidad de iniciativa de los asalariados. Por otro lado, es fundamental hacer que se oigan claramente las exigencias que los trabajadores movilizados: nadie quiere “una reforma mas justa” y nadie piensa que es en el Senado que se obtendrá satisfacción a los reclamos. Es necesario que desde la base de la movilización y de la auto-organización de los trabajadores suban las exigencias a las direcciones sindicales de retiro del proyecto de ley, de vuelta a los 37,5 años de cotización para tener derecho a una jubilación completa tanto para el sector público como para el privado, la jubilación a 60 años y a 55 años para las profesiones mas duras, ninguna jubilación de menos de 1.500 euros netos. Esto implica trabajar abiertamente y claramente por el “tous ensemble” y la huelga general. Es eso lo que temen los sindicatos.
En ese sentido, debería ser una preocupación central de la extrema izquierda difundir el llamado inter-sindical de base intitulado “Por una huelga general hasta la anulación de la reforma jubilatoria” firmado por un cierto número de camaradas, que constituye un primer paso en esta dirección y que se debe ampliar el contenido para que recoja un fuerte respaldo e interpele a las direcciones sindicales que ya se preguntan cómo van a hacer para salvar a Sarkozy sin desacreditarse demasiado ante los trabajadores. Las huelgas actuales por la conservación del empleo podrían servir de trampolín a un llamado de este tipo para que el 12 de octubre, fecha de la próxima jornada de huelga, sea realmente una pulseada que comience, único medio de hacer retroceder al gobierno a través de una huelga general.
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